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27 enero 2023

La rivalidad política de Hitler con Ludendorff


 

Ascenso del nazismo en la Alemania de entreguerras


por Shane Quinn

Investigación Global

Todo el material gráfico es adicionado por el editor de este blog


Introducción del editor del blog

El General Ludendorff y Hitler eran ya socios en la mediata posguerra (inicios de la década de 1920) y juntos marcharon en el "Beer Hall Putsch" (Golpe de la Cervecería 1923) para derrocar a la República de Weimar. Ludendorff, Hitler y otros nazis estuvieron a la cabeza de las unidades paramilitares, la policía respondió a tiros, misma respuesta nazi, disparos contra la policía, 16 muertes en filas nazis y cuatro víctimas entre los policías. Los fascistas huyeron.

El historiador estadounidense y corresponsal de guerra William L. Shirer relata que: “Ludendorff no se arrojó al suelo. Erguido y orgulloso en la mejor tradición militar, con su ayudante el mayor Streck a su lado, marchó tranquilamente entre las bocas de los rifles de la policía hasta llegar a Odeonsplatz. Debe haber parecido una figura extraña y solitaria. Ningún nazi lo siguió. Ni siquiera el líder supremo, Adolf Hitler”. (William L. Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. Fawcett Crest Book, 1968  p. 74)


El General Erich Ludendorff junto a Adolf Hitler. A la derecha, una edición del célebre libro de Will Brownell, Denise Drace Brownell y Alex Rovi: "The First Nazi. Erich Ludendorff, the man who made Hitler possible". Counterpoint (Berkeley, CA - USA), 2016.


Apenas seis años atrás, de facto, Erich Ludendorff fue el dictador de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, el autócrata militar gobernaba gran parte de Europa y estuvo muy cerca de ganar la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) contra todo pronóstico, debido, en gran parte, a su excepcional talento militar. En el otoño de 1916 Ludendorff había acumulado prácticamente todo el poder real de Alemania, el Kaiser Wilhelm II era simplemente una figura ceremonial.

Ludendorff durante la Gran Guerra destacó además como un brillante administrador, dicen que más ambicioso que Napoleón, soñaba con colonizar el Este europeo y apostaba por sacar todo el provecho de los territorios ocupados, administrándolos con mano despiadada. Habló sin tapujos sobre "una Patria mayor y de adquisiciones territoriales que compensen al pueblo alemán por sus sacrificios. Si Alemania hace la paz sin lucro, Alemania ha perdido la guerra", afirmó. 

Ludendorff codiciaba apoderarse de las profundidades de Europa del Este, estaba decidido a conquistar una gran masa territorial del Imperio Ruso,  desde el Báltico hasta el Mar Negro, tierras fértiles y ricas en recursos naturales. La misma política militarista seguida por Hitler dos décadas después.

Sin duda Ludendorff humilló al Imperio del Zar de Rusia y luego a los bolcheviques, a quienes aborrecía más. Por esa razón fue su decisión, acatada por los políticos, la de conceder a Finlandia, Polonia y Ucrania su independencia, que formaban parte del Imperio Ruso. Estonia y Letonia fueron ocupadas por el ejército alemán, entre otros cambios territoriales. Sin embargo, a pesar de esos logros Alemania perdió la guerra.

En la posguerra Erich Ludendorff participó en el conocido Putsch de Kapp (golpe de estado contra la República de Weimar) del 13 al 17 de marzo de 1920 para establecer un gobierno autocrático. Ese golpe gozaba del apoyo de una parte del Reichswehr, monárquicos y facciones nacionalistas, pero fracasaron. Y, como es de conocimiento, el general Ludendorff no se quedaría quieto, fue parte de otra intentona golpista derechista respaldando a los nazis en noviembre de 1923, otro fracaso de la extrema derecha alemana. 

Sobre este último capítulo y la relación entre Ludendorff y Hitler, el periodista e historiador Shane Quinn nos brinda sus reflexiones. 

Buena lectura.

T. Andino


*****

Retratos del General Erich Ludendorff


El general Erich Ludendorff, gobernante militar del imperio alemán durante la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial (1916-18), hizo un fatídico intento en la primavera de 1925 de recuperar la dictadura de Alemania participando en las elecciones presidenciales. 


La elección tuvo lugar en ese momento debido a la muerte el 28 de febrero de 1925 del presidente Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata de izquierda, que había sido el líder alemán durante 6 años al frente del gobierno de Weimar. La salud de Ebert se quebró, en parte, por los continuos ataques verbales que tuvo que soportar por parte de la derecha radical de Alemania.

No hay duda de que la intención de Ludendorff era retomar el poder supremo en Alemania, reconstruir el ejército y luego embarcarse en una guerra de conquista en todo el continente europeo para reafirmar el dominio alemán. Sentía un severo desprecio por la socialdemocracia y la República de Weimar. Desde 1919, Ludendorff dijo repetidamente que "nunca debería haberme dejado despedir" por el Kaiser Wilhelm II al final de la Primera Guerra Mundial, y que su deseo era "volver al poder". (Donald J. Goodspeed, Ludendorff: Soldier: Dictator: Revolutionary (Hart-Davis, 1 de enero de 1966, p. 280

El intento de Ludendorff de recuperar la dictadura fue un evento importante en la historia alemana de entreguerras. Si falla y falla espectacularmente, lo eliminaría como el principal rival de Adolf Hitler para la extrema derecha en Alemania, al tiempo que reforzaría la posición de Hitler dentro del Partido Nazi. El propio Hitler animaba activamente a Ludendorff a postularse para la presidencia en 1925, como candidato del Partido Nazi. Ludendorff ya había sido elegido para el parlamento alemán (Reichstag) en diciembre de 1924 como miembro del parlamento (MP) nazi por Baviera, el estado más grande de Alemania en el sur del país.


Una fotografía datada en agosto de 1927 durante el Congreso anual del partido nazi en Nuremberg

En marzo de 1925, poco antes de las elecciones presidenciales, Ludendorff dijo:


“Acabo de tener una discusión ansiosa con Hitler” y “hemos llegado a la conclusión de que debo presentarme como el candidato de los nacionalsocialistas (nazis). Hitler está convencido de que hay que correr el riesgo... Hitler sabe perfectamente que aunque tiene muchos seguidores en Baviera, puede contar con muy pocos votos en el norte de Alemania y el este de Berlín. Por otro lado, el nombre de Ludendorff es muy conocido y respetado en toda Alemania. En particular, los prusianos orientales y los silesios me han estado unidos por la gratitud y la devoción desde la guerra”. (Alexander Clifford, Hindenburg, Ludendorff and Hitler: Germany's Generals and the Rise of the Nazis, Pen and Sword Military, 14 de diciembre de 2021 pg. 109)


Sin que Ludendorff lo supiera, Hitler estaba jugando un juego astuto aquí, enteramente para su propio beneficio y con el objetivo final de tomar la dictadura. Hitler poseía instintos políticos mucho más astutos que la élite militar, y Ludendorff era demasiado temerario e impaciente para convertirse en político.

Alexander Clifford, un historiador que se enfoca en la historia europea de entreguerras, escribió: 

 

“Hitler concibió la campaña presidencial desde el principio como un método seguro para desacreditar a Ludendorff como un rival de liderazgo. Muy consciente de las limitaciones políticas del general... Hitler calculó que una tórrida derrota solo serviría para empañar aún más la reputación de Ludendorff. Al presionar al general para que se presentara como un candidato simbólico, Hitler no perdió nada, pero un pésimo desempeño electoral serviría para alejar a más partidarios nazis de la idea de que Ludendorff era apto para un papel de liderazgo en el partido”. (Alexander Clifford, pg. 108)


Como lo previsto, resultaría ser un pésimo desempeño electoral. De varios candidatos para las elecciones presidenciales de 1925, Ludendorff terminó cómodamente en la última posición. Obtuvo unos míseros 285.793 votos, menos del 1,1% del total nacional. Por ejemplo, el candidato del Partido Comunista de Alemania, Ernst Thälmann, atrajo casi dos millones de votos, más de seis veces más que Ludendorff.

La humillación para Ludendorff se profundizó por el hecho de que su colega cercano del ejército, el mariscal de campo Paul von Hindenburg, ganó la presidencia como independiente de derecha, reuniendo más de 14 millones de votos. Hindenburg, de 77 años, le había suplicado a Ludendorff que no participara en las elecciones, advirtiéndole cuál sería el resultado. Sin embargo, Ludendorff siguió su propio camino (Goodspeed, Ludendorff, pág. 305)

Es irónico que Hindenburg superara a Ludendorff en el ámbito político, cuando en la esfera militar Hindenburg poseía mucha menos habilidad militar que el más agresivo e inteligente Ludendorff, un hecho del que el público alemán no era consciente. Después de que el Kaiser conociera a Hindenburg, dijo que lo sentía como "de madera y sin imaginación", y describió a Ludendorff como "el sargento mayor". (Goodspeed, pág. 188)


Hindenburg, Kaiser Wilhelm II y Ludendorff, enero de 1917 (foto colorizada)


La gran reputación de Hindenburg entre el pueblo alemán se basaba en el mito y la leyenda: que el mariscal de campo había sido responsable de las victorias alemanas en la guerra, como las batallas de Tannenberg y los lagos de Masuria. En realidad, Hindenburg, como el Kaiser, fue una figura decorativa ceremonial durante la guerra. Puede que Hindenburg no fuera un genio militar, pero era una persona más estable y decente que Ludendorff. Según el general Otto von Lossow, comandante general de las tropas alemanas en Baviera en 1923, Ludendorff se había convertido en “un hombre salvaje” con “maldad en la cabeza”. (Goodspeed, pág. 297)

Hitler estaba encantado con el resultado de las elecciones presidenciales de 1925. Se regodeaba en privado de que Ludendorff estaba "finalmente acabado" como su rival político. De Ludendorff, Hitler le dijo a su fiel seguidor Rudolf Hess:


“Me gustaría que su nombre desapareciera si es posible del movimiento (Partido Nazi) porque me hace más difícil ganar a los trabajadores”. Hitler creía que Ludendorff era estrictamente un líder militar, no político, y quería "solo verdaderos nacionalsocialistas" cerca de la cima del Partido Nazi. (Clifford, pág. 106)


La debacle política del general fue un paso adelante considerable para Hitler; pero Ludendorff en realidad estaba acabado como fuerza en Alemania desde 1923, cuando comenzó a asociarse con los nazis en las calles de Munich, la capital de Baviera. Hacerlo destruyó cualquier popularidad que Ludendorff aún disfrutara entre el público alemán, lo que se reflejó en la votación presidencial.

Sin embargo, Ludendorff se vio obstaculizado en su campaña por la presidencia debido a que el propio Partido Nazi apenas tenía dinero en 1925. Algunos funcionarios nazis dijeron que la campaña electoral era un método para desacreditar a Ludendorff. El general tampoco apareció muy a menudo en público, ni pronunció ningún discurso en la preparación de la votación. Ludendorff también había estado perdiendo seguidores en la derecha, debido a sus condenas del catolicismo romano de principios de la década de 1920, al que culpaba de difundir el pensamiento internacional y pacifista en Alemania, y que consideraba un factor en la derrota de su país en la Primera Guerra Mundial. (Clifford, pág. 109

Los pocos nazis influyentes que apoyaron a Ludendorff en su candidatura presidencial, como Ernst Röhm, se inclinaron hacia Hitler tras el resultado de la votación. Como Ludendorff no era una amenaza, Hitler ya no tenía un rival serio en la extrema derecha. (Richard J. Evans, The Coming of the Third Reich,Penguin Putnam Inc., 25 de enero de 2005, p. 202)


Algunos ejemplares de diferentes editoriales y autores sobre el General Ludendorff

Tal vez haya una desgracia subyacente en la desaparición política de Ludendorff. Porque si hubiera reclamado la autocracia alemana, muy probablemente habría impedido el ascenso de Hitler al poder. En 1924 y 1925, la relación anteriormente cálida entre Ludendorff y Hitler se estaba volviendo más fría; y en caso de retomar el poder, Ludendorff, un general, bien podría no haber estado dispuesto a entregar las riendas a Hitler, un cabo.

Parece poco probable que si Ludendorff hubiera recuperado el poder a mediados de la década de 1920, o más tarde, hubiera procedido a hacer lo que hizo Hitler: desatar el genocidio contra las poblaciones judía y gitana de Europa. Los fanáticos más jóvenes que emergen suelen ser peores que sus mayores, una perogrullada que ha resistido el paso del tiempo.

Nacido en 1865, un cuarto de siglo antes que Hitler, Ludendorff pertenecía a una generación anterior de alemanes cuyos años de formación ocurrieron durante los años felices y generalmente prósperos de la cancillería de Otto von Bismarck (1871-1890); cuando Alemania era la nación dominante en Europa continental, lo que siguió siendo hasta el estallido de la guerra en 1914. Si las intenciones de Ludendorff hubieran resultado ser tan malas como las de Hitler, y nuevamente es dudoso, el general probablemente se habría abstenido en cualquier caso de cometer genocidio, por la continua influencia de figuras moderadas como Hindenburg en Alemania.

Ludendorff fue ciertamente un antisemita virulento como lo muestra un artículo que escribió en 1922, donde lamentaba “la fuerte intrusión del pueblo judío dentro de nuestras fronteras”, e insinuaba su expulsión de Alemania (Erich Ludendorff, “General Ludendorff, Sobre la superación de las consecuencias de la guerra perdida 1922"). Un censo de 1925 destacó que la población de judíos alemanes ascendía a 564.973, menos del 1% de la población alemana total registrada ese año. (Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, “Comunidades judías de la Alemania anterior a la guerra”,  Enciclopedia del Holocausto) 

Aunque los puntos de vista de Ludendorff son lo suficientemente maliciosos, Hitler dijo abiertamente en 1922 que cometería un genocidio contra toda la población judía de Alemania si llegara a ocupar un alto cargo. “Si alguna vez estoy realmente en el poder, la destrucción de los judíos será mi primer y más importante trabajo”, dijo Hitler, y para hacerlo tendría “horca tras horca erigida… tantas como el tráfico lo permita” hasta que “Alemania se limpia del último judío”. Estas palabras fueron anotadas por Josef Hell, un periodista alemán, que había preguntado a Hitler qué haría él “si alguna vez tuviera plena libertad de acción contra los judíos”. Los inquietantes comentarios de Hitler, que aparecen en la biografía del líder nazi escrita por John Toland, revelan que Hitler se había convertido en un monstruo incluso cuando era un joven de poco más de 30 años. (John Toland, Adolf Hitler: The Definitive Biography, Primera edición de Anchor Books, enero de 1992, págs. 155-156) 

De Alemania de ese momento, el filósofo y erudito Noam Chomsky dijo:


“Bueno, el mismo Goebbels escribió sobre cómo fue influenciado por el éxito de la propaganda comercial estadounidense. Era la década de 1920, principios de la de 1930. Lo convirtieron en un sistema altamente refinado, que fue muy efectivo. Ahora es bastante notable ver lo que sucedió en Alemania. Te remontas a la década de 1920. Alemania era el país más civilizado del mundo. Fue en el apogeo de la civilización occidental, y las artes y las ciencias, fue considerado un modelo de democracia por los politólogos. Eso era Alemania en la década de 1920. Diez años después, eran las profundidades absolutas de la historia humana (la Alemania nazi). Diez años después de eso, vuelves a convertirte en una sociedad civilizada. Es una ilustración bastante asombrosa de la capacidad de la propaganda organizada para cambiar totalmente a la población, de la más civilizada del mundo a la más degradada de la historia”. (Noam Chomsky, “Dr. Noam Chomsky analiza el nacimiento de la propaganda comercial estadounidense y el arte de fabricar consentimiento”, Propwatch.org,  13 de julio de 2022) 


Adolf Hitler, Erich Ludendorff y otros procesados en el juicio de Munich por el fallido intento de golpe de estado de noviembre de 1923. Curiosamente en la fotografía solo Frick (que sería ministro del interior del régimen nazi) y Hitler visten en traje civil. (Foto: Bundesarchiv Bild 102-00344A, München, nach Hitler-Ludendorff Prozess) (foto colorizada)


Tras la dimisión de Ludendorff como señor de la guerra de Alemania a finales de octubre de 1918, la única forma en que podría haber reclamado el poder era encabezando un golpe de Estado. Participó en dos golpes, el Kapp Putsch de 1920 y el Nazi Beer Hall Putsch de 1923, ambos fueron un fiasco y que Ludendorff realmente no había liderado.

Esos dos golpes, que tenían pocas posibilidades de éxito, se produjeron demasiado pronto después del final de la guerra. Los aliados occidentales, sobre todo Francia, nunca podrían haber tolerado un resurgimiento militarista en Alemania a principios o mediados de la década de 1920. El momento más adecuado para que Ludendorff hubiera instigado un golpe habría sido alrededor de 1930, cuando Francia era más débil y la situación internacional más favorable a un golpe de extrema derecha, ya que la Gran Depresión estaba golpeando duramente a Europa para entonces.

La ruptura total de Ludendorff con Hitler se produjo cuando el líder nazi se negó, por razones políticas, a unirse a las críticas de Ludendorff a la Iglesia Católica Romana. Ludendorff se volvió despreciativo de Hitler y escribió un panfleto en 1931 con el titular, "La traición de Hitler del pueblo alemán al Papa romano".

A estas alturas, Ludendorff se había peleado con casi todos. Se peleó con el príncipe heredero Rupprecht, un mariscal de campo y último heredero aparente del trono bávaro, debido a la creencia del príncipe heredero en el catolicismo romano y sus vínculos con la iglesia. Se peleó con otros miembros de la familia real y con generales alemanes que simpatizaban con el príncipe heredero y, como resultado, 37 generales firmaron un manifiesto que excluía a Ludendorff de sus asociaciones de oficiales. Se peleó con el destacado almirante Alfred von Tirpitz, llamando al partido político (Partido Popular Nacional Alemán) que apoyaba "una banda de renegados perjuros", y el almirante nunca volvió a hablar con Ludendorff. Se peleó con su esposa Margarethe y terminó divorciándose de ella en 1925.

También se peleó con Hindenburg. En el verano de 1925, Hindenburg, el nuevo presidente, le escribió a Ludendorff que ya no podía hacer el viaje para ver a este último en su casa de Ludwigshöhe, cerca de Múnich, debido a las responsabilidades que tenía como presidente. Ludendorff “espumó de rabia” por el rechazo y también se sintió profundamente dolido; a partir de entonces, habló de Hindenburg solo en un lenguaje amargo.

Ludendorff había insistido anteriormente: “Pase lo que pase, a los ojos del mundo, Hindenburg y yo siempre debemos estar juntos y ser y seguir siendo el modelo de la lealtad alemana y la unidad alemana”. Ahora esa unidad se rompió, lo que sirvió aún más a la causa de Hitler. (Clifford, pág. 133) 

A fines de agosto de 1927, cuando Ludendorff asistió a la dedicación del Tannenberg Memorial, creó una escena al negarse a pararse junto a Hindenburg. Enfurecido, Hindenburg se fue antes de que Ludendorff hablara en la ceremonia. Después de la dedicación, Ludendorff fue rechazado por todos sus antiguos colegas militares. Terminó saliendo solo y se dirigió a su automóvil. Ludendorff tampoco causó impresión en Berlín como diputado nazi. Contó como una figura solitaria en el parlamento y su mandato como diputado del Partido Nazi terminó en silencio en 1928. (Goodspeed, pág. 307)


Shane Quinn

Fuente original y Copyright © Investigación Global, 2023

21 octubre 2022

¿Por qué sigue habiendo gente que cree que Hitler fue "socialista"?



por Tito Andino U.


Para no repetir temas ya esbozados, respecto a las aspiraciones imperiales de Hitler, por favor consulte los artículos sobre "Nazismo y Monarquía" en que se desmenuza a consciencia las relaciones políticas entre las dinastías reales germánicas y los nazis. En cuanto a la ideología política del nacionalsocialismo, quedó fundamentado en un magnífico material disponible para su consulta y que se complementa con esta entrega, "El nazismo un ensayo imperial", (publicado en 2018 y reproducido por otros medios), investigación que dio mucho que hablar, incluso con críticas negativas, que casi rayan en el insulto, censurando la veracidad sobre las pretensiones imperiales hitlerianas; mas, la presencia de comentarios positivos fueron un reconocimiento a un esfuerzo investigativo serio. De estos últimos surge la idea de puntualizar ciertos datos sobre aquella etapa de la historia alemana que sigue planteando dudas.

No obstante, debemos repasar, a groso modo, un antecedente referente a la Gran Guerra que tuvo tintes familiares. El Zar Nicolás II de Rusia, el Kaiser Guillermo II de Alemania y el Rey Jorge V del Reino Unido eran nietos de la Reina Victoria del Reino Unido, es decir, eran primos. Para aclarar mejor las cosas, Victoria era abuela directa de Jorge V y de Guillermo II, en cuanto a Nicolás II, su madre fue la hermana de la madre de Jorge, es decir, era nieto político de la Reina Victoria.

La princesa alemana Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld (alemana) fue la madre de la Reina Victoria (casada con el duque de Kent, Eduardo); el nombre secular de la futura reina Victoria era Alexandrina Victoria de Hannover (casa real de Hannover). La reina Victoria casó con Alberto de Sajonia-Coburgo (es decir, con un alemán). La reina Victoria fue la última monarca de la casa de Hannover. Su hijo y sucesor, Eduardo VII, era miembro de la nueva casa real de Sajonia-Coburgo-Gotha.  

El monarca ruso y el británico fueron aliados y enfrentaron a su primo alemán, el conflicto puso punto final a los estados monárquicos de Alemania y Rusia. Terminada la guerra solo Jorge V conservó su imperio, Nicolás II fue ejecutado y Guillermo II se exilió en los Países Bajos (Holanda). El Rey Jorge, pasado algún tiempo, cambió el nombre de la familia para eliminar sus vínculos familiares que los ataba a los alemanes, adoptando el de Windsor

Es evidente que los emparejamientos de los hijos de la reina Victoria con las casas reales europeas buscaba mantener la estabilidad político y social en Europa, pero causó el efecto contrario con la llegada de la Gran GuerraUna magnífica descripción de esos vínculos familiares y personalidades de los tres citados (quizá la más completa) fue escrita por la historiadora británica Miranda Carter, “The Three Emperors: Three Cousins, Three Empires and the Road to the World War One (Los tres emperadores: tres primos, tres imperios y el camino hacia la Primera Guerra Mundial).


Hitler, el político de extrema derecha




A pesar que no debería serlo, sigue siendo polémico y materia de controversia, incluso entre ciertos historiadores, la verdadera inclinación política de Hitler. Las siguientes líneas podrían ser vistas como contradictorias, pero no lo son. Debido a la compleja temática y sobre todo al indescifrable accionar de un delirante Adolf Hitler, quien se creía elegido por la "Providencia", debemos entender que asumía encontrarse por encima de cualquier doctrina

Recordaré que "BBC Mundo" realizó un reportaje con fines educativos tras la absurda polémica de si los nazis eran de izquierda... Definitivamente nunca lo fueron¿Los nazis eran de derecha? es una ligereza así calificarlo, porque desde que Hitler tomó la batuta se transformó en una agrupación radical de extrema derecha que velaba por la continuación de la Realpolitik alemana del expansionismo implantada en el pangermanismo. El nazismo constituyó en Europa el último ensayo imperialista (en el sentido estricto del término) por medio de la guerra.

El tema amerita una explicación más detallada.

Hitler, iniciada su bullada actividad política se declaró "revolucionario socialista"... pero nacionalista, no como los comunistas que eran "socialistas internacionales".

Algunos investigadores sostienen que fue un conservador (derecha política); otros siguen sosteniendo que nunca fue un conservador y eso, en parte, es cierto. No podríamos decir exactamente que era un conservador ya que despreciaba todas las instituciones tradicionalmente agrupadas en esa tendencia: la monarquía, la aristocracia y hasta la religión judeo-cristiana, solo en ese sentido se apartaba de la derecha, pero le daba igual, trabajaba para ella y pactó con ella para asumir el poder. 

No obstante, la actividad política a lo largo de su carrera tampoco fue de izquierda, mucho menos "revolucionario". En este punto podemos señalar que imitó a Mussolini, "socialista" de discurso pero derechista en la norma. En eso no hay ninguna diferencia con cualquier político demagogo, sea de derecha o de izquierda: siempre dicen hablar en nombre del pueblo, se rasgan las vestiduras por el pueblo y nos llevan a la guerra por el pueblo, etc.

Llama la atención esa admiración inicial de Hitler a Mussolini, cuando hizo su primera visita de Estado a Italia, pudo percatarse que quien manejaba los hilos era el Rey Víctor Manuel III, como jefe de estado, Mussolini era un simple jefe de gobierno. Luego, también tuvo que tragarse su orgullo y abrazar al rey Boris III de Bulgaria a quien, para variar, aborrecía; tampoco apreciaba al rey Miguel de Rumania, y éstos nominalmente fueron sus aliados en la guerra.

Hitler hubiese tomado, en su tiempo, como un insulto calificarlo como conservador ya que despreciaba a los Habsburgo y todo lo que significaba el Imperio Austro-Húngaro, donde había nacido, lo detestaba, insistía que los "judíos" Habsburgo favorecían a los eslavos. 

La alianza entre Austria-Hungría y Alemania en la primera guerra mundial, era para él una "alianza profana", una "hipocresía de los Habsburgo, que permitió a los gobernantes austriacos crear la apariencia externa de que Austria era un estado alemán", está escrito, no es invención. Esa enorme incoherencia hitleriana fue la razón para que se enrole como voluntario en un regimiento bávaro del "puro" Imperio Alemán; luego vendría su codicia de unificar a los austriacos, por constituir parte de los pueblos germánicos en un solo Imperio. 

En su mundo de contradicciones, Hitler el austríaco "socialista" anti Habsburgo era, a la vez, un pro-monárquico de las élites alemanas de quienes se desilusionaría con el tiempo.


El renunciante rey Jorge VIII (duque de Windsor) y su mujer Wallis Simpson, saludan a Adolf Hitler durante una visita a Alemania en 1937. A la derecha, en julio del 2015, una portada del tabloide The Sun (el periódico de mayor circulación de toda Gran Bretaña) reprodujo una vieja imagen parte de una breve filmación privada aparentemente realizada entre 1933-1934, cuando Isabel II tenía siete años, se puede ver a la joven reina haciendo lo que parece ser un saludo nazi. La casa real británica expresó su decepción por la "explotación" de imágenes de hace ocho décadas, que podían estar sacadas de contexto.
 


Fue una familia real alemana, la Casa de Wittelsbach, la que recibió el apoyo del pueblo ante el fallido golpe de Estado del 8 y 9 de noviembre de 1923 (putsch de la cervecería) de un ingenuo Hitler que aspiraba obtener el apoyo de los numerosos monárquicos aglutinados tras la figura del príncipe heredero Ruperto (Rupprecht) de Baviera, quien, desde el principio denunció a los nazis. 

Entonces, el odio de Hitler a la monarquía alemana se derramó ante tal desprecio, al poco quedó reflejado en el "Mein Kampf". Solo a partir de esa humillación tomó -supuestamente- la línea "socialista" para denunciar con mayor fuerza a la "aristocracia judía" y esbozar una futura "Nueva Alemania" en que prevalecería una aristocracia de la raza y de la sangre, una raza de señores que aboliría, según él, toda distinción entre clases ("aplicable" solo a la "raza aria").

¿Cómo conseguiría eso? Siendo una incipiente fuerza política que condenaba con vehemencia a los conservadores, aristocráticos, monárquicos, industriales y financieros "judíos" -aglutinados en la derecha-. Lo usual, se acercó a ellos, consiguió su apoyo y dinero, selló alianzas que le llevarían al poder. Con ese acto confirmó que sus enemigos eran los auténticos socialistas y comunistas contra quienes despotricaba abiertamente, acusándolos de seguir la línea del judaísmo internacional.



Es evidente que no fue un "revolucionario socialista"; y, por descontado, tampoco era un conservadorsus inclinaciones más bien monárquicas eran peculiares, propias de un caso patológico que se agudizó al ser humillado por los monárquicos; el "nacionalsocialismo", igualmente era puro cuento. Entonces, políticamente que era Hitler? 

Siguiendo sus líneas y comportamientos personales, no hay duda que su inclinación ideológica iba a la derecha, pero rechazaba los partidos políticos de esa tendencia (conservadores, monárquicos). Para él no existía otra opción que su propia doctrina. Por todo lo que significó el nazismo esa corriente no puede ser otra cosa que una expresión radical de derechas, una variante de eso que en general denominamos fascismo, creado precisamente para combatir a la izquierda y al naciente movimiento obrero

Otro rasgo peculiar de la personalidad política de Hitler constituyeron sus aspiraciones señoriales, sus delirantes sueños por ser aclamado como futuro Kaiser de los alemanes. Su concepción del mundo lo delata irremediablemente como un nacionalista monárquico, pero no vasallo de un señor, él era la encarnación de ese Señor. 


Hitler rechazaba la monarquía existente, al mismo tiempo, admiraba a unos cuantos emperadores que, según él, "aparecían a intervalos tan infrecuentes", -y él se consideraba un caso infrecuente-. Solo la grandiosidad de la "Providencia" permitiría que él forme parte de ese círculo de figuras casi divinas.

Como vemos, una valoración de las inclinaciones políticas de Hitler no puede ser explicada a la sana luz de una crítica racionalista, sino como un caso clínico y hasta mistérico (del misticismo). El mismo Hitler se encargó de aclarar que quien cree conocer al nacionalsocialismo solo como una fuerza política es que no conoce nada. La propia organización de su movimiento y las reglas del ala paramilitar (SS) nos adentran en un mundo muy alejado de la política cotidiana tal como la conocemos. Muchos de esos líderes, Himmler, por ejemplo, pertenecían a grupos esotéricos extremistas. Hitler hablaba de crear una orden de Caballeros Iniciados, la "Orden Negra" (en las SS). (Esto ya lo hemos tratado en otras ponencias: La Alemania nazi y la Rusia soviética: Sustitutivos de la fe y Pseudo ciencia en el país nazi.


El Kaiser Guillermo II, último Emperador de Alemania y último Rey de Prusia y Adolf Hitler, autonombrado Führer de los alemanes, terminó con la Constitución del sistema republicano y con él murió el Imperio Alemán.


Por otro lado, el Kaiser Guillermo II, en un infundado temor, creía que otras casas reales, como los Habsburgo (Casa Real de Austria. Como sabemos, los Habsburgo ocuparon un largo periodo el trono del Sacro Imperio Romano Germánico entre 1438 y 1740); o, los Wittelsbach (Casa Real de Baviera), pretendían reclamar la corona abdicada por los Hohenzollern

La verdad es que, tanto los austriacos como los bávaros y todas sus ramas eran probados antinazisEl Príncipe Ruperto de Baviera y el Archiduque de Austria, Otto, tuvieron que exiliarse y algunos miembros de su familia terminaron en los campos de concentración. Los Habsburgo ya habían dejado de ser competencia hace mucho tiempo, no obstante, Hitler y los nazis los declararon enemigos del estado, dictándose leyes en su contra. Así que, tal fue la paranoia de Guillermo II que inicialmente abrazó a los nazis para impedir la "competencia" al trono. 

En la posguerra hubo aspiraciones por restaurar esas monarquías pero, en el caso bávaro, fueron las fuerzas de ocupación estadounidenses las que se opusieron. 

Guillermo II tenía una sola voluntad, restaurar la monarquía, exclusivamente para él o sus descendientes; sobra decir que quien podía conceder tal acto de "magnificencia" era el nuevo "führer" de los alemanes, Adolf Hitler, solo él podía restaurar a los Hohenzollern en el trono del Reich, un triste y mal sueño del ex Kaiser. 

El único que aspiraba legitimarse y erigirse -por derecho propio- como nuevo Emperador del Reich de los Mil Años- no era otro que el aprendiz de guía "espiritual" de los germanos, Adolf Hitler y eso solo podía hacerlo mediante la guerra de conquista y con los símbolos imperiales germánicos de los que iba apoderándose.

En los años de lucha por el poder, los viejos y conservadores monárquicos creían poder utilizar al cabo "socialista" que causaba revuelo en las calles, pese a ello sabían darse su lugar, repudiaban a Hitler y él correspondía con creces esos sentimientos. Hitler, un hombre sin escrúpulos, se valió de la monarquía y de la clase aristocrática, les resultaba interesantes para sus propósitos: legitimarse en el poder y recibir apoyo para sus guerras imperiales. Esos pasos le permitirían en el futuro aspirar a cosas más grandes -la Corona del Reich-. 

Inicialmente un venerado anciano, mariscal Paul von Hindenburg, se burló de la idea de convertir al "cabo bohemio" en canciller, dijo en broma que él "no lo haría ni director de correos de Bohemia mucho menos canciller". Mientras tanto, varios miembros de la realeza y aristocracia optaron por seducir a los nazis enrolándose en sus filas, pensaban que desde esa posición podrían consolidar una restauración monárquica, se engañaban.


Hitler junto al mariscal Paul von Hindenburg


Hoy sabemos con tanta certeza que las insinuaciones nazis de restaurar en el poder al Kaiser Guillermo II era una jugarreta para conseguir el voto de los monárquicos, a la vez que ganaba apoyo popular, inicialmente el Kaiser lo creyó. Ese ridículo idilio no duró mucho tiempo. Guillermo II calificaría al führer alemán como deshonesto y loco de poder, la respuesta de Hitler fue denunciar al Kaiser como "amante de los judíos". Ya era tarde, la dictadura y el camino del Imperio Hitleriano había iniciado, lo único que importaba en adelante era la figura Mesiánica de Hitler.

Tras el fracaso del golpe de estado, el 20 de julio de 1944, Hitler vio la oportunidad definitiva de eliminar a quienes temía y odiaba -la aristocracia-, precisamente el círculo donde nació la conspiración. Fue implacable en su persecución, encomendó la tarea a Heinrich Himmler. Apenas dos semanas después del fallido plan, se decretó la doctrina de la "sippenhaft", es decir, la "culpa de la sangre" o "responsabilidad de sangre", supuestamente basada en una antigua tradición germánica. 

La versión hitleriana de la "sippenhaft" declaraba a la traición como una manifestación de la sangre enferma, no solo del culpable, sino la de todos los integrantes de su familia. Himmler tenía claras las órdenes de su amo: "todos serían exterminados, hasta el último integrante del clan", era evidente que conforme la "sippenhaft", "habrá que extinguir hasta el último miembro de la familia del conde Stauffenberg".

Pero algo inesperado ocurrió, Himmler, el perro fiel de Hitler, no se atrevió aplicar la doctrina del todo, el Reichsführer de las SS sentía (en el fondo) adoración por la aristocracia y la alcurnia. Él decidió que "la sangre de familias como los Stauffenberg era demasiado preciosa como para malgastarla indiscriminadamente. En dicha sangre residía la pujanza y el vertu de los futuros dirigentes de Alemania. Así fue como la mayoría de los Stauffenberg se libraron del exterminio. Muchos fueron enviados a campos de internamiento. Distanciaron a los parientes y separaron a los niños de sus padres para confiarlos al cuidado del Estado. Las esposa e hijos de Claus y Berthold von Stauffenberg sobrevivieron, lo mismo que el otro hermano, Alexander, que no participó en la conspiración"

Cuentan los redactores del libro "Secret Germany" que ni los propios investigadores de las SD (servicio de seguridad de las SS) escaparon de esa admiración hacia sus víctimas, los investigados, interrogados y torturados oficiales aristócratas de la Wehrmacht. Ernst Kaltenbrunner, Jefe del SD, a petición de Hitler tuvo que ordenar redactar un informe detallado sobre la conspiración y sus promotores. Tal debió ser la profunda consternación del SS y de Hitler que no se habló más del tema, el concluyente informe terminó con un carpetazo. La realidad era que los propios nazis no dejaron de sentir admiración por esos hombres de distinguida personalidad y alta graduación. El informe describía al conde Stauffenberg como "un hombre realmente universal" y "un espíritu ígneo que fascinó y sirvió de fuente de inspiración a todos los que estuvieron en contacto con él"

Sería especular sobre la reacción de Hitler ante ese informe, aunque sus repulsiones eran demasiado conocidas ante la adversidad, es lógico suponer que su silencio se debió a las conclusiones del SD, aquellos hombres -los conspiradores- actuaron por patriotismo y no por traición, a esas alturas de 1944 ni el más fervoroso nazi podía desconocer el desastre al que habían sido conducidos por su Führer y sus pretendidas ínfulas imperiales. 

Conclusiones:


La corona, el orbe y el cetro de los Habsburgo, fueron sustraídos por Hitler del Palacio Imperial de Hofburg de Viena, antigua residencia de los Habsburgo, durante su visita a la ciudad tras el Anschluss (12 marzo 1938). Hitler aprovechó su discurso pronunciado en el Palacio de Hofburg, el 15 de marzo, para apoderarse de las joyas de la corona.


El "triunfo" de Hitler contra la monarquía se consolidó en la posguerra, un proceso que culminó con la desaparición de algunas monarquías europeas como la italiana, serbia, búlgara y rumana y la imposibilidad de rehabilitarlas en Alemania y Austria. El "socialismo" de Hitler produjo un acontecimiento no programado. El imperialismo, en estricto sentido, empezó a sucumbir en el mundo, dando pasó a las repúblicas presidenciales y parlamentarias y la aparición de las superpotencias mundiales y el manejo del mundo por otras vías (la globalización o imperialismo económico).

Hitler perdió la guerra, sí; consiguió que Alemania sea destruida, también. Pero, no necesariamente sus verdaderos patrocinadores fueron derrotados -los sinarquistas-; al contrario, esos grandes industriales y banqueros (incluidos alemanes que sirvieron a Hitler), las empresas internacionales, los supremacistas europeos salieron airosos de los procesos judiciales a los que se vieron sujetos como cómplices del nazismo, erigiéndose, de una vez por todas, como la única fuerza motora del destino económico y político de la vieja Europa. 

La hora de los políticos había terminado era el momento de dar paso a la gran industria que estableció -desde entonces- la regla básica: enemigos y amigos son la misma cosa en política, izquierda y derecha irán tras los mismos objetivos (hasta hoy). 

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Resumen de varias lecturas 

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03 agosto 2022

Hitler en la propaganda satírica estadounidense




Tito Andino
Selección de ilustraciones
 


Industria y Producción 

Se editaron miles de carteles de propaganda sobre Hitler con diferentes tópicos anti-nazis. Pero, los trabajos que realmente destacaron por su vistosidad tanto en arte, color y mensaje se refieren principalmente a la superioridad económica e industrial estadounidense ante la Alemania nazi con la entrega de abundantes equipos, armas, alimentos y suministros para las tropas de mar, aire y tierra. Los civiles, sean éstos altos funcionarios del gobierno o ejecutivos corporativos, u hombres y mujeres en las fábricas, superaron con creces el desafío de rendimiento planteado.




Los nazis fueron incapaces de hacer frente a la producción americana por lo que, para Hitler y sus ejércitos, la única forma de mantenerse en guerra era aferrarse al expolio y explotación de recursos económico-industriales de las zonas bajo ocupación militar en Europa, debido a que el anhelado "espacio vital" en el Este nunca pudo ser explotado convenientemente dada la resistencia militar soviética.




El trabajo artístico, las caricaturas - propaganda anti-Hitler representa el esfuerzo del gobierno federal para aglutinar a la población en esos tiempos de adversidad. Objetivo: Trabajo y producción, de esa manera redujeron la importancia de la amenaza nazi y japonesa (sobre las propaganda anti-nipona ya dedicamos dos entregas anteriores (VER: Notas a píe de página) 

Como explicamos aquí y en anteriores entradas, realizamos una selección de satíricas políticas cuyo mensaje elocuente era que la Alemania nazi no pudo -nunca- estar al nivel de la producción de guerra de los Estados Unidos (ni de cualquier otra área industrial). La propaganda alentó a la gente a participar en el esfuerzo de guerra con el trabajo en los frentes laborales, agrícola, industrial, financiero y hasta “permaneciendo callados” (evitando difundir rumores), desalentando las huelgas laborales, comprando bonos de guerra, etc. 




Las ilustraciones constantes en esta entrega provienen de diversas fuentes, recopilación que incluye agencias gubernamentales de los Estados Unidos de América, empresas privadas e industria militar. Las caricaturas muestran exageradas o ridículas características asociadas con la figura del líder alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

 



Esta creatividad artística (propaganda) debía ser tan vigorosa como las fuerzas de combate en los campos de batalla. La Junta de Producción de Guerra y otras agencias encargaron carteles destinados a motivar a los trabajadores de la industria de defensa conectando su trabajo con el esfuerzo de guerra. 

Los carteles, tipo sátira anti-hitleriana, mostraban a trabajadores que desafiaban directamente a Hitler construyendo armas y equipos.




Como curiosidad, esta entrega dedica a los carteles en que Hitler es el protagonista. Dejamos para una futura presentación las aventuras en caricaturas del maníaco trío del Eje (Hitler, Mussolini, Hirohito y/o el General Tojo), luchando unidos contra la producción industrial-armamentística de los Aliados.


Selección de CARTELES referentes a la superioridad industrial de los EE.UU

 

















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Continuamos con caricaturas del EJE. VER: AQUÍ

El material gráfico de esta entrada proviene de diferentes fuentes gubernamentales y entes privados de los EEUU. La mayoría de ellos están disponibles de forma libre en los buscadores de Internet.

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