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21 mayo 2020

Inicio de la Guerra Fría



    Conferencia de Potsdam julio - agosto 1945 (foto colorizada)


Nota de introducción por el redactor del blog


75 años tras la Liberación de Europa

En el período actual de reestructuración del mundo, las grandes potencias proceden a revisar su interpretación de la Segunda Guerra Mundial, cuestionan los mitos que servían de basamento al orden mundial y expresan nuevas interpretaciones capaces de justificar sus proyectos. En esta tercera parte de la entrevista del historiador Valentin Falin concedida a RIA-Novosti y publicada en castellano por Red Voltaire se ilustra el punto de vista ruso que pone en tela de juicio la sinceridad del antifascismo de Estados Unidos

En 1939, Roosevelt negociaba una alianza con el III Reich para impedir el éxito de la URSS en Finlandia; en 1945, los anglosajones, que se preparaban para proseguir la guerra volviéndose contra Moscú, reconstituían divisiones alemanas para atacar a la URSS.


Así que la historia no es nada nueva. No debemos ir muy lejos, el 19 de septiembre de 2019, en un vergonzoso pronunciamiento político sobre la supuesta "Memoria Histórica" europea para su porvenir, el Parlamento Europeo, a través de la Comisión Europea, eleva a la misma condición al nazismo y al comunismo, presentándose una larga Resolución condenando en primer lugar al comunismo y, como objeto subsidiario, al nazismo; entre otras cosas también señala que "es importante no olvidar cómo las Fuerzas Aliadas "liberaron" Auschwitz hace 75 años"... (?). Bueno, si esos son los políticos que dirigen la Unión Europea no dudamos de las consecuencias que acarreará el futuro con la educación de las nuevas generaciones de dirigentes. 

Desde hace más de cuatro años tengo archivado un artículo por lo demás esclarecedor, ha llegado el momento de destaparlo, pero como no es la materia central de este artículo, breves notas resumidas o citas textuales aclaran esa histeria europea (en un buen porcentaje) hacia la gigante nación rusa. 

"La rusofobia de Occidente es incurable" (Sputnik). La 'perversidad' de los rusos no se discute en Occidente. Ni los medios, ni los políticos se cansan de pregonarla. La sociedad occidental padece prejuicios negativos sobre Rusia, escribe el historiador suizo Guy Mettan. 

En su libro "Rusofobia, mil años de desconfianza", inicialmente publicado en Suiza, Rusia, Italia en 2016, llegó en inglés a los Estados Unidos en 2017 bajo el título: "CREATING RUSSOPHOBIA. From the Grat Religious Schism to Anti-Putin Hysteria". El autor señala que la rusofobia es anterior que la misma Rusia. Empezó con la división el Imperio Romano en la parte Occidental y Oriental, y, por supuesto, con la división religiosa entre los católicos y ortodoxos.

Prejuicios de esa época, "todos los pueblos orientales son bárbaros, sus líderes son autoritarios, están obsesionados con la expansión y sueñan con conquistar a Occidente noble e inocente". Es lo mismo que se lee en la actualidad. Dentro del marco de la historia contemporánea la rusofobia se agudizó a finales del siglo XVIII, en el reinado del rey francés Luis XV apareció un falso 'Testamento de Pedro el Grande', atribuyéndose al monarca, como "legado" a sus descendientes, el deber de "conquistar Occidente". Napoleón en 1812 la aprovechó para justificar su invasión a Rusia. Le seguirían los ingleses para utilizar el falso legado para la Guerra de Crimea (1853). A finales del siglo XIX el 'testamento' fue desmentido, pero el fraude perduró y se repite en el presente. En Ucrania (2014) el mismo pretexto -impulsado por los Estados Unidos- condujeron al golpe de Estado en Kiev. 

Señala Mettan que "para los medios occidentales, Rusia sigue siendo 'una amenaza', mientras dos ideas preconcebidas se mantienen. "Occidente siempre representa 'las fuerzas del Bien': los valores comunes, la democracia, la libertad etc., y Rusia, por su parte, 'promueve' la autocracia, el nacionalismo y el rechazo a la libertad personal".

Es el enfoque que se impone en la opinión pública que sirve de fundamento para la expansión y militarización de la OTAN hacia Europa del Este. 

"Los periodistas occidentales se comportan no como profesionales de la información, sino como directores del cine, que ya tienen establecido un guión en que los países occidentales son 'buenos' y Rusia es 'mala'. Este tipo de manipulación de la conciencia es la base del contenido mediático en Occidente", afirma Guy Mettan.


(Fotografías, mapas y notas a pie de foto son agregadas por el editor de este blog).

t. andino


Tercera y última parte

Inicio de la Guerra Fría
La Conferencia de Yalta ofrecía una oportunidad que no fue aprovechada


Interlocutor: Valentín Falin
Doctor en Historia.
Entrevistador:  Víctor Litovkin
Comentarista militar de Ria Novosti 
2005


La historia, su realidad y mitos, constituyen retos políticos permanentes. Valentín Falin ofrece una lectura de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista ruso, con frecuencia desconocido por el público occidental.



➤  Viktor Litovkin: Los expertos tienen al menos dos formas de comentar tales o más cuales acontecimientos históricos. Unos insisten en la imposibilidad de separarlos del contexto de la época en que se produjeron y, por consiguiente, en la necesidad de analizarlos teniendo en cuenta de manera obligatoria esa época. Otros afirman que sólo se puede entender profunda y correctamente lo que ocurrió hace mucho tiempo si partimos de las posiciones actuales. ¿Qué cree usted? ¿Cuál es su evaluación de los resultados de la Conferencia de Crimea de 1945?
Valentín Falin: En mi opinión, todo acontecimiento internacional, sobre todo importante, debe ser analizado desde el punto de vista del lugar que ocupa en la historia. Los acontecimientos no deben ser separados de su contexto, arrancados del medio en que germinaron.

Es conveniente no olvidar las consecuencias reales de estos hechos y las que se esperaban. En ese sentido, la Conferencia de Yalta ocupa un lugar poco común. Ha habido muchas alteraciones con relación a ella desde 1945 y, naturalmente, durante la Guerra Fría. Las alteraciones no han desaparecido. Existen en la actualidad y se multiplican.

Para excluir o anular los intentos de aquellos que tratan de «volver a escribir la historia» al evaluar lo que pasó en Yalta, me referiré, esencialmente, a las fuentes estadounidenses, a los participantes inmediatos en el hecho, en especial a Roosevelt y a su secretario de Estado, Edward Stettinius.

Industrial eminente y figura muy influyente en los medios de negocios y políticos de Estados Unidos, Edward Stettinius ocupó ese puesto hasta el fallecimiento de Franklin Delano Roosevelt (12 de abril de 1945) y hasta el ascenso de su sucesor Harry Truman a la presidencia de Estados Unidos. Stettinius dejó interesantes memorias que contienen ricas y preciosas informaciones sobre lo ocurrido en Yalta, de lo cual fue testigo y participante inmediato.

Edward Stettinius estimaba que Yalta fue el punto culminante de la cooperación entre Estados Unidos, la Unión Soviética y, en parte, Gran Bretaña, cuando, después de Teherán y de la apertura del segundo frente, se estableció un clima de confianza entre las tres grandes potencias mientras que por otra parte los días de la Alemania fascista estaban contados y la Unión Soviética se había comprometido a declararle la guerra al Japón militarista.


Conferencia de Yalta, en la península de Crimea, Unión Soviética, del 4 al 11 de febrero 1945

Los estadounidenses y sus aliados se enfrentaban entonces a un problema: ¿cómo garantizar la paz después de la guerra? ¿Cómo crear un mundo donde catástrofes como la Segunda Guerra Mundial fueran imposibles?

Al referirme a las palabras de Edward Stettinius debo afirmar que la mayoría de las decisiones adoptadas en Yalta tenían como base los proyectos estadounidenses, no los nuestros. Por ejemplo, el comunicado final, como destaca el Secretario de Estado, es un proyecto puramente estadounidense. La URSS no hizo ninguna enmienda.

Gran Bretaña se limitó, en lo esencial según Stettinius, a realizar comentarios estilísticos. Las afirmaciones de algunos de que «Stalin podía más que Roosevelt» o de que «se había aprovechado de la enfermedad de este último» no tienen nada que ver con la verdad.

➤  Viktor Litovkin: ¿Por qué deseaba tanto Roosevelt que se realizara el encuentro de Crimea? ¿Por qué se mostró tan comprensivo con relación a las preocupaciones de Stalin sobre la forma de construir el mundo de postguerra?
Valentín Falin: Roosevelt retomó varias veces las ideas que le había expuesto a Molotov en junio de 1942, durante el encuentro de Washington, según las cuales veía un mundo de postguerra sin armas. A propósito, el término de «mundo de los tres o cuatro policías» comenzó a circular a partir de entonces.

Según Roosevelt, sólo Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y tal vez China podían tener fuerzas armadas y esas fuerzas deberían incluso ser limitadas. Los demás países, tanto los agresores -Alemania, Japón e Italia- como sus satélites debían ser completamente desarmados. Otros, incluso los que formaban parte de la coalición antihitleriana, Francia, Polonia, Checoslovaquia, también debían ser desarmados porque, según la tesis de Roosevelt, «Economía mundial saludable y carrera armamentista son incompatibles».

Según Roosevelt, las fuerzas armadas que quedarían en tres o cuatro Estados sólo podrían ser utilizadas con la aprobación general y jamás contra una de esas potencias. Como destacó el Presidente estadounidense, esas fuerzas armadas sólo debían ser movilizadas para sofocar desde su génesis toda posible nueva guerra o agresión.

Como es natural, Roosevelt partía de la experiencia de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, cuando la carrera armamentista engendraba la agresión, cuando constituía el preludio de la agresión, y cuando, las estadísticas lo demuestran, la carrera armamentista desencadena por si misma, en siete u ocho casos de diez, esta agresión, esta guerra. Es muy extraño que se inicien hostilidades en un contexto en el que no hay, o casi, carrera armamentista. La historia también nos da pruebas de ello...


El presidente Franklin D. Roosevelt

➤  Viktor Litovkin:  Perdón, no entiendo muy bien. Es evidente que Roosevelt no era ingenuo y no podía dejar de darse cuenta de la existencia de contradicciones fundamentales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, entre la ideología comunista y, si lo prefiere, la ideología, los principios y la práctica de la democracia, del hecho de que la unión entre esos dos extremos diametralmente opuestos solo podía ser provisional y jamás permanente. ¿Por qué imaginaba entonces un mundo futuro sin armas? ¿No era esto una perfecta utopía?
Valentín Falin: Roosevelt no era un político ingenuo. Era un militar que había sido viceministro de las fuerzas navales de Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Y no debemos olvidar que los estadounidenses participaron en ese conflicto del lado de la Entente.

Allí, adquirió Roosevelt una experiencia que -diría yo- no estaba desprovista de ese germen de hegemonía que siguió siendo característico del desarrollo de Estados Unidos a lo largo del siglo XX.

Por otra parte, Roosevelt comprendía muy bien quién era Stalin. Veía perfectamente que bajo esa apariencia de marxista-leninista dogmático se ocultaba en realidad un prágmatico convencido hasta la dédula de los huesos. Para Stalin, la ideología no era más que una cobertura, un camuflaje, si usted prefiere. Y Estados Unidos -testimonios de Churchill, del propio Roosevelt e incluso de Hitler lo confirman- no consideraba a Stalin como un comunista.

El problema de la ideología como tal tenía un significado para el público, pero cuando era preciso tomar una decisión histórica, fundamental, siempre quedaba relegado a un segundo plano. ¿Sabe usted cómo saludó Roosevelt a Stalin en Teherán?

- No.

Valentín Falin: «¡Saludamos a un nuevo miembro de nuestra familia democrática!» Son esas las palabras que dirigió a Stalin al inaugurar la conferencia. En ese sentido, Roosevelt veía incluso a Churchill con un ojo más crítico. Sobre todo a causa de la propensión de este último a blandir las armas, a utilizarlas contra todos aquellos que, por una razón u otra, no satisfacían al primer ministro británico.

Roosevelt adoptó en especial una actitud muy negativa con relación a la brutalidad excesiva de las tropas británicas que habían causado numerosas víctimas entre los miembros de la resistencia griega que no querían someterse a las tropas de ocupación inglesas. De hecho, la resistencia griega había liberado su propio país antes de la llegada de los ingleses y querían instaurar un régimen democrático en lugar de ver subir al trono un rey impuesto por Londres.

Sabiendo todo esto, debemos utilizar los clichés ideológicos con mucha prudencia.

A comienzos de los años 30, antes de reconocer a la Unión Soviética, Roosevelt se interesaba por las ideas socialistas. En su época de gobernador frecuentaba círculos que organizaban debates sobre el tema. Fue el único presidente de Estados Unidos que tuvo un comportamiento tan «sedicioso».

Pero en su caso el momento crucial con relación a Stalin y a nuestro país tuvo lugar a mediados de los años 40, cuando se iniciaron en nuestro país «procesos ejemplares». Cambió entonces de actitud respecto del gobierno soviético.

Inmediatamente después del desencadenamiento de lo que se denomina la «guerra de invierno de la Unión Soviética y Finlandia», llegó incluso a interrogarse, en diciembre de 1939 y en enero de 1940, sobre la necesidad de romper las relaciones diplomáticas con la URSS, de volverse atrás en su reconocimiento de la Unión Soviética y sostuvo negociaciones con Kerenski sobre la creación de un gobierno ruso en el exilio.

Si tomamos en cuenta todos estos aspectos, aunque estoy dejando a un lado otros hechos de excepcional importancia, en especial los intentos de Roosevelt para crear a inicios de 1940, con el pretexto de ayudar a Finlandia, un frente antisoviético común del cual formarían parte la Alemania nazi, la Italia fascista y todas las democracias occidentales (proyecto que fracasó porque los alemanes decidieron atacar Francia; Washington fue informado de ello y el proyecto fue retirado), nos daremos cuenta entonces de que no debemos hacer de Roosevelt un retrato monocromo y considerarlo como un liberal, enamorado, o casi, de la Unión Soviética...

No, era un político sobrio y perspicaz, que pensaba que el poder económico de Estados Unidos, incluso cuando no existieran fuerzas de disuasión, bastaba para garantizar su papel de líder en el mundo. Recordemos que la producción industrial de Estados Unidos representaba del 60 al 70% de la producción total del planeta.



Roosevelt y Churchill, durante la Conferencia de Casablanca, 1943

Washington controlaba las finanzas mundiales y el comercio planetario. A partir de ahí llevaba a cabo su plan, adoptado en 1943, que consistía en controlar los principales yacimientos de materias fisibles y de otro tipo. Si no entendemos eso, no entenderemos nada de lo que pasó después.

Edward Stettinius escribe: en 1942, Estados Unidos estaba al borde de la catástrofe. Si los rusos no hubieran resistido en Stalingrado, si la batalla del Volga hubiera terminado como había imaginado Hitler, el Reich habría conquistado Gran Bretaña, establecido su control total sobre África y el Medio Oriente con todos sus recursos petroleros y hubiese conquistado América Latina, con consecuencias desastrosas para Estados Unidos.

Esta es la visión que tenían los estadounidenses de sus perspectivas durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Roosevelt, la unión con Stalin no era en ningún sentido fruto del azar.

En 1945, cuando los estadounidenses llegaron a Yalta, Roosevelt estaba aún bajo los efectos:

a) de la derrota que los alemanes habían infligido al ejército estadounidense durante la batalla de las Ardenas; b) del hecho de que fuera Stalin quien los salvara al lanzar antes de tiempo, a solicitud de Estados Unidos, una ofensiva en el este, obligando así a los nazis a retirar del oeste un tercio de sus fuerzas comprometidas en esta operación.

Y comprendió finalmente que las promesas de Churchill de que los anglosajones ajustarían cuentas a Alemania en cualquier momento y dejarían a los rusos desilusionados al detenerlos en cualquier parte del Vístula, en el peor caso en el Oder, no valían nadaNo era una política práctica sino pura fantasía. 

Era preferible entonces no romper las relaciones con Rusia y seguir cooperando con ella para que el mundo de la posguerra fuese visible, previsible, para que dejara de encerrar las amenazas que se habían abatido sobre Estados Unidos y respondiera, al menos en algo, a las ideas que él (Roosevelt) tenía de la democracia, de la justicia humana y social.

➤  Viktor Litovkin: Pero volvamos a la Conferencia de Yalta. ¿De quién fue la idea, aprobada en ese marco, de crear la Organización de Naciones Unidas? ¿Quién propuso dividir al mundo de posguerra en zonas de influencia a la largo de la línea Curzon, algo que los polacos y los países bálticos no han dejado hasta hoy de reprocharle a Stalin?
Valentín Falin: La idea de la ONU pertenece a Roosevelt. Fue mencionada por primera vez en Teherán y tomó forma en Yalta. Stalin insistía en que la sede de esta organización fuera Nueva York. ¿Por qué? ¿Recuerda usted la Sociedad de las Naciones? En un primer tiempo los estadounidenses apoyaron esta iniciativa pero acabaron por no avalarla y no formaron parte, por consiguiente, de la Sociedad de las Naciones.

Stalin creía que Estados Unidos utilizaría la misma jugarreta, diciendo por ejemplo «ayer, evidentemente, estábamos a favor, pero hoy...» Y al proponer que la Organización tuviera su sede del otro lado del Atlántico esperaba que eso ayudaría a los estadounidenses a no escapar de la cooperación internacional.

Ahora bien, las reacciones generales de la prensa estadounidense con relación a la Conferencia de Yalta fueron muy positivas, incluso elogiosas para Roosevelt. Es cierto que hubo críticas, estimuladas desde Londres por Churchill. Sus autores exigían el cese de la cooperación con la Unión Soviética, preconizaban el dominio de Estados Unidos en el mundo. Se llegó a decir que como el moro, «la URSS había desempeñado su papel y ya no era necesaria».

Teniendo presentes estas opiniones y declaraciones provenientes de Londres, el 25 de marzo de 1945, en su último mensaje al Congreso, el presidente Roosevelt subrayaba (y cito):


«Para las generaciones futuras, el destino de Estados Unidos y del mundo entero depende de la aplicación concienzuda de los acuerdos concluidos entre los aliados en Teherán y en Yalta». Y en ese caso, advertía el presidente de Estados Unidos: «los norteamericanos no pueden contentarse con una solución intermedia. Debemos aceptar la responsabilidad de la cooperación internacional, pues de otra forma tendremos que asumir la de un nuevo conflicto mundial».

En el mismo mes de marzo -existen documentos que lo confirman- circulaban comentarios sobre los «supuestos acuerdos de Yalta» en el Departamento de Estado, dirigido ya por Stettinius, quien había reemplazado a Hull, conocido por su antisovietismo.

Algunos funcionarios los calificaban incluso de «simples declaraciones», tratando evidentemente de minimizar su alcance. Truman, quien llegó al poder el 23 de abril y no sabía aún que los estadounidenses desarrollaban la bomba atómica, declaró

Se acabó la cooperación con los rusos, llegó el momento de pasar a una nueva etapa. Se fijó como objetivo «borrar a Yalta».


Carteles ilustrados de la Unión Soviética en que se enfatiza la unión de los Aliados en su lucha contra el nazismo. (Colección Kukryniksy)

Los expertos se acordarán en aquellos momentos de los mensajes elogiosos que Churchill dirigía a Stalin para agradecerle la ayuda que prestaron en enero a los aliados y que les ahorró nuevas conmociones y para exaltar a nuestras fuerzas armadas cuya gloria «no se empañará jamás». Todo esto salía de la pluma de Churchill.

Lea su mensaje de felicitación con motivo del Día del Ejército Rojo, el 23 de febrero de 1945. En esa misma época, da la orden de recoger las armas alemanas y almacenarlas por si estallaba un conflicto con la Unión Soviética. En marzo de 1945, ordena a sus jefes de estado mayor preparar una operación contra la Unión Soviética con la participación de las fuerzas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, el cuerpo expedicionario polaco y... alemanes.

Los británicos contaban con diez divisiones alemanas que se habían reunido voluntariamente a los Alidos occidentales en la etapa final de la guerra. Desarmadas desde el punto de vista formal, pero no disueltas, estas divisiones se entrenaban a diario en el Schleswig-Holstein previendo, no debemos excluir la posibilidad, que pudieran realizar nuevas «hazañas» en el Este. El inicio de la nueva guerra estaba fijado para el 1º de julio de 1945.

Pero cometeríamos un error si pensáramos que los británicos fueron los únicos que actuaron de ese modo y que los estadounidenses permanecían fieles a sus compromisos de aliados. El general Patton, comandante de las fuerzas blindadas de Estados Unidos, no aceptaba detenerse en las líneas de demarcación concertadas entre Washington, Moscú y Londres y quería lanzarse sobre Stalingrado. ¡No para terminar con los comunistas o la Unión Soviética, sino para acabar con los «descendientes de Gengis Kan»!



Churchill consideraba que «cuanto más al este detengamos a los bárbaros rusos, mejor será». Tenía en mente el Plan Rankin, un plan secreto que debía «desalojar» a Overlord, el plan de apertura del segundo frente. Ahora bien, en virtud del plan Rankin, los anglosajones, con el apoyo de los alemanes, debían tomar el control no sólo de Berlín y de Hamburgo, sino también de Varsovia, Praga, Budapest, Viena, Bucarest, Sofía y Belgrado.

Eso dicen los documentos y no podemos cambiarlos. Y si nuestros socios no alcanzaron sus objetivos, no es por no haberlo deseado sino porque la Unión Soviética y, en primer lugar, nuestras fuerzas armadas, lo impidieron.

Las palabras falsas y excesivas con relación a los acuerdos de Yalta constituyen un ultraje a la memoria del principal artesano de esos acuerdos, Franklin Roosevelt. Su mensaje al Congreso -ya citado aquí- era un testamento político en el que hacía saber lo que necesitaban el mundo entero y Estados Unidos, lo que había que hacer para que triunfaran los ideales de justicia, para prevenir nuevas guerras y nuevos desastres de ese tipo. La fidelidad a los acuerdos de Crimea debía representar una oportunidad para el mundo. Lamentablemente no supimos aprovecharla.

➤  Viktor Litovkin: Pero aún no ha respondido usted a la pregunta de saber de quién fue en Yalta la idea de dividir el mundo en zonas de influencia siguiendo la línea Curzon.
Valentín Falin: No hubo zonas de influencia. La idea de la línea Curzon se remonta a 1919, en el marco de una conferencia en la que participaron Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. «Entre ellos tres», esos países trazaron la línea al partir del principio étnico, compartiendo los territorios donde la población era esencialmente ucraniana, bielorrusa o polaca. Esta línea no delimitaba esferas de influencia sino esferas de intereses entre Stalin y Hitler en septiembre de 1939.

En sus negociaciones con la URSS, los británicos afirmaban que la línea Curzon pasaba al este de Lvov. Pero nuestros representantes pusieron sobre la mesa de negociaciones el mapa que mostraba por donde pasaba en realidad. El asunto no volvió a ser mencionado.

En los momentos en que tratábamos de establecer relaciones de buena vecindad con los polacos, tanto durante la guerra como después de ella, modificamos esta famosa línea. Les devolvimos localidades, ciudades, sobre todo Bialystok (Bielostok), para poder decirles: estamos de acuerdo en que algo sea como ustedes lo desean pero, de forma general, respetaremos esta línea.

Y Stalin, cuando negociaba con Roosevelt con relación a la línea, no hablaba de establecer en Polonia un gobierno satélite. Estamos interesados -decía- en que Polonia sea gobernada por un gobierno con disposición amistosa hacia su vecino y no queremos que Polonia se convierta de nuevo en un puesto de avanzada o en corredor para golpear a Rusia, como ocurrió en la época de Napoleón y durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.

➤  Viktor Litovkin: Pero en Yalta se habló también de la situación de los países bálticos, cuya adhesión a la URSS jamás fue reconocida por Estados Unidos.
Valentín Falin: El problema de los países bálticos es algo aparte. Lituania, Letonia y Estonia fueron arrancadas a Rusia cuando esta no era aún soviética. Estos países fueron ocupados por los alemanes. Como era de esperar, los gobiernos fantoches colocados a la cabeza de estos Estados pidieron estar bajo protectorado alemán.

Todo esto se produjo en septiembre de 1917. Y cuando estalla la Revolución de Octubre, en estos países aparecieron gobiernos allegados a los soviéticos, o simplemente soviéticos -¡esto es un hecho histórico!- que aplastaron rápidamente a las tropas alemanas estacionadas en los países bálticos.

Hay que señalar que, según el Tratado de Versalles, las tropas alemanas debían ser retiradas de los territorios que no formaban parte de la Alemania de los Káiseres. Ahora bien, los aliados obligaron de hecho a los alemanes a dejar sus tropas en Finlandia, Lituania, Letonia y Estonia como garantía, así decían, de que el poder en esos países no cayera entre las manos de la «chusma» y que ese poder pasaría a manos de aquellos que convinieran a los aliados.

En 1921, con la participación de los británicos, Pilsudski lanzó contra Kiev una ofensiva preparada por los franceses. Se esperaba que prosiguiera la marcha hasta Moscú. En aquella época, los demócratas occidentales querían imponer a los alemanes la siguiente solución: los alemanes suministran las fuerzas que, desde los países bálticos, lanzan una ofensiva contra Petrogrado. Oficialmente, el comando de esta operación fue confiado al general Avalov pero, de hecho, debía ser asumido por generales alemanes.

Pero los alemanes comprendieron con celeridad a qué aventura los querían arrastrar y dijeron que no. Por esta razón la operación de Pilsudski, sin el apoyo del norte, fracasó. En ese contexto se cerró el Tratado de Paz de Riga de 1921 que debía impedir a los países bálticos lanzarse en el futuro a cualquier tipo de aventura.

Nosotros reconocimos su condición independiente. Hay que señalar que los estadounidenses reconocieron la independencia de Lituania, Letonia y Estonia dos años más tarde. Antes, apoyaban a Koltchak y a los otros representantes visibles de la guardia blanca que exigían la creación de una Rusia «unida e indivisible». Hasta una época determinada, la soberanía de los países bálticos no les interesaba para nada.



Esclarecedor mapa de la llamada "Guerra Civil Rusa" tras la Revolución de Octubre (1917), el mapa representa las operaciones militares entre 1918 - 1921. Las leyendas describen la situación. Este conflicto no fue solo nacional sino que contó con la participación directa y encubierta de otros estados (incluso tropas estadounidenses) ante el temor de que la doctrina bolchevique se afiance y se expanda por la región.

➤  Viktor Litovkin: Pero no se comprende porqué Estados Unidos aceptó que Lituania, Letonia y Estonia fueran incorporadas a la URSS después de la guerra.
Valentín Falin: Jamás lo aceptó. Este asunto no fue mencionado en la Conferencia de Yalta. En una entrevista, tal vez en Teherán, Roosevelt le propuso a Stalin organizar un referéndum en los países bálticos después de la guerra. Si estos países querían permanecer en el seno de la URSS, Estados Unidos prometía reconocer su nueva condición. Hasta donde sé, Stalin respondió: ya hubo un referéndum, no veo que otra cosa nueva podamos inventar.

Desde 1942, Roosevelt trataba de conseguir una entrevista particular con Stalin. Y creo que en ese caso nuestros dirigentes cometieron un grave error de cálculo. Según Harry Hopkins, consejero del presidente estadounidense, Stalin se habría asombrado al ver hasta que punto estaba dispuesto Roosevelt a acceder a los intereses legítimos de la Unión Soviética.

Ahora bien, apelando a pretextos diversos Stalin evitaba el encuentro, era preferible una reunión tripartita, proponía un encuentro entre sus representantes. La explicación de esta negativa tal vez se halle en el hecho de que Stalin sufrió un ligero ataque cerebral en 1943 y se vio incapacitado para el trabajo durante varios meses, pero nadie estaba al tanto de ello.

Las informaciones falsas que Churchill enviaba a Stalin por diversos canales también desempeñaron un papel nada desdeñable. Se supone que Churchill proponía a los estadounidenses que reconocieran las fronteras de la URSS de 1941, que ya incluían a Lituania, Letonia y Estonia, pero los estadounidenses se oponían a ello de manera sistemática.

Si lo hacían no era porque quisieran tanto a los países bálticos sino porque la proporción de inmigrantes lituanos, letones y estonios en el electorado de Roosevelt no era nada desdeñable. Y necesitaba sus votos en las elecciones. Consideraciones que lo mantenían, por así decir, amarrado.



Retrato del líder soviético Stalin

➤  Viktor Litovkin: ¿Cuál es el principal balance de la Conferencia de Yalta? ¿No es el hecho de que hayamos vivido sin guerras mundiales durante sesenta años? ¿Cuáles son, en su opinión, las lecciones de Yalta para los políticos actuales?
Valentín Falin: Antes de responder, quisiera mencionar otro detalle, sustancial según creo, de las negociaciones de Crimea y del que no quedó prácticamente ninguna huella escrita. Roosevelt le prometió a Stalin un crédito de 4.500 millones de dólares para la recuperación del país en el período de posguerra.

¿Por qué? A pesar de todo lo que le decían de Stalin -que era un dogmático comunista, un socialista hasta la médula-, el presidente sabía que Stalin proponía gran número de concesiones a los estadounidenses, condiciones excepcionales para las inversiones, que analizaba la idea de una economía de mercado en la URSS.

Y si esto no se materializó fue porque después de Roosevelt vino Truman, un hombre que al regresar a Estados Unidos luego de la conferencia de Postdam le ordenó a Eisenhower preparar el Plan Totality de guerra nuclear contra la Unión Soviética.

La primera versión de ese plan estuvo lista en diciembre de 1945. Luego vinieron otros planes, como Drop Shop y otros, que preveían desmembrar a la Unión Soviética en doce Estados, incapaces por sí mismos de alcanzar solos sus objetivos económicos y de defensa.

Pero, si hay que mencionar el alcance global de la Conferencia de Crimea, pienso que Yalta constituyó una de las mejores oportunidades que ha tenido jamás la humanidad desde los comienzos de su historia escrita, al menos desde el nacimiento de Cristo, de excluir totalmente la guerra de la vida de la humanidad, como fue inscrito en la Carta de la Organización de Naciones Unidas. Oportunidad que no fue aprovechada, y la responsabilidad principal recae sobre Washington.

En diciembre de 1945, Burns, el primer secretario de Estado de Truman, sostuvo negociaciones con Stalin en el marco de la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de Moscú. En su intervención, difundida por la radio el 30 de diciembre, señaló que luego de las negociaciones sostenidas con Stalin había comprendido que la paz equitativa, tal como la conciben los estadounidenses, era posible.

El 5 de enero, Truman le dirigió una carta en la que le decía: «Lo que dijo es delirante. No necesitamos ningún compromiso con la Unión Soviética. Lo que necesitamos es la Pax Americana, conforme en un 80% con nuestros ideales.»

La fecha del 5 de enero de 1946 puede ser considerada como la del inicio formal de la Guerra Fría. Y usted sabe a dónde nos condujo.



El presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman desde 1945 a 1953

La lección principal de la Conferencia de Yalta es la siguiente: si hubiéramos tenido un enfoque razonable, y si hubiéramos manifestado en ese entonces el deseo de instaurar una paz satisfactoria para los intereses de todos los miembros de la comunidad internacional, hubiera sido posible encontrar antes soluciones convenientes para todos. Y es infinitamente más difícil hacerlo hoy. El mundo está sobresaturado de armas y muchas cosas dependen de circunstancias imprevisibles, de origen terrestre o no.

...Aviones B-52 estadounidenses transportaban cuatro bombas H de 25 megatones cada una, es decir 100 megatones por avión. Estos aparatos sufrieron tres averías. Uno de ellos se estrelló cerca de Chicago. Once de los doce fusibles de seguridad de una bomba no funcionaron. ¿Qué habría sido del mundo si el último dispositivo, el duodécimo elemento, hubiera fallado también?

Podemos calcular en la actualidad la cantidad de veces que el mundo ha estado al borde de una catástrofe global. Solo una razón superior ha preservado de la autodestrucción a la humanidad y la vida biológica en la tierra.

Todos los Estados del planeta deben por consiguiente actuar de forma tal que cada uno de sus pasos, grande o pequeño, tienda a hacer del mundo un sitio menos peligroso en todos los aspectos. Y naturalmente, más equitativo y más unido.


Fuente original de consulta en castellano
Red Voltaire

Otras fuentes de consulta:


Por qué la "Conferencia de Yalta" es tan importante en la historia?
¿Por qué se ignora el papel de la URSS en la victoria sobre el nazismo?
La rusofobia de Occidente es incurable
La Temprana ´Guerra Fría´: Planes de la OTAN - Pacto de Varsovia

17 octubre 2019

80 años atrás ... Mito y realidad del pacto Hitler-Stalin




por Dr. Jacques R. Pauwels
Global Research


Nota de introducción del editor del blog

El contexto sobre el pacto de no agresión soviético-alemán del 23 de agosto de 1939 sigue siendo uno de los episodios más discutidos sobre los antecedentes de la segunda guerra mundial, encontrándonos desde teorías conspiranoicas hasta versadas críticas. Al final lo único que importa y debe ser digno de estudio son las fuentes historiográficas que no dejan margen a dudosas explicaciones.

En la entrega pasada, La guerra comenzó en octubre de 1938, y en varios trabajos anteriores comentabamos que ha surgido una nueva corriente "revisionista" que intenta reinterpretar el conflicto que asoló gran parte del mundo. Los Estados Unidos y la UE emprendieron hace varios años, una carrera propagandística señalando al "culpable", la Unión Soviética por haber pactado con los nazis, facilitando -afirman- la invasión alemana de Polonia y su complicidad al ocupar militarmente parte del país europeo.

Desde el punto de vista de la historiografía diremos que durante las últimas décadas se han ido desclasificando archivos secretos que permite al verdadero historiador sacar nuevas y valiosas conclusiones, dejando caducas, en ciertos casos, algunas tesis pasadas. Nuevas investigaciones han emergido en forma de estudios y libros académicos, trabajos muy alejados de las populares versiones de corte más bien comercial que nos entregan las grandes editoriales con fines de lucro y que rara vez pueden refutar a la ciencia de la historiografía. 

En el presente, quien pretende "revisar" la historia, hay que decirlo muy claro, es el gobierno de los Estados Unidos y la organización militar OTAN secundados por la UE, el propósito es meramente estratégico, seguir conservando su hegemonía mundial. La Guerra Fría desapareció hace buen tiempo junto a la Unión Soviética; mas, Rusia ha resurgido desde el fondo para convertirse en un actor clave de la política mundial del momento. De allí nace la imperiosa necesidad de acusar a los rusos de ser una potencia "maligna", que en el pasado se "alió" con los nazis para desatar la segunda guerra mundial, el "Imperio del Mal" como calificó el ex presidente Ronald Reagan y secundado por otros. Ese tema da para otro debate, que no lo abordaremos aquí.


Titulares de prensa de fines de agosto de 1939, demuestran el asombro ante el pacto soviético alemán de no agresión.


Como hecho anecdótico, vale la pena reproducir lo que una asombrada prensa internacional pensaba del pacto de no agresión nazi-soviético de 1939. Y no era para menos. Nadie en su sano juicio pudo prever tal suceso. Una forma de explicar esa rara "alianza" fue el humor negro que respondía en esos momentos a la falta de elementos para interpretar los hechos. Incapaces de descifrar por qué dos grandes corrientes ideológicas antagónicas llegaron a un acuerdo, la sátira fue un escape pasajero para llenar esas interrogantes sin respuesta razonable. Aquí algunos ejemplos.




Arriba hemos puesto énfasis en el término "alianza" (entre comillas) porque el pacto soviético-alemán de no agresión, no fue una "alianza", mucho menos militar; el pacto, como señala su nombre, acordó no atacarse y respetar sus zonas de influencia. No era un tratado de "paz", "amistad" o "alianza" militar para repartirse Polonia. 

No alargaré más en explicaciones, ellas vienen a continuación. A la ponencia original del Dr. Pauwels, disponible en lengua inglesa (la hemos traducido para nuestros lectores), hemos agregado algunas fotos ilustrativas, así como varias secuencias gráficas humorísticas de la época que "interpretaban" el pacto de no agresión soviético-alemán.  

Tito Andino 


Ilustración humorística francesa del 22 octubre de 1939. El texto dice: 
Los Buenos chistes
- Dime pues, camarada Adolf, y el pacto antikomintern? !...
- Camarada Stalin, y el pacto de no agresión? !...
- Viejo bromista!... Los pactos, los principios, las convenciones: es para los imbéciles !...


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En un notable libro, "1939: The Alliance That Never Was and the Coming of World War II" (La alianza que nunca fue y la llegada de la Segunda Guerra Mundial), el historiador canadiense Michael Jabara Carley describe cómo, a fines de la década de 1930, la Unión Soviética intentó repetidamente, concluir un pacto de seguridad mutua, en otras palabras, una alianza defensiva, con Gran Bretaña y Francia, fracasó finalmente. Este acuerdo propuesto tenía la intención de contrarrestar a la Alemania nazi, que, bajo el liderazgo dictatorial de Hitler, se había estado comportando cada vez más agresivamente, y era probable que involucrara a otros países, incluidos Polonia y Checoslovaquia, que tenían motivos para temer las ambiciones alemanas. El protagonista de este enfoque soviético de las potencias occidentales fue el ministro de asuntos exteriores, Maxim Litvinov.

Moscú estaba ansioso por concluir ese tratado porque los líderes soviéticos sabían muy bien que, tarde o temprano, Hitler tenía la intención de atacar y destruir su estado. 

De hecho, "Mein Kampf", publicado en la década de 1920, había dejado muy claro sobre la despreciada "Russland unter Judenherrschaft" (Rusia gobernada por los judíos), porque era el fruto de la Revolución Rusa, obra de los bolcheviques, que supuestamente no eran más que un grupo de judíos. En la década de 1930, prácticamente todos los que tenían algún interés en asuntos exteriores sabían muy bien que, con la remilitarización de Alemania a gran escala y otras violaciones del Tratado de Versalles, Hitler se estaba preparando para una guerra de la cual la víctima iba a ser la Unión Soviética. Esto se demostró con bastante claridad en un estudio detallado escrito por un destacado historiador militar y politólogo, Rolf-Dieter Müller, titulado "Der Feind steht im Osten: Hitlers geheime Pläne für einen Krieg gegen die Sowjetunion im Jahr 1939" (El enemigo está en el Este: los planes secretos de Hitler para la guerra contra la Unión Soviética en 1939).

Hitler, entonces, estaba construyendo el ejército de Alemania y tenía la intención de usarlo para borrar a la Unión Soviética de la faz de la tierra. Desde el punto de vista de las élites que todavía estaban en el poder en Londres, París y en otras partes del llamado mundo occidental, este era un plan que solo podían aprobar y deseaban alentar e incluso apoyar. ¿Por qué? La Unión Soviética fue la encarnación de la temida revolución social, la fuente de inspiración y orientación para los revolucionarios en sus propios países e incluso en sus colonias, porque los soviéticos también eran antiimperialistas que, a través de la Komintern (o Tercera Internacional), apoyaban la lucha por la independencia en las colonias de las potencias occidentales.

A través de una intervención armada en Rusia en 1918-1919, ya habían tratado de matar al dragón de la revolución que había levantado la cabeza allí en 1917, pero ese proyecto había fracasado miserablemente. Las razones de este fiasco fueron: por un lado, la dura resistencia de los revolucionarios rusos, que contaron con el apoyo de la mayoría del pueblo ruso y de muchos otros pueblos del antiguo imperio zarista; y, por otro lado, la oposición dentro de los propios países intervencionistas, donde los soldados y los civiles simpatizaban con los revolucionarios bolcheviques y lo hicieron saber a través de manifestaciones, huelgas e incluso motines. Las tropas tuvieron que retirarse sin gloria.

En Londres, París y otras capitales de Europa occidental, las élites esperaban que el experimento revolucionario en la Unión Soviética se derrumbara por sí solo, pero ese escenario no se desarrolló. Por el contrario, a principios de los años treinta, cuando la Gran Depresión devastó el mundo capitalista, la Unión Soviética experimentó una especie de revolución industrial que permitió a la población disfrutar de un considerable progreso social, y el país también se fortaleció, no solo económica sino también militarmente. Como resultado de esto, el "sistema" socialista contra el capitalismo, y su ideología comunista, se hizo cada vez más atractivo a los ojos de los plebeyos en Occidente, que sufrían cada vez más el desempleo y la miseria. En este contexto, la Unión Soviética se convirtió en una espina aún más del lado de las élites en Londres y París

Por el contrario, Hitler, Con sus planes para una cruzada antisoviética, se perfilaba cada vez más útil y comprensivo. Además, las corporaciones y los bancos, especialmente los estadounidenses, pero también británicos y franceses, ganaron mucho dinero ayudando a la Alemania nazi a rearmarse y prestándole gran parte del dinero necesario para hacerlo. Por último, pero no menos importante, se creía que alentar una cruzada alemana en Oriente reduciría, si no eliminaría por completo, el riesgo de agresión alemana contra Occidente

Por lo tanto, podemos entender por qué las propuestas de Moscú para una alianza defensiva contra la Alemania nazi no atrajeron a estos señores.  

Después de la Gran Guerra, las élites de ambos lados del Canal de la Mancha se vieron obligadas a introducir reformas democráticas de gran alcance, debido a esto en Gran Bretaña se hizo necesario tener en cuenta la opinión de los laboristas, así como otras "plagas" de izquierda que pueblan las legislaturas, e incluso a veces incluirlas en los gobiernos de coalición. La opinión pública, y una parte considerable de los medios de comunicación, era abrumadoramente hostil a Hitler y, por tanto, estaban firmemente a favor de la propuesta soviética de una alianza defensiva contra la Alemania nazi. Las élites querían evitar esa alianza, pero también deseaban crear la impresión. que querían uno. Por el contrario, las élites querían alentar a Hitler a atacar a la Unión Soviética e incluso ayudarlo a hacerlo, pero necesitaban asegurarse de que el público nunca se diera cuenta de eso. Este dilema produjo una trayectoria política cuya función manifiesta era convencer al público de que los líderes acogieron con beneplácito la propuesta soviética de un frente antinazi común, pero cuya función latente, en otras palabras, real, era apoyar los diseños antisoviéticos de Hitler: la infame "política de apaciguamiento", asociada sobre todo con el nombre del primer ministro británico Neville Chamberlain, y su homólogo francés, Édouard Daladier.



Los partidarios del apaciguamiento se pusieron a trabajar tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania en 1933 y comenzaron a prepararse para la guerra, una guerra contra la Unión Soviética. 

Ya en 1935, Londres le dio a Hitler una especie de luz verde para rearmarse al firmar un tratado naval con él. Hitler luego procedió a violar todo tipo de disposiciones del Tratado de Versalles, por ejemplo, reintroduciendo el servicio militar obligatorio en Alemania, armando a los militares alemanes hasta los dientes y, en 1938n anexándose Austria. En cada ocasión, los estadistas en Londres y París gimieron y protestaron para causar una buena impresión en el público, pero terminaron aceptando el hecho consumado. Se hizo creer al público que se necesitaba tal indulgencia para evitar la guerra. Esta excusa fue efectiva al principio, porque la mayoría de los británicos y franceses no deseaban participar en una nueva edición de la Gran Guerra asesina de 1914-1918. 

Por otro lado, pronto se hizo evidente que el apaciguamiento fortaleció militarmente a la Alemania nazi e hizo a Hitler cada vez más ambicioso y exigente. 

En consecuencia, el público finalmente sintió que se habían hecho suficientes concesiones al dictador alemán, y en ese momento los soviéticos, en la persona de Litvinov, presentaron una propuesta para la alianza anti Hitler. Esto causó dolores de cabeza a los arquitectos del apaciguamiento, de quienes Hitler esperaba aún más concesiones

Gracias a las concesiones que ya se habían hecho, la Alemania nazi se estaba convirtiendo en un gigante militar, y en 1939 solo un frente común de las potencias occidentales y los soviéticos parecía ser capaz de contenerlo, porque en caso de guerra, Alemania tendría que pelear en dos frentes. Bajo una fuerte presión de la opinión pública, los líderes de Londres y París acordaron negociar con Moscú, pero hubo una mosca en el ungüento: Alemania no compartía una frontera con la Unión Soviética, porque Polonia estaba emparedada entre esos dos países. Oficialmente, al menos, Polonia era un aliado de Francia, por lo que se podía esperar que se uniera a una alianza defensiva contra la Alemania nazi, pero el gobierno de Varsovia era hostil hacia la Unión Soviética, un vecino que se consideraba una amenaza tan grande como la nazi. Polonia, obstinadamente se negó a permitir que el Ejército Rojo, en caso de guerra, cruzara el territorio polaco para luchar contra los alemanes. Londres y París declinaron presionar a Varsovia, por lo que las negociaciones no produjeron un acuerdo.


La nueva frontera entre la Alemania nazi y la Rusia soviética desde septiembre de 1939 hasta junio de 1941, en algún lugar del territorio ocupado de Polonia.


Mientras tanto, Hitler hizo nuevas demandas, esta vez con respecto a Checoslovaquia. Cuando Praga se negó a ceder el territorio habitado por una minoría de habla alemana conocida como los Sudetes, la situación amenazó con llevar a la guerra. De hecho, esta fue una oportunidad única para concluir una alianza militar fuerte  anti-Hitler con la Unión Soviética y Checoslovaquia, como socios de los británicos y los franceses: Hitler se habría enfrentado a una elección entre una retirada humillante y una derrota prácticamente segura en una guerra contra dos frentes. Pero eso también significaba que Hitler nunca sería capaz de lanzar la cruzada antisoviética que ansiaban las élites en Londres y París. Es por eso que Chamberlain y Daladier no aprovecharon la crisis checoslovaca para formar un frente común anti Hitler con los soviéticos, en su lugar se apresuraron tomar el avión a Munich para concluir con el dictador alemán un acuerdo en el que las tierras de los Sudetes, que incluían la versión checoslovaca de la Línea Maginot, se ofrecieran a Hitler en bandeja de plata. El gobierno checoslovaco, que ni siquiera había sido consultado, no tuvo más remedio que someterse, y los soviéticos, que habían ofrecido asistencia militar a Praga, no fueron invitados a esta infame reunión.

En el "pacto" que concluyeron con Hitler en Munich, los estadistas británicos y franceses hicieron enormes concesiones al dictador alemán; no por mantener la paz, sino para poder seguir soñando con una cruzada nazi contra la Unión Soviética. 

Pero, para la gente de sus propios países, el acuerdo se presentó como la solución más sensata a una crisis que amenazaba con desencadenar una guerra general. “¡Paz en nuestro tiempo!” Es lo que Chamberlain proclamó triunfalmente a su regreso a Inglaterra. Significaba paz para su propio país y sus aliados, pero no para la Unión Soviética, cuya destrucción a manos de los nazis esperaba ansiosamente.



En Gran Bretaña también hubo políticos, incluido un puñado de miembros de buena fe de la élite del país, que se opusieron a la política de apaciguamiento de Chamberlain, por ejemplo Winston Churchill. No lo hicieron por simpatía por la Unión Soviética, no confiaban en Hitler y temieron que el apaciguamiento pudiera ser contraproducente de dos maneras. Primero, la conquista de la Unión Soviética proporcionaría a la Alemania nazi materias primas virtualmente ilimitadas, incluyendo petróleo, tierra fértil y otras riquezas, y así permitiría al Reich establecer en el continente europeo una hegemonía que representaría un mayor peligro para Gran Bretaña, de la que nunca había sido Napoleón. En segundo lugar, también es posible que el poder de la Alemania nazi y la debilidad de la Unión Soviética se hayan sobreestimado, de modo que la cruzada antisoviética de Hitler podría producir una victoria soviética. con el resultado de una posible "bolchevización" de Alemania y quizás de toda Europa. Es por eso que Churchill fue extremadamente crítico con el acuerdo celebrado en Munich. Supuestamente comentó que, en la capital bávara, Chamberlain había podido elegir entre deshonra y guerra, que había elegido la deshonra, pero que también obtendría la guerra. Con su "paz en nuestro tiempo", Chamberlain erró lamentablemente. Apenas un año después, en 1939, su país se vería envuelto en una guerra contra la Alemania nazi que, gracias al escandaloso pacto de Munich, se había convertido en un enemigo aún más formidable. 

El principal determinante del fracaso de las negociaciones entre el dúo anglo-francés y los soviéticos fue la falta de voluntad tácita de los apaciguadores para concluir un acuerdo contra Hitler. Un factor auxiliar fue la negativa del gobierno de Varsovia a permitir la presencia de tropas soviéticas en territorio polaco en caso de guerra contra Alemania. Eso proporcionó a Chamberlain y Daladier un pretexto para no llegar a un acuerdo con los soviéticos, un pretexto necesario para satisfacer a la opinión pública. (Pero también se inventaron otras excusas, por ejemplo, la supuesta debilidad del Ejército Rojo, que supuestamente convirtió a la Unión Soviética en un aliado inútil). Con respecto al papel desempeñado por el gobierno polaco en este drama, existen algunos malentendidos graves. Echemos un vistazo más de cerca a ellos.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que Polonia durante la guerra no era un país democrático, ni mucho menos. Después de su (re) nacimiento al final de la Primera Guerra Mundial como democracia titular, no pasó mucho tiempo antes de que el país se encontrara gobernado con mano de hierro por un dictador militar, el general Józef Pilsudski, en nombre de una élite híbrida representando a la aristocracia, la Iglesia Católica y la burguesía. Este régimen antidemocrático continuó gobernando después de la muerte del general en 1935, bajo el liderazgo de los "coroneles de Pilsudski", cuyo primus inter pares fue Józef Beck, el ministro de asuntos exteriores. Su política exterior no reflejaba sentimientos cálidos hacia Alemania, que había perdido una parte de su territorio en beneficio del nuevo estado polaco, incluido un "corredor" que separaba la región alemana de Prusia Oriental del resto del Reich; y también hubo fricciones con Berlín a causa del importante puerto báltico de Gdansk (Danzig), declarado como ciudad-estado independiente por el Tratado de Versalles, pero reclamado tanto por Polonia como por Alemania.


En la foto, el embajador alemán en Varsovia, Hans Adolf von Moltke, el líder polaco, general Józef Pilsudski, Josep Goebbles y el ministro polaco de exteriores, Józef Beck, juntos en un acto posterior (15 junio 1934 en Varsovia) a la firma del pacto de no agresión polaco-alemán del 26 de enero del mismo año.


La actitud de Polonia hacia su vecino oriental, la Unión Soviética, fue aún más hostil. Pilsudski y otros nacionalistas polacos soñaban con una reaparición del gran imperio de Polonia-Lituania de los siglos 17 º y 18 º que se habían extendido desde el Báltico hasta el Mar Negro. 


Polonia se había aprovechado de la revolución y la posterior guerra civil en Rusia para apoderarse de un vasto territorio del antiguo imperio zarista durante la guerra ruso-polaca de 1919-1921. Este territorio, que se conocería de manera bastante inexacta como "Polonia Oriental", se extendió por varios cientos de kilómetros al este de la famosa Línea Curzon que debería haber sido la frontera oriental del nuevo estado polaco, al menos según las potencias occidentales que eran los padrinos de la nueva Polonia al final de la Gran Guerra. 

La región estaba esencialmente poblada por rusos blancos y ucranianos, pero en los años siguientes Varsovia debía "polonizarla" tanto como fuera posible trayendo colonos polacos. Las llamas de la hostilidad polaca hacia la Unión Soviética también se avivaron por el hecho de que los soviéticos simpatizaban con los comunistas y otros plebeyos que se oponían al régimen patricio en la propia Polonia. Finalmente, la élite polaca era antisemita y había abrazado el concepto de judeo bolchevismo, la noción de que el comunismo y todas las demás formas de marxismo eran parte de un infame complot judío, y que la Unión Soviética, producto de un bolchevique y, por lo tanto, plan revolucionario supuestamente judío, no era más que una "Rusia gobernada por los judíos". Aun así, las relaciones con los dos vecinos poderosos se normalizaron lo más posible bajo Pilsudski por la conclusión de dos tratados de no agresión, uno con la Unión Soviética en 1932 y uno con Alemania poco después del advenimiento de Hitler al poder, es decir, en 1934.

Después de la muerte de Pilsudski, los líderes polacos continuaron soñando con la expansión territorial hacia las fronteras de la Gran Polonia cuasi mítica de un pasado lejano. Para la realización de este sueño, parecían existir numerosas posibilidades en el este, y particularmente en Ucrania, una parte de la Unión Soviética que se extendía de manera atractiva entre Polonia y el Mar Negro. A pesar de las disputas con Alemania y una alianza formal con Francia, que contaba con la ayuda de Polonia en caso de conflicto con Alemania, primero el propio Pilsudski, y luego sus sucesores, coquetearon con el régimen nazi con la esperanza de una conquista conjunta de los territorios soviéticos. El antisemitismo fue otro denominador común de dos regímenes que tramaron planes para deshacerse de sus minorías judías, por ejemplo, mediante la deportación a África.

El acercamiento de Varsovia a Berlín reflejó la megalomanía y la ingenuidad de los líderes polacos, que creían que su país era un gran poder del mismo calibre que Alemania, uno que Berlín respetaría y trataría como un socio de pleno derecho. Los nazis encendieron esta ilusión, porque al hacerlo debilitaron la alianza entre Polonia y Francia. El Vaticano alentó también las ambiciones orientales polacas, que esperaban que se produjeran considerables dividendos de las conquistas de la Polonia católica en la mayor parte ortodoxa Ucrania, consideradas como maduras para la conversión al catolicismo. Es en este contexto que la máquina de propaganda de Goebbels conjuró un nuevo mito en colaboración con Polonia y el Vaticano, a saber, la ficción de una hambruna orquestada por Moscú en Ucrania; la idea era poder presentar futuras intervenciones armadas polacas y alemanas como una acción humanitaria. Este mito debía resucitarse durante la Guerra Fría y convertirse en el mito de la creación del estado ucraniano independiente que surgió de las ruinas de la Unión Soviética. (Para una visión objetiva de esta hambruna, nos referimos a los muchos artículos del historiador estadounidense Mark Tauger, un experto en la historia de la agricultura soviética; se han publicado juntos en una edición en francés, "Famine et transformation agricole en URSS" (Hambruna y transformación agrícola en la URSS).

El conocimiento de estos antecedentes nos permite comprender la actitud del gobierno polaco en el momento de las negociaciones para un frente defensivo común contra la Alemania nazi. Varsovia obstruyó estas negociaciones, no por temor a la Unión Soviética sino, por el contrario, debido a las aspiraciones antisoviéticas y su acercamiento concomitante a la Alemania nazi. A este respecto, la élite polaca se encontró en la misma longitud de onda que sus homólogos británicos y franceses. Por lo tanto, también podemos entender por qué, después de la conclusión del acuerdo de Munich, que permitió a la Alemania nazi anexionarse la región de los Sudetes, Polonia agarró un pedazo del botín territorial checoslovaco, a saber, la ciudad de Teschen y sus alrededores. Al descender a esta parte de Checoslovaquia actuó como una hiena, comentó Churchill.

Las concesiones hechas por los arquitectos del apaciguamiento hicieron que la Alemania nazi fuera más fuerte que nunca e hicieron a Hitler más confiado, arrogante y exigente. Después de Munich,  reveló de lejos estar saciado, y en marzo de 1939 violó el Acuerdo de Munich al ocupar el resto de Checoslovaquia


En Francia y Gran Bretaña, el público se sorprendió, pero las élites gobernantes no hicieron nada más que expresar la esperanza de que "Herr Hitler" eventualmente se volvería "sensible", es decir, comenzar su guerra contra la Unión Soviética. Hitler siempre había tenido la intención de hacerlo, pero antes de complacer a los apaciguadores británicos y franceses, quería extorsionarles con más concesiones. 

Después de todo, no parecía haber nada que pudieran rechazarle; además, habiendo hecho a Alemania mucho más fuerte a través de sus concesiones anteriores, ¿estaban en condiciones de negarle el presumiblemente pequeño favor final que pidió? Ese pequeño favor final se refería a Polonia.

Hacia fines de marzo de 1939, Hitler repentinamente exigió Gdansk (Danzing) y también algún territorio polaco entre Prusia Oriental y el resto de Alemania. En Londres, Chamberlain y sus compañeros de apaciguamiento se inclinaron de nuevo a ceder, pero la oposición que emanaba de los medios y la Cámara de los Comunes demostró ser demasiado fuerte para permitir que eso suceda. Luego, Chamberlain cambió repentinamente de rumbo y el 31 de marzo formalmente, pero de manera totalmente irreal, como comentó Churchill, prometió asistencia armada a Varsovia en caso de una agresión alemana contra Polonia. En abril de 1939, las encuestas de opinión revelaron lo que todos ya sabían, a saber, que casi el noventa por ciento de la población británica quería una alianza anti Hitler del lado de la Unión Soviética y de Francia,

En realidad, los partidarios del apaciguamiento aún no estaban interesados ​​en la propuesta soviética, y pensaron en todo tipo de pretextos para evitar llegar a un acuerdo con un país que despreciaban y contra un país con el que simpatizaban en secreto. Fue solo en julio de 1939 que se declararon listos para comenzar las negociaciones militares, y solo a principios de agosto se envió una delegación franco-británica a Leningrado para ese propósito. En marcado contraste con la velocidad con la que, un año antes, el propio Chamberlain (acompañado por Daladier) se había apresurado en avión a Munich, esta vez un equipo de subordinados anónimos fueron enviados a la Unión Soviética a bordo de un carguero lento. Pasaron por Leningrado y finalmente llegaron a Moscú el 11 de agosto, resultó que no poseían las credenciales o la autoridad requerida para tales discusiones. Para entonces, los soviéticos ya habían tenido suficiente, y uno puede entender por qué interrumpieron las negociaciones.

Mientras tanto, Berlín había lanzado discretamente un acercamiento hacia Moscú. ¿Por qué? Hitler se sintió traicionado por Londres y París, que anteriormente habían hecho todo tipo de concesiones, pero ahora le negaron la bagatela de Gdansk (Danzing) y se pusieron del lado de Polonia, por lo tanto se enfrentaron a la posibilidad de una guerra contra Polonia que se negó a permitirle tener Gdansk y contra el duo franco-británico. Para poder ganar esta guerra, el dictador alemán necesitaba que la Unión Soviética permaneciera neutral, y para eso estaba dispuesto a pagar un alto precio

Desde la perspectiva de Moscú, la obertura de Berlín contrastaba marcadamente con la actitud de los apaciguadores occidentales, que exigían que los soviéticos hicieran promesas vinculantes de asistencia, pero sin ofrecer un quid pro quo significativo. Lo que había comenzado entre Alemania y la Unión Soviética en mayo, las discusiones informales en el contexto de negociaciones comerciales sin gran importancia, en las cuales los soviéticos inicialmente no mostraron interés, eventualmente se transformaron en un diálogo serio que involucraba a los embajadores de los dos países e incluso a los ministros de Asuntos Exteriores, a saber, Joachim von Ribbentrop y Vyacheslav Molotov, este último, habiendo reemplazado a Litvinov.


Ribbentrop se despide de Molotov en Berlín, noviembre de 1940


Un factor que desempeñó un papel secundario, pero que no debería subestimarse, es el hecho de que, en la primavera de 1939, las tropas japonesas con base en el norte de China habían invadido el territorio soviético en el Lejano Oriente. En agosto, serían derrotados y rechazados, pero esta amenaza japonesa enfrentó a Moscú con la perspectiva de tener que pelear una guerra en dos frentes, a menos que se encontrara una forma de eliminar la amenaza que emanaba de la Alemania nazi. A Moscú se le ofreció una forma de neutralizar esta amenaza con las oberturas de Berlín, reflejando su propio deseo de evitar una guerra de dos frentes.

Sin embargo, fue solo en agosto, cuando los líderes soviéticos se dieron cuenta de que los británicos y los franceses no habían llegado para llevar a cabo negociaciones de buena fe, se cortó el nudo y la Unión Soviética firmó un pacto de no agresión con la Alemania nazi, concretamente sobre 23 de agosto. Este acuerdo se llamó el Pacto Ribbentrop-Molotov, en honor a los ministros de asuntos exteriores, pero también se conocería como el Pacto Hitler-Stalin. La conclusión de tal acuerdo no fue una sorpresa: varios líderes políticos y militares en Gran Bretaña y Francia habían predicho en varias ocasiones que la política de apaciguamiento de Chamberlain y Daladier llevaría a Stalin "a los brazos de Hitler"





"En los brazos" es en realidad una expresión inapropiada en este contexto. El pacto ciertamente no reflejaba sentimientos cálidos entre los firmantes. Stalin incluso rechazó una sugerencia de incluir en el texto algunas líneas convencionales sobre la amistad hipotética entre los dos pueblos. Además, el acuerdo no era una alianza, sino simplemente un pacto de no agresión. Como tal, era similar a una serie de otros pactos de no agresión que se habían firmado anteriormente con Hitler, por ejemplo, con Polonia en 1934. Se redujo a la promesa de no atacarse entre sí, de mantener relaciones pacíficas, una promesa que era probable que cada parte acatara siempre que lo considerara conveniente hacerlo. Se adjuntó una cláusula secreta al acuerdo con respecto a la demarcación de las esferas de influencia en Europa del Este para cada uno de los signatarios. Esta línea correspondía más o menos a la Línea Curzon, por lo que "Polonia Oriental" se encontró en la esfera soviética. Lo que este acuerdo teórico significaba en la práctica estaba lejos de ser claro, pero el pacto ciertamente no implicaba una partición o amputación territorial de Polonia comparable al destino impuesto a Checoslovaquia por los británicos y los franceses en el pacto que habían firmado con Hitler en Munich.

El hecho de que la Unión Soviética reclamara una esfera de influencia más allá de sus fronteras a veces se describe como evidencia de siniestras intenciones expansionistas; sin embargo, establecer esferas de influencia, ya sea unilateralmente, bilateralmente o multilateralmente, había sido una práctica ampliamente aceptada entre las grandes y no tan grandes potencias, con la intención de evitar conflictos. 

La Doctrina Monroe, por ejemplo, que "afirmó que el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo debían seguir siendo esferas de influencia claramente separadas", supuestamente para prevenir nuevas empresas coloniales transatlánticas por parte de las potencias europeas que podrían haberlas puesto en conflicto con los Estados Unidos. Del mismo modo, cuando Churchill visitó Moscú en 1944 y le ofreció a Stalin dividir la península de los Balcanes en esferas de influencia.


Nota interpuesta por el editor de este blog. Firma del pacto de no agresión del 23 de agosto de 1939, suscrito en Moscú. Fueron los nazis quienes iniciaron las conversaciones y luego concurrieron al Kremlin para suscribirlo. ¿El lector ha reflexionado alguna vez ese hecho? Los soviéticos no fueron quienes buscaron a los nazis. La polémica subsiste, no por el Acuerdo que es público y, repetimos, no es un tratado de amistad o alianza para repartirse Polonia, se trata de un pacto de no agresión mutua. Mucho se ha especulado con el Protocolo Adicional Secreto, que fija los límites de las zonas de influencia alemanas y soviéticas y la no intervención en sus respectivas áreas y reconociendo los intereses de cada uno sobre ciertos territorios europeos. Si, en otras palabras muchos piensan que se trata de un acuerdo secreto para el reparto de la Europa del Este y central, dejando los límites establecidos al aceptar sus respectivas zonas de influencia. Ahora bien, recordemos que en los párrafos precedentes el autor explica en que consisten las famosas zonas de influencia, muy practicadas entre las principales potencias europeas. Poco antes de la desaparición de la URSS, el Congreso de los Diputados del Pueblo condenó la firma del Protocolo adicional secreto al Tratado. Y en el mes de junio del 2019, vísperas del 80º aniversario del Pacto, el Ministerio de Exteriores de Rusia ha publicado el documento original (por primera vez). El Parlamento Europeo, secundando el "nuevo revisionismo" estadounidense, condenó, el 19 septiembre 2019, esos hechos históricos; y, aprobó una resolución, que en lo principal afirma que la segunda guerra mundial "fue el resultado directo del infame Tratado de no Agresión nazi-soviético que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia"; y, recuerdan que los dos regímenes fueron los responsables de genocidios y deportaciones en masa. Terminan condenando a "los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios". Confrontando la historia, desde la perspectiva actual de los Estados Unidos y Europa, es decir, de la OTAN, por un lado; y, de la actual Rusia, por otro. ¿A cuál versión de la historia se inclina su sano juicio?. Solo recomiendo dar lectura total a esta ponencia antes de emitir su juicio de valor.


Protocolo adicional y secreto al Pacto o Tratado de No Agresión nazi-soviético del 23 de agosto de 1939. Específica claramente las zonas de influencia de los firmantes.


Hitler ahora podía atacar a Polonia sin correr el riesgo de tener que librar una guerra contra la Unión Soviética y contra el duo franco-británico, el dictador alemán tenía buenas razones para dudar que Londres y París declararían la guerra. 

Sin el apoyo soviético, estaba claro que no se podía ofrecer ayuda efectiva a Polonia, por lo que Alemania no tardaría mucho en derrotar al país. (Solo los coroneles en Varsovia creían que Polonia podía resistir el ataque de las poderosas hordas nazis). Hitler sabía muy bien que los arquitectos del apaciguamiento continuarían esperando que, tarde o temprano, eventualmente cumpliría su mayor deseo y destruiría la Unión Soviética, por lo que estaban dispuestos a cerrar los ojos ante su agresión contra Polonia

El ataque alemán contra Polonia se lanzó el 1 de septiembre de 1939. Londres y París todavía dudaron unos días antes de reaccionar con una declaración de guerra contra la Alemania nazi. Pero no atacaron al Reich mientras el grueso de sus fuerzas armadas estaba invadiendo Polonia, como temían algunos generales alemanes. De hecho, los protagonistas del apaciguamiento solo declararon la guerra a Hitler porque la opinión pública lo exigía. En secreto, esperaban que Polonia terminara pronto, de modo que "Herr Hitler" finalmente podría centrar su atención en la Unión Soviética. 

La guerra que libraron fue simplemente una "guerra falsa", como se llamaría con razón, una farsa en la que sus tropas, que podrían haber entrado prácticamente en Alemania, permanecieron inactivamente instaladas detrás de la Línea Maginot. Ahora es casi seguro que los simpatizantes de Hitler en el campo francés y posiblemente también los apaciguadores británicos habían dejado saber al dictador alemán que podía usar todo su poder militar para acabar con Polonia sin tener que temer un ataque de Occidente. (Nos referimos a los libros de Annie Lacroix-Riz, "Le choix de la défaite. Les élites françaises dans les années 1930" y "De Munich à Vichy. L’assassinat de la 3e République".

Los defensores polacos estaban abrumados y rápidamente se hizo evidente que los coroneles que gobernaban el país tendrían que rendirse. Hitler tenía todas las razones para creer que lo harían, y sus condiciones indudablemente habrían implicado grandes pérdidas territoriales para Polonia, especialmente, por supuesto, en los confines occidentales del país, en la frontera con Alemania. Sin embargo, una Polonia truncada probablemente seguiría existiendo, así como, después de su rendición en junio de 1940, se permitió que Francia siguiera existiendo bajo el disfraz de Vichy-Francia. Sin embargo, el 17 de septiembre, el gobierno polaco huyó repentinamente a la vecina Rumania, un país neutral. Al hacerlo, dejó de existir porque, de acuerdo con el derecho internacional, no solo el personal militar sino también los miembros del gobierno de un país en guerra deben ser internados al ingresar a un país neutral durante la duración de las hostilidades. Este fue un acto irresponsable e incluso cobarde, con consecuencias nefastas para el país. Sin un gobierno, Polonia efectivamente degeneró en una especie de tierra de nadie: unterra nullius, para usar terminología jurídica, en la cual los alemanes conquistadores podían hacer lo que quisieran, ya que no había nadie con quien negociar sobre el destino del país derrotado.

Esta situación también le dio a los soviéticos el derecho de intervenir. Los países vecinos pueden ocupar un terra nullius potencialmente anárquica; además, si los soviéticos no intervinieran, los alemanes habrían ocupado, sin duda, cada centímetro cuadrado de Polonia, con todas las consecuencias que esto habría implicado. Es por eso que, el mismo 17 de septiembre de 1939, el Ejército Rojo cruzó a Polonia y comenzó a ocupar los confines orientales del país, la mencionada "Polonia Oriental". El conflicto con los alemanes se evitó porque ese territorio pertenecía a la esfera soviética de influencia establecida en el Pacto Ribbentrop-Molotov. Aquí y allá, las tropas alemanas que habían penetrado al este de la línea de demarcación tuvieron que retirarse para dejar espacio a los hombres del Ejército Rojo. Dondequiera que hicieron contacto, los militares alemanes y soviéticos se comportaron correctamente y observaron el protocolo tradicional. Esto a veces implicaba algún tipo de ceremonia, pero nunca hubo "desfiles de victoria" comunes.

Debido a que su gobierno se había esfumado, las fuerzas armadas polacas que continuaron ofreciendo resistencia fueron posiblemente degradadas al nivel de irregulares, de partisanos, expuestos a todos los riesgos asociados con ese papel. La mayoría de las unidades del ejército polaco permitieron ser desarmadas e internadas por el Ejército Rojo entrante, pero a veces la resistencia estuvo presente, por ejemplo, por tropas al mando de oficiales hostiles a los soviéticos. Muchos de esos oficiales habían servido en la guerra ruso-polaca de 1919-1921 y presuntamente habían cometido crímenes de guerra como la ejecución de prisioneros de guerra. 


Es ampliamente aceptado que tales hombres fueron liquidados más tarde por los soviéticos en Katyn y en otros lugares. (Aunque con respecto a Katyn, las dudas han resurgido recientemente; este tema ha sido analizado con gran detalle en un libro de Grover Furr, "The Mystery of the Katyn Massacre" (El misterio de la masacre de Katyn).

Muchos soldados y oficiales polacos fueron internados por los soviéticos de acuerdo con las normas del derecho internacional. En 1941, después de que la Unión Soviética se involucró en la guerra y, por lo tanto, ya no estaba obligada por las reglas que rigen la conducta de los neutrales, estos hombres fueron transferidos a Gran Bretaña (a través de Irán) para volver a luchar contra la Alemania nazi del lado occidental. Aliados Entre 1943 y 1945, harían una contribución importante a la liberación de una parte considerable de Europa occidental (mucho más trágico fue el lote  del ejército polaco que cayó en manos de los alemanes). Aquellos que quedaron bajo la ocupación de los territorios orientales de Polonia por los soviéticos incluían también a los habitantes judíos. 

La ocupación de "Polonia Oriental" se llevó a cabo correctamente, es decir, de acuerdo con las normas del derecho internacional, por lo que esta acción no constituyó un "ataque" contra Polonia, tesis planteada por muchos historiadores y políticos, ciertamente no un ataque en colaboración con un "aliado" nazi-alemán. 


La Unión Soviética no se convirtió en un aliado de la Alemania nazi al concluir con ella un pacto de no agresión, y tampoco se convirtió en un aliado debido a su ocupación de "Polonia Oriental". Hitler tuvo que tolerar esa ocupación, pero sin duda hubiera preferido que los soviéticos no intervinieran en absoluto para poder haberse apoderado de toda Polonia. 





En Inglaterra, Churchill expresó públicamente su aprobación de la iniciativa soviética del 17 de septiembre, precisamente porque impedía a los nazis conquistar la totalidad de Polonia. El hecho de que Gran Bretaña y Francia, aliados formales de Polonia, no declararon la guerra a la Unión Soviética, como seguramente lo harían de otra manera, era evidencia de que esta iniciativa no constituyó un ataque y, por lo tanto, no era un acto de guerra contra Polonia. La Liga de las Naciones no impuso sanciones a la Unión Soviética, que es lo que habría sucedido si lo considerara un ataque auténtico contra uno de sus miembros.

Desde la perspectiva soviética, la ocupación de los confines orientales de Polonia significó la recuperación de parte de su propio territorio, perdido debido al conflicto ruso-polaco de 1919-1921. Es cierto que Moscú había reconocido esta pérdida en el Tratado de Paz de Riga que puso fin a esa guerra en marzo de 1921, pero Moscú había seguido buscando una oportunidad para recuperar el "Este de Polonia"; y, en 1939 esta oportunidad se materializó. Se puede estigmatizar a los soviéticos por eso, pero en este caso también se debe estigmatizar a los franceses, por ejemplo, por recuperar Alsacia-Lorena al final de la Primera Guerra Mundial, ya que París había reconocido la pérdida de ese territorio en el Tratado de Paz de Frankfurt que había puesto fin a la Guerra Franco-Prusiana de 1870-1871.

Más importante es el hecho de que la ocupación - o la liberación, o la recuperación,  o como se quiera llamar- de "Polonia Oriental" proporcionó a la Unión Soviética un activo extremadamente útil que, en la jerga de la arquitectura militar, es llamado "glacis", es decir, un espacio abierto que un atacante debe cruzar antes de llegar al perímetro defensivo de una ciudad o fortaleza. Stalin sabía que, independientemente del pacto, Hitler atacaría a la Unión Soviética tarde o temprano (y este ataque tuvo lugar en junio de 1941). En ese momento, Hitler tendría que lanzar su ataque desde un punto de partida mucho más lejos de las ciudades importantes del corazón soviético de lo que hubiera sido el caso en 1939, cuando ya había estado ansioso por comenzar ese ataque. A causa del pacto, los bloques de partida para la ofensiva nazi de 1941 se encontraban a varios cientos de kilómetros más al oeste y, por lo tanto, a una distancia mucho mayor de los objetivos estratégicos en lo profundo de la Unión Soviética. En 1941, las fuerzas alemanas llegarían a tiro de piedra de Moscú. Eso significa que, sin el pacto, sin duda habrían tomado la ciudad, lo que puede haber causado que los soviéticos capitularan.

Gracias al Pacto Ribbentrop-Molotov, la Unión Soviética no solo ganó un espacio valioso, sino también un tiempo valioso, es decir, el tiempo extra que necesitaban para prepararse para un ataque alemán que estaba originalmente programado para 1939, pero tuvo que posponerse hasta 1941. 



Entre 1939 y 1941 una infraestructura muy importante, sobre todo las fábricas que producen todo tipo de material de guerra, se transfirieron al otro lado de los Urales. Además, en 1939 y 1940, los soviéticos tuvieron la oportunidad de observar y estudiar la guerra que se libró en Polonia, Europa occidental y otros lugares, y así aprender lecciones valiosas sobre el estilo ofensivo moderno, motorizado y "veloz" de la guerra alemana, la Blitzkrieg. Los estrategas soviéticos aprendieron, por ejemplo, que la concentración del grueso de las fuerzas armadas para fines defensivos en la frontera sería fatal, y que solo una "defensa en profundidad" ofrecía la posibilidad de detener la apisonadora nazi. Sería, entre otras cosas, gracias a las lecciones aprendidas de esa manera es que la Unión Soviética lograría, ciertamente con gran dificultad, sobrevivir al ataque nazi en 1941 y eventualmente ganar la guerra contra ese poderoso enemigo.

Para hacer posible defender Leningrado en profundidad, una ciudad con industrias de armamento vitales, la Unión Soviética propuso a la vecina Finlandia en el otoño de 1939 intercambiar territorios, un acuerdo que habría desplazado la frontera de los dos países más lejos de la ciudad. Finlandia, un aliado de la Alemania nazi, se negó, pero a través de la "guerra de invierno" de 1939-1940, Moscú finalmente logró lograr esta modificación fronteriza. Debido a ese conflicto, que equivalió a una agresión, la Unión Soviética fue excomulgada por la Liga de las Naciones. En 1941, cuando los alemanes atacaron la Unión Soviética, con la ayuda de los finlandeses y sitiaron a Leningrado durante muchos años, este ajuste fronterizo permitiría a la ciudad sobrevivir a la terrible experiencia.  

No fueron los soviéticos sino los alemanes quienes tomaron la iniciativa para las negociaciones que finalmente produjeron el pacto. Lo hicieron porque esperaban obtener una ventaja de ella, una ventaja temporal pero muy importante, a saber, la neutralidad de la Unión Soviética mientras la Wehrmacht atacó primero a Polonia y luego a Europa Occidental. 

Pero la Alemania nazi también obtuvo un beneficio adicional del acuerdo comercial asociado con el pacto. El Reich sufría una penuria crónica de todo tipo de materias primas estratégicas, y esta situación amenazaba con volverse catastrófica cuando, como era de esperar, una declaración de guerra británica llevaría al bloqueo de Alemania por parte de la Royal Navy. Este problema fue neutralizado por la entrega de productos como el petróleo por parte de los soviéticos, estipulados en el acuerdo. No está claro cuán cruciales fueron realmente esas entregas, especialmente las entregas de petróleo: según algunos historiadores, no muy importante; extremadamente importante, según otros. Sin embargo, la Alemania nazi continuó dependiendo en gran medida del petróleo importado, principalmente a través de puertos españoles, desde los Estados Unidos, al menos hasta que el Tío Sam entró en la guerra en diciembre de 1941. En el verano de 1941, decenas de miles de aviones nazis, tanques, camiones y otras máquinas de guerra involucradas en la invasión de la Unión Soviética todavía dependían en gran medida del combustible suministrado por los fideicomisos petroleros estadounidenses.

El pacto requería que la parte alemana correspondiera al suministrar a los soviéticos productos industriales terminados, incluido el equipo militar de última generación, que se utilizó por el Ejército Rojo para mejorar sus defensas contra un ataque alemán que esperaban tarde o temprano. Esa fue una de las principales causas de preocupación para Hitler, que, por lo tanto, estaba ansioso por lanzar su cruzada antisoviética lo antes posible. Decidió hacerlo aunque, después de la caída de Francia, Gran Bretaña estaba lejos de ser excluida. 

En consecuencia, en 1941, el dictador alemán tendría que librar el tipo de guerra en dos frentes que esperaba evitar en 1939 gracias a su pacto con Moscú, y se enfrentaría a un enemigo soviético que se había vuelto mucho más fuerte de lo que había sido en 1939.

Stalin firmó un pacto con Hitler porque los arquitectos del apaciguamiento en Londres y París rechazaron todas las ofertas soviéticas para formar un frente común contra Hitler. Y los apaciguadores rechazaron esas ofertas porque esperaban que Hitler marchara al este y destruyera la Unión Soviética, un trabajo que buscaban facilitar ofreciéndole un "trampolín" en forma del territorio checoslovaco. 

Es prácticamente seguro que, sin el pacto, Hitler habría atacado a la Unión Soviética en 1939. Sin embargo, debido al pacto, Hitler tuvo que esperar dos años antes de que finalmente pudiera lanzar su cruzada antisoviética. 




Esto proporcionó a la Unión Soviética el tiempo y el espacio extra que permitieron mejorar sus defensas lo suficiente como para sobrevivir al ataque cuando Hitler finalmente envió a sus perros de guerra al Este en 1941. El Ejército Rojo sufrió terribles pérdidas, pero finalmente logró detener al gigante nazi. Sin este éxito soviético, un logro descrito por el historiador Geoffrey Roberts como "la mayor hazaña de armas en la historia mundial", es muy probable que Alemania hubiera ganado la guerra, porque habrían ganado el control de los campos petroleros del Cáucaso, los ricos tierras agrícolas de Ucrania, y muchas otras riquezas de la vasta tierra de los soviéticos. Tal triunfo habría transformado a la Alemania nazi en una superpotencia inexpugnable, capaz de librar incluso guerras a largo plazo contra cualquiera, incluida una alianza angloamericana. Una victoria sobre la Unión Soviética habría dado a la Alemania nazi hegemonía sobre Europa. Hoy, en el continente, el segundo idioma no sería el inglés, sino el alemán,

Sin el Pacto, entonces, la liberación de Europa, incluida la liberación de Europa occidental por los estadounidenses, británicos, canadienses, etc., nunca habría tenido lugar. Polonia no existiría; los polacos serían untermenschen, siervos de los colonos "arios" en un Ostland germanizado que se extiende desde el Báltico hasta los Cárpatos o incluso los Urales. Y un gobierno polaco nunca habría ordenado la destrucción de monumentos en honor al Ejército Rojo, como lo ha hecho recientemente, no solo porque no habría habido Polonia y, por lo tanto, no habría gobierno polaco, sino porque el Ejército Rojo nunca habría liberado a Polonia y a aquellos nunca se habrían erigido monumentos.

La noción de que el Pacto de Hitler-Stalin desencadenó la Segunda Guerra Mundial es peor que un mito, es una mentira absoluta. Lo contrario es cierto: el pacto fue una condición previa para el feliz resultado del Armagedón de 1939-1945, es decir, la derrota de la Alemania nazi.





Nota final del editor del blog:
El Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, el pasado 23 de agosto de 2019, declaró que el pacto Ribbentrop-Molotov, fue un pacto para dividir Europa central y oriental y que abrió el camino para las atrocidades de esos regímenes, etc, etc. Como vemos, es un pronunciamiento complaciente de la política "revisionista" de la segunda guerra mundial encabezada, ahora, por los Estados Unidos y secundada por los países que conforman la OTAN, el Parlamento Europeo, etc. Trudeau y otros políticos occidentales contribuyen con la campaña antirrusa del momento, el propósito es evitar seguir perdiendo sus "zonas de influencia" en el mundo ante el despunte económico de Rusia y China. Una de las formas de conseguir estos falsos postulados es, precisamente, descontextualizando el origen, desarrollo y final de la más grande contienda bélica de la historia. Al desprestigiar al estado que soportó las mayores calamidades de la guerra y a quien debemos, al fin y al cabo, habernos librado del nazismo, se consigue el objetivo: Inculcar en la psiquis colectiva de Occidente que la actual Rusia es la heredera de la URSS, por tanto, continúa siendo un "Imperio del Mal"; las "cosas" que hace Rusia en el presente, en política exterior, es expansionismo territorial: "expansionismo ruso" a costa de Ucrania e injerencia en varios conflictos alrededor del mundo. Por supuesto, dada esta visión "aterradora", nos espera algo parecido a lo que "hizo" la URSS en la época de la segunda guerra mundial. Tras "abrirnos" los ojos, debe ser lógico que Estados Unidos y sus socios europeos en la OTAN son los únicos en el mundo que luchan y defienden la libertad, la democracia, los derechos humanos, etc. Un cuestionamiento: Cuál mismo será el verdadero "revisionismo"? Este último surgido en los Estados Unidos, hace pocos años, impulsado por temor a perder la hegemonía mundial; o, aquel viejo "revisionismo" neonazi forjado por los más fervientes partidarios del nazismo? Sólo dejar sentado, una vez más, que éste blog publica artículos con alto contenido histórico, tratando de separar la política -que sin duda condiciona la historia-. Estos artículos (generalmente traducidos de forma directa de fuentes en otros idiomas) no tienen inclinación política preferente, es historia pura, apegada al rigor de las fuentes historiográficas disponibles y documentación confidencial que va siendo desclasificada, poco a poco, por las potencias mundiales y otros estados inmersos en el conflicto. Por último, un excelente material de apoyo al presente artículo del Dr. Pauwels es justamente a lo que hacemos referencia: Una breve lección de historia para el ‎primer ministro canadiense ‎Justin Trudeau


Artículo original en inglés
Eighty Years Ago… The Hitler-Stalin Pact of August 23, 1939: Myth and Reality
Jacques R. Pauwels 
Global Research
Copyright © Dr. Jacques R. Pauwels , Global Research, 2019

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