AFGANISTÁN-ESTADOS UNIDOS UNA GEOPOLÍTICA MUNDIAL
DEL COMERCIO DE LAS DROGAS.
por: Peter
Dale Scott
Para
Peter Dale Scott son inútiles los lamentos sobre el desarrollo del cultivo de
droga en Afganistán y sobre la epidemia mundial de adicción a la heroína. Lo
importante es sacar conclusiones de los hechos ya comprobados: los talibanes
habían erradicado el cultivo del opio de amapola y la OTAN favoreció su
cultivo, el dinero de la droga corrompió el gobierno afgano de Karzai pero este
dinero se encuentra principalmente en Estados Unidos, cuyas instituciones están
corruptas. Así que la toma de decisión para solucionar este tráfico no está en
Kabul sino en Washington.
A quienes interese leer este tema en inglés, el siguiente enlace:
En
Afganistán, la OTAN trata de eliminar las plantaciones de adormidera
(opio-amapola) que cultivan los opositores y protege las de sus aliados.
El importante artículo de Alfred McCoy publicado
el 30 de marzo de 2010 [1] en el TomDispatch debería haber incitado al Congreso
a movilizarse para emprender una verdadera reevaluación de la aventura militar
totalmente imprudente de Estados Unidos en Afganistán.
La respuesta a la pregunta que plantea el título
de ese artículo –«¿Hay alguien capaz de pacificar el mayor narcoEstado del
mundo?»– salta a la vista en ese mismo artículo. Es un resonante «¡No!»… si no
se modifican fundamentalmente los objetivos y estrategias definidos, tanto en
Washington como en Kabul.
McCoy demuestra claramente que: el Estado afgano
de Hamid Karzai es un narcoEstado corrupto, que obliga a los afganos a pagar
sobornos ascendientes a 2500 millones de dólares al año, cifra equivalente a
la cuarta parte de la economía del país.
La economía afgana es
una narcoeconomía: en 2007, Afganistán produjo 8 200 toneladas de opio, cifra
que representa el 53% del PIB nacional y el 93% del tráfico de heroína a nivel
mundial.
Para enfrentar el problema, las opciones
militares son en el mejor de los casos ineficaces, y en el peor,
contraproducentes. McCoy estima que la mayor esperanza reside en la reconstrucción
de la agricultura afgana para convertir el cultivo de víveres en una
alternativa viable capaz de competir con el cultivo de la adormidera o amapola
del opio, un proceso que puede demorar 10 o 15 años, o incluso más tiempo. (Presentaré
más adelante mi propia argumentación a favor de una solución intermedia: que la
International Narcotics Board conceda a Afganistán una licencia para que ese
país pueda vender su opio de forma legal).
El principal argumento de McCoy es que, cuando
alcanzó su máximo nivel de producción, la cocaína colombiana representaba sólo
alrededor del 3% de la economía nacional y, sin embargo, las FARC y los
escuadrones de la muerte de derecha, ambos ampliamente financiados por la
droga, siguen desarrollándose en ese país. La simple erradicación de la droga,
sin disponer de antemano de un cultivo que la sustituya en la economía afgana,
exigiría la imposición de insoportables presiones a una sociedad rural ya
devastada cuyo único ingreso importante proviene del opio. Para convencerse de
ello basta con recordar la caída de los talibanes en 2001, consecuencia de una
reducción draconiana –implementada por los propios talibanes– de la producción
de droga en Afganistán, que pasó de 4 600 toneladas a sólo 185 toneladas, lo
cual convirtió el país en un cascarón vacío.
A primera vista, los argumentos de McCoy parecen
irrefutables y, en una sociedad racional, deberían dar lugar a un prudente
debate al que seguiría un importante cambio de la política militar de Estados
Unidos. McCoy presentó su estudio con tacto y diplomacia realmente
considerables, para facilitar ese tipo de resultado.
La
responsabilidad histórica de la CIA en el tráfico mundial de droga
Desgraciadamente, numerosos factores hacen poco
probable la adopción inmediata de una solución positiva de ese tipo. Hay muchas
razones que así lo determinan, entre ellas desagradables realidades que McCoy
olvidó o minimizó en su ensayo –sin embargo brillante en otro sentido– y que es
necesario abordar si realmente se trata de adoptar estrategias sensatas en
Afganistán.
La primera realidad es que la creciente
implicación de la CIA y su responsabilidad en el tráfico mundial de droga es un
tema tabú en los círculos políticos, campañas electorales y medios masivos de
difusión. Y quienes han tratado de romper ese silencio, como el periodista Gary
Webb, han visto sus carreras destruidas.
Después de ver como Alfred McCoy se ha implicado
más que nadie en hacer que el público tome conciencia de la responsabilidad de
la CIA en el tráfico de droga dentro de las zonas donde se desarrollan las
guerras estadounidenses, no me agrada tener que afirmar que el propio McCoy
minimiza ese fenómeno en su artículo. Cierto es que escribe que «el opio surgió
como fuerza estratégica en el medio político afgano durante la guerra secreta
de la CIA contra los soviéticos» y que agrega que esa guerra «fue el
catalizador que transformó la frontera pakistano-afgana en la más importante
región productora del mundo».
Sin embargo, en una extraña frase, McCoy sugiere
que la CIA se vio arrastrada de forma pasiva a establecer alianzas vinculadas a
la droga durante los combates contra las fuerzas soviéticas en Afganistán,
desde 1979 hasta 1988, cuando en realidad fue precisamente la CIA la que creó
esas alianzas para combatir a los soviéticos:
En uno de esos accidentes históricos con tintes
de ironía, la frontera sur de la China comunista y de la Unión Soviética
coincidieron con la zona asiática productora de opio, a lo largo de una cadena
montañosa, sintiéndose así la CIA atraída hacia el establecimiento de alianzas
llenas de ambigüedad con los jefes tribales de los altiplanos de esa región.
Gulbudin Hekmatyar
Nunca tal «accidente» en Afganistán, donde los
primeros señores de la droga de importancia internacional –Gulbudin Hekmatyar y
Abu Rasul Sayyaaf– en realidad se vieron proyectados hacia la escena
internacional gracias al masivo e imprudente apoyo de la CIA, en colaboración
con los gobiernos de Pakistán y de Arabia Saudita.
Mientras otras fuerzas locales de resistencia
eran consideradas como fuerzas de segunda clase, estos dos clientes de Pakistán
y de Arabia Saudita, precisamente por no disponer de apoyo a nivel local,
fueron pioneros en el uso del opio y la heroína como medio de conformar sus
fuerzas de combate y de crear un recurso financiero [2].
Los dos se convirtieron,
además, en agentes del extremismo salafista atacando el Islam sufista endógeno
en Afganistán. Los dos acabaron convirtiéndose en agentes de al-Qaeda [3]
Abu Rasul Sayyaaf
Pero no era la primera vez que la CIA se
implicaba en el tráfico de droga. La responsabilidad de la CIA en el papel
dominante que hoy desempeña Afganistán en el tráfico mundial de heroína
reproduce en cierta forma lo que sucedió anteriormente en Birmania, en Laos y
en Tailandia, entre finales de los años 1940 y los años 1970. Esos países
también se convirtieron en importantes actores del tráfico de droga gracias al
apoyo de la CIA (y de los franceses, en el caso de Laos), sin el cual sólo
hubieran llegado a ser actores locales.
Tampoco es posible hablar en ese caso de un
«irónico accidente». El propio McCoy ha demostrado cómo, en todos esos países,
la CIA no sólo toleró sino que apoyó el crecimiento de los fondos de las
fuerzas anticomunistas gracias al financiamiento proveniente de la droga, para
contrarrestar el peligro que representaba una intrusión de la China comunista
en el sudeste de Asia. Desde los años 1940 hasta finales de los años 1970, y al
igual que en el actual Afganistán, el apoyo de la CIA contribuyó a transformar
el Triángulo de Oro en un importante proveedor de opio a nivel mundial.
Durante ese mismo periodo, la CIA reclutó
colaboradores a todo lo largo de las rutas de contrabando del opio clásico,
como hizo en Turquía, Líbano, Francia, Cuba, Honduras y México. Entre esos
colaboradores se encontraban agentes gubernamentales, como Manuel Noriega en
Panamá y Vladimiro Montesinos en Perú, a menudo personalidades experimentadas
pertenecientes a los servicios de policía que contaban con apoyo de la CIA o a
los servicios de inteligencia. Pero también había movimientos insurreccionales,
desde los Contras de Nicaragua en los años 1980 (según Robert Baer y Seymour
Hersh) hasta el Jundallah [4], afiliado a al-Qaeda, que actualmente opera en
Irán y en Baluchistán [5].
Es el
gobierno de Karzai, no los talibanes, quien domina la economía de la droga
afgana
El mejor ejemplo de esa influencia de la CIA
sobre los traficantes de droga se encuentra hoy, indudablemente, en Afganistán,
donde el propio hermano del presidente Karzai, Ahmed Wali Karzai (un activo
colaborador de la CIA) [6], y Abdul Rashid Dostum (un viejo colaborador de la
agencia) aparecen entre los acusados de tráfico de droga [7].
La corrupción vinculada
a la droga en el seno del gobierno afgano debe atribuirse en parte a la
decisión de Estados Unidos y de la CIA de desencadenar la invasión de 2001 con
el apoyo de la Alianza del Norte, movimiento cuya vinculación con la droga era
harto conocida en Washington [8].
Mapa
de la CIA en el que se muestran las rutas del opio afgano destinado a Europa en
1988. Según las informaciones de la CIA, actualizadas en 2008: «La mayor parte
de la heroína proveniente del sudeste de Asia transita por vía terrestre, a
través de Irán y Turquía, hasta llegar a Europa atravesando los Balcanes.» La
realidad es que la droga se envía también a través de los Estados ex
soviéticos, así como de Pakistán y Dubai
De esa manera, Estados Unidos reprodujo
concientemente en Afganistán la situación que ya había creado en Vietnam. También
en Vietnam (al igual que Ahmed Wali Karzai medio siglo más tarde) el hermano
del presidente, Ngo Dinh Nhu, utilizaba la droga para financiar una red privada
que le permitió “arreglar” las elecciones a favor [del presidente] Ngo Dinh
Diem [9].
Thomas H. Johnson, coordinador de estudios de
investigación antropológica en la Naval Postgraduate School, demostró que el
éxito de un programa de contrainsurgencia es improbable cuando ese programa
apoya un gobierno local flagrantemente disfuncional y corrupto [10].
Así que me opongo a McCoy cuando este último, al
igual que los medios masivos de difusión de Estados Unidos, describe la
economía de la droga afgana como dominada por los talibanes (Según los términos
del propio McCoy: «Si los insurgentes toman el control de esta economía ilegal,
como hicieron los talibanes, la tarea se hará entonces casi imposible.»). La
parte correspondiente a los talibanes en el mercado del opio afgano se estima
generalmente entre 90 y 400 millones de dólares. Pero la Oficina de Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC) estima que el total de ingresos
provenientes del comercio del opio y la heroína se sitúa entre los 2 800
millones y los 3 400 millones de dólares [11].
Es evidente que no son los talibanes quienes se
han apoderado de esa economía, mayoritariamente controlada por los partidarios
del gobierno de Karzai. En 2006, un informe del Banco Mundial afirmaba que «al
más alto nivel, 25 o 30 grandes traficantes, la mayoría con bases en el sur de
Afganistán, controlan las transacciones y los envíos más importantes,
trabajando estrechamente con apoyo de personas que ocupan posiciones políticas
y gubernamentales al más alto nivel» [12].
Los medios estadounidenses no se han interesado
en esos hechos, ni tampoco en la influencia que tienen en las estrategias
políticas de su propio país en Afganistán, en materia de guerra y de tráfico de
droga. La administración Obama parece haberse distanciado de los poco juiciosos
programas de erradicación de la época de Bush, que nunca lograron la adhesión
del campesinado afgano. Ha preferido instaurar una política de prohibición
selectiva del tráfico, atacando solamente a los traficantes que ayudan a la
oposición [13].
Queda por demostrar la eficacia de esa política
en lo que a debilitar el talibán se refiere. Lo que sí está claro es que
adoptar como blanco exclusivo a quien representa, en el mejor de los casos, una
décima parte del tráfico total nunca permitirá acabar con la actual posición de
Afganistán como principal narcoEstado. Y tampoco permitirá acabar con la actual
epidemia mundial de consumo de heroína, que comenzó a fines de los años 1980 y
que ya ha dado lugar a la aparición de 5 millones de toxicómanos en Pakistán,
de más de 2 millones de adictos en Rusia, de 800 000 en Estados Unidos y de más
de 15 millones a escala mundial, entre ellos un millón en el propio Afganistán.
La política de prohibición selectiva del gobierno
de Obama ayuda también a explicar su rechazo a tomar en cuenta la solución más
humana y más razonable de la epidemia mundial de heroína afgana. Se trata de la
iniciativa «poppy for medicine» (Opio para la medicina) del International
Council on Security and Development (ICOS, anteriormente conocido como Senlis
Council), que plantea la creación de un programa de otorgamiento de
autorizaciones, lo cual permitiría a los agricultores vender su opio para
garantizar la producción de medicamentos esenciales y altamente solicitados,
como la morfina y la codeína [14].
Esa proposición ha recibido el apoyo del
Parlamento Europeo y del parlamento canadiense, pero fue objeto de severas
críticas en Estados Unidos, principalmente porque pudiera engendrar un aumento
de la producción de opio. Sin embargo, esa proposición sería, a mediano plazo,
una respuesta a la epidemia de heroína que asola Europa y Rusia –situación que
no se resolverá con la alternativa que presenta McCoy de sustituir el opio con
otros cultivos durante los 10 o 15 próximos años, y menos aún con el programa
de eliminación selectiva de proveedores de opio que aplica la administración
Obama.
Una consecuencia que casi nunca se menciona de la
iniciativa «poppy for medicine» sería la reducción de los ingresos provenientes
del tráfico ilícito que permiten mantener el gobierno de Karzai. Es por eso, o
simplemente porque todo lo que se acerca a una legalización de las drogas es
tema tabú en Washington, que la iniciativa «poppy for medicine» tiene pocas
posibilidades de obtener el apoyo de la administración Obama.
La
heroína afgana y la «CIA Connection» a nivel mundial
Hay otro párrafo en el que McCoy, a mi entender
erróneamente, concentra su atención en Afganistán como centro del problema más
bien que en los propios Estados Unidos: En una conferencia sobre la droga,
desarrollada en Kabul este mes, el jefe del servicio federal antinarcóticos de
Rusia estimó el monto actual del cultivo de opio en Afganistán en 65 000
millones de dólares. Solamente 500 millones van a los cultivadores afganos, 300
millones a los talibanes y los 64 000 millones restantes van a la «mafia de la
droga», garantizándole amplios fondos para corromper al gobierno de Karzai
(subraya el autor) en un país cuyo PIB es de sólo 10 000 millones de dólares
[15].
Ese párrafo pasa por alto un hecho
importantísimo: según la ONUDC, sólo entre un 5 y un 6% de esos 65 000 millones
de dólares, o sea entre 2 800 y 3 400 millones, se quedan en Afganistán [16]. Cerca
del 80% de las ganancias provenientes del tráfico de droga proviene de los
países consumidores –en este caso, Rusia, Europa y Estados Unidos. Así que no
se debe creer ni por un instante que el único país que se corrompe con el
tráfico de droga afgana es el país de origen. Donde quiera que el tráfico ha
logrado hacerse importante, incluyendo los países por donde transita, en
realidad ha logrado sobrevivir gracias a la protección, en otras palabras,
gracias a la corrupción.
No existen pruebas de que el dinero de la droga
que han ganado los traficantes aliados de la CIA haya alimentado las cuentas
bancarias de la CIA o las de sus oficiales, pero la CIA ha sacado provecho indirectamente
del tráfico de droga y ha desarrollado con el paso de los años una estrecha
relación con ese ilegal comercio. La guerra secreta de la CIA en Laos fue un
caso extremo. Durante ese conflicto, la CIA hizo la guerra utilizando como
principales aliados al Ejército Real laosiano del general Ouane Rattikone y el
Ejército Hmong del general Vang Pao, ambos financiados en gran parte por la
droga. La masiva operación de la CIA en Afganistán correspondiente a los años
1980 fue otro ejemplo de guerra parcialmente financiada por la droga [17].
Una
protección para los traficantes de droga en Estados Unidos
No es por lo tanto sorprendente que, a través de
los años, los gobiernos de Estados Unidos, siguiendo el camino trazado por la
CIA, hayan protegido a traficantes de droga contra los procedimientos
judiciales en los propios Estados Unidos. Por ejemplo, tanto la CIA como el FBI
intervinieron en 1981 contra la inculpación (por robo de autos) del
narcotraficante mexicano y zar del espionaje Miguel Nazar Haro, afirmando que
Nazar era «un contacto esencial, repito, un contacto esencial para la oficina
de la CIA en México», en cuestiones de «terrorismo, inteligencia y
contrainteligencia» [18]. Cuando el fiscal general asociado Lowell Jensen se
negó a tramitar la inculpación de Nazar, el fiscal de San Diego, William
Kennedy, denunció públicamente el caso… por lo cual fue rápidamente despedido
[19].
Un ejemplo reciente y espectacular de implicación
de la CIA en el tráfico de droga fue el caso del general Ramón Guillén Dávila,
colaborador venezolano de la CIA, caso que explico en mi libro, aún por
publicar, Fueling America’s War Machine [20]:
El general Ramón Guillén Dávila, jefe de la
unidad antidroga creada por la CIA en Venezuela, fue inculpado en Miami de
haber introducido una tonelada de cocaína en Estados Unidos. Según elNew York
Times, «la CIA, a pesar de la objeción de la Drug Enforcement Administration,
aprobó el envío de al menos una tonelada de cocaína pura hacia el aeropuerto
internacional de Miami como medio de obtener información sobre los cárteles
colombianos de la droga». La revista Time reportó que un solo cargamento
representaba 450 kilos y estuvo precedido de otros «por un total cercano a una
tonelada» [21].
Mike Wallace confirmó que «la operación secreta
de la CIA y de la Guardia Nacional reunió rápidamente esa cocaína, más de
tonelada y media, que fue introducida clandestinamente de Colombia hacia
Venezuela» [22]. Según el Wall Street Journal, la cantidad de droga que el
general Guillén introdujo clandestinamente ascendería a más de 22 toneladas
[23].
Pero Estados Unidos nunca ha solicitado a
Venezuela la extradición de Guillén para someterlo a juicio. Y en 2007, cuando
Guillén fue arrestado en Venezuela por conspirar para asesinar al presidente
Hugo Chávez, su inculpación seguía traspapelada en alguna oficina de Miami
[24]. Mientras tanto, el agente de la CIA Mark McFarlin, a quien Bonner, el
jefe de la DEA, también deseaba inculpar, tampoco lo fue y sólo tuvo que
dimitir [25].
En resumen, nada sucedió a los principales
actores de este caso, que probablemente se conoció en los medios únicamente
debido a las protestas que generaron en aquel entonces los artículos de Gary
Webb publicados en el diario San Jose Mercurysobre la CIA, los Contras
nicaragüenses y la cocaína.
Los
bancos y el lavado del dinero de la droga
Otras instituciones tienen un interés directo en
el tráfico de droga, como los grandes bancos que efectúan préstamos a países
como Colombia y México sabiendo perfectamente que el flujo de droga ayudará a
garantizar el pago de esos préstamos. Varios de nuestros mayores bancos, como
el City Group, el Bank of New York y el Bank of Boston, han sido identificados
como participantes en el lavado de dinero, pero nunca han sido penalizados de
forma lo suficientemente fuerte como para obligarlos a modificar su
comportamiento [26]. En resumen, en la implicación de Estados Unidos en el
tráfico de droga se conjugan la CIA, importantes intereses financieros e
intereses criminales de ese mismo país y del extranjero.
Antonio Maria Costa, jefe de la ONUDC, ha
declarado que «el dinero de la droga, que representa miles de millones de
dólares, ha permitido al sistema financiero mantenerse en el punto culminante
de la crisis financiera». Según el Observer de Londres, Costa declaró haber
visto pruebas de que los ingresos del crimen organizado eran «el único capital
de inversión líquido» disponible en ciertos bancos en el momento del crac del
año pasado. Afirmó que el sistema económico absorbió la mayoría de los 352 000
millones de dólares de ganancias vinculadas a la droga. Costa declaró que
agencias de inteligencia y fiscales le presentaron, hace alrededor de 18 meses,
las pruebas que demuestran que el sistema financiero absorbió el dinero ilegal.
«En muchos casos, el dinero de la droga era el único capital de inversión
líquido. Durante la segunda mitad de 2008, la [falta de] liquidez era el
principal problema del sistema bancario, así que el capital líquido se
convirtió en un factor importante», dijo Costa [27].
Un perturbador ejemplo de la importancia de la
droga en Washington reside en la influencia que ejerció durante los años 1980
el Bank of Credit and Commerce International, gracias a su práctica de lavado
del dinero de la droga. Como explico en mi libro, entre los altos funcionarios
beneficiarios de la generosidad del BCCI, de sus propietarios y sus afiliados,
encontramos a James Baker, secretario del Tesoro en la administración Reagan,
quien se negó a investigar al BCCI [28]; al senador demócrata Joe Biden y al
senador republicano Orrin Hatch así como a varios miembros importantes del
Comité Judicial del Senado, que también se negó a investigar al BCCI [29].
Finalmente, no fue el gobierno de Estados Unidos
quien actuó primero en aras de poner fin a las actividades bancarias del BCCI y
de sus filiales ilegales en Estados Unidos sino dos personas en particular: el
abogado Jack Blum, de Washington, y el fiscal de Manhattan Robert Morgenthau
[30].
Conclusión:
la causa del problema mundial en que se ha convertido la droga no está en Kabul
sino en Washington
Puedo entender por qué McCoy, en su deseo de
cambiar una política condenada al fracaso, toma más precauciones que yo cuando
denuncio hasta qué punto el omnipresente tráfico de droga corrompe ciertas
instituciones estadounidenses poderosas –el gobierno, los órganos de
inteligencia y las finanzas– y no sólo al gobierno de Karzai. Pero creo que su
enfoque, tan lleno de tacto, va a terminar siendo contraproducente. La fuente
principal del problema mundial en que se ha convertido la droga no está en
Kabul sino en Washington. Poner fin a ese escándalo exigirá que se divulguen
hechos que McCoy no quiere abordar en su artículo.
En su magistral obra, The Politics of Heroin
[31], McCoy habla de la historia de Greg Musto, experto en drogas de la Casa
Blanca bajo la administración Carter. En 1980, Musto dijo en el Strategy
Council on Drug Abuse de la Casa Blanca que «íbamos a Afganistán con el fin de
apoyar a los cultivadores de opio en su rebelión contra la Unión Soviética. ¿No
pudiéramos evitar hacer lo que ya hicimos en Laos?» [32].
Cuando la CIA le negó el acceso a datos que la
ley le daba derecho a consultar, Musto expresó públicamente su inquietud, en
mayo de 1980, señalando en un editorial del New York Timesque la heroína
proveniente de la llamada Media Luna de Oro ya estaba causando (por vez
primera) una crisis médica en Nueva York. Y advirtió, anticipadamente, que «esa
crisis está llamada a empeorar» [33].
Musto esperaba contribuir a lograr un cambio de política
exponiendo públicamente el problema y lanzando una fuerte advertencia de que la
aventura financiada por la droga en Afganistán podía resultar desastrosa. [34]
Pero sus sabias palabras fueron inútiles ante la implacable determinación de lo
que yo llamo la máquina estadounidense de guerra en el seno de nuestro gobierno
y de nuestra economía política. Temo que el mensaje de sensatez de McCoy, por
ser amable precisamente allí donde la amabilidad no tiene cabida, sufra hoy el
mismo destino.
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Lecturas en inglés sobre este mismo tema:
- Alfred
W. McCoy, Can Anyone Pacify the World’s Number One Narco-State? The Opium Wars
in Afghanistan
- Peter
Dale Scott, America’s Afghanistan: The National Security and a Heroin-Ravaged
State
- Peter
Dale Scott, Martial Law, the Financial Bailout, and the Afghan and Iraq Wars
- Jeremy
Kuzmarov, American Police Training and Political Violence: From the Philippines
Conquest to the Killing Fields of Afghanistan and Iraq
- MK
Bhadrakumar, Afghanistan, Iran and US-Russian Conflict Peter Van Agtmael, All
You Need is Heroin: U.S. Troops in Their Own Hand.
Lecturas en francés disponibles en nuestra
biblioteca:
Dépêches sur la géopolitique
des drogues (1993-1996) (boletines acerca de la geopolítica de las drogas).
[1] «Can Anyone Pacify the
World’s Number One Narco-State? The Opium Wars in Afghanistan», por Alfred W. McCoy
[2] Finalmente, Estados Unidos y sus aliados concedieron a Hekmatyar, quien
fue por un algún tiempo el mayor traficante de droga del mundo, más de mil millones
de dólares en armas, más de lo que ningún otro cliente de la CIA ha recibido
nunca, ni antes ni después.
[3] Peter Dale Scott, The
Road to 9/11, p.74-75 (publicado en francés con el título La Route vers le Nouveau
Désordre Mondial [En español, El Camino hacia el
Nuevo Desorden Mundial] (Demi-Lune, Paris, 2010): Khalid Sheikh
Mohammed, a quien la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre considera
el verdadero autor del complot del 11/9, comenzó a concebir el plan cuando
estaba en contacto con Abdul Sayyaf, un dirigente con quien Osama ben Laden no
estaba aún en buenos términos. [9/11 Commission Report, p.145-50]. En aquel
momento, varios de los hombres condenados por el atentado de 1993 contra el
World Trade Center y por la «jornada de terror» de 1995 en Nueva York se habían
entrenado o habían combatido con Gulbudin Hekmatyar, o habían recogido dinero
para él. [Tim Weiner, “Blowback from the Afghan
Battlefield”, New York Times,
13 de marzo de 1994].
[4] «Le Jundallah revendique des actions
armées aux côtés des Moudjahidin du Peuple», Réseau Voltaire, 13 de junio de 2009.
[5] Seymour Hersh, New
Yorker, 7 de julio de 2008.
[6] «Encargan a Hamed Wali Karzai de
negociar con los talibanes», Red Voltaire,
14 de mayo de 2010.
[7] New
York Times, 27 de octubre de 2009.
[8] Steve Coll, Ghost
Wars: The Secret History of the CIA, Afghanistan, and Bin Laden, from the
Soviet Invasion to September 10, 2001, (Penguin Press, New York, 2004),
p.536. Según Ahmed Rashid, al principio de la
ofensiva estadounidense de 2001, “El Pentágono disponía de una lista de al
menos 25 laboratorios de drogas y almacenes en Afganistán, pero se negaron a
bombardearlos porque algunos pertenecían a los nuevos aliados de la CIA
miembros de la NA [Northern Alliance / la Alianza del Norte]”, (Ahmed Rashid, Descent into Chaos: The United
States and the Failure of Nation Building in Pakistan, Afghanistan, and Central
Asia, [Viking, New York, 2008], p.320).
[9] Stanley Karnow, Vietnam:
A History (Penguin, New York,
1997), p.239. Cf.New York Times, 28 de octubre de 2009.
[10] Thomas H. Johnson & M. Chris Mason, “Refighting
the Last War: Afghanistan and the Vietnam Template”, Military Review,
noviembre-diciembre de 2009, p.1.
[11] El lector atento a los detalles observará seguramente que ni siquiera 3
400 millones de USD llegan a representar el 53% de los 10 000 millones
estimados en el párrafo anterior como PIB de Afganistán. Esos estimados,
provenientes de diversas fuentes, no son muy precisos y no pueden arrojar, por
lo tanto, un resultado matemáticamente perfecto. En todo caso, se trata del
valor de las drogas en Afganistán, calculado a grandes rasgos, y no del valor
que puede alcanzar su venta al detalle en los países consumidores.
[12] Afghanistan: Drug
Industry and Counter-Narcotics Policy.
[13] En 2007, el Daily Mail de Londres reportó que «los cuatro
principales actores del tráfico de heroína eran todos miembros importantes del
gobierno afgano» [[London Daily Mail. 21 de julio de 2007. En diciembre de 2009,
Harper’s publicó una larga investigación sobre el coronel Abdul Razik, “el amo
de Spin Boldak”, traficante de droga y aliado de Karzai. El ascenso de Razik
fue “estimulado por un círculo de oficiales corruptos en Kabul y Kandahar, y
también porque a los comandantes de la OTAN, desplegados en un territorio
demasiado grande, les pareció útil el control que ejercía [Razik] sobre una
ciudad fronteriza esencial para su guerra contra los talibanes”, (Matthieu
Aikins, “The Master of Spin Boldak”, Harper’s Magazine,
diciembre de 2009).
[14] James Risen, “U.S. to Hunt Down Afghan Lords Tied to Taliban”, New York Times, 10 de agosto de
2009: “El comando militar de Estados Unidos dijo al Congreso que… sólo los
[traficantes de droga] que ayudan a los insurgentes deberán ser considerados
como blanco.”
[15] Corey Flintoff, “Combating
Afghanistan’s Opium Problem Through Legalization”, NPR,
22 de diciembre de 2005.
[16] Ante otros auditorios, los responsables rusos de la lucha antidrogas se
han referido explícitamente a la OTAN. Ver «Cultivo de la planta del opio:
denuncia Rusia la responsabilidad de la OTAN», Red Voltaire, 3 de marzo de 2010. Extraoficialmente, los responsables
rusos cercanos a Putin han mencionado también un soborno de 1 000 millones de
dólares que la OTAN paga cada año, con el dinero de la droga, al presidente
ruso Medvedev a cambio de un derecho de paso de los soldados estadounidenses a
través del territorio ruso. Nota de la Redacción.
[17] Ver: CBS News, 1º de abril de 2010.
[18] Ver el libro de Peter Dale Scott, «La Route vers le Nouveau Désordre
Mondial». NdT.
[19] Varios cables de Gordon McGinley, agregado legal del FBI en la capital de
México, enviados al Departamento de Justicia, ver Scott & Marshall,Cocaine
Politics, p.36.
[20] Scott, Deep Politics,
p.105; citación del San Diego Union, 26 de marzo de 1982.
[21] Fueling America’s War
Machine: Deep Politics and the CIA’s Global Drug Connection, (publicación
anunciada para el otoño de 2010 en Rowman & Littlefield).
[22] Time, 29 de
noviembre de 1993: “Los envíos continuaron de todas formas, hasta que Guillén
trató de enviar 3 373 libras de cocaína de una sola vez. La DEA, (Drug
Enforcement Agency), vigilante, lo detuvo [el cargamento] y lo confiscó.” Cf. New York Times, 23 de noviembre
de 1996 (“one ton”).
[23] CBS News Transcripts, 60
Minutes, 21 de noviembre de 1993.
[24] Wall Street Journal,
22 de noviembre de 1996. Yo sospecho que la CIA aprobó la importación no tanto
“como medio de reunir información” como para redistribuir el mercado del
tráfico global de cocaína, en su país de origen, Colombia. Durante los años
1990, la CIA y el JSOC estuvieron implicados en la eliminación del barón
colombiano de la droga Pablo Escobar, lo cual fue posible gracias a la ayuda
del Cártel de Cali y de los escuadrones de la muerte terroristas de la UAC de
Carlos Castaño. Peter Dale Scott, Drugs, Oil, and War, p.86-88.
[25] Chris Carlson, “Is The CIA Trying to
Kill Venezuela’s Hugo Chávez?”Global Research, 19 de abril de 2007.
[26] Douglas Valentine, The
Strength of the Pack : The People, Politics and Espionage Intrigues that Shaped
the DEA (TrineDay,
Springfield, 2009), 400 ; Time, 23 de noviembre de 1993. McFarlin había colaborado con fuerzas antiguerrilla en Salvador durante los
años 1980. Jim Campbell, jefe de la estación de la CIA en Venezuela.
[27] El Bank of Boston blanqueó por lo menos 2 millones de dólares para el
traficante Gennaro Angiulo, por lo cual fue incluso condenado a pagar una multa
de 500 000 dólares, (New York Times, 22 de febrero de Février 1985;
Eduardo Varela-Cid, Hidden
Fortunes : Drug Money, Cartels and the Elite Banks [El Cid Editor, Sunny Isles Beach,
1999]). Cf. Asad Ismi, “The Canadian Connection:
Drugs, Money Laundering and Canadian Banks”, Asadismi.ws: “el 91% de los 197 000 millones de dólares que se invierten
en cocaína en Estados Unidos se queda en ese país, y los bancos estadounidenses
blanquean 100 000 millones de dólares provenientes de la droga cada año. Entre
los bancos conocidos por ese tipo de prácticas se encuentran el Bank of Boston,
el Republic National Bank of New York, el Landmark First National Bank, el
Great American Bank, el People’s Liberty Bank and Trust Co. of Kentucky, y el
Riggs National Bank of Washington. El Citibank ayudó a Raúl Salinas (el hermano
del ex presidente de México Carlos Salinas) a sacar de México varios millones
de dólares destinados a varias cuentas secretas abiertas en Suiza bajo
identidades falsas.”
[28] Rajeev Syal, “Drug money saved banks
in global crisis, claims UN advisor”, Observer, 13 de
diciembre de 2009.
[29] Jonathan Beaty & S.C. Gwynne, The Outlaw Bank: A Wild Ride into
the Secret Heart of BCCI, (Random House, New York, 1993), p.357.
[30] Peter Truell & Larry Gurwin, False Profits: The Inside Story of
BCCI, the World’s Most Corrupt Financial Empire, (Houghton Mifflin, Boston,
1992), p.373-77.
[31] Truell & Gurwin, False Profits, p.449.
[32] Disponible en francés con el título La
politique de l’heroine. L’implantation de la CIA dans le trafic des drogues [Editions du Lézard, 1998].
[33] Alfred W. McCoy, The
Politics of Heroin (Lawrence
Hill Books/ Chicago Review
Press, Chicago, 2003), p.461, donde cita una entrevista con el Dr. David
Musto.
[34] David Musto, New York Times, 22 de mayo de
1980; citado en McCoy,Politics of Heroin, p.462.