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25 enero 2016

Turquía en su laberinto



Jofré Pablo Leal
HISPANO TV


Las elecciones de junio del 2015, que hicieron tambalear la hegemonía política del AKP, forzaron a la dupla de Recep Tayyip Erdogan como presidente y Ahmed Davutoglu como primer ministro, ante la imposibilidad de formar gobierno, llamar a elecciones anticipadas celebradas el 1 de noviembre del 2015.

OBJETIVO: DESESTABILIZAR TURQUÍA

Eso implicó dar pié al plan destinado a intensificar las acciones represivas contra la disidencia interna, la oposición kurda e involucrarse con mayor intensidad en la guerra de agresión contra Siria e Irak, apoyando a los grupos terroristas takfirí e incluso enviando tropas regulares con el objetivo de favorecer las posiciones del Partido gobernante y favorecerlos electoralmente. Las elecciones anticipadas del 1 de noviembre del 2015 y la recuperación de la mayoría parlamentaria – tras la debacle electoral del AKP de las elecciones de junio del 2015 -  mostraron que la estrategia de Shock de Erdogan-Davutoglu, de generar un estado de alarma y temor en la población turca, que les permitiera recuperar la mayoría parlamentaria necesaria para llevar a cabo la idea del Neo – Otomanismo, funcionó a la perfección.

La intensificación de conflictos se dio en el marco de un gobierno  fuertemente cuestionado, tras sus magros resultados en los comicios del 7 de junio del 2015. Esto porque su estructura política, el Partido Oficialista de Justicia y Desarrollo, sólo obtuvo un 40% de los votos. La aspiración de Erdogan y los suyos era superar la berrera del 52% de los votos y alcanzar así 330 diputados – sólo obtuvo 258 – con el objetivo de reformar la Constitución, que establece un sistema predominantemente parlamentario, impidiéndole convocar un referéndum, que otorgara al ejecutivo poderes más amplios.

La caída en el apoyo al AKP, signado en 9 puntos porcentuales tenían un claro responsable: el voto de protesta de una clase media turca, principalmente urbana, que rechazó la línea autoritaria que tomó el gobierno de Erdogan. Como también el impugnar  la política antikurda y la oposición a la política de injerencia turca en el auge del terrorismo de Daesh tanto en Siria como en Irak, que han llevado hasta las puertas turcas a elementos takfirí que pueden desestabilizar la frágil democracia turca. Los errores de Erdogan y su partido fueron capitalizados por el nacionalismo kurdo, aupado por los éxitos de sus hermanos kurdos-iraquíes en la lucha contra Daesh en el norte iraquí y la propia lucha de los kurdos-sirios.

Agreguemos un escenario regional fuertemente tensionado por la irrupción rusa en defensa del gobierno Sirio contra el extremismo takfirí – que ha significado una serie de protestas de Ankara acusando a Moscú de interferir en la política regional e incluso el derribo de un avión de combate ruso, que ejecutaba acciones de combate en territorio sirio , lo que generó un impasse y el debilitamiento de las relaciones entre Ankara y Moscú. Cada acción de este tipo, iba inflando el espíritu nacionalista turco y abriendo las posibilidades para consolidar a un régimen que supo sobreponerse a la derrota de junio del 2015 y alcanzar cifras de apoyo impensables en los análisis políticos previos.


¿ATENTADOS DE BANDERA FALSA? (1)

El objetivo político de alcanzar el triunfo en noviembre del 2015 fue planeado hasta el último detalle e implicó la coordinación entre la elite gobernante, las Fuerzas Armadas, gran parte de los medios de comunicación y el aval político y diplomático de los aliados externos de Erdogan. Un propósito, que en cinco meses de puesta en práctica cambió la orientación esperanzadora de un posible cambio en Turquía, para volver al redil de un régimen autoritario. Un triunfo del AKP con enormes costos sociales, entre ellos una serie de atentados, que significó ofrendar la vida de cientos de seres humanos y avanzar en la teoría que en verdad nos encontramos al tipo de operaciones de Bandera Falsa. Ejemplificado con el atentado terrorista del sábado 10 de octubre del año 2015.

Ese día, en la ciudad de Ankara, previo a una manifestación pacífica  denominada “Marcha Por la Paz, la Democracia y el Trabajo” convocada por partidos, sindicatos y colegios profesionales de oposición al gobierno, una doble explosión sacudió los alrededores de la Estación Central de Ferrocarriles de la capital Turca. La cifra de afectados mostró la magnitud del crimen: 128 muertos y tres centenares de heridos. El atentado más sangriento de los últimos años en este país. El acto había sido organizado por la oposición de izquierda al gobierno turco, con un claro mensaje: detener los combates entre las fuerzas de seguridad turcas y el PKK, así como también exigir el cese de las políticas autoritarias del gobierno dirigido por el Partido de la Justicia y el Desarrollo – AKP – dirigido a crear un ambiente que le fuera propicio frente a las elecciones legislativas que se celebrarían tres semanas más tarde.

Parte de la estrategia política de Erdogan-Davutoglu ha sido menospreciar el papel de la oposición prokurda, mostrando al Partido Democrático del Pueblo – HDK – con representación parlamentaria  y al Partido de los Trabajadores del Kurdistán – PKK – como partes de un todo, dedicados a ejercer el terror contra la sociedad turca. A unos se les somete a través de atentados a sus marchas, el encarcelamiento de sus dirigentes, el cierre de publicaciones opositoras y a los otros se les combate a través de operaciones militares terrestres y aéreas, tanto en territorio turco, como también violando la soberanía de países vecinos como Siria e Irak. El objetivo del AKP en este revuelto mar de combates, es debilitar a los Kurdos en cualquiera de sus posiciones. Desde la ruptura, el pasado mes de julio del año 2015 hasta a la fecha, de un alto el fuego entre la guerrilla kurda del PKK y el ejército turco, 700 milicianos han muerto en las operaciones y bombardeos del Ejército turco.

Se suma al incremento de la lucha contra las Fuerzas del PKK, acciones más temerarias como fue el derribo del avión ruso Sujoi SU 24 en territorio sirio y que significó el enfriamiento de las relaciones entre Moscú y Ankara. Añádase a ello la represión a medios de comunicación,  que han denunciado, no sólo la participación del hijo de Erdogan en el robo, distribución y venta de Petróleo de Siria e Irán en una sociedad con Daesh y el Frente Al-Nusra, sino también la implicancia de los servicios de Inteligencia turco el apoyo logístico a las bandas terroristas takfirí, que han mostrado la verdadera cara de la participación de Ankara en el aparente combate a los movimientos terroristas.

Sostengo, que el análisis fino de los hechos del año 2015 en Suruc y Ankara, como también  el acto terrorista llevado a cabo en el corazón de Estambul el día 12 de enero del 2016 y la explosión, dos días después, en un cuartel policial en la localidad de Diyarbakir – en el sur este turco con predominio Kurdo - conlleva la sospecha de encontrarnos ante operaciones de Bandera Falsa, digitada por los servicios secretos turcos, por orientación de la clase gobernante y la casta militar turca, destinada a generar un ambiente represivo que permita, decretar un Estado de Emergencia, intensificar las acciones militares contra las fuerzas Kurdas del PKK, cerrar la frontera turca bajo la supuesta amenaza de la presencia de Daesh y rusa en su frontera sur.

Esto, claramente con la idea de consolidar un escenario político favorable a las posiciones autoritarias del AKP, que les permita desechar el peligro de una oposición y medios de comunicación que paralicen, veten o critiquen los proyectos políticos del oficialismo, tanto en lo interno como en lo externo y consoliden este proyecto de Neo Otomanismo destinado a consolidar la estrategia de la profundidad estratégica turca.

Operaciones de Bandera Falsa  diseñadas por las fuerzas ocultas del Estado turco para hacerlas parecer como si ellas fuesen llevadas a cabo por miembros del PKK,  de tal forma de desacreditar  los movimientos sociales opositores al oficialismo y justificar la política de represión que se va a generar contra ellos. Acusar al PKK ¿en una marcha precisamente de miembros del HDP que es el partido pro kurdo que obtuvo notable éxito en las elecciones parlamentarias de junio del 2015? – o acusar a Daesh cuando desde su aparición dicho grupo no había efectuado acto alguno contra intereses turcos y más aún, se conoce el trabajo de apoyo de los servicios de inteligencia turca a este grupo terrorista.




Turquía no está dispuesta a eliminar el grupo terrorista EIIL (Daesh), pues esta banda se ha convertido en punta de lanza de los intereses políticos y económicos de Ankara en la zona. Seguir apoyando el terror takfirí, tanto en Siria como en Irak, fortalecerán su papel regional.

DOBLE IDENTIDAD

Turquía, desde su nacimiento como Estado Moderno, tras el fin del Imperio Otomano, ha transitado por una contradicción interna, que se asimila a un personaje con doble personalidad, al estilo del clásico texto de Robert Louis Stevenson “El Extraño caso del Dr. Jekyll and Mr Hyde” donde se presenta, al menos desde el discurso, una Turquía moderna, decidida a enfrentar los retos del futuro e implicarse de lleno en las soluciones de su región. Pero, al mismo tiempo, desarrolla una política de agresión contra sus vecinos, bajo los dictados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN - alianza con grupos terroristas y fuerte represión a la oposición política y a pueblos como el kurdo, que representa el 20% de su población.

Una identidad que ansia pertenecer al Club Europeo, aún si ello significa cumplir las tareas más denigrantes en el concierto de ese conglomerado de países, como es cumplir con el acuerdo migratorio que establece la obligación de servir de tapón a los afanes migratorios de millones de personas, que ansían buscar refugio en la fortaleza europea. Pero, ese objetivo paneuropeista choca con su realidad histórica y geográfica, que lo sitúa en Oriente Medio y que lo hace participar en forma activa de los conflictos que sacuden a esta región.

Desde el año 2002 a la fecha, el Partido de la Justicia y el Desarrollo – AKP por sus siglas en turco -  sobre todo en la última década, mediante el trabajo de la dupla conformada por Erdogan y Ahmed Davutoglu ha consolidado un nuevo paradigma que busca el reemplazo del kemalismo. Ese paradigma, denominado en el análisis político como Neo Otomanismo, tiene como objetivo fundamental, instaurar una zona de estabilidad, de control y dominio que concrete las pretensiones de expansión del régimen turco, cuyas víctimas principales son sirios e iraquíes, en una región convertida en un campo de batalla más amplio que el existente a inicios del gobierno del AKP.

Hoy, todo el escenario del Levante Mediterráneo es área de operaciones turcas: ya sea a través de la Coalición internacional liderada por Estados Unidos, en el combate a las fuerzas del PKK en Siria e Irak y el apoyo de las bandas terroristas takfirí. Escenario que se amplía con la decisión turca de tener presencia en el Cuerno africano, para brindar asistencia militar a Somalia, instalando allí una Base Militar haciendo realidad las palabras de Davutoglu y el Neo otomanismo “Nuestra política exterior ya no sólo se concentra en un único asunto, sino que es de amplio alcance…no permaneceremos obsesivamente pendiente de lo que la UE decida”. Globalidad explicitada por el propio Ahmed Davutoglu y asumida enteramente por Erdogan, convencido de este papel “mesiánico” que habría sido conferido a Turquía como heredero del Imperio Otomano a principios del año 2010, cuando el actual Primer Ministro ocupaba el cargo de Canciller generando la Doctrina Davutoglu para el manejo de las relaciones exteriores turcas.  En lo esencial, dicha escuela geopolítica puede sintetizarse y me ciño en esto a un artículo publicado por este cronista en Hispantv el pasado mes de noviembre, en los siguientes puntos:

Erdogan reconoció en Davutoglu el teórico que le faltaba en su equipo de trabajo, seducido por un concepto que sintetizaba su visión imperial y las necesidades de buscar el lugar de Turquía en el mundo: la concepción política de Davutoglu denominado "profundidad estratégica", que implica ahondar las relaciones internacionales turcas con prioridades establecidas y necesarias de medir: diplomáticas, económicas de cooperación y militares. Profundidad estratégica en el plano inmediato, con sus vecinos de países árabes y musulmanes tanto de Oriente Medio como de Asia Central, como también aquellos países balcánicos y los situados en el Cáucaso Sur.

Más allá de la teoría sobre Kemalismo y Neo Otomanismo, sobre paneuropeísmo o la necesidad de acercarse a Oriente Medio, el escenario político turco se ha visto sacudido por nuevos atentados, que se suman al de Julio del año 2015 en Suruc con 35 muertos y el de octubre del año 2015 en Ankara, ambos atribuidos a células terroristas de Daesh. Hablo del atentado en Estambul del 12 de enero del 2016 donde murieron 15 turistas – entre ellos 10 alemanes - en la Plaza Sultán Ahmet cercano a la emblemática Basílica de Santa Sofía y la Mezquita Azul, afectando una de las fuentes de ingresos más importantes del país. Dos días después terroristas atacaron una Comisaría en la ciudad de Cinar, en la provincia de Diyarbakir - zona de mayoría kurda – donde murieron 6 personas y 40 heridos.

A la hora del análisis frío de estas masacres, cuando las condenas y condolencias del mundo se dejan sentir surge la interrogante  ¿A quién beneficia estos atentados? Esto, porque los sospechosos perfectamente pueden ser culpables, pero también chivos expiatorios del trabajo de organismos de inteligencia como es el caso del MIT turco, en el marco de posibles acciones de Bandera Falsa, destinadas a crear un sentimiento de inseguridad frente a un enemigo real o imaginario, fortaleciendo las posiciones políticas del gobierno.

Planteo esta hipótesis considerando: primero, las elecciones parlamentarias de junio del año 2015, que obligaron al gobierno revertir el fracaso y cambiar el escenario político para las elecciones del 1 de noviembre del 2015. Ello nos mostró un gobierno desesperado por mostrar a la sociedad turca, que Erdogan y Davutoglu son la única dupla que puede garantizar la paz y la estabilidad en una región con fuerte presencia terrorista. Para el núcleo dirigente turco y la decisión es convencer a la sociedad de ello, sólo el AKP y las Fuerzas Armadas Turcas pueden otorgar seguridad interna y externa.

En segundo lugar, para el oficialismo, la seguridad de Turquía sólo es posible concretarla en función de su inserción en el bloque occidental, lo que implica combatir a todo aquello que ese bloque considera sus enemigos: Siria, Irán, la presencia rusa en el Levante, las milicias del PKK. Por tanto, acusar a los kurdos y a Daesh pone en un mismo saco a entidades distintas, pero presentadas como un peligro a la seguridad nacional turca.

Para la oposición turca los atentados en  Turquía son consecuencia de las políticas “fallidas” exteriores del Gobierno de Erdogan en Oriente Medio. Según el Partido Republicano del Pueblo - CHP - “el ataque en Estambul y las nuevas amenazas del terrorismo son el resultado de las políticas erróneas que ha adoptado Ankara en la región. Para Idris Baluken del Partido Democrático de los pueblos – HDP – “la política exterior turca, basada en intereses mezquinos y efímeros han convertido el país en una gran ciénaga en Oriente Medio. Los extremistas takfiríes de EIIL  - Daesh, en árabe - cruzan fácilmente las fronteras turcas hacia Siria, además reciben apoyo logístico y armas del Gobierno turco”.

Para Erkan Arcay del MHP “a diferencia del viceprimer ministro Numan Kurtulmis, quien dice que no hay fallas de seguridad frente al tema de los atentados, nosotros sí creemos que existen. El gobierno actúa como un niño que no asume sus responsabilidades lo que demuestra que estamos siendo gobernados muy mal”. Los partidos opositores turcos han señalado, después de los últimos ataques terroristas, que estos actos ponen también de relieve que la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía  - MIT, por sus siglas en turco - no ha cumplido a cabalidad con sus deberes. Y se requiere una revisión de su trabajo, como también de sus procedimientos y relaciones.

Las acusaciones o la línea investigativa de la dupla Erdogan-Davutoglu es un volador de luces descabellada y carece de toda lógica en el actual escenario turco y regional. Si así fuera, si efectivamente los culpables están en las filas del PKK o de Daesh estamos entonces constatando el rotundo fracaso tanto de las fuerzas de inteligencia turcas, como también de todo el conglomerado político, militar de servicios secretos y otros que pululan en esa zona, léase: la CIA estadounidense, el Mossad israelí, el MI6 inglés, generando operaciones de desestabilización de los gobiernos de Siria, Irak y el cerco a Irán.

En esa red de intereses, cruce de labores de espionaje y actos destinados a concretar las políticas hegemónicas de occidente, resulta claramente imposible pensar que se puedan ejecutar actos terroristas como los del 2015 en Suruc y Ankara o los del 2016 en Estambul y Diyarbakir, sin que esos organismos hayan tenido noticias. Los culpables no están fuera de Turquía, hay que leer palimpsestos, hundir las narices en el mal olor que sale de las filas del gobierno turco insertos en un laberinto del cual difícilmente saldrán indemnes. 



Jofré Pablo Leal
HISPANTV


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* Pablo Jofré Leal.- Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales.

Artículo originalmente publicado en dos partes en Hispano TV


NOTAS:
1. Las operaciones denominadas de Bandera falsa son actividades, maniobras o acciones diseñadas y llevadas a cabo por gobiernos con ayuda de aparatos de inteligencia o elementos instrumentales, con el fin de parecer que fueron llevadas a cabo por enemigos. Dentro de las más conocidas encontramos el hundimiento del acorazado Maine en Cuba que permitió la entrada de Estados Unidos en la Guerra contra España.  La Operación Himmler para atacar Polonia por parte del Nazismo. La Operación Ajax en Irán a cargo de la CIA.
2. La Postguerra fría dictó nuevas pautas para los actores internacionales y Turquía, en ese escenario debe adaptarse sí o sí con énfasis en mantener su alianza con la OTAN pero también dirigiendo su mirada hacia Oriente Medio –
3. Turquía debe mantenerse equidistante de los distintos ejes de poder que se mueven en Oriente Medio y construir su propio eje y radio de influencia
4. Las crisis regionales no son una amenaza, sino que potencialidades para mostrar el poderío turco, que debe abarcar lo “político” pero también el “poderío militar”. 

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