Esta fotografía fue tomada en Vietnam del Sur en 1962, un avión rocía el defoliante
conocido como ‘Agente Naranja’. Desde 1962 hasta 1971, los militares
estadounidenses arrojaron aproximadamente 20 millones de galones de herbicidas sobre
Vietnam.
Breve nota de introducción:
Este documento
histórico es a manera de continuación de nuestra entrega anterior sobre el cómo EEUU están ganando la guerra de Vietnam en el presente. Bien suelen decir que
en ocasiones los pueblos no tienen memoria. La tragedia que sufrió Vietnam con
la intervención militar estadounidense sigue imperecedera. El testimonio
siguiente es un recordatorio de la terrible magnitud y secuelas del uso de
armas químicas sobre la población civil que también afectó por igual a
combatientes de todos los bandos.
Encuentro el formato
de la entrevista –no sola esta, sino otras reproducidas en este blog– una
fuente apreciable de conocimientos. Las entrevistas constituyen un resumen de viva
voz del autor de una obra. Cualquier persona entenderá con facilidad el
mensaje, lo retiene, lo comparte y aún puede recurrir al trabajo principal para
abundar en conocimientos y datos. Por ello, en lo posible siempre tratamos de
brindar al lector una recopilación de entrevistas trascendentales para el
conocimiento de los conflictos del mundo contemporáneo.
El presente reportaje
es una ENTREVISTA realizada por SILVIA
CATTORI a ANDRÉ BOUNY, en el
2010, respecto a este trágico episodio de nuestra historia contemporánea – la
guerra de Vietnam – ya lejana para una generación que vivió momentos
trascendentales de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Sin más preámbulos,
demos lectura a esta entrevista brindada por André Bouny sobre el agente
naranja y sus secuelas.
t.a.
*****
ENTREVISTA: Silvia
Cattori
ENTREVISTADO: André
Bouny
TRADUCCIÓN: Beatriz
Morales Bastos
Julio 2010
En el pasado Estados
Unidos luchó en Vietnam utilizando armas químicas devastadoras contra el
comunismo, un régimen que entonces encarnaba la lucha por la independencia
nacional del pueblo vietnamita que se oponía a su dominación. Hoy prosiguen las
mismas políticas tan absurdas como injustificables: desde Afganistán a Iraq
pasando por Serbia, desde Líbano a Gaza, Estados Unidos, la OTAN e Israel
arrojan armas de fósforo, de fragmentación o de uranio empobrecido sobre
poblaciones civiles que se niegan a someterse a sus dictados. Ahora bien, es
sabido que estas armas provocan sobre todo cánceres y malformaciones
monstruosas en los recién nacidos, y que van a seguir afectando a la salud de
una cantidad cada vez mayor de personas. En su reciente obra Agent
Orange – Apocalypse Viêt Nam [Agente naranja- Apocalipsis Vietnam], André Bouny nos recuerda que casi medio
siglo después de la guerra las madres vietnamitas siguen dando a luz bebés
monstruosos.
Tres
aviones UC-123B en una misión de fumigación de productos químicos defoliantes
en Vietnam del sur, en este caso sobre los arrozales
Silvia Cattori: Todos los políticos con conciencia y medios para actuar deberían leer y tomar en serio su libro Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam, que acabo de devorar de un tirón y con el corazón encogido. Esta obra muy documentada e ilustrada con fotos conmovedoras de la mayor guerra química de la historia de la humanidad debería darse a conocer al público, movilizar a la juventud y a todos los padres, la salud de cuyos hijos corre peligro si no se acaba con la locura destructora de estas guerras a las que, curiosamente, nunca se ha opuesto ningún partido ecologista. Ni los ecologistas Daniel Cohn-Bendit y Joschka Fischer se opusieron a la guerra que arrojó toneladas de uranio empobrecido sobre Serbia [1]. Lo que usted describe aquí y que debería ser uno de los principales motivos de preocupación para cualquiera sigue siendo extrañamente ignorado por los medios de comunicación. ¿Cómo usted, que no es periodista, ni médico, ni científico, ha llegado a implicarse hasta ese punto para, medio siglo después, poder sacar a la luz las terroríficas consecuencias de la guerra química que se llevó a cabo en Vietnam? ¿Podría explicarnos lo que le motivó?
André Bouny: En efecto, es
sorprendente que ningún gran periodista haya escrito un libro sobre este crimen
cuya magnitud es tan considerable que casi supera el entendimiento; sin duda
este tema, tan complejo, cubre tantos dominios que disuade de acometer esta
empresa en un mundo cada vez más especializado.
De hecho, uno no se
levanta un día diciéndose que va a escribir un libro sobre el agente naranja;
esta obra es el resultado de una larga inmersión. Las primeras imágenes que vi
cuando era adolescente en la televisión en blanco y negro en mi pueblo
mostraban la guerra de Vietnam. Permanecieron grabadas en mí. Después, cuando
estudiaba en París, participé en protestas contra esta guerra y sabíamos que se
estaban utilizando en ella armas químicas. A continuación descubrí este país.
Es necesario dar a
conocer esta inmensa desgracia tanto a nuestros conciudadanos como a la opinión
pública internacional. Este libro incluye fotografías que son extremadamente
importantes porque permiten comprender los estragos causados por el agente
naranja. La mayoría de las ilustraciones son inéditas. Todas ellas son fotos
dignas porque no es un libro «impactante», al menos no en el mal sentido del
término: es ante todo un libro «esclarecedor».
Yo no me siento
perteneciente únicamente a mi país, sino al mundo en el más amplio sentido. Por
supuesto, cuenta mucho el hecho de que mis hijos, a los que adopté, sean de
origen vietnamita. La asociación D.E.F.I.
Viêt Nam, que fundé, ha establecido unos estrechos vínculos con capas
diferentes de la sociedad vietnamita, sobre todo en el sur. Muchos contenedores
de material médico que se han enviado allí han equipado a servicios
hospitalarios, maternidades, dispensarios y dentistas. Las visitas a los niños
apadrinados permiten descubrir unos lugares increíbles con unas condiciones de
vida impensables, tanto en las ciudades como en el campo.
Cuando constituí el CIS
(Comité Internacional de Apoyo a las
víctimas vietnamitas del agente naranja) se crearon nuevos vínculos, esta
vez en el norte. Esta «reunificación» me permitió recorrer el país de un
extremo al otro y comprender mejor la complejidad de este pueblo.
Silvia Cattori: Aunque la guerra de Vietnam pueda parecer lejana a las generaciones jóvenes, su obra parece temiblemente actual al menos por dos razones. En primer lugar, porque muestra que los efectos del agente naranja siguen desplegando hoy sus espantosas consecuencias sobre millones de personas. En este momento siguen naciendo niños monstruosos porque las mutaciones genéticas adquiridas por las personas contaminadas se transmiten a sus descendientes, lo que, como usted escribe, constituye un verdadero «crimen contra el genoma humano». Y en segundo lugar porque otras armas susceptibles de provocar unos efectos a largo plazo tan terribles –sobre todo las armas de uranio empobrecido– se han utilizado recientemente, en Serbia [2], en Afganistán [3], en Iraq [4], en Gaza [5], en Líbano [6] y se siguen utilizando. En la conclusión del libro usted afirma: «Tomar conciencia de la catástrofe generada por el agente naranja es la primera etapa, necesaria para prevenir y evitar otros desastres del mismo tipo (ecológicos, medioambientales y sanitarios), e incluso peores». En esta perspectiva, ¿ha establecido contactos con grupos o investigadores que investiguen estas nuevas armas? ¿Planean ustedes acciones comunes?
André Bouny: Para mi generación
Vietnam evoca la guerra; para los más jóvenes, un destino turístico. Una nueva guerra hace olvidar la anterior y
oculta en gran parte sus consecuencias, tanto más cuanto que la información
se concentra exclusivamente en la última. En el caso que nos interesa,
efectivamente están naciendo, mientras hablamos, niños afectados por graves
minusvalías y a veces con formas inhumanas, aunque la ciencia no haya
demostrado –ni comprendido- todavía los mecanismos que demostrarían que estos
efectos teratógenos se deben a una modificación genética adquirida por las víctimas
del agente naranja, como es el caso en la experiencia con [moscas] drosófilas
efectuada por dos biólogos estadounidenses. Con todo, las autoridades vietnamitas se plantean si se debe dejar procrear a las
víctimas del agente naranja.
La
similitud entre los efectos del agente
naranja y los del uranio empobrecido
en los recién nacidos es sorprendente y obliga a establecer una comparación.
Conocemos por experiencia los riesgos y las secuelas de la radiactividad.
Además, la controversia sobre la radiactividad de baja intensidad –por ejemplo,
la asociada a las partículas ingeridas o inhaladas disipadas por el efecto
piróforo de las ojivas de las armas de uranio empobrecido- recuerda a la que ha
conocido el agente naranja ante el lobby de la química; en el caso del uranio
empobrecido se trata del de lo nuclear. De la misma manera, los límites de
dioxina admitidos en la alimentación en ningún caso pueden dejar de tener
efectos. El paralelismo entre ambos venenos existe también en los usos civiles:
para el caso de la dioxina, agricultura, gestión de los bosques y eliminación
de residuos, entre otros; para la radiactividad, la energía y el uso médico.
La
consciencia de una catástrofe como la del agente naranja sobre medio ambiente y
toda forma de vida que lo habita no se da por hecho en nuestras sociedades de
consumo, que dejan creer que existe una solución
para todo por medio del progreso y de la transformación de materias en «bienes»
de consumo, que contaminan la naturaleza y, por lo tanto, nuestros organismo,
con lo que se genera así un círculo vicioso sin fin. Dirigir la lucha tanto por
la justicia y el reconocimiento como por que las víctimas sean indemnizadas no
deja tiempo ni energía para estar en varios frentes, aunque toda víctima tenga
derecho a nuestra compasión y por encima de todo, a nuestra ayuda y
solidaridad. Sin embargo, se constata que, a imagen del CIS, hay muchas personalidades que se activan incansablemente en
favor de las víctimas del uranio empobrecido. Sí, la conciencia de estas
personas ya tiene como acción común la información.
André Bouny y su libro: "Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam"
Silvia Cattori: En su obra exhaustiva Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam usted hace un balance completo de los muchos aspectos del problema. En su opinión, ¿cuáles son los elementos específicamente nuevos que aporta usted?
André Bouny: El elemento nuevo
más destacable es sin duda el nuevo cálculo del volumen de los agentes químicos
que he establecido a partir de los datos del Informe Stellman, el
estudio oficial financiado por Estados Unidos a principios de la década de 2000
en Vietnam, un informe que altera a la baja todos los cálculos comúnmente
admitidos hasta entonces. Simplificando las cosas, partí de datos establecidos
por los archivos del ejército estadounidense –que probablemente son
incompletos– y los crucé con otras informaciones salidas también de estos
mismos archivos. El resultado es simplemente terrorífico. Jeanne Mager Stellman, una científica estadounidense que elaboró
un informe que lleva su nombre, leyó atentamente mi libro y no puso en tela de
juicio en ningún momento el nuevo cálculo que propongo sobre los volúmenes de
agentes químicos utilizados en Vietnam.
Por otra parte, la
manera en que se habla de la guerra de Vietnam en este libro no es la que se
cuenta en los manuales de historia occidentales: la perspectiva es la de los
vietnamitas. En efecto, el telón de fondo está jalonado de muchos elementos
demasiado poco conocidos, olvidados por la amnesia selectiva. Hablo del
falso ataque sufrido por los barcos estadounidenses en el golfo de Tonkin que permitió
desencadenar la guerra contra el Vietnam del norte comunista y engañar al
Congreso estadounidense, o de la trama de las guerras secretas que se llevaron
a cabo en Laos y Camboya en la más perfecta ilegalidad nacional e internacional,
o incluso el inimaginable tonelaje de las bombas arrojadas durante esta segunda
guerra de Indochina, la cantidad impensable de muertos y heridos, o del embargo
que multiplicó los daños de esta larga guerra de independencia sobre la
población civil, primera víctima de los últimos conflictos postcoloniales...
Éstos son algunos ejemplos.
Silvia Cattori: En la década de 1970 recorrí Vietnam con el corazón destrozado. Admiré a esos frágiles médicos vietnamitas, los cuales operaban día y noche en la selva a las víctimas de los bombardeos estadounidenses que lanzaban continuamente sus mortales cargamentos. ¿Cómo son hoy los efectos del agente naranja en los seres humanos, la flora y la fauna en estos países de la antigua Indochina en los que residen ex combatientes y dónde se ha almacenado el producto?
André Bouny: La situación actual
en Vietnam es simplemente catastrófica. Hace sólo unos días el vicepresidente
de la Asamblea Nacional de Vietnam anunció que cuatro millones de personas
estaban actualmente contaminadas. (dato
de hace 7 años)
Esto puede parecer descomunal y, sin embargo,
proporcionalmente estas cifras están muy por debajo de, por ejemplo, las de los
veteranos surcoreanos que han llevado el asunto a los tribunales…
Ahora bien, ¡ellos no se vieron expuestos de una manera comparable a la
situación en la que se sigue encontrando la población vietnamita! Tanto ex
combatientes como población civil, sin distinciones, padecen enfermedades
incurables y cánceres en un país en el que el acceso a la atención médica,
cuando existe, es difícil.
Están además los
recién nacidos que vienen al mundo con deformaciones monstruosas, ausencias
parciales o totales de miembros y/o deficiencias mentales. Lo mismo ocurre
en Laos y Camboya, países en los que
faltan cruelmente medios para establecer, a semejanza de Vietnam, cuál es
realmente la situación epidemiológica. Tanto en Estados Unidos, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur como en torno a las bases militares en
Filipinas en las que se almacenaba el veneno veteranos y civiles que fueron
expuestos al agente naranja desarrollan los mismos males.
Por lo que se refiere
al medio ambiente, la selva tropical
desaparecida no se regenera y no se puede hacer que vuelva a surgir la
selva tropical cuando los suelos erosionados han perdido sus nutrientes,
generados por la propia selva y que le permiten crecer y existir: es una
situación inextricable y desesperante. En
Vietnam hay zonas enteras en las que se ha prohibido cultivar o que son de
acceso prohibido, son los hots spots.
Estos “puntos calientes” suelen ser antiguas bases militares estadounidenses
que se extendían por superficies considerables –auténticas ciudades– en las que
se almacenaba el agente naranja antes de trasvasarlo a los aviones o a aparatos
terrestres, y cuyos alrededores eran ampliamente defoliados por razones
evidentes de seguridad.
En lo que concierne a
Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur,
Australia y Nueva Zelanda, el problema afecta más particularmente a los
veteranos y en diversos grados a los lugares en los que se experimentaron los
agentes químicos (o a veces se fabricaron, como en el caso de Nueva
Zelanda) durante las pruebas para ponerlos a punto. La lucha de los veteranos
de estos países, enfermos y con una descendencia paralelamente afectada, es más
conocida porque en comparación con Vietnam estos países se benefician de
estructuras sanitarias. Pero, aun así, la
lucha de estos veteranos de países llamados desarrollados fue larga y feroz
para obtener el reconocimiento de las relaciones de causa efecto entre el
agente naranja y sus enfermedades. Y esta lucha sigue actualmente. Para la
mayoría de los veteranos el reconocimiento y las indemnizaciones se siguen
haciendo esperar.
Silvia Cattori: Usted describe detalladamente, con gran compasión y mucho tacto, la vida cotidiana de las víctimas y sus familias. ¿Existe esperanza para ellas?
André Bouny: La esperanza exige
que se satisfagan tres puntos. Ante todo, que los medios de comunicación
apoyen a las víctimas ante las opiniones públicas, sin lo cual los puntos
siguientes serán inalcanzables: que se haga justicia, lo que implica unas
indemnizaciones consecuentes y adaptadas; que finalmente los presupuestos
económicos hagan avanzar a la ciencia en los dominios de descontaminación
corporal y medioambiental (acabamos de saber que el genetista John Greg Venter
acaba de controlar una bacteria). Las bacterias son la principal esperanza en
lo que concierne a la descontaminación de los suelos. Más allá de eso, el
presidente Barack Obama podría suavizar los ángulos de este asunto en relación
a las cuestiones geopolíticas.
Silvia Cattori: En los Anexos de su obra usted hace un recuento de todos los principales documentales, libros y artículos sobre el tema, en francés e inglés. ¿Por qué hay tan pocos?
André Bouny: En las obras
generadas por la Guerra de Vietnam este arma química se menciona brevemente y
muy pocas veces es objeto de una página entera. En Estados Unidos existen obras
consagradas al agente naranja, esencialmente en referencia a los veteranos
nacionales. En 2005 la Asociación de
Amistad Franco-Vietnamita publicó en francés una pequeña antología de trece
autores especializados. En el cine, por su parte, si bien existen algunos
documentales –con frecuencia a iniciativa personal– todavía no se ha dedicado
ningún largometraje al tema. La película sobre este tema, programada en un
canal de la televisión francesa, dura 75 minutos y está dedicada a las
gestiones judiciales vietnamitas en tierras estadounidenses.
Sin duda existen
razones objetivas para ello, pero también irracionales: ausencia de presupuesto
para una obra que no proyectará la imagen de un Estados Unidos benefactor,
autocensura con el objetivo de preservar un honor herido o de no alarmar o
indignar a la opinión pública ante imágenes insoportables de niños monstruos. El crimen del agente naranja puede resurgir
con ocasión de la urgente preocupación por preservar el medio ambiente que no
se libra de ser un efecto de moda. Por otra parte, la utilización de
congéneres químicos del agente naranja en los pesticidas utilizados en la
agricultura industrial moviliza a la gente en relación con una alimentación que
asusta, y con razón, con lo que se
relacionan así los pesticidas con los recursos alimenticios actuales; por
el contrario, el agente naranja se
utilizó en Vietnam, Laos y Camboya para destruir los recursos alimenticios de
ayer. Al cerrarse, este círculo une indisociablemente las obras: El mundo según Monsanto, de
Marie-Monique Robin; Soluciones locales
para un desorden global, de Coline Serreau; y Agent Orange – Apocalypse Viêt Nam: un signo de los tiempos.
Silvia Cattori: Es muy valiente dedicarse a un tema que los poderes quieren ignorar. Es de augurar que su libro, que ya ha sido recogido por los nuevos medios de comunicación, tenga el recibimiento que merece en la prensa tradicional.
André Bouny: 2010 es el año de la biodiversidad. ¡Debería
serlo cada año! Se constata una evolución del público hacia una mayor toma de
conciencia, un interés por discernir y conocer mejor los perjuicios de nuestras
sociedades industriales sobre nuestras propias vidas. Esta constatación implica
al público y a los medios de comunicación, ya que ambos están íntimamente unidos.
Aunque, por desgracia, el agente naranja no sea un
asunto del pasado puesto que en este instante siguen muriendo y naciendo
víctimas, por supuesto existe un deber de memoria y, sobre todo, de reparación.
Tengo confianza: los medios tradicionales no pueden permanecer al margen de un
problema que concierne a millones de víctimas.
En mi opinión,
Internet y los medios tradicionales no son antagonistas, como con frecuencia
los últimos creen, sino complementarios. No tienen por qué temerse mutuamente:
simplemente deben abolir la línea que les divide sobre ciertas informaciones.
Si ciertas páginas web se benefician de una audiencia importante, también es un
hecho que para que una información llegue al gran público debe ser revelada por
los grandes medios tradicionales; Internet no los pueden sustituir, al menos
todavía. Espero que las páginas web sean un intermediario, un paso hacia los
medios que usted llama «alineados»; no soy ingenuo, aunque quizá soy demasiado
optimista. Las ONG como Médicos del Mundo, Médicos sin Fronteras, Handicap
International, WWF, la Cruz Roja, etc., también deben acercarse
a las víctimas del agente naranja que necesitan a todos. Cada uno debe salir de
su parcela.
La opinión pública es
la única que puede ejercer una presión lo suficientemente fuerte como para
obligar a sus representantes y a los responsables políticos a intervenir ante
sus homólogos de todos los países y, en particular, de Estados Unidos. Las víctimas están entre nosotros, aunque
muchas de las personas expuestas ya han muerto. Los niños inocentes que
hoy, tres generaciones después de la guerra, nacen sin brazos ni piernas, o sin
ojos, incluso sin cerebro o con dos cabezas (la cantidad de malformaciones no
tiene límites), estos niños son nuestros semejantes en el sentido más laico del
término. Callar equivale a apoyar el
crimen. Además, cuando los
criminales no sólo siguen impunes sino que además prosperan con sus crímenes,
hay muchas posibilidades de que cometan
otros en el futuro. Es necesario conocer el pasado para impedir que esto
vuelva a suceder.
Silvia Cattori: En su libro relata cómo la acción que emprendieron en Estados Unidos las víctimas vietnamitas del agente naranja se saldó con una denegación de justicia, de la que apenas informaron los grandes medios, y usted menciona los intereses cruzados de los grandes grupos industriales, de las grandes potencias y de los poderes mediáticos para explicar este escandaloso silencio. El mismo silencio rodea hoy a las informaciones que han reunido algunos grupos de investigadores sobre los efectos de las armas de uranio empobrecido, cuyos trabajos sólo han conocido por el momento una difusión demasiado restringida para movilizar a la opinión pública. En vista de ello, ¿cómo seguir siendo tan optimista como usted parece ser? En su opinión, ¿cuáles son los factores que podrían cambiar la situación de forma determinante?
André Bouny: Identificar bien los
frenos a la justicia es una necesidad para ganar las causas en el terreno
judicial. Es esencial la información sobre estos obstáculos, no sólo para
denunciarlos sino para obtener el apoyo de la opinión pública, porque la justicia sólo se puede obtener si y
cuando todos han comprendido bien la prueba de la injusticia. Pero nos
encontramos en un círculo inmoral porque los intereses financieros unen a
traficantes de armas y poderes mediáticos. A esto se añade la autocensura,
consciente o inconsciente, fabricada por una ideología individualista la cual
se basa en el milagro de un progreso perpetuo e ilimitado, que deja creer y
aceptar que en el fondo nada es tan grave y que cualquier problema encontrará
un día su solución y acabará por resolverse por sí mismo. Es un poco la misma mentira intelectual que consiste en creer que las
fuentes de energía no renovables son inagotables y eternas.
Por lo que se refiere
al optimismo, sé que hay periodistas curiosos y humanistas, ilustrados y
valientes, como siempre los ha habido.
No se puede estar al
lado de las víctimas y no creer en lo que se emprende por ellas, sin lo cual es
inútil iniciar la menor acción que tenga por objetivo obtener unas mejores
condiciones de vida para ellas. Por supuesto, la realidad puede aniquilar la esperanza. A veces ocurre también
que el optimismo se desvanece o, más bien, se eclipsa. Pero si quienes apoyan a
las víctimas mostraran un pesimismo resignado, ¿con quién podrían contar éstas?
La situación de las
víctimas del agente naranja, como la de otras víctimas, sólo podrá cambiar si
una información sostenida de manera duradera hace tomar conciencia de su
existencia a la opinión pública internacional.
VIDEO
Agent Orange - Apocalypse Viêt Nam
Vietnam War - Victims of Agent Orange
----
Traducido del francés
para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
==
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NOTAS:
[1] En una entrevista
concedida en octubre de 2009 a Candice Vanhecke y publicada con el título de
«Guerras humanitarias: “la población es sensata, pero le falta información; los
intelectuales tienen información, pero carecen a menudo de sensatez” », Jean Bricmont
recordaba de la siguiente manera cuando los Verdes alemanes aprobaron los
bombardeos de la OTAN en Serbia: «Después de la Segunda Guerra mundial, se hizo
habitual en Alemania la consigna: "ninguna guerra saldrá de suelo
alemán". Constatamos que es un principio que está totalmente liquidado. ¿Y
quién liquidó este principio en Alemania? Los Verdes, en colaboración con la
socialdemocracia. Eran ellos quienes gobernaban en ese momento y Joschka
Fischer, que era ministro de Asuntos Exteriores, estaba a fondo con la guerra,
totalmente, como Cohn-Bendit, dicho sea de paso. Sólo los Verdes, que habían
militado contra los misiles en los años 80 y que eran “pacifistas” y
“antifascistas”, podían legitimar una guerra librada, en parte, por Alemania
contra un país que había ocupado durante la Segunda Guerra Mundial. Si otras
fuerzas políticas alemanas hubieran hecho esto, las habríamos considerado
sospechosas de revanchismo o de militarismo».
[2] Véase:
- «Mesures de la
radioactivité dans des échantillons de sol serbe», H.W. Gabriel, ingeniero
nuclear, y dr. Schalch, médico, Horizons et débats, Nº 25, 23 de junio de 2008;
- «Mesure de la
radioactivité d’échantillons de sol provenant de Serbie, 2e partie», H.W.
Gabriel, ingeniero nuclear, y dr. Schalch, médico, Horizons et débats, No
11/12, 30 de marzo de 2009.
[3] Véase: «Les armes
américaines de destruction massive et le génocide perpétré froidement contre
les Afghans», Mohammed Daud Miraki, Horizons et débats, Nº 40, octubre de 2006.
[4] Véase: «A
Fallujah, en Iraq, l’uranium appauvri et le phosphore blanc continuent de tuer
les enfants», Joelle Penochet, legrandsoir.info, 17 de septiembre de 2009.
[5] Véase:
- Los diversos
estudios publicados en la página web http://newweapons.org/
- «Los metales
detectados en el cabello de los niños palestinos de Gaza indican la existencia
de contaminación medioambiental», por New Weapons Committee, rebelión.org, 20
de marzo de 2010.
- «Las armas de
destrucción masiva utilizadas por Israel en Gaza», Mario Barbieri, Maurizio Barbieri
y Paola Manduca, rebelión.org, 18 de diciembre de 2009.
- «Newborn in Gaza with severe defects», Palestine
News Network, 28 de enero de 2010.
- «Gaza, ¿un campo de
exterminio?», Silvia Cattori, rebelión.org, 15 de octubre de 2009.
- «Gaza:Des mères
palestiniennes horrifiées par la naissance d’enfants difformes», Silvia
Cattori, silviacattori.net, 30 de septiembre de 2009.
[6] Véase:
- «Enriched and industrial uranium detected in
civilians’ urine that were exposed to the dust of Israeli rockets»,
newweapons.org, 6 de marzo de 2008.
- «Israel Detonated a Radioactive Bunker Buster Bomb
in Lebanon», Flaviano Masella, Angelo Saso, Maurizio Torrealta, Global
Research, 11 de noviembre de 2006.