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26 septiembre 2025

El cómo Occidente ha planeado destruir Rusia desde hace siglos (4)




por Tito Andino 
Selección y resumen de artículos de este blog


Historia y no propaganda

IV

La caída del imperio de los soviets 

Destruyendo Rusia desde 1990

Ya hemos repasado que la ilusión de querer aplastar al gigante ruso es una historia de larga data con historias y discursos retóricos que se agudizaron en los tiempos de la Unión Soviética calificada de el "Imperio del Mal", de la que Ucrania y otros miembros del Pacto de Varsovia en Europa del Este y otras repúblicas del Asia Central se liberaron para unirse al Libre Mercado Mundial alrededor de 1990.

La verdad es que Rusia ha constituido y, seguramente seguirá siendo, por siempre, un baluarte contra la expansión del imperialismo occidental, cuya última intentona “pacífica” es conocida como globalización económica, en la que quieren imponer sus propias directrices para el comercio mundial bajo el tutelaje de EEUU/Unión Europea. Nuevamente se intenta derrotar a Rusia a través de la coacción y chantaje económico, aspiran un cambio en el control del poder en Moscú (como en la época de Yeltsin) para que el mundo sea absolutamente una colonia mercantil en la cual Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea impongan las reglas de juego.

Vivimos en un mundo basado en “reglas” dictadas por las élites globalizadoras cuya letra pequeña es aterradora, si no estás de acuerdo con las "reglas" del concepto unipolar te harás merecedor de una buena dosis de “democracia” made in USA/OTAN. Algunas naciones víctimas ya han percibido lo que es recibir la pax americana.

Los mayores obstáculos en la globalización del globo constituyen Rusia y China, siendo incuestionable que desde hace mucho tiempo sigue pretendiéndose obstaculizar e impedir el libre desarrollo de esas naciones, hacerlos retroceder en sus avances, devolverlos a tiempos medievales o lo que llamamos en la actualidad naciones tercermundistas, incapaces de oponerse a los dictados de los EEUU/UE/OTAN.

Por ejemplo, las guerras del Medio Oriente nunca fueron conflictos para destruir a naciones rebeldes como Siria, Líbano, Yemen, Irak o Irán, ellas solo constituyen un obstáculo para un objetivo más grande: RUSIA, el gigante euroasiático, ha sido siempre el objetivo final (China se ha sumado a ese objetivo).

Los medios occidentales hablan de ‘agresión’ rusa, del retorno del ‘expansionismo’ y el ‘peligro’ que representan los rusos para Europa y el mundo (así como China represente el "peligro amarillo"). La pregunta del millón es, ¿por qué los Estados Unidos y la OTAN se empeñan, no hoy, sino desde hace décadas, en rodear a Rusia con bases militares por todos lados de sus fronteras?; ¿por qué la OTAN y sus aliados regionales en el Medio Oriente (Israel y las Monarquías del Golfo) desataron su proyecto yihadista en el Cáucaso? La respuesta salta a la vista, destruir a Rusia y sus áreas de influencia. Es evidente que el terrorismo islamista tendrá que volver ha ser utilizado contra de Rusia.

Hace casi una década presentamos el artículo “RUSIA, el caos poscomunista” en el que preguntamos si ¿alguien recuerda cómo destruyeron la Unión Soviética? Como complemento tenemos la sangría económica que representó mantener la disuasión nuclear ante Occidente y que llevó a una virtual bancarrota del sistema soviético.

Resumiendo.


Gorbachov fue el último dirigente de la Unión Soviética hasta su caída en 1991 (Reuters)


Recordemos que Estados Unidos y sus aliados manejaron y manipularon los mercados financieros, abarataron el precio del petróleo, con la complicidad de las monarquías del Golfo, forzaron a la intervención militar en Afganistán para combatir a sus agentes (Bin Laden y compañía), entre otras causas.

Naturalmente, no debemos dejar de mencionar que el sistema totalitario comunista resultó un rotundo fracaso social, demostró a lo largo de los años su incapacidad de satisfacer las necesidades internas de la población (y no nos referimos solamente a lo material, sino también a otro tipo de valores).

Ahora, viviendo en la segunda década del siglo XXI, esas viejas tácticas aplicadas a la extinta URSS siguen repitiéndose en contra de la Federación de Rusia, desatando la guerra de Ucrania y la imposición de sanciones económicas en un intento de aislarla del resto del mundo, está vez fracasó. Solo Europa sigue añorando esa vieja y caduca idea de dominación imperial para destruir y conquistar Rusia mediante una guerra de desgaste total (utilizando a Ucrania y probablemente a otros pequeños estados de la región).

Queriendo imitar el colapso soviético de la década de 1990, ahora, desde 2022, se pretende –entre otros medios- doblegar a Rusia destruyendo el precio del petróleo, se ha intentado inundar los mercados con hidrocarburos por todos lados y abaratar los precios, pero no ha dado el efecto deseado porque muchos se han negado. Sin embargo, la economía rusa entró en una nueva recesión en 2008 tras la caída del rublo en el mercado internacional (más no en los parámetros que se preveía). Todo eso a expensas de destruir, no solamente la economía rusa, sino provocando una recesión global (a través de la crisis inmobiliaria). El bloqueo comercial y draconianas sanciones financieras fueron modalidades utilizadas contra la URSS y hoy, aprovechándose de la situación en Ucrania se aplica a Rusia, incluso a título personal.

Al dominar los medios de comunicación global, EEUU/UE han logrado aplicar el poderoso recurso propagandístico para demostrar la “amenaza rusa”. Nos citan como ejemplos más recientes la intervención rusa en la guerra siria, cuando los acontecimientos se forjaron con la descarada injerencia de las potencias coloniales europeas y sus aliados del Medio Oriente incitando la invasión yihadista de Siria. Rusia no tuvo otra opción, proteger sus flancos, y Siria constituye un flanco. Rusia apoyó directamente a las fuerzas sirias del ahora derrocado gobierno de Bashar al-Assad. En otras circunstancias y con otros actores, lo lógico hubiese sido que el mundo occidental intervenga a través de la clásica “Guerra Humanitaria”, o “intervención en defensa de los derechos humanos”, o el legendario “deber de proteger” y otra terminología elegante que inventan para justificar sus guerras de agresión, Rusia estuvo de por medio, por lo que no pudieron llevar la "democracia" en forma directa a Siria.

La consecuencia de la movilización militar rusa en Siria y hoy en Ucrania, sirve para que, a su vez, Occidente “justifique” el desplazamiento de tropas y bases militares, el pretexto es denunciar el intervencionismo ruso. Además, no olvidemos, es quizá la mejor manera de golpear la economía rusa. Lo hemos repetido infinidad de veces, una guerra convencional no solo se gana con soldados, ni en el campo de batalla, sino con la capacidad económica para resistir una tarea de tal magnitud. Por ello, ante los fracasos de la alianza atlántica, se intentará apoyar a la “causa” con la reactivación de la amenaza yihadista dentro de las repúblicas del Cáucaso de la Federación de Rusia.

A ciencia cierta, no sabemos la capacidad a largo plazo de resistencia de la economía rusa con este tipo de embestidas, resultando evidente que la Unión Europa no quiere terminar la guerra de Ucrania, siguen contemplando nuevos tipos de sanciones, no van a detenerse en aplicarlas (aunque sean los principales afectados); posibles nuevos teatros de operaciones se perfilan peligrosamente, usando a naciones tan precarias como Moldavia o Georgia, o a la misma Polonia, o a los países bálticos. Nunca dan la cara directamente. Hasta el momento, los hechos demuestran que Putin hizo bien en prevenir esas contingencias respaldando su sistema financiero. Si algo sucediere en un futuro a Rusia no será nada parecido al rotundo golpe que se le dio a la URSS. Rusia viene asegurándose con la acumulación de grandes reservas de oro y otros metales valiosos.

Es cierto que luego de la caída del telón de acero en 1989, todo el mundo tenía el convencimiento que la sociedad civil se había impuesto con su racionalidad, aplicando el derecho natural y el sentimiento del estado-nación contra la forzada aplicación del autoritarismo comunista representado por la URSS (porque lo hubo). Pero, solo fue ilusión, no fue más que el inicio de una nueva confrontación por el control supremacista del mundo.




Rusia, tras la caída del totalitarismo soviético, estuvo en un K.O. técnico, caos, hambre, pobreza. Sin embargo, detrás de esta calamidad estaban:

"Las instituciones económicas más poderosas, trabajando de la mano con elementos criminales, la mafia, respetables organizaciones filantrópicas, comités de expertos de prestigio internacional, organizaciones no gubernamentales, servicios de inteligencia y las principales entidades bancarias occidentales, iniciaron la empresa de destruir Rusia deliberada y meticulosamente. Los recursos rusos son sinónimo de supervivencia, por lo que desestabilizar Rusia se ha convertido en la clave de la supervivencia futura”, escribió, con todo argumento, el investigador Daniel Estulin, en su obra ‘Los Señores de las Sombras’.

La URSS colapsó en diciembre de 1991, inmediatamente hubo un brote de nuevos “amigos” de Rusia, Estados Unidos a la cabeza, emprendiendo la tarea de apoyar al extinto sistema para llevarle a una transición democrática rumbo al capitalismo. Rusia, en un lapso un poco mayor a una década, dejó de ser un rival o una amenaza a los intereses estadounidenses, no tenía medios para oponerse a Estados Unidos que logró el control del petróleo y gas del Asia Central.


El inicio del mayor robo a los recursos de una nación

Entonces, se inició quizá el mayor saqueo de los recursos de una nación, casi olvidado en la actualidad o muy poco divulgado por los medios occidentales, Putin y quienes dirigen la Federación de Rusia no lo olvidaron. La extinta URSS manejaba, sin duda, la mayor riqueza mineral del mundo, petróleo, níquel, platino, oro y otros minerales valiosos, incluso su material bélico.

El juego con la manipulación del mercado fue tremendo, se realizaron operaciones colosales de subasta de rublos por cientos de miles de millones a cargo del crimen organizado, dinero que salió de Rusia. Todo iba a ser desmantelado en una operación combinada, pero clandestina, codo a codo entre los servicios de inteligencia occidentales, especuladores financieros e importantes bancos, la Mafia de Estados Unidos y la italiana (Cosa Nostra), más el aporte de los criminales rusos surgidos con el fin de la URSS, es decir, la mafia rusa “Vorovskoi Mir” (Mundo de Ladrones) en alianza con viejos oficiales del KGB, ex veteranos de Afganistán y oficiales del ejército retirados. Según Estulin, estos grupos combinados crearon alianzas de conveniencia para impulsar la malversación económica a niveles increíbles, de esa forma (y de otras) apoyaron el desplome de la URSS y la insolvencia de Rusia.

Del libro ‘Gangster’s Paradise’, del británico D. Gayatt, tomamos algo importante: “…poco a poco se hizo evidente que las enormes cantidades de rublos exportados no eran simple papel de colores. Sin perder tiempo, la mafia, ahora rica en rublos, se dispuso a saquear los abundantes tesoros naturales de Rusia. Platino, piedras preciosas, petróleo, madera, materias primas estratégicas, cobalto, cobre, bronce, titanio y todo tipo de valiosa maquinaria, fueron a parar a subastas fraudulentas. Casi sin valor en el mercado internacional, fueron repatriados a través de unos 260 bancos controlados por la mafia que surgieron por doquier en el país”.

No debemos olvidar algo, el Partido Comunista estaba metido también en el rollo, al igual que los grupos descritos arriba, el Partido encargó al KGB actuar en igual sentido: robo masivo de propiedades y recursos naturales del Estado, inundar el mercado extranjero de rublos, vender ilegalmente materias primas y blanquear las ganancias en Occidente. Daniel Estulin es categórico cuando señaló: “Sobre esta base, a todos los niveles de la jerarquía del partido, se produjo una creación masiva de bancos del partido, empresas conjuntas y sociedades anónimas en 1990 y 1991”. Sin duda, el Comité Central del Partido dispuso la ocultación de sus propiedades en la naciente economía de mercado rusa. El presidente Yeltsin se negó a tomar medidas.

El objetivo secreto de todo esto (claro que esta parte lo desconocían todos los grupos criminales y políticos rusos en ese entonces) era permitir que los gánsteres financieros norteamericanos y otros socios se apoderen y controlen las reservas de gas y petróleo de Asia Central, básicamente Azerbaiyán. Con la inexistente resistencia a las operaciones militares del US Army, Rusia fue expulsada de su área natural de influencia a fin de garantizar el suministro de petróleo y gas natural a Occidente.

De una manera brillante, silenciosa, se destruyó la base económica de Rusia, a decir de expertos, se pretendía regresar a Rusia a los tiempos de un país tercermundista. Según el propio Yeltsin, Rusia se convirtió en una “superpotencia del crimen, en una mafiocracia” (la Rusia de Yeltsin, por supuesto).

El siguiente paso, con la connivencia de Yeltsin, fue crear reformas democráticas y un ligero impulso económico, pero evitando que Rusia resurja como competencia a nivel mundial contra los Estados Unidos. Se permitió que los estadounidenses empiecen a desarmar los proyectos nucleares rusos in situ. La “tarea” del FMI y la era Clinton fue la de “apoyar’ a la nueva economía de la democrática Rusia de Yeltsin.


Los nuevos amigos de Rusia, según Boris Yeltsin, en la década de 1990


Yeltsin hizo lo habitual en estos casos, aceptar préstamos internacionales (la imposición de ‘ayudas’) a cambio de emitir obligaciones (deuda). Si no pagas pierdes la garantía subsidiaria (que garantiza el préstamo). Las garantías rusas, no está demás decirlo, eran las acciones de las principales industrias estatales. En otras palabras: Préstamos por acciones. Así, si el gobierno ruso no podía rembolsar los préstamos, los bancos tenían derecho a subastar acciones en áreas energéticas, recursos naturales, industrias, etc.

La destrucción de Rusia en la década de 1990 nos recuerda hasta que punto se puede derrotar a un poderoso enemigo dotado de armas nucleares sin disparar ni un solo tiro. Se hizo a través de una combinación de presión militar y económica, Organizaciones No Gubernamentales (ONG), guerra de información psicológica e individuos de la quinta columna, y ejecutores a través de aliados dentro del mismo seno del gobierno ruso. En esa década, Estados Unidos gozó de la supremacía mundial, controló los mercados rusos, Rusia en ese lapso dejó de funcionar como un estado, se vio en graves aprietos para alimentar a su población y su capacidad militar disuasiva se vino a pique...

Entonces, surgió Putin. Los problemas llegaron, no para los rusos ni para Rusia, sino para los Estados Unidos, para los buitres financieros, para los nuevos oligarcas rusos y para la mafia ruso-israelí.


La asunción al poder de Putin transformó todos los planes, tanto de los Estados Unidos como de las potencias coloniales europeas. No fueron los únicos desilusionados, los nuevos oligarcas rusos, sedientos por continuar el saqueo de los recursos públicos y naturales de la nación en complicidad con la mafia rusa, organizaciones internacionales y firmas fachada, también se sintieron afligidas con la llegada de Putin al poder.

"Hay una serie de individuos, organismo y países que se beneficiarían enormemente de la salida de Putin: las grandes empresas petroleras occidentales a las que ha impedido el acceso ilimitado a las reservas energéticas rusas; antiguos oligarcas, ya fallecidos, exiliados o encarcelados, como Berezovski, Khodorkovsky y Leonid Nevzlin, que saquearon la economía rusa y escondieron en el extranjero los miles de millones robados; los "guerreros de la libertad" chechenos..." y un largo etc. (D. Estulin)

En la Rusia posterior a 1991, la quinta columna se tornó en Oligarquía. Una Nueva Rusia de superclase capitalista creó sus propias fuerzas de financiación de manera privada de una forma que no tiene comparación en ninguna otra parte del mundo. Con dinero, compraron los servicios y la lealtad de los más altos niveles de la burocracia de la ex URSS.


La fiesta continua con el gobierno de Yeltsin se terminó cuando V. Putin asumió el mando de Rusia


Muy pocos recuerdan al señor Mijail Khodorkovsky y la “hazaña” que casi le lleva a ser presidente de Rusia, valiéndose de los miles de millones de dólares de su ex empresa petrolera ‘Yukos’, naturalmente bajo el auspicio del mundo libre “comercial” de Occidente. Él fue la pieza clave de un premeditado golpe de estado respaldado por Estados Unidos con el objetivo de hacerse con la presidencia de Rusia en 2004.

Khodorkovsky iba a utilizar su enorme riqueza para comprar suficientes escaños en las elecciones a la Duma y así poder cambiar las leyes de Rusia respecto a la propiedad de terrenos petrolíferos y gasoductos para su transporte. Planeaba desafiar directamente a Putin y convertirse en presidente. Debería de haber sabido que el nuevo FSB (Servicio Federal de Seguridad, principal sucesor del KGB de la era soviética) nunca dejaría pasar este tipo de traición. Khodorkovsky estaba dispuesto a una guerra nuclear interna, si era el caso para cumplir su objetivo. Un golpe de estado sin precedentes estuvo organizado por quinta columnistas y subversivos clandestinos dentro de la propia Rusia. (Este es un tema muy amplio que podemos abordarlo en otro momento).

Daniel Estulin detalla una lista de compañías privadas mercenarias, tanto del ámbito de la Inteligencia como militar, que formaba parte de esta conspiración: “Diligence LLC, KBR, y New Bridge Strategies para la CIA y la DIA, “Erinys International” y “Meteoric Tactical International”, Aegis Defence Services para el MI6 y el Servicio de Inteligencia de Defensa (Reino Unido). Desde Arabia Saudita, también el Servicio General de Inteligencia, representada por el príncipe Rasheed, Presidente de Far West, un pariente del príncipe Turki al Faisal, y la familia de Adnan Khashoggi. El Estado Mayor turco y los Lobos Grises están representados por la Oficina de inteligencia de Estambul, o el Servicio de Información del Ministerio de Defensa de la República Chechena de Ichkeria, bajo el mando del Brigada General Saidov Ruslan y Nukhaev Khozh, buscados por la Fiscalía General de Rusia por el asesinato de Anna Politkovskaya y Paul Khlebnkov de la revista Forbes. La inteligencia militar de Ucrania (GUR) está representada por los generales Vladimir Filin y Alexei Likhvintsev. La KGB de Bielorrusia, por el general Valery Lunev y el vice-presidente, Viktor Sheiman. La inteligencia militar Lituana por Audrius Butkevicius y Rolandas Paksas”. (Los nombres corresponden a los responsables del sabotaje que dirigían las operaciones en 2010).

De igual forma enumera a los principales socios de Occidente y Oriente Medio y conexiones con el Lejano Oeste Americano, etc. (Nota: Puede dar lectura al artículo completo: Caos poscomunista 2). Ya en la década de 1940, la OSS (precursor de la CIA), evaluando al continente europeo, señalaba a un cártel anglo-sajón y franco-alemán de financieros y empresarios internacionales, que se erigiría en una poderosa facción de financiación y control del eje nazi-fascista, y que estaría dirigiendo los gobiernos europeos a través de agentes con poca o ninguna lealtad a sus naciones.


La guerra secreta contra la Rusia de Putin

Tomó forma durante el periodo 2003 - 2004. Después de Irak, vino el asunto Yukos y la expulsión de Voloshin y Kasianov de los círculos de poder ruso. Estados Unidos se embarcó de nuevo en la carrera de una Guerra Fría para derrotar de una vez por todas a Rusia, esta vez Rusia debía quedar como un socio menor de los Estados Unidos con las materias primas del país incluidas en un paquete de acuerdo global, a cambio de la “estabilización” del país.

El método empleado en la Rusia de Yeltsin en la década de 1990 se hizo a base de acuerdos entre las élites de Estados Unidos, “La Familia” y empleados de Yeltsin y sus compinches en el ejército ruso, pero eso sería un auténtico fracaso con Putin en la sede presidencial.

Es incuestionable que el actual presidente ruso, que puso en su sitio a los oligarcas rusos y a los políticos afines a Yeltsin, mantuvo en sus inicios una discreta política de contención, tolerando la imparable expansión de los Estados Unidos y de la OTAN en las ex repúblicas soviéticas. Luego, con el paso del tiempo, sus progresivas acciones para defender los intereses rusos han sido calificadas de exageradas e intolerables por las potencias occidentales, por tanto, Putin es una amenaza a los objetivos económicos de Occidente.

El último intento para desalojar a Putin y cambiar la base de poder al control de los políticos occidentales siguiendo el “patrón Yeltsin” se llevó a cabo en el verano de 2003, se pedía la retirada gradual de las tropas rusas de Tayikistán, vinieron golpes militares “naranjas” en Georgia, Adjaria, Ucrania, Abjasia y Kirguistán.

Actos terroristas también fueron el denominador común: Beslán, la guerra de guerrillas, el caso de Igor Sechin, no olvidemos las guerras de Chechenia (sobre Chechenia en la próxima entrega). Sin embargo, Estados Unidos y Gran Bretaña cayeron en cuenta de que ni sus espantosas operaciones terroristas, ni revoluciones naranjas, ni las guerrillas en el Cáucaso del Norte desalojarían a Putin. Era necesario encontrar una nueva dirección y herramientas a aplicar con el fin de subyugar a Rusia. Se planeó eliminar a Putin (Caso Igor Sechin. ex agente de la KGB, un amigo y conservador consejero de Putin. Ver: Caos Poscomunista)


         kremlin.ru


Se utilizó, entre otros medios al ex presidente ucraniano Viktor Yushchenko, quien firmó un “Acuerdo de Asociación Estratégica” con Bush, una colaboración entre los servicios secretos ucranianos y americanos contra los intereses de la Federación de Rusia, tanto en el interior como en el extranjero. Al parecer se pretendía llevar a cabo una conspiración conservadora transatlántica que buscaba “sacar a la luz los trapos sucios de Putin y de las personas cercanas a su esfera de influencia”. ¿Por qué? ¿Tenían en mente chantajear a los dirigentes rusos para la rendición de Rusia y la entrega de sus riquezas naturales a las élites occidentales en el poder?

Al final, Putin fue capaz de derrotar estos planes jugando el viejo juego del “policía bueno” (Dimitri Medvedev, presidente ruso en 2008) frente al “policía malo” (Sergei Ivanov). Poco después, Sechin fue degradado a un puesto de vice-primer ministro que puso fin a los planes de guerra en el Lejano Oeste para derrocar a Putin a través de Sechin.

Casi de inmediato vino la tarea asignada al régimen “naranja” de Saakashvili en Georgia para la guerra secreta contra Rusia. Georgia, mejor dicho, su gobierno, debería provocar una crisis militar con Rusia que convencería a la “vieja Europa” de la inevitable nueva Guerra Fría con Rusia, alinearla con Estados Unidos y eliminar cualquier objeción en una rápida integración de Georgia y Ucrania en la OTAN. Por “mera coincidencia”, representantes del centro clandestino Banderovite en la Dirección General de Inteligencia Militar del Ministerio de Defensa de Ucrania participaron en la conspiración georgiana. Aquel plan fracasó estrepitosamente. (Sobre la guerra en Georgia ver la próxima entrega)

“Operación Campo Despejado”, la invasión de Osetia estaba servida. Querían que los rusos entraran a Georgia. El objetivo estratégico era provocar y mantener a Rusia en una guerra prolongada, agotadora y sangrienta como fuera posible, con grandes pérdidas de vida entre la población civil y un caos que se extendiera por todo el Cáucaso y más allá, en el interior de Rusia. Pero el ejército georgiano apenas resistió cinco días. (Daniel Estulin).

Y, en otra “curiosidad” de la geopolítica mundial, igual escenario fue diseñándose para Ucrania con las mismas pretensiones: guerra prolongada, sangrienta y de desgaste, quería (aún lo desean) ver a Rusia en “acción” bombardeando y asesinando a la población civil ucraniana para pedir la intervención de la comunidad internacional (OTAN), nada de eso ha sido posible.

Para cerrar este capítulo, el investigador Daniel Estulin se pregunta:

“¿Qué tienen en común los neoconservadores pro israelíes y los islamistas radicales?” El mismo nos da la respuesta: ”El odio a Putin y al nacionalismo ruso. A Putin lo detestan las élites occidentales no porque aspire a ser un dictador, sino porque las desafía. Putin acabó con el poder de los oligarcas rusos y con la corrupción y el robo descarado que estaban acabando con el país”.

Brzezinski, en su gran juego de tablero del ajedrez mundial, expresaba que una Rusia independiente es un estorbo para los planes de los Estados Unidos en la hegemonía global, que en su doctrina señala que todo lo que se cruza en sus caminos debe ser eliminado y la Rusia de Putin se atraviesa en esos caminos. Por una década Yeltsin complació esa tesis, mantuvo a Rusia sumida en el caos. Sin embargo, la Rusia de Putin se erigió como la mayor amenaza al futuro de las ambiciones geoestratégicas estadounidenses, se ha opuesto a ese mundo unipolar.


Continuaremos….

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Nota Referencial: Este artículo tiene como base principal el libro de Daniel Estulin, "Los Señores de las Sombras", (2007), editorial Del Bronce, Madrid. El libro de D. Estulin ha sido analizado en diferentes artículos de este blog, de donde obtenemos la información. Las ilustraciones de este post son responsabilidad del editor del blog.

20 septiembre 2025

¿Fue la Primera Guerra Mundial un trágico accidente? - ¿Y si el Tratado de Versalles hubiera triunfado?




Selección de artículos


Volviendo al clásico cuestionamiento de los ¿y si? presentamos dos importantes artículos publicados en la revista digital Historia.net (las publicamos juntas por su relación inmediata). Los textos originales en inglés titulan: “What If World War I Was Just a Tragic Accident?”, redactado por Daniel McEwen (noviembre 2022); el segundo texto, refiere al polémico Tratado de Versalles y el cuestionamiento de si habría sido posible que lograra imponerse en Europa, “What If the Treaty of Versailles Had Succeeded?”, de Mark Grimsley (octubre 2014).

El lector comprenderá el por qué se ha decidido darles una secuencia en este post, se trata de reflexiones de alto valor histórico, razonamientos académicos alejados de los clásicos relatos de batallas y cifras, esa es la razón por la que se omite algunos párrafos en esta publicación, sobre todo datos estadísticos que no afectan en nada el sentido y el mensaje de los artículos originales.

Por las dudas, queda aclarado que las siguientes líneas son transcripciones textuales de los autores mencionados. El lector puede consultar la fuente original en los enlaces abajo constantes.

Buena lectura.


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¿Qué pasaría si la Primera Guerra Mundial hubiese sido solo un trágico accidente?

Daniel McEwen

En el siglo transcurrido desde que terminó, los historiadores han señalado muchas causas, pero ¿es posible que ninguna de las naciones combatientes quisiera la guerra?

Cualesquiera que fueran las esperanzas que los combatientes pudieran haber tenido inicialmente de que la Primera Guerra Mundial fuera breve y relativamente indolora, pronto murió en medio de las trincheras y el alambre de púas. (Colección Everett histórica, Alamy Stock Photo)

La gente todavía mira la Primera Guerra Mundial con horrorizada incredulidad. Ese "éxtasis de torpeza" de cuatro años mató a unos 10 millones de soldados y quizás a otros tantos civiles, números que desafían la comprensión. Los gobiernos conmocionados tenían poco que mostrar por los campos de cruces blancas que aparecían en sus paisajes llenos de viruelas. Las familias afligidas de todo el mundo querían saber quién tenía la culpa de haber enviado a sus hijos, padres y esposos a morir de manera espantosa e inútil en lo que el diplomático e historiador estadounidense George F. Kennan denominó "la gran catástrofe seminal", o Urkatasrophe ("catástrofe original") para los alemanes.

¿Quién en realidad? ¿Y por qué? A lo largo de las décadas transcurridas desde que se silenciaron los cañones de la "Guerra que no acabó con la guerra", los escritores de unos 30.000 libros, informes técnicos y artículos académicos han debatido la cadena de acontecimientos que provocaron consecuencias históricas, sociales, económicas y tecnológicas sin precedentes que dejaron radiactiva la política euroasiática hasta finales de siglo. Nuevas investigaciones se suman continuamente a esta biblioteca, a menudo trayendo más controversia que claridad.

Que había caballeros y bribones en todos los campamentos es un hecho. Sin embargo, si parecían haber actuado como tontos, sinvergüenzas o locos, júzguenlos "en el contexto de su tiempo, no en el nuestro", instan los historiadores, lo que suena sospechosamente como tener que aceptar "parecía una buena idea en ese momento" como explicación.

Si la guerra fue inevitable o evitable depende de los libros que uno lea. Muchos sostienen la idea de que en las décadas previas a 1914 toda Europa estaba entusiasmada con ir a la guerra, que sus naciones eran campos armados y que al acumular ejércitos de un millón de hombres solo alimentó lo que el historiador australiano Sir Christopher Clark ha llamado "la ilusión de una presión causal en constante aumento". En esta versión de la historia, la Alemania imperial era una dinamo emergente infundida con visiones de encontrar su merecido "lugar en el sol" y se metió en una carrera por colonias y superioridad naval que alteró peligrosamente el equilibrio de poder.


Los líderes nacionales, tanto civiles como reales, como el zar Nicolás II, elevaron la moral militar con discursos y visitas a las tropas. / Roger Viollet, API, Getty Images


En lo que se conoce como la "Lucha por África", desde mediados de la década de 1880 hasta la víspera de la Primera Guerra Mundial, casi el 90% del continente fue colonizado por potencias europeas occidentales, principalmente Gran Bretaña y Francia. Aunque Alemania dio el pistoletazo de salida, sus ambiciones no se cumplieron. El canciller Otto von Bismarck había convocado la Conferencia de Berlín de 1884-85 con el propósito expreso de dividir África de una manera diseñada para evitar tropezar con una guerra. La lucha en sí estuvo marcada por una serie de "incidentes internacionales" que involucraron alguna combinación de Alemania, Gran Bretaña o Francia, pero estos se resolvieron pacíficamente.

La carrera armamentista naval simultánea entre Gran Bretaña y Alemania es la obra maestra del argumento a favor de la guerra. Cuando Alemania concedió efectivamente esa carrera en 1912, Gran Bretaña tenía 61 buques de guerra de primera línea frente a los 31 de Alemania de calidad media. Una sola y breve salida en Jutlandia en 1916, aunque fue una victoria táctica para la Armada Imperial Alemana, fue suficiente para mantenerla atracada durante la guerra. Se escuchó a un enojado vicealmirante Curt von Maltzahn enfurecerse: "Incluso si grandes partes de nuestra flota de batalla estuvieran en el fondo del mar, lograría más de lo que logra estar bien conservada en nuestros puertos".

A menudo se retrata a Francia como sedienta de venganza después de su humillante derrota en 1870 ante Prusia, además de estar ansiosa por recuperar Alsacia-Lorena. "Incluso un conocimiento superficial de los eventos muestra que no hay verdad en esta afirmación", responde Michael Neiberg, presidente de Estudios de Guerra en el Colegio de Guerra del Ejército de EE. UU. en Carlisle, Pensilvania. En su libro Dance of the Furies: Europe and the Burst of World War I, Neiberg clava una estaca en el corazón de este argumento, revelando que fue un espeluznante juicio por asesinato, no Alsacia-Lorena, lo que preocupó al público francés durante la crisis de julio de 1914. Cita encuestas que muestran que apenas el 4% de los ciudadanos franceses consideraba que valía la pena ir a la guerra por la región.

La erudición del politólogo de Notre Dame, Sebastian Rosato, confirma que ni Alemania ni Francia aumentaron notablemente el tamaño de su ejército en la década previa a la guerra. Francia estaba tan poco preparada que alrededor del 95% de los proyectiles de artillería que disparó en 1914 se fabricaron en Alemania, mientras que sus fábricas textiles solo podían producir uniformes azules. "No hubo un amplio apoyo público a la guerra entre las clases trabajadoras de Europa", señala Rosato. "Los votantes en Francia y Alemania antes de la guerra votaron consistentemente por partidos antimilitares".

Tampoco las familias de los últimos cuatro imperios soberanos de Europa querían la guerra. Los Hohenzollern de Alemania; los Habsburgo de Austria-Hungría, cuyo emperador Francisco José había declarado paradójicamente: "Es el primer deber de los reyes mantener la paz"; los Romanov de Rusia, conocidos por disparar a multitudes de manifestantes; y los Tres Pashas, cuyo tambaleante imperio otomano estaba en soporte vital cuando estalló la guerra. Este grupo se negó a entrar suavemente en la buena noche del monarquismo constitucional, aferrándose a la riqueza y el poder al suprimir los movimientos reprimidos por la independencia política, la reforma social, la libertad religiosa y la democratización que habían agitado sus imperios durante el siglo XIX. Sus poblaciones estaban ansiosas por seguir adelante con lo que la historiadora de la Universidad de Oxford, Margaret McMillan, denomina "la transición de sujeto a ciudadano". La idea de que una guerra pudiera dar a estas masas rebeldes los medios y la oportunidad de hacer precisamente eso mantuvo a estas familias despiertas por las noches, y con razón. En 1918, una diáspora real los había arrojado a todos al viento.

En su libro 1913: En busca del mundo antes de la Gran Guerra, el historiador británico-australiano Charles Emmerson describe una Europa que celebra una edad dorada de paz, progreso y prosperidad. "Sería muy, muy difícil imaginar esta construcción maravillosa, brillante, rica, globalizada, próspera y civilizada que se ha construido durante los últimos cien años... podría ser destrozado por la guerra en un momento de locura", señala Emmerson. De hecho, en mayo de 1914, el subsecretario británico de Asuntos Exteriores, Sir Arthur Nicolson, se sintió impulsado a declarar: "Desde que estoy en el Ministerio de Asuntos Exteriores no he visto aguas tan tranquilas".

Pero si la "fiebre de la guerra" estuvo ausente en los años previos a 1914, ¿qué explica los desfiles militares abarrotados por espectadores que vitoreaban, las estaciones de reclutamiento desbordadas y los trenes llenos de hombres sonrientes que se despedían de sus esposas y madres, como se captura en las películas granuladas de la época?


Contrariamente a los temores entre los gobiernos europeos de que el estallido de la guerra causaría disturbios civiles generalizados entre sus pueblos, las noticias sobre la movilización militar fueron recibidas inicialmente con un entusiasmo público casi histérico. Multitudes en todo el continente vitorearon a las tropas. / Roger Viollet, API, Getty Images


"Es fundamental para comprender la Primera Guerra Mundial, comprender cuán profundamente los hombres que se alistaron en todos los bandos realmente compraron el mito de la 'guerra corta'", dice Neiberg. Dado que la idea de la guerra estaba tan alejada de la conciencia pública cuando estalló repentinamente, todos los gobiernos combatientes se apresuraron a asegurar a su ansiosa población que estaban actuando puramente en su defensa, un argumento presentado con diversos grados de credibilidad. Bélgica podría hacer esa afirmación con razón. Francia hizo un punto de orgullo nacional no dar el primer golpe. De hecho, había retirado su ejército a varias millas de la frontera alemana en Alsacia-Lorena para evitar cualquier incidente que pudiera desencadenar disparos.

Alemania, mientras tanto, cargó a sus hombres en trenes, afirmando estar respondiendo de la misma manera a la movilización rusa. "Desenvainamos la espada con la conciencia limpia y con las manos limpias", juró solemnemente el káiser Guillermo II, aunque su junta militar tuvo problemas para explicar por qué los trenes que transportaban un ejército "defensivo" se dirigían hacia Bélgica, que no había disparado un tiro con ira, en lugar de Serbia, donde el asesino Gavrilo Princip había matado al archiduque austriaco Francisco Fernando y a su esposa Sofía en Sarajevo el 28 de junio. 1914.

Los generales de los ejércitos austrohúngaro y ruso tenían muchas razones para temer que la lealtad patriótica a un monarca que había maltratado a su población en tiempos pasados no motivara a los hombres a responder a las órdenes de convocatoria. Estaban equivocados. Los reclutas aparecieron por millones. Hombro con hombro estaban capitalistas, socialistas, monárquicos, nacionalistas, campesinos y príncipes, la mayoría de los cuales creían apasionadamente que estaban luchando para defender su patria de un ataque no provocado que amenazaba la supervivencia de su nación. ¿Quién no estaría ansioso?

Los hombres también se alistaron rápidamente porque creían con el mismo fervor que estarían en casa para Navidad, usando medallas y deleitando a las damas con historias de guerra. Tal flimflam patriótico se convirtió en un artículo de fe entre los hombres que habían respondido al llamado de su respectivo país y perseguiría a todos los que lo promocionaran. El káiser prometió a sus hijos que estarían en casa "antes de que caigan las hojas" porque la fe en las guerras cortas y decisivas fue la base de la planificación militar alemana en 1914. ¿No había vencido Prusia a Austria en siete semanas en 1866 y a Francia en seis meses en 1870?

Los comandantes de todos los ejércitos europeos habían aprendido la lección equivocada de las relativamente breves guerras regionales del siglo XIX. Sus observadores habían sido testigos de primera mano de cómo la innovación tecnológica, el aumento constante en el alcance y la velocidad de disparo de los rifles, y el advenimiento de las primeras ametralladoras y proyectiles de artillería 10 veces más poderosos que las balas de cañón de Napoleón, estaban haciendo que el campo de batalla fuera cada vez más letal para los soldados. Estos eran presagios de una tendencia aterradora que los establecimientos militares de todos los uniformes malinterpretaron salvajemente.

Increíblemente, el mensaje aparentemente recogido por los observadores militares fue que las tropas infundidas con ímpetu patriótico podrían abrumar incluso a las defensas enemigas más fuertes. Este cálculo ingenuo, si no insensible, significaba que lo único inevitable de la Primera Guerra Mundial era su horrendo número de muertos.




A finales del siglo XIX, el empresario y teórico militar polaco Jan Gotlib Bloch buscó cuantificar metódicamente la guerra moderna. Sus conclusiones llegaron como la madre de todas las verdades incómodas para los planificadores militares de la época. En esencia, declaró que la guerra se había vuelto demasiado grande, demasiado destructiva, demasiado mortal, demasiado costosa y demasiado impredecible para ser un instrumento efectivo de "política por otros medios". Bloch fue ignorado. En 1914, las ametralladoras convirtieron las valientes cargas de las tropas a campo abierto en masacres obscenas; aún más fueron volados en pedazos por la artillería masiva de fuego rápido. Alemania sola sufrió más de un tercio de todas sus bajas en los primeros tres meses del conflicto. Así, las trincheras se han convertido en el icono de la Primera Guerra Mundial.

Ninguna discusión sobre cómo comenzó la guerra omite el Plan Schlieffen. Ese plan militar alemán para sacar rápidamente a Francia de una futura guerra demostró ser más de lo que podían manejar. El "Milagro del Marne" de 1914 de los aliados detuvo a las divisiones vestidas de gris del káiser a 50 millas de París. El fracaso del plan se considera el primer paso en falso de Alemania en el camino hacia el desastre. Sin embargo, argumenta Rosato, la propuesta del mariscal de campo Alfred von Schlieffen, escrita una década antes, nunca fue más que un "ejercicio teórico en papel" para justificar la expansión del ejército alemán. El plan, tal como era, estaba diseñado solo para mantener a Francia bajo control mientras Alemania se enfrentaba a su verdadero enemigo, Rusia; nunca se suponía que hubiera un gancho de izquierda en París. En 1914, los alemanes habían planeado solo una serie de pequeños tiroteos defensivos, pero dada la rápida retirada francesa, sus tropas se vieron obligadas a seguirlos. Por lo tanto, la operación fue un caso clásico de expansión de la misión que solo se parecía al Plan Schlieffen.

A fines de 1914, con millones de muertos y sin un final a la vista para la matanza, la promesa de la "guerra corta" quedó expuesta como el mito asesino que era. Entonces, ¿por qué las fuerzas opuestas no detuvieron la locura y buscaron un acuerdo negociado? Porque para entonces cada nación combatiente creía que estaba librando una guerra defensiva que tenía que ganar si quería sobrevivir. Como en todas las guerras, la muerte de los camaradas solo hizo que los que aún estaban vivos estuvieran más decididos a matar al enemigo en venganza. "La intensidad del odio ya engendrado en todos los bandos hizo imposible la paz", dice Neiberg.

Así que la guerra molió su sangrienta molienda durante tres años más. Los historiadores discuten seriamente las diversas oportunidades que surgieron para que un lado u otro, especialmente Alemania, hubiera dado un golpe decisivo que habría "ganado" la guerra. Sin embargo, no es realista creer que Alemania tenía la capacidad de ganar la guerra como sus líderes imaginaban ganar. Sus homólogos en Londres, Moscú y Washington habrían tenido tolerancia cero para el tricolor alemán que ondeaba en lo alto de la Torre Eiffel.

Mientras tanto, anclada al otro lado del Canal de la Mancha había una armada con una tradición de tres siglos de anotar victorias ganadoras de guerra sobre armadas rivales. La fuerza marítima más grande de la tierra, la Royal Navy de Gran Bretaña, proyectó y protegió el poder del imperio más grande de la tierra. Si Alemania hubiera triunfado en el continente, Berlín no habría tenido medios para impedir que Gran Bretaña usara sus vastos recursos humanos, financieros, naturales e industriales para hacer la guerra. Los barcos de la Royal Navy se apoderaron o hundieron una cuarta parte de la marina mercante del káiser en solo tres meses, mientras que los submarinos alemanes hicieron poco más que hacer serios enemigos.

Ya sea zarista o comunista, Rusia siempre ha sido vasta. Ninguna nación entonces o ahora ha poseído nunca el alcance militar para conquistarla. Es por eso que Alemania permitió que un desconocido descontento y desempleado llamado Vladimir Lenin hiciera su trabajo sucio, permitiendo que el cerebro militar en Berlín evitara convenientemente el problema insuperable de poner botas alemanas en el terreno en Moscú.




Estados Unidos, por su parte, era simplemente demasiado rico para que Alemania lo enfrentara. Al estallar la guerra, sus fábricas ya producían una cuarta parte de los productos manufacturados utilizados por los europeos sin sudar. Un Congreso aislacionista lo mantuvo fuera de la refriega el mayor tiempo posible a pesar de la creciente inquietud pública con la venta de material de guerra a Alemania. Sin embargo, cuando el Telegrama de Zimmerman llegó a los titulares, la opinión pública cambió abrumadoramente a favor de llevar la guerra a los villanos que estaban seguros de que lo habían comenzado todo: los hunos.

Con el beneficio de la retrospectiva, sabemos lo que habría sucedido si el Plan Schlieffen hubiera funcionado en 1914, como lo hizo en el verano de 1940 cuando la Wehrmacht empleó una versión actualizada para pasar por encima de Francia en cuestión de semanas. Adolf Hitler y sus generales procedieron a repetir servilmente todos los mayores errores de Erich Ludendorff, reduciendo finalmente a Alemania a una ruina humeante en la lucha contra los mismos enemigos bien armados y las mismas realidades geopolíticas desalentadoras con el mismo resultado predecible. La escala era mucho mayor y tomó más tiempo, pero el resultado solo parecía dudoso en ese momento.

Se han escrito aún más palabras sobre cómo terminó la guerra que sobre cómo comenzó. El Tratado de Versalles de 1919 colocó inicialmente toda la culpa de la guerra sobre los hombros de Alemania. Las revisiones posteriores lo rebajaron a un desafortunado accidente, sin un país al que culpar, llamémoslo la "Guerra de los Ups". Luego, en 1961, el historiador alemán Fritz Fischer publicó una acusación condenatoria de 900 páginas sobre el papel de su nación en el inicio de la "Marcha de la Locura" de Europa, reviviendo el debate con fuerza. La prueba A fue el infame "cheque en blanco" de apoyo del káiser que incitó a Austria-Hungría a castigar a Serbia por el asesinato de Francisco Fernando.


El archiduque austriaco Francisco Fernando y su esposa Sofía descienden los escalones del ayuntamiento de Sarajevo el 28 de junio de 1914. Su asesinato minutos después se ha considerado durante mucho tiempo la chispa que encendió la Primera Guerra Mundial. / Ullstein Bild, Getty Images


Pero el historiador estadounidense Samuel R. Williamson Jr. se encuentra entre los que rechazan lo que él llama el "paradigma alemán". En cambio, presenta un caso convincente de que el emperador austrohúngaro Francisco José I y su ministro de Relaciones Exteriores, Leopold Berchtold, jugaron al káiser como un violín, manipulando cobardemente el cheque en blanco para lanzar no una incursión punitiva sino un ataque total contra Serbia. Vale la pena señalar que a pesar de perder casi un tercio de su población durante la guerra, el porcentaje más alto de cualquier nación, Serbia resultó ganadora en las conversaciones de paz. Las fronteras de la posguerra finalmente lo expandieron al superestado eslavo de Yugoslavia. Visto desde esa perspectiva, Williamson califica el asesinato de Sarajevo como "el acto terrorista más exitoso de todos los tiempos".

Cualquier villanía implícita fue compartida, sostiene el historiador Clark. "Si bien cada nación tenía una comprensión limitada de la complejidad de lo que se estaba desarrollando", dice, todos llegaron a ver la volatilidad de los Balcanes como circunstancias estratégicas beneficiosas para avanzar en sus respectivas agendas políticas. El diplomático alemán Kurt Riezler resumió la actitud en una carta a su prometida: "La guerra no era deseada, pero aún así calculada, y estalló en el momento más oportuno".

¿Es debido a nuestro persistente desprecio por la Primera Guerra Mundial que celebramos la Segunda Guerra Mundial, los seis años más mortíferos de la historia humana, como la "Guerra Buena"? Mató al menos tres veces más personas, en su mayoría civiles, con bombardeos incendiarios, campos de concentración y armas nucleares, entre otros medios horribles. El hecho de que su final se celebrara con los Días de la Victoria (como en "Nos alegramos de haber ganado") frente al final de la Primera Guerra Mundial, que se denominó Día del Armisticio (como en "Nos alegramos de que haya terminado") dice mucho. Hablando de volúmenes, sin duda también habrá más de esos, y el debate continuará.


Parte II

¿Y si el Tratado de Versalles hubiera tenido éxito?

Mark Grimsley

Una segunda guerra europea podría haber sido inevitable desde el principio.

Cuando los cañones a lo largo del Frente Occidental callaron el 11 de noviembre de 1918, la mayor parte del mundo respiró aliviado. La guerra que muchos creían que duraría solo unos pocos meses se había prolongado durante cuatro años, devastó gran parte de Bélgica y el noroeste de Francia, derrocó a Rusia en la revolución, disolvió los imperios austrohúngaro y otomano, mató al menos a 16 millones de personas (seis millones de ellas civiles) e hirió a 20 millones más. En ese momento fue, con mucho, el peor conflicto de la historia.

Dada su escala, muchos esperaban que la Gran Guerra estuviera a la altura del epíteto del ensayista británico H. G. Wells de 1914: "la guerra que terminará con la guerra". Pero, ¿cómo crear una paz que pueda lograr este noble objetivo? Por lo menos, los negociadores que se reunieron en el llamativo palacio de Versalles esperaban forjar un acuerdo tan duradero como el Congreso de Viena de 1815. Ese esfuerzo había restaurado Europa a raíz de las guerras napoleónicas e inauguró la "Larga Paz" que evitó a Europa un estado de guerra general durante casi un siglo.

Los pacificadores fracasaron, por supuesto, y el acuerdo de Versalles se convirtió, como predijo tristemente el mariscal Ferdinand Foch, comandante supremo de los ejércitos aliados, en un mero "armisticio durante 20 años".


Firma del Tratado de Versalles 1919, William Orpen (dominio público)


Pero, ¿podría haber tenido éxito el Tratado de Versalles? ¿Se podría haber evitado una segunda guerra mundial? La opinión de Williamson Murray, uno de los historiadores militares más destacados de la actualidad, es un rotundo no. Los buenos contrafácticos dependen de "reescrituras mínimas" plausibles de la historia, de lo contrario son ejercicios estériles desprovistos de una visión significativa. En opinión de Murray, no es posible una reescritura mínima del acuerdo de Versalles.

¿Podría haber sido más indulgente con Alemania?

En Versalles, predominaron dos problemas. La primera: ¿qué hacer con Alemania? Dos respuestas básicas eran posibles. Una paz indulgente basada en la ausencia de anexiones ni indemnizaciones, como postuló el presidente Woodrow Wilson en sus famosos "Catorce puntos". O una paz punitiva que hizo que Alemania fuera incapaz de hacer daño. Un acuerdo puramente wilsoniano estaba fuera de discusión; la opinión popular en Gran Bretaña, Francia y otros lugares simplemente no lo habría aceptado. En cambio, Wilson lanzó mucha influencia diplomática estadounidense en el establecimiento de una Sociedad de Naciones destinada a resolver disputas pacíficamente. Esto resultó ser una empresa quijotesca.

Francia, la gran potencia occidental que había sufrido la peor parte de la malicia alemana, estaba muy decidida a desmontar la fuerza militar alemana (un objetivo que logró) y a asegurar lo suficiente en reparaciones para compensar el tremendo precio financiero y humano que había pagado. La incongruencia en el segundo objetivo, como señala Murray, es que Alemania no podría pagar las reparaciones masivas que Francia buscaba sin recuperar su antiguo estatus como potencia económica preeminente de Europa. En consecuencia, en unos pocos años, los aliados ajustaron el calendario de reparaciones para permitir la plena recuperación económica alemana.

¿Qué pasa con el imperio austrohúngaro?

La segunda pregunta importante: ¿qué hacer con el guiso multiétnico creado por el colapso del Imperio Austro-Húngaro? Aquí un segundo elemento importante en la fórmula wilsoniana para la paz se volvió central: la autodeterminación. El nacionalismo serbio había ayudado a desencadenar la Gran Guerra; ahora las aspiraciones nacionalistas de otros grupos étnicos prometían mantener a Europa en crisis a menos que esas aspiraciones fueran satisfechas. Por esa razón, el acuerdo de Versalles dividió Europa central y oriental en un mosaico de pequeños estados-nación como Austria, Checoslovaquia, Hungría y, sobre todo, Polonia.

Esto tuvo tres consecuencias infelices. En 1914, Alemania había limitado con tres grandes potencias: Francia, Austria-Hungría y Rusia, que, desde el punto de vista del equilibrio de poder, tenían una posibilidad razonable de mantener bajo control las ambiciones alemanas. Después de Versalles, Alemania se enfrentó directamente a una sola gran potencia: la hastiada y muy maltratada Francia. La creación de un corredor polaco hacia el Mar Báltico, aunque necesario para hacer económicamente viable un estado polaco, dividió efectivamente a Alemania en dos, un resultado que los alemanes consideraron comprensiblemente intolerable. Y el principio de autodeterminación excluía notoriamente a Alemania: además de otras pérdidas territoriales, se le negaba explícitamente a las zonas de habla alemana como los Sudetes, así como el derecho a unirse con la Austria de habla alemana. Los alemanes consideraron estas sanciones, con razón, como un doble rasero injusto.

Quizás la mejor oportunidad de resolver el problema de Alemania, afirma Murray, se perdió cuando los aliados, en lugar de seguir luchando, aceptaron la solicitud de armisticio de Alemania. Poner fin a la guerra sin invadir Alemania permitió a muchos alemanes concluir que su país no había sufrido una derrota militar, sino que había sido "apuñalado por la espalda" por socialistas y judíos. Se sabe que el general estadounidense John J. Pershing abogó por llegar hasta Berlín. Pero los franceses y los británicos nunca consideraron seriamente tal curso. En cambio, abrazaron con gratitud la oportunidad de poner fin a la guerra de inmediato. Dadas las horribles pérdidas que ya habían sufrido, es imposible imaginarlos haciendo otra cosa.




¿Versalles siempre estuvo condenado?

Con todo, concluye Murray, los pacificadores reunidos en Versalles se enfrentaron a una tarea imposible. No pudieron reconciliar las aspiraciones de las diversas partes interesadas, las presiones de la opinión popular y los principios en conflicto que rondaban la mesa de conferencias. El título del ensayo en el que Murray presenta su argumento es, por lo tanto, muy apropiado: "Versalles: la paz sin posibilidad".

A diferencia de otros escenarios hipotéticos, en los que la lección clave es que un ligero cambio aquí o allá podría haber alterado el resultado, un análisis contrafáctico del acuerdo de Versalles arroja una visión sorprendentemente diferente. Sugiere fuertemente que una segunda guerra europea general era inevitable desde el momento en que terminó la Gran Guerra

El mariscal Foch, entonces, estaba más en lo cierto de lo que pensaba. El acuerdo de Versalles no solo resultó ser nada más que un armisticio durante 20 años, sino que nunca podría haber sido otra cosa.

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15 septiembre 2025

El cómo Occidente ha planeado destruir Rusia desde hace siglos (3)




por Tito Andino

Viene de la Parte II


Historia y no Propaganda

III

Diseñando la posguerra y la inmediata Guerra Fría


Después de la batalla de Kursk de 1943, que culminó con la derrota de la Wehrmacht, se reunieron en Québec - Canadá (20 de agosto 1943) los jefes de los Estados Mayores de EE.UU y Gran Bretaña, así como Churchill y Roosevelt. En el orden del día estaba el tema de un eventual abandono por Estados Unidos y Gran Bretaña de la coalición antihitleriana y la formación de una alianza con los generales nazis con el fin de librar una guerra conjunta contra la Unión Soviética.

Según la ideología de Churchill y quienes la compartían en Washington, había que detener a los “bárbaros rusos” en el Este, lo más lejos posible, y si no derrotar a la Unión Soviética, por lo menos debilitarla al máximo. Hacerlo, antes que nada, por las manos de los alemanes, era un viejo plan de Churchill de 1919 (planteado al general ruso Kutepov durante la guerra civil rusa). Así se formuló la tarea en momentos en que estadounidenses, ingleses y franceses estaban sufriendo un revés y no podrían aplastar a la Rusia soviética. Churchill decía que quería -y en parte así fue- que de eso se encargaran los japoneses y alemanes.

En 1930, Churchill había explicado la misma tarea en clave a Bismarck, primer secretario de la Embajada de Alemania en Londres. Los alemanes se comportaron durante la Primera Guerra Mundial como unos necios, dijo Churchill. En vez de reconcentrarse en infligir la derrota a Rusia, empezaron a librar la guerra en dos frentes. Si ellos se hubieran ocupado sólo de Rusia, Inglaterra habría neutralizado a Francia. Parece que Churchill percibía esto no tanto como una lucha contra los bolcheviques cuanto como una continuación de la guerra de Crimea de 1853-1856.




El historiador ruso, Valentín Falin, señala que dentro de la coalición antihitleriana, las relaciones de aliados semejaban ser, por no decir que eran unos besos de Judas. Se hacían promesas, sin asumir compromisos, o -aún peor- para inducir a error a la parte soviética. Esta directriz formulada en el despacho de Chamberlain es elocuente: “Si Londres no puede evitar pactar con la Unión Soviética, la firma británica que se ponga al pie del documento no debe significar que en caso de agredir los alemanes contra la URSS los ingleses le acudan en ayuda a la víctima de la agresión, declarando guerra a Alemania. Debemos reservarnos la posibilidad de manifestar que Gran Bretaña y la Unión Soviética interpretan los hechos de distintos modos”.

Los aliados occidentales pretendían que una guerra de desgaste entre soviets y nazis hiciera sucumbir finalmente a la URSS. Pensaban que hacia la primavera de 1944 el potencial ofensivo de la Unión Soviética se vería agotado por completo, sin reservas humanas no podría asestar a la Wehrmacht un golpe comparable a las batallas de Moscú, Stalingrado y Kursk. Solo entonces, pensaban en Occidente, los soviéticos cederían la iniciativa estratégica a EE.UU e Inglaterra en las fechas propuestas para el desembarco de Normandía.

Y con el desembarco aliado en el continente se hizo coincidir un complot tramado contra Hitler. Los generales alemanes debían tomar el poder, disolver el Frente Occidental y abrir paso a los estadounidenses e ingleses para que éstos ocuparan Alemania y “liberaran” a Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y Austria... Se pretendía hacer parar al Ejército Rojo en las fronteras del año 1939.

A los estadounidenses no les resultó fácil recorrer Alemania en marcha alegre bajo el son de la música marcial, se vieron obligados a entrar en combates, a veces pesados. Cuando las tropas de EE.UU se acercaron a París estalló una sublevación, los estadounidenses se detuvieron a treinta kilómetros de la capital, esperando a que los alemanes acabasen con los rebeldes, porque se trataba de la resistencia comunista, pero los sublevados lograron imponerse, entonces los estadounidenses tomaron París. Algo análogo sucedió en la parte Sur de Francia.

Ya en 1941 Occidente esperaba ansiosa la fecha en que Moscú caiga. En 1942, Turquía, Japón y EE.UU estaban aguardando la caída de Stalingrado, para luego empezar a revisar su política. Los “aliados” no compartieron con la URSS los datos obtenidos por sus servicios de inteligencia, los planes de los alemanes para desarrollar la ofensiva del Don al Volga y después hacia el Cáucaso, los estadounidenses, aunque conocían muchos detalles, días y horas, por ejemplo, respecto a los preparativos de la operación “Ciudadela” en el Arco de Kursk, no informaron de nada.




Al contrario, los “aliados” occidentales preparaban ya el plan “Rankin”. El plan principal no fue el “Overlord”, sino “Rankin” para establecer el control anglo-americano sobre toda Alemania y todos los Estados de Europa del Este, impidiendo el paso de los ejércitos soviéticos. Eisenhower, recibió la directriz: ir preparando “Overlord”, pero siempre tener en cuenta “Rankin”. La cosa era que si se presentaban las condiciones propicias para realizar el “Rankin”, “Overlord” quedaría de lado. El levantamiento en Varsovia fue organizado con ese objetivo.

Reiteramos, en 1944 el plan fundamental consistía en lograr detener en lo posible a la Unión Soviética, lo dijo Churchill abiertamente en octubre de 1942 (antes la contraofensiva en Stalingrado), “tenemos que hacer parar a esos bárbaros en el Este, lo más lejos posible”, se refería a los rusos como “monos salvajes”. En 1945 el general George S. Patton exigía histéricamente no detenerse en el Elba y mover las tropas norteamericanas a través de Polonia y Ucrania hacia Stalingrado para terminar la guerra en el mismo lugar donde Hitler había sufrido una derrota, igual criterio manejaban otros generales estadounidenses que expresaban que hay que “detener a los descendientes de Genghis Khan”. La "teoría de los infrahombres" no era un monopolio alemán.

Churchill se sentía libre de cualquier compromiso ante la Unión Soviética y hasta intentó, en vísperas de la cumbre de Yalta, orientar al presidente Roosevelt hacia una confrontación con Moscú. Fracasó. En esas fechas Churchill ordenó almacenar las armas de trofeo alemanas con vistas a su eventual uso contra la URSS e internar en el sur de Dinamarca y en la tierra de Schleswig-Holstein, a las divisiones de soldados y oficiales de la Wehrmacht que se rendían a las tropas británicas. El Frente Occidental ya no existía, solo había la confrontación germano-soviética en el Frente Este. Churchill anhelaba que las tropas americanas y británicas pudieran relevar a las unidades de la Wehrmacht o fusionarse con los alemanes en la tarea de contrarrestar la “amenaza soviética”.

Para Churchill era necesario deshacerse de los rusos porque habían cumplido ya su misión, pero eso era imposible mientras viva Roosevelt.

Para la Conferencia de Potsdam, Churchill se opuso a formalizar la victoria rindiendo el tributo a la aportación hecha por la Unión Soviética. Churchill creía que era la oportunidad de Occidente, aprovechar un momento en que la URSS tenía recursos prácticamente agotados, retaguardia demasiado extensa, tropas cansadas de la guerra y equipos desgastados. Era necesario lanzarle un reto a Moscú y obligarla, ante la alternativa de otra guerra penosa, a plegarse al dictado de los anglosajones.

No es una especulación, ni tampoco una hipótesis, sino la constatación de un hecho con nombre propio. A principios de abril, según otros datos, a finales de marzo de 1945, Churchill ordenó que se procediera con la máxima urgencia a los preparativos de la Operación “Impensable”.

Una nueva guerra tenía que empezar el 1 de julio de 1945 en la cual deberían participar las tropas estadounidenses, británicas, canadienses, el cuerpo expedicionario polaco y diez o doce divisiones alemanas, aquellas que se mantenían sin disolver en la tierra de Schleswig-Holstein y en el sur de Dinamarca. El presidente Truman se abstuvo de apoyar aquella idea, la opinión pública en Estados Unidos no estaba dispuesta a aceptar una traición tan cínica a la causa de las Naciones Unidas. Pero no era ésta, probablemente, la causa principal. (Algo más sobre la “Operation Unthinkable” (Operación Impensable, más adelante)

Los generales norteamericanos defendieron la necesidad de mantener la cooperación con la URSS hasta que capitulara Japón. Además, ellos suponían, al igual que los militares británicos, que era más fácil desatar una guerra contra la Unión Soviética que terminarla con éxito. El riesgo les parecía demasiado grande.

La muerte de Roosevelt provocó un cambio casi relámpago en las directrices de la política norteamericana. En su última alocución al Congreso de EE.UU, el 25 de marzo de 1945, el presidente advertía que la nación estadounidense debía asumir la responsabilidad por la cooperación internacional o, de lo contrario, sería responsable de un nuevo conflicto a escala mundial. Bien puede señalarse que la toma de Berlín por los soviéticos frenó a Londres y a Washington de la tentación de empezar la III Guerra Mundial.

Truman anunció en una reunión del 23 de abril en la Casa Blanca, su propia línea, la capitulación de Alemania era una cuestión de varios días, a partir de lo cual las trayectorias de la URSS y EE.UU. iban a divergir radicalmente. El equilibrio de los intereses era una tarea para flojos y en adelante primaría la Pax Americana. Truman estaba a un paso de declarar sin más dilaciones, a bombos y platillos, el término de la cooperación con Moscú. Y lo habría hecho si no fuera por la oposición de los militares estadounidenses. De haberse producido una ruptura con la URSS, Washington habría tenido que acabar con Japón por cuenta propia, lo cual le habría costado según las estimaciones del Pentágono entre uno y dos millones de vidas. Así que los militares de EE.UU, guiándose por razones propias, impidieron en abril de 1945 una avalancha política. Pero no fue por mucho tiempo.

La actitud de Occidente en relación a Rusia en la segunda guerra mundial fue de un cinismo total, pasaba de ser "amiga" a "enemiga" de la noche a la mañana, de "nuestro increíble aliado" pasó a ser el "nuevo Hitler", no obstante que las esferas de influencia en Europa fueron discutidas a fondo y acordadas por las potencias aliadas en las Conferencias de Yalta y Potsdam.

Algo parecido sucedió en la Gran Guerra, Rusia era el aliado de Occidente con la coalición de la "Triple Entente" (junto a Gran Bretaña y Francia) para terminar transformándose en la "amenaza bolchevique". La historia quiere ocultar un hecho trascendental, la Rusia de los bolcheviques fue una criatura nacida de los intereses financieros de Occidente como bien lo explicó el estudioso Anthony Sutton en “Wall Street y la Revolución Bolchevique”.


Conferencia de Potsdam, 17 de julio a 2 de agosto de 1945, En la foto se aprecia a Stalin junto a Harry S. Truman, que reemplazó al fallecido F.D. Roosevelt, mientras Winston Churchill aún compareció en las primeras jornadas de la Conferencia, pero al poco sería reemplazado por Clement Attlee tras la victoria de su partido (Laborista) en las elecciones del 26 de julio 1945


La Guerra Fría

Durante la Guerra Fría la disuasión nuclear soviética fue la que contuvo las nuevas aventuras del Occidente civilizado, pero en un principio no fue así. Tanto británicos como estadounidenses se arrepentirán por siempre no haber liquidado a los soviéticos en la inmediata posguerra e inicio de la Guerra Fría, tuvieron un margen de cuatro años, hasta 1949 y aún más tiempo, porque recién los soviéticos probaban su primer arma atómica.

En esta época se presentaron episodios de trascendencia como la crisis de los misiles en Cuba 1962, en respuesta al despliegue de sistemas de misiles de la OTAN en Turquía. Las guerras de Corea y de Vietnam fue otro campo de enfrentamiento entre los soviéticos y EEUU/OTAN, guerras de liberación o independencia en el África y países del Asia, represión militar a los gobiernos de izquierda en Latinoamérica, etc.

Por lo mismo, no solo podemos acusar a Occidente de sembraba caos, la URSS y los países de su órbita fomentaron lo que se denomina “lucha popular” de grupos generalmente conocidos como “Movimientos de Liberación Nacional”; para contrarrestarlo, la OTAN creó los grupos "Stay Behind" y la “Operación Gladio” que alteraron el orden en naciones europeas, en muchas ocasiones con falsos ataques atribuidos a la izquierda “terrorista”, una verdadera guerra sucia que como secuela costó la vida de cientos de inocentes. Es lo que muchos expertos calificaron como “La estrategia de la tensión. El terrorismo no reconocido de la OTAN” 

En este largo periodo, hasta el descalabro del bloque soviético, se debe destacar un par de acontecimientos, que los esbozamos resumidamente.

El sabotaje de la OTAN dentro de los países satélites del Pacto de Varsovia y en la misma URSS era cotidiano, apoyaron, por ejemplo, el separatismo a través de “Radio Europa Libre/Radio Libertad” y “Voz de América” (VOA). Se buscaba a través de la propaganda sembrar la discordia entre grupos nacionales de las repúblicas soviéticas que buscaban autonomía, independencia política y económica, así como la preservación de su identidad nacional. 

Los intereses occidentales explotaron el derecho de secesión instaurado en la Constitución soviética de 1977, lo que proporcionó un marco legal para los movimientos separatistas siempre seducidos y auspiciados desde el exterior.

El caso de Ucrania siempre tuvo fuertes connotaciones, a pesar de los líderes soviéticos ucranianos fueron quienes destacaron políticamente en la mayoría de decisiones centrales de la URSS. Existían movimientos separatistas armados que luchaban contra el sistema soviético desde antes de la segunda guerra mundial, en especial en ciertas zonas del oeste de Ucrania, donde operaba el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), colaboracionistas del nazismo, hasta la década de 1950 Stepan Bandera era uno de sus símbolos.

Pero, el acto más trascendental -sin duda- constituyó, ni bien terminaba la segunda guerra mundial, el plan de guerra británico "Operation Unthinkable" (Impensable) y el plan estadounidense "Operation Dropshot", una guerra terrestre en Europa, parcialmente apoyada por armas atómicas en contra de la URSS.

Operación Impensable (Operation Unthinkable), enunciada más arriba, nació cuando Churchill le escribió a Anthony Eden, su secretario de Relaciones Exteriores, el 4 de mayo de 1945, decía que solo "un enfrentamiento temprano y rápido" con la Unión Soviética podría cambiar el rumbo de los acontecimientos. Argumentó que la alternativa era dejar a Francia y al resto de Europa occidental vulnerables a una invasión soviética

Churchill ordenó al general Hastings Ismay, quien luego se desempeñaría como primer secretario general de la OTAN, planear el ataque sorpresa en las posiciones del Ejército Rojo en Europa Central y Oriental (Operación Impensable). La idea era atacar en medio de las líneas soviéticas, alrededor de Dresde, con 47 divisiones estadounidenses y británicas, aproximadamente la mitad de lo que los aliados occidentales tenían disponibles en ese momento. Unos 100.000 soldados de la Wehrmacht debían participar. El objetivo inmediato era liberar a Polonia, que era, después de todo, la razón por la que Gran Bretaña había ido a la guerra en 1939. Ismay consideró el plan inviable (impensable, dirían muchos) y advirtió que, lejos de hacer retroceder al Ejército Rojo, podría provocar que la Unión Soviética lance una guerra total en Europa para defenderse. La única forma de hacer que el plan funcione era usando armas nucleares. Stalin, estaba informado por sus espías del plan británico y tomó contramedidas.


Operation Unthinkable plan británico preparado para el 1 de julio de 1945  y  Operation Dropshot (la fotografía de la derecha corresponde la prueba nuclear "Shot Apple-2"), el Plan Estadounidense para la Tercera Guerra Mundial Contra la Unión Soviética» en 1957

 

La “Operación Dropshot” fue el primer plan de Estados Unidos para la guerra nuclear, elaborado en 1949, desclasificado en 1977, preveía que la Guerra Fría se calentaría en 1957. El plan proponía utilizar 300 bombas nucleares y 29.000 explosivos de alto rendimiento, lanzados desde bases en Alaska, Okinawa, el Golfo Pérsico, el Reino Unido y el territorio continental de los Estados Unidos, contra sitios estratégicos, ciudades e instalaciones soviéticas que eliminarían el 85% de la capacidad industrial de la Unión Soviética. La inicial ola de ataques sería seguida por operaciones aéreas contra objetivos navales, con énfasis en la reducción de las capacidades submarinas soviéticas y lograr un bloqueo marítimo de la Unión Soviética. Si los soviéticos no capitulaban, el plan requería una ofensiva terrestre importante en Europa.

Por sentado los soviéticos no esperarían de brazos cruzados, en principio Stalin no planeaba usar armas atómicas en una guerra con Occidente, probablemente debido a la superioridad nuclear masiva de Estados Unidos en ese momento. El Pacto de Varsovia mantuvo una postura casi totalmente defensiva durante la década de 1950, lo que le distinguía de la planificación de guerra de la OTAN. Eso cambió en la década de 1960, cuando las dos superpotencias se aproximaron a la paridad y se previó por primera vez el uso ofensivo de las armas nucleares.

La URSS y el Pacto de Varsovia desarrollaron planes de contingencia, algunos se han desclasificado después de la Guerra Fría por los gobiernos de la República Checa y Polonia, respectivamente, planes de guerra de 1964 y 1979, el Pacto de Varsovia preveía un uso generoso de armas nucleares para despejar el camino en una invasión por tierra.

Continuaremos en el siguiente episodio....

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Referencias: 

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