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14 febrero 2021

Pickelhaube, mon amour

 


Nota de introducción por el editor del blog


Este artículo no va sobre el pickelhaube (del alemán Pickel: pincho y Haube, casco, en general prenda que cubre la cabeza). Creado en el siglo XIX para el ejército prusiano, así como para la policía y cuerpo de bomberos. Es de simple carácter decorativo, su uso se extendió a otros estados alemanes y como sabemos varios ejércitos del mundo adoptaron para actos ceremoniales este tipo de casco (aun en el presente). El Imperio Alemán lo utilizó para su infanteria antes y durante la primera guerra mundial (hechos de cuero), nada prácticos en el combate, no brindaban protección y demasiado visibles, por esa razón desde 1916 el pickelhaube fue lentamente sustituido por el casco de acero (stahlhelm). El pickelhaube permaneció para los actos ceremoniales. 


El Pickelhaube se usó a menudo en propaganda contra los alemanes como en este cartel de la Primera Guerra Mundial (Harry R. Hopps; 1917, Biblioteca del Congreso de Estados Unidos)


Las siguientes fotografías muestran la utilización del pickelhaube desde los aristocráticos oficiales, el Canciller Bismarck, el Kaiser Guillermo II hasta un "cabo bohemio" llamado Adolf Hitler.



Ya lo hemos dicho, este post no va sobre el Pickelhaube, el autor nos trae una interesante y a ratos irónica historia que trata la vida familiar de un aristocrático oficial alemán opositor al führer nazi, el General Paul von Hase que pagaría con su vida el haberse alineado con la resistencia alemana. 

El relato de Fernando Olalquiaga originalmente fue publicado por la revista Jot Down. Como Anexo haremos algunas puntualizaciones (todas las fotografías son interpuestas por el editor de este blog).

Buena lectura.

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Pickelhaube, mon amour


El General Erich Ludendorff junto a A. Hitler, durante el proceso por el fallido golpe de estado de noviembre de 1923

Fernando Olalquiaga 


Paul von Hase fue el gobernador militar de Berlín durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial. Un carguito nada trivial que, a pesar de todo, desde al menos 1938, no le impidió conspirar y conspirar para derrocar a su principal empleador. 


Es bien conocido que entre cierta aristocracia alemana se consideraba poco menos que un castigo muy obsceno el tener que rendir cuentas ante un cabo austriaco. Es algo muy comprensible en una clase social que tenía por costumbre, al cumplir sus pequeños principitos la tierna edad de doce años, año arriba, año abajo, cascarles un monóculo y mandarlos a batirse en duelo por algún asunto importante —como mofarse del color melocotón de unas medias masculinas— para buscar la serie de cicatrices perfecta que les sirviera de salvoconducto hacia las altas esferas del poder alemán. Generalmente nada tenía que ver en esta inquina hacia Hitler el odio al judío que profesaban este mequetrefe y sus camisas pardas y después negras, ni sus ansias por expandir el espacio vital alemán a costa de cientos de miles de vidas consideradas infrahumanas. Ni Treblinka, ni Mein Kampf, ni leches. Un cabo, un rango que no llega ni a la categoría de suboficial, un mendigo, un advenedizo, gritando y escupiendo órdenes a mariscales de apellido compuesto. El fin de Alemania.


General Karl Paul Emanuel von Hase (1885 - 1944)


El padre de Von Hase fue médico de la corte de Guillermo II. Su abuelo dedicó su vida a predicar la fe luterana y a ejercer como historiador en una época en que aún era una profesión respetada, pues significaba que podías dedicar tu vida a leer libros y escribir sobre batallas mientras tu sustento dependía de las rentas que tuvieras a bien o a mal cobrar de los arrendatarios que ocuparan tus fincas, ninguna menor que muchas provincias españolas y algunas que se podrían presentar sin rastro de pudor como pequeños virreinatos. 

Así que con estos ancestros, a Paul no le quedaba más remedio que ponerse muy colorado, casi negro de ira, cada vez que oía hablar de Hitler, y no pudo evitar idear planes locos para, preferentemente, volarlo por los aires en pedazos de dimensiones epsilónicas. Como si Dios existe desde luego tiene muy mala leche, Hitler salió ileso cuando en julio de 1944 le colocaron una bomba literalmente debajo del culo. Y Von Hase, una noche que estaba cenando con Goebbels, fue detenido, juzgado por el tristemente famoso Tribunal del Pueblo del juez Roland Freisler, y ahorcado el 8 de agosto de ese mismo año. Injusticia exprés.


El General Paul von Hase comparece ante el Tribunal Popular por el complot contra Hitler de julio de 1944 (bomba de Stauffenberg)

Antes de volver a la historia de la familia Von Hase, que es significativa para mostrar los grados de insania que la fidelidad a Hitler llegó a alcanzar, resaltemos el cómico final de la vida de Roland Freisler. A veces el buen Dios sí tiene gracia. El 3 de febrero de 1945, seis meses después de condenar a la horca a Von Hase, Freisler dictaba sentencia contra el teniente Fabian von Schlabrendorff, otro implicado en el complot de julio. «Le mandaría directo al infierno», le espetó Freisler, a lo que el teniente contestó: «con gusto le cedo el paso a usted primero». Y antes de que terminara la vista una bomba aliada cayó sobre la sala, y bajo una columna de granito derrumbada el teniente Von Schlabrendorff vio asomar la mano inerte del juez Freisler, que aún sostenía su expediente. Fabian von Schlabrendorff fallecería en 1980 a los setenta y tres años de edad.

Retomemos la saga Von Hase. El hijo de Paul, muy apropiadamente llamado Karl-Günther (Nota del editor: En realidad era su sobrino), tuvo que volver del frente italiano para probar su inocencia. Consiguió demostrarla, pero fue expulsado del Estado Mayor en enero de 1945 y enviado a combatir a un lugar de Pomerania Oriental llamado Schneidemuhl, donde sus probabilidades de sobrevivir a un Ejército Rojo cuyos efectivos solo se podían calcular empleando la notación exponencial rozaban, según todos los cálculos, incluidos los más fanáticamente nazis, el cero absoluto. Aun así, a pesar de su situación familiar, dentro de su cabezota germana no se planteó ningún tipo de dilema y siguió combatiendo «porque yo era un profesional y era mi deber». Parece que habla de meterle un gol a un equipo de fútbol del que formó parte en el pasado, y no de servir a las órdenes de quien colgó a su padre del cuello hasta morir.


Karl-Günther von Hase

Karl-Günther tuvo suerte. Antes de caer en manos de los soviéticos mandó un mensaje por radio pidiendo contraer matrimonio por poderes con su prometida Renata, que en esos momentos no daba abasto recomponiendo cuerpos nazis en un hospital de Turingia. Un hombre como Thor manda, sí señor. Así que Renata acudió al registro civil y contrajo matrimonio con un casco de acero que, según le indicaron, representaba al novio. Posó la mano encima, suponemos que aliviada porque la pica que hasta 1916 coronaba el Pickelhaube ya fuera un recuerdo del pasado, y juró fidelidad y etcétera hasta que la muerte los separara, una fecha que, en lo que concernía a Karl-Günther, parecía bastante cercana. El joven militar, sin embargo, no tuvo manera de enterarse de que el proceso había llegado a buen fin. Cuando sus captores le preguntaron si estaba casado, Karl-Günther contestó: «No lo sé». Ignoramos cómo le habría ido la vida a la joven enfermera Renata de haberse tomado al pie de la letra su matrimonio y compartido cama solo con un yelmo metálico porque, ¡oh, milagro!, Karl-Günther volvió de su cautiverio con vida, como sospechará cualquiera que haya estado atento a las comillas que resaltan la literalidad de las frases anteriormente citadas. Al oír en su celda de la prisión moscovita de Butikri el sonido de los fuegos artificiales que hacían de banda sonora a los sonoros «¡¡Hitler kaputt!!» de sus guardias, metió la cabeza entre sus brazos y rompió a sollozar.

El ansia de salir de dudas respecto a su estado civil quizás fue lo único que lo mantuvo apartado de unas ideas suicidas que, a pesar de no formar parte de la tradición militar alemana —son raros los suicidios cometidos tras la derrota de 1918, por ejemplo— abundaron entre las mentes castrenses de los más altos niveles de la cadena de mando. Algunos encontraron excusas de lo más peregrinas para levantarse la tapa de los sesos. El general Hesleni, al mando del Tercer ejército húngaro, dejó escrito en su nota de suicidio: «Me quito la vida por razones de salud: un estómago como el mío no sobreviviría al cautiverio». (Nota del editor del blog: Después de ser liberado del cautiverio se reunió con la enfermera Renata Stumpff hija del General de la Luftwaffe Hans-Jürgen Stumpff. Se casaron en una ceremonia religiosa el 30 de diciembre de 1949. La pareja tuvo cinco hijas).

Mientras tanto, al otro lado del canal de la Mancha, volvía el buen humor entre quien se lo pudiera permitir. Es decir, entre la alta sociedad. En una de las primeras bodas de postín celebradas tras el fin de la guerra, Henry Channon, que como miembro del Parlamento era conocido como Chips, un apodo que se consideraba simpático o ridículo según las fidelidades que se le profesaran al diputado, intentaba competir en ingenio con Emerald Cunard, la famosa socialite, amiga de Wallis Simpson, y —se sospechaba— amante del novelista George Moore y del director de orquesta sir Thomas Beecham. Señaló a los invitados bien encopetados, cargados de joyas y otros complementos no menos preclaros, y dijo:

Bueno… Por esto es por lo que hemos luchado.

Y ella respondió: —¡No me diga que todos estos son polacos!


Fernando Olalquiaga


Anexo del editor del blog


Karl-Günther Paul Otto von Hase 


En el presente, Karl-Günther von Hase, a sus 103 años, tiene un currículum impresionante, durante la Segunda Guerra Mundial llegó hasta el grado de Mayor, desempeñándose como oficial de Estado Mayor. En la posguerra fue jefe de la oficina de prensa e información del gobierno federal bajo los cancilleres Adenauer, Erhard y Kiesinger. Secretario de Estado en el Ministerio Federal de Defensa. Embajador de Alemania en Londres. Director del ZDF (radio televisión alemana), entre otras funciones de prestigio. Karl-Günther von Hase también es autor y coeditor del libro "The Soldiers of the Wehrmacht".  Desde junio de 2020 es el ex-soldado de más alto rango en las fuerzas armadas alemanas. El teólogo luterano y luchador de la resistencia, Dietrich Bonhoeffer (†1945) asesinado por el régimen nazi era primo de Karl-Günther von Hase (la madre de Bonhoeffer era una von Hase). 

Otro primo suyo, Friedrich-Wilhelm von Hase, hijo del General Paul von Hase, en el 70º  aniversario de la muerte de Klaus von Stauffenberg, presentó el libro "Hitlers Rache. Das Stauffenberg-Attentat und seine Folgen für die Familien der Verschwörer" (La venganza de Hitler. El intento de asesinato de Stauffenberg y sus consecuencias para las familias de los conspiradores), SMC Hänssler, Holzgerlingen, 2014. Una descripción de la herramienta de tortura del nazismo, detalla la detención de su padre y toda su familia, fue llevado a cautiverio para ser "educado" a lo nacionalsocialista en un hogar para niños a los 7 años.



Karl-Günther von Hase junto a la Reina Isabel II de Gran Bretaña y Gustav Heinemann, 1972

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