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07 diciembre 2020

Pearl Harbor y las guerras del Estados Unidos empresarial



 

Por Dr. Jacques R. Pauwels                              

Título original en inglés:                                                                    Fall 1941: Pearl Harbor and The Wars of Corporate America


Nota de introducción del editor del blog

La entreguerra no solo fue una etapa alborotada para las corporaciones internacionales, varias (sino muchas) vieron un horizonte próspero para los negocios y sin recato alguno colaboraron con el régimen nazi instaurado en Alemania en la década de 1930 a través de empresa subsidiarias controladas desde la matriz en Estados Unidos. No vale la pena hablar de un Henry Ford, de General Motor o las empresas petroleras de Rockefeller, ya no es novedad. Pero, debemos tener en cuenta algo simple, no se trataba de simples negocios. Ford, por ejemplo, era un reconocido antisemita condecorado por la Alemania nazi con la "Gran Cruz del Águila Alemana", 30 julio 1938, un distintivo honorífico para prominentes extranjeros, el más alto por cierto, un reconocimiento personal de Hitler, en esos tiempos Henry Ford ya no representaba a la empresa. Al poco, agosto de 1938, la "Orden del Águila Alemana" colgaba del cuello de un ejecutivo de General Motors, James Mooney, por servicios distinguidos al Imperio Alemán (Reich); la empresa subsidiaria de General Motors en la Alemania nazi era Opel Brandenburg. Tanto GM como Ford, por intermedio de sus subsidiarias alemanas (Ford-Werke) controlaban el 70% del mercado alemán del automotor, iniciada la guerra sus funciones variaron conforme las necesidades de la Wehrmacht.


Henry Ford condecorado con la Gran Cruz del Águila Alemana, 30 julio 1938

IBM, ITT son otros ejemplos, ya sabemos que la primera realizó trabajos para las "estadísticas" nazis, ITT no solo era especialista en comunicaciones, poseía el 25% de Focke-Wulf  por intermedio de su subsidiaria, C. Lorenz AG. En asuntos bancarios había parecida "colaboración" con instituciones como el Chase National Bank para el cambio de divisas y manipulaciones financieras. A todo ello sumememos que los Estados Unidos recibió con los brazos abiertos en la posguerra a cuanto ex nazi al que podía sacar provecho (Operación Paperclip).

En fin, estos temas son en la actualidad de amplio dominio público, también lo hemos revisado en otros artículos del blog. Como bien se dice en ocasiones y en diferentes ámbitos: "Nada personal, solo negocios". Pese a que el tema ya no es novedad el siguiente artículo aporta en la comprensión del papel del gobierno de los Estados Unidos y del círculo empresarial en el camino hacia la guerra. 

El Dr. Jacques R. Pauwels escribió "Fall 1941: Pearl Harbor and the Wars of Corporate America" (Otoño de 1941: Pearl Harbor y las guerras de las empresas estadounidenses), cuyo texto traducido viene a continuación.

T.Andino U. 


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Mito y realidad del ataque de Japón a Pearl Harbor hace 79 años, 7 de diciembre 1941

 

 

Mito: Estados Unidos se vio obligado a declarar la guerra a Japón tras un ataque japonés totalmente inesperado a la base naval estadounidense en Hawai el 7 de diciembre de 1941. Como Japón era aliado de la Alemania nazi, esta agresión hizo que automáticamente Estados Unidos entrara en guerra contra Alemania.


Realidad: Hacía tiempo que el gobierno Roosevelt deseaba entrar en guerra contra Japón y trató de desencadenarla por medio de un embargo al petróleo y otras provocaciones. Como Washington había descifrado los códigos japoneses, sabía que la flota japonesa se dirigía a Pearl Harbor, pero se alegró del ataque porque la agresión japonesa iba a hacer posible “vender” la guerra a la opinión pública estadounidense, la inmensa mayoría de la cual se oponía a ella.

También se suponía que un ataque por parte de Japón, a diferencia de un ataque estadounidense a Japón, evitaría una declaración de guerra por parte del aliado de Japón, Alemania, que estaba obligado por un tratado a ayudar solo en caso de que Japón fuera atacado. Sin embargo, por razones que nada tienen que ver con Japón o Estados Unidos, sino con el fracaso de la “guerra relámpago” de Alemania contra la Unión Soviética, el propio Hitler declaró la guerra a Estados Unidos pocos días después de Pearl Harbor, el 11 de diciembre de 1941.

Otoño de 1941. Tanto entonces como ahora, Estados Unidos estaba gobernado por una “élite del poder” formada por industriales, propietarios y gerentes de las principales empresas y bancos del país, que no suponían sino una pequeña parte de su población. Tanto entonces como ahora, estos industriales y financieros -el “Estados Unidos empresarial”- tenía estrechas relaciones con los más altos rangos del ejército, los “señores de la guerra” (como los ha denominado el sociólogo de la Universidad de Columbia C. Wright Mills, que acuñó el término “élite del poder”) (1) y para quienes años más tarde se erigiría un gran cuartel general, conocido como el Pentágono, a orillas del río Potomac.

En efecto, hacía décadas que existía el “complejo militar-industrial” cuando Eisenhower le dio ese nombre al final de su carrera como presidente y tras haberlo servido muy diligentemente. Hablando de presidentes: en las décadas de 1930 y 1940, de nuevo tanto entonces como ahora, la élite del poder permitió amablemente al pueblo estadounidense elegir cada cuatro años entre dos miembros de su propia élite (uno calificado de “republicano” y otro de “demócrata”, aunque pocas personas sepan cuál es la diferencia) para residir en la Casa Blanca con el fin de formular y administrar las políticas nacionales e internacionales. Estas políticas servían (y siguen sirviendo) a los intereses de la élite del poder, es decir, servían sistemáticamente para promover “los negocios”, una palabra en clave utilizada para designar la maximización de los beneficios de las grandes empresas y bancos que son miembros de la élite del poder.

Como francamente dijo el presidente Calvin Coolidge en una ocasión durante la década de 1920, “el negocio de Estados Unidos (del gobierno estadounidense) son los negocios”. En 1941 el inquilino de la Casa Blanca era un miembro bona fide (de buena fe) de la élite del poder, un vástago de una familia rica, privilegiada y poderosa: Franklin D. Roosevelt, al que se suele denominar “FDR” (por cierto, la riqueza de la familia Roosevelt se creó, al menos en parte, gracias al comercio de opio con China. Como escribió Balzac, “detrás de cada gran fortuna se oculta un crimen”).


Franklin D. Roosevelt en los años 30

Parece que Roosevelt sirvió bastante bien a la élite del poder puesto que se las arregló para ser nominado (¡difícil!) y elegido (¡relativamente fácil!) en 1932, 1936, y de nuevo en 1940. Fue un logro notable ya que los “sucios años treinta” fue una época difícil, marcada tanto por la “Gran Depresión” como por grandes tensiones internacionales que llevaron a la erupción de la guerra en Europa en 1939. El trabajo de Roosevelt (servir a los intereses de la élite del poder) estuvo lejos de ser fácil porque entre las filas de esa élite las opiniones diferían acerca de cómo podía servir mejor el presidente a los intereses empresariales. Por lo que se refiere a la crisis económica, algunos industriales y bancos estaban bastante contentos con el enfoque keynesiano del presiente, lo que se conocía como el “New Deal” y que suponía mucha intervención del Estado en la economía, mientras que otros se oponían firmemente a ese enfoque y pedían a gritos volver a la ortodoxia del laissez-faire. La élite del poder también estaba dividida respecto a cómo gestionar las relaciones exteriores.

A los propietarios y altos directivos de muchas empresas estadounidenses (como Ford, General Motors, IBM, ITT, y la Standard Oil de Rockefeller en Nueva Jersey, ahora conocida como Exxon) les gustaba mucho Hitler. Uno de ellos, William Knudsen de General Motors, incluso calificó elogiosamente al Führer alemán de “milagro del siglo XX” (2). La razón de ello era que el Führer había armado a Alemania hasta los dientes para prepararse para la guerra y muchas sucursales alemanas de empresas estadounidenses se habían beneficiado generosamente del “boom del armamento” de ese país produciendo camiones, tanques y aviones en lugares como la fábrica Opel de GM en Rüsselsheim y la gran planta de Ford en Colonia, el Ford-Werke; y empresas como Exxon y Texaco habían ganado mucho dinero suministrando el combustible que los tanques de Hitler iban a necesitar para circular hasta Varsovia en 1939, hasta París en 1940 y (casi) hasta Moscú en 1941. ¡No es de extrañar que los directivos y dueños de estas empresas contribuyeran a la celebración de las victorias de Alemania contra Polonia y Francia en una gran fiesta en el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York el 26 de junio de 1940!




A los “capitanes de la industria” estadounidenses, como Henry Ford, también les gustaba cómo Hitler había cerrado los sindicatos alemanes, prohibido todos los partidos obreros y enviado a los simpatizantes comunistas y a muchos socialistas a campos de concentración. Querían que Roosevelt tratara de la misma manera a los molestos líderes sindicales y a las personas “rojas” estadounidenses, que todavía eran numerosas en la década de 1930 y principios de los 40. Lo último que aquellos hombres querían era que Roosevelt implicara a Estados Unidos en una guerra al lado de los enemigos de Alemania, eran “aislacionistas” (o “no intervencionistas”) lo mismo que la gran mayoría de la opinión pública estadounidense en el verano de 1940: una encuesta de Gallup de septiembre de 1940 demostraba que el 88% de la población estadounidense quería permanecer al margen de la guerra que asolaba Europa (3) Así que no es de extrañar que no hubiera indicio alguno de que Roosevelt quisiera restringir el comercio con Alemania y mucho menos embarcarse en una cruzada contra Hitler. De hecho, en la campaña para las elecciones presidenciales de otoño de 1940 prometió solemnemente que “(nuestros) muchachos no van a ser enviados a ninguna guerra extranjera” (4).

El hecho de que Hitler hubiera aplastado Francia y otros países democráticos no preocupaba a los empresarios estadounidenses que hacían negocios con Hitler. De hecho, les parecía que el futuro de Europa pertenecía al fascismo, especialmente a la variante alemana de fascismo, el nazismo, más que a la democracia (para variar, el presidente de General Motors, Alfred P. Sloan, declaró entonces que era bueno que en Europa las democracias dieran paso “a un sistema alternativo (es decir, fascista) con líderes fuertes, inteligentes y agresivos que hacían que la gente trabajara más tiempo y más duro, y que tenían instinto de gángsteres, ¡todo buenas cualidades!”) (5). Sin lugar a dudas los industriales estadounidenses no querían que el futuro de Europa perteneciera al socialismo en su variedad evolutiva, y mucho menos revolucionaria (es decir, comunista), se iban a alegrar especialmente cuando aproximadamente un año después Hitler hizo lo que habían esperado mucho tiempo que hiciera, es decir, atacó a la Unión Soviética para destruir la patria de las personas comunistas y fuente de inspiración y apoyo para las personas “rojas” del mundo entero, incluido Estados Unidos.


Libros de Jacques R. Pauwels sobre el tema de este artículo


Mientras que muchas grandes empresas habían hecho jugosos negocios con la Alemania nazi, resultaba que otras ganaban mucho dinero en ese momento haciendo negocios con Gran Bretaña. Ese país, además de, por supuesto, Canadá y otros países miembros del Imperio Británico, era el único enemigo que le quedó a Alemania desde el otoño de 1940 hasta junio de 1941, cuando el ataque de Hitler contra la Unión Soviética hizo que Gran Bretaña y la Unión Soviética se convirtieran en aliados. Gran Bretaña necesitaba desesperadamente todo tipo de equipamiento para continuar su lucha contra la Alemania nazi, quería comprar la mayoría de este material a Estados Unidos, pero no podía hacer los pagos en metálico que exigía la legislación estadounidense “Cash-and-Carry” (pagar y llevar). Sin embargo, Roosevelt hizo posible que las empresas estadounidenses aprovecharan esta inmensa “oportunidad” cuando el 11 de marzo de 1941 introdujo su famoso programa “Lend-Lease” (préstamo-arriendo) que proporcionaba a Gran Bretaña un crédito prácticamente ilimitado para comprar en Estados Unidos camiones, aviones y otros equipamientos de guerra. Las exportaciones “Lend-Lease” a Gran Bretaña iban a generar unos beneficios inesperados, no solo debido al enorme volumen de negocios que implicaban, sino también porque estas exportaciones se caracterizaron por unos precios inflados y unas prácticas fraudulentas como la doble facturación.

Así pues, una parte del Estados Unidos empresarial empezó a simpatizar con Gran Bretaña, un fenómeno menos “natural” de lo que ahora podríamos creer (en efecto, después de la independencia de Estados Unidos la antigua madre patria había seguido siendo durante mucho tiempo el archienemigo del Tío Sam y todavía en la década de 1930 el ejército estadounidense tenía planes de guerra contra Gran Bretaña y de una invasión del Dominio Canadiense, planes en los que se incluía bombardear ciudades y el uso de gases venenosos) (6). Algunos portavoces de estos potenciales votantes pertenecientes al mundo industrial, aunque no muchos, incluso empezaron a apoyar la entrada de Estados Unidos en la guerra al lado de los británicos y se les empezó a conocer como “intervencionistas”. Por supuesto, muchas, si no la mayoría, de las grandes empresas estadounidenses habían hecho dinero gracias a sus negocios tanto con la Alemania nazi como con Gran Bretaña y puesto que el propio gobierno Roosevelt se estaba empezando a preparar para una posible guerra multiplicando los gastos militares y encargando todo tipo de equipamiento, también las grandes empresas estadounidenses empezaron a ganar cada vez más dinero suministrando a las propias fuerzas armadas de Estados Unidos todo tipo de material de guerra (7).


Si había una cosa en la que podían estar de acuerdo todos los líderes del Estados Unidos empresarial, con independencia de sus simpatías individuales por Hitler o Churchill, era lo siguiente: la guerra en Europa en 1939 era buena, incluso magnífica, para los negocios. También estaban de acuerdo en que cuanto más durara la guerra mejor sería para todos ellos. 


Con excepción de los más fervientes intervencionistas pro-Gran Bretaña, también estaban de acuerdo en que no había ninguna prisa en que Estados Unidos interviniera activamente en esa guerra y desde luego tampoco en entrar en guerra con Alemania. Lo más ventajoso para el Estados Unidos empresarial era un escenario en el que la guerra en Europa durara lo más posible de modo que las grandes empresas pudieran seguir beneficiándose de suministrar equipamiento a los alemanes, a los británicos, a sus respectivos aliados y al propio Estados Unidos. Así, Henry Fordexpresó su esperanza de que ni los Aliados ni el Eje ganara (la guerra)” y sugirió que Estados Unidos suministrara a ambos bandos “las herramientas para seguir peleando hasta que ambos colapsaran”. Ford puso en práctica lo que predicaba y dispuso que sus fábricas en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y la Francia ocupada produjeran en serie equipamientos para todos los contendientes (8). Puede que la guerra fuera un infierno para la mayoría de la gente, pero para los “capitanes de la industria” estadounidenses, como Ford, era el paraíso.

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Conocidos militares estadounidenses prestaban su nombre y prestigio para la propaganda de las grandes empresas. En este caso se trata de publicidad, con enfoque patriótico, del gigante del acero estadounidense "The Timken Roller Bearing Company", que produjo millones de rodamientos para los Jeeps del ejército.


Se suele creer que el propio Roosevelt era intervencionista, pero sin lugar a dudas los aislacionistas eran mayoría en el Congreso y no parecía que Estados Unidos fuera a entrar pronto en la guerra, si es que entraba alguna vez. No obstante, debido a las exportaciones Lend-Lease a Gran Bretaña las relaciones entre Washington y Berlín se estaban deteriorando definitivamente, y en otoño de 1941 una serie de incidentes entre submarinos alemanes y destructores de la armada estadounidense que escoltaban buques de carga con destino a Gran Bretaña llevó a una crisis conocida como la “guerra naval no declarada”. Pero ni siquiera este episodio provocó la implicación de Estados Unidos en la guerra en Europa. El Estados Unidos empresarial se estaba beneficiando espléndidamente del status quo y simplemente no le interesaba una cruzada contra la Alemania nazi. A la inversa, la Alemania nazi estaba muy implicada en el gran proyecto de la vida de Hitler: su misión de destruir la Unión Soviética. Las cosas no habían ido como estaba previsto en esa guerra. Se suponía que el Blitzkrieg (ataque relámpago) lanzado en el este en junio de 1941 iba a “aplastar como un huevo a la Unión Soviética” en un plazo de 4 a 6 semanas, o así lo creían los expertos militares no solo de Berlín sino también de Washington. Sin embargo, a principios de diciembre Hitler todavía esperaba que los soviéticos ondearan la bandera blanca. Bien al contrario, el 5 de diciembre el Ejército Rojo emprendió repentinamente una contraofensiva frente a Moscú y de pronto los alemanes se vieron en un verdadero atolladero. Lo último que Hitler necesitaba en aquel momento era una guerra contra Estados Unidos (9).

En la década de 1930 el ejército estadounidense no tenía planes, ni los preparó, de luchar una guerra contra la Alemania nazi. Por otra parte, sí tenía planes de guerra contra Gran Bretaña, Canadá, México y Japón (10). ¿Por qué Japón? En la década de 1930 Estados Unidos era una de las principales potencias industriales del mundo y como todas las potencias industriales buscaba constantemente fuentes de materias primas baratas como caucho y petróleo, y mercados para sus productos acabados. Ya a finales del siglo XIX Estados Unidos había luchado constantemente por sus intereses a este respecto extendiendo su influencia económica e incluso a veces su influencia política directa por océanos y continentes. Esta política agresiva e “imperialista” (que defendieron incansablemente presidentes como Theodore Roosevelt, primo de FDR) había hecho que Estados Unidos controlara antiguas colonias españolas como Puerto Rico, Cuba y Filipinas, e incluso la hasta entonces independiente isla nación de Hawaii. También se había convertido en una gran potencia en el océano Pacífico e incluso en Lejano Oriente (11).


Aprovechando la fama de prestigiosos oficiales estadounidenses el fabricante de acero "The Timken Roller Bearing Company" envía mensajes patrióticos a la ciudadanía. 

Las tierras de las costas lejanas del océano Pacífico desempeñaron un papel cada vez más importante como mercados para los productos de exportación estadounidenses y como fuentes de materias primas baratas. Pero en la década de 1930 afectada por la Depresión, cuando se hacía más feroz la competencia por los mercados y los recursos, Estados Unidos se enfrentó a la competencia ahí de una agresiva potencia industrial rival, una potencia que necesitaba aún más petróleo y materias primas similares, además de mercados para sus productos acabados. Ese competidor era Japón, la tierra del sol naciente. Japón trataba de hacer realidad sus propias ambiciones imperialistas en China y en el sudeste asiático rico en recursos y, al igual que Estados Unidos, no dudó en utilizar la violencia para lograrlo, por ejemplo, librando una guerra despiadada contra China y creando un Estado cliente en la parte norte de ese país grande aunque débil. Lo que molestaba a Estados Unidos no era que los japoneses trataran a sus vecinos chinos y coreanos como Untermenschen (infrahumanos) sino que convirtieran esa parte del mundo en lo que ellos llamaban la Esfera de Co-Prosperidad de la Gran Asia Oriental, es decir, en un dominio económico propio, una “economía cerrada” en la que no había lugar para la competencia estadounidense. Lo que en realidad hacían los japoneses era seguir el ejemplo de Estados Unidos, que anteriormente habían transformado América Latina y gran parte del Caribe en el patio trasero económico exclusivo del Tío Sam (12).


El Estados Unidos empresarial estaba muy frustrado por haber sido expulsado del lucrativo mercado del Lejano Oriente por los “japos”, una “raza amarilla” a la que los estadounidenses en general habían empezado a despreciar ya en el siglo XIX (13).
 

Se consideraba a Japón un país arrogante aunque esencialmente débil y advenedizo al que el poderoso Estados Unidos podía “borrar fácilmente del mapa en tres meses”, como afirmó en una ocasión el secretario de la Armada Frank Knox (14). Y así ocurrió que durante la década de 1930 y principios de la de 1940 mientras que la mayoría de la élite del poder de Estados Unidos se oponía a la guerra contra Alemania, apoyaba casi unánimemente la guerra contra Japón, a menos que, por supuesto, Japón estuviera dispuesto a hacer concesiones importantes, como “compartir” China con Estados Unidos. El presidente Roosevelt ( que al igual que Woodrow Wilson no era en absoluto el pacifista que muchos historiadores afirman que era) estaba ansioso por librar esa “espléndida pequeña guerra” (una expresión que había acuñado el Secretario de Estado estadounidense, John Hay, en referencia a la guerra hispano-estadounidense de 1898, que era “espléndida” porque permitió a Estados Unidos apoderarse de Filipinas, Puerto Rico, etc.). El verano de 1941, después de que Tokio hubiera aumentado aún más su zona de influencia en el Lejano Oriente al ocupar la colonia francesa de Indochina rica en caucho y, como estaba desesperado sobre todo por conseguir petróleo, obviamente había empezado a codiciar la rica en petróleo colonia holandesa de Indonesia, al parecer FDR había decidido que era el momento oportuno para una guerra contra Japón, pero se enfrentaba a dos problemas. En primer lugar, la opinión pública se oponía firmemente a que Estados Unidos se implicara en ninguna guerra extranjera. En segundo lugar, la mayoría aislacionista en el Congreso podía no apoyar esa guerra por temor a que eso llevara automáticamente a Estados Unidos a la guerra contra Alemania.


El gobierno de los Estados Unidos también buscaba recursos financieros para lo que se denominó "esfuerzo de guerra". Los "Bonos de Guerra" ofrecidos al público estadounidense fue un programa que funcionó muy bien en la economía nacional.
  

Según el autor de un detallado y muy bien documentado estudio reciente, Robert B. Stinnett, la solución de Roosevelt a este problema doble fue “provocar a Japón a cometer un acto manifiesto de guerra contra Estados Unidos” (15). En efecto, en caso de un ataque japonés la opinión pública estadounidense no tendrá más opción que unirse tras la bandera (antes ya se había hecho que la opinión pública estadounidense se uniera de forma similar detrás de la bandera de las Barras y Estrellas, en concreto al inicio de la guerra hispano-estadounidense, cuando el barco de guerra estadounidense Maine que estaba de visita en La Habana se hundió misteriosamente en el puerto de esta ciudad, un acto del que inmediatamente se culpó a los españoles. Después de la Segunda Guerra Mundial se volvería a condicionar al pueblo estadounidense para que aprobara guerras, deseadas y aprobadas por su gobierno, por medio de provocaciones artificiosas, como el incidente del golfo de Tonkin en 1964). 

Por otra parte, según estipulaba el Tratado Tripartito firmado por Japón, Alemania e Italia el 27 de septiembre de 1940 en Berlín, los tres países se comprometían a ayudarse entre sí cuando una de las tres potencias fuera atacada por otro país, pero no cuando una de ellas atacara a otro país. Por consiguiente, en caso de un ataque japonés a Estados Unidos los aislacionistas, que eran no intervencionistas respecto a Alemania pero no respecto a Japón, no tenían que temer que un conflicto con Japón significara también la guerra contra Alemania.

Y así, después de que el presidente Roosevelt decidiera que “se debe ver que Japón hace el primer movimiento abierto” convirtió “el provocar a Japón a realizar un acto de guerra abierto en la principal política que guió sus acciones respecto Japón a lo largo del año 1941”, como escribió Stinnett. Entre las estratagemas utilizadas se incluía el despliegue de buques de guerra cerca de las aguas territoriales japonesas, e incluso dentro de ellas, aparentemente con la esperanza de desencadenar un incidente al estilo del Golfo de Tonkin que pudiera interpretarse como un casus belli. Sin embargo, fue más eficaz la implacable presión económica que se ejerció sobre el Japón, un país que necesita desesperadamente materias primas como el petróleo y el caucho y que, por lo tanto, probablemente considerara que esos métodos eran singularmente provocativos. En el verano de 1941 el gobierno de Roosevelt congeló todos los activos japoneses en Estados Unidos y emprendió una “estrategia encaminada a frustrar la adquisición por parte de Japón de productos petroleros”. En colaboración con los británicos y los holandeses, antijaponeses por sus propios motivos, Estados Unidos impuso unas severas sanciones económicas a Japón, incluido un embargo de productos petroleros vitales

La situación se deterioró aún más en otoño de 1941. Con la esperanza de evitar la guerra con el poderoso Estados Unidos, el 7 de noviembre Tokio ofreció aplicar en China el principio de relaciones comerciales no discriminatorias a condición de que los estadounidenses hicieran lo mismo en su propia esfera de influencia en América Latina. Sin embargo, Washington quería reciprocidad únicamente en la esfera de influencia de otras potencias imperialistas y no en su propio patio trasero, así que la oferta japonesa fue rechazada.

El objetivo de las continuas provocaciones estadounidenses a Japón era hacerle entrar en guerra y, de hecho, cada vez era más probable que lo hiciera. FDR confió más tarde a sus amigos que “este continuo clavar alfileres a serpientes de cascabel consiguió finalmente que este país mordiera”. El 26 de noviembre, cuando Washington exigió que Japón se retirara de China, las “serpientes de cascabel” de Tokio decidieron que ya tenían bastante y se prepararon para “morder”. Se ordenó a una flota japonesa partir hacia Hawaii para atacar a los buques de guerra estadounidenses que en 1940 FDR había decidido estacionar allí de forma bastante provocativa y tentadora para los japoneses. Como habían logrado descifrar los códigos secretos japoneses, el gobierno y los altos mandos del ejército estadounidenses sabían exactamente lo que la armada japonesa estaba planeando, pero no avisaron a los comandantes en Hawaii así que permitieron que ocurriera el “ataque sorpresa” contra Pearl Harbor el domingo 7 de diciembre de 1941 (16).




Al día siguiente a FDR le resultó fácil convencer al Congreso de que declarara la guerra a Japón y, como era de esperar, el pueblo estadounidense se unió tras la bandera, conmocionado por lo que al parecer era un cobarde ataque que él no podía saber había sido provocado, y esperado, por su propio gobierno. Estados Unidos estaba dispuesto a declarar la guerra a Japón y las perspectivas de una victoria relativamente fácil apenas se veían reducidas por las pérdidas sufridas en Pearl Harbor que, aunque aparentemente graves, distaban mucho de ser catastróficas. Los barcos hundidos eran viejos, “la mayoría de ellos reliquias de 27 años de la Primera Guerra Mundial” y estaban lejos de ser indispensables para una guerra contra Japón. Por otro lado, los modernos barcos de guerra, incluidos los portaaviones, cuyo papel en la guerra iba a resultar crucial, no habían sufrido daños ya que por casualidad (¿?) habían sido enviados a otra parte por órdenes de Washington y estuvieron a salvo en el mar cuando se produjo el ataque (17). Con todo, las cosas no salieron exactamente como se esperaba ya que unos días después, el 11 de diciembre, la Alemania nazi declaró inesperadamente la guerra lo que obligó a Estados Unidos a hacer frente a dos enemigos y a luchar una guerra mucho mayor de lo esperado, una guerra en dos frentes, una guerra mundial.

En la Casa Blanca no fue una sorpresa la noticia del ataque japonés a Pearl Harbor, pero la declaración alemana de guerra cayó allí como una bomba. Alemania no había tenido nada que ver con el ataque en Hawaii y ni siquiera conocía los planes japoneses, así que FDR no consideró pedir al Congreso que declarara la guerra a la Alemania nazi al mismo tiempo que a Japón. Es cierto que las relaciones de Estados Unidos con Alemania se habían deteriorado durante algún tiempo debido al apoyo activo de Estados Unidos a Gran Bretaña y el deterioro había llegado hasta la guerra naval no declarada del otoño de 1941. 

Sin embargo, como ya hemos visto, la élite del poder estadounidense no sentía la necesidad de intervenir en la guerra en Europa. Fue el propio Hitler quien declaró la guerra a Estados Unidos el 11 de diciembre de 1941 para gran sorpresa de Roosevelt. ¿Por qué? Solo unos días antes, el 5 de diciembre de 1941, el Ejército Rojo había emprendido una contraofensiva frente a Moscú, lo que provocó el fracaso del Blitzkrieg en la Unión Soviética. Ese mismo día Hitler y sus generales se dieron cuenta de que ya no podían ganar la guerra. Pero cuando solo unos pocos días después el dictador alemán se enteró del ataque japonés a Pearl Harbor, parece que consideró que una declaración de guerra alemana al enemigo estadounidense de sus amigos japoneses llevaría a Tokio a corresponder con una declaración de guerra contra el enemigo soviético de Alemania, aunque no lo exigiera el Tratado Tripartito.

Con el grueso del ejército japonés estacionado en el norte de China y, por lo tanto, capaz de atacar inmediatamente a la Unión Soviética en la zona de Vladivostok, un conflicto con Japón habría obligado a los soviéticos a estar en la extremadamente peligrosa situación de una guerra en dos frentes, lo que abriría la posibilidad de que Alemania todavía pudiera ganar su “cruzada” antisoviética. Hitler creyó entonces que podría exorcizar el espectro de la derrota llamando a una especie de deus ex machina japonés a acudir a la vulnerable frontera siberiana de la Unión Soviética. Pero Japón no cayó en la trampa de Hitler. Tokio también despreciaba al Estado soviético, pero como ya estaba en guerra contra Estados Unidos no se podía permitir el lujo de una guerra en dos frentes y prefirió poner todos sus recursos en una estrategia “meridional” con la esperanza de ganar el gran premio del rico en recursos sudeste de Asia en vez de embarcarse en una aventura en los inhóspitos confines de Siberia. Solo muy al final de la guerra, tras la rendición de la Alemania nazi, se iban a producir hostilidades entre la Unión Soviética y Japón. En todo caso, debido a la innecesaria declaración de guerra de Hitler, a partir de entonces Estados Unidos también fue un participante activo en la guerra en Europa, con Gran Bretaña y la Unión Soviética como aliados (18).


Carteles propagandísticos después de Pearl Harbor

En los últimos años el Tío Sam ha ido a la guerra con bastante frecuencia, pero invariablemente se nos pide que creamos que lo hace por razones puramente humanitarias, esto es, para prevenir holocaustos, para impedir que los terroristas cometan todo tipo de maldades, para deshacerse de malvados dictadores, para promover la democracia, etc. (19)

Al parecer, los intereses económicos de Estados Unidos o, más exactamente, de las grandes empresas estadounidenses nunca están implicados en esas guerras. A menudo se comparan estas guerras con la “guerra buena” arquetípica de Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial, en la que se supone que el Tío Sam fue a la guerra sin más razón que defender la libertad y la democracia, y luchar contra la dictadura y la injusticia (por ejemplo, en un intento de justificar su “guerra contra el terrorismo” y “vendérsela” a la opinión pública estadounidense George W. Bush comparó rápidamente los atentados del 11 de septiembre con el ataque a Pearl Harbor). Sin embargo, este breve examen de las circunstancias de la entrada de Estados Unidos en la guerra en diciembre de 1941 revela un panorama muy diferente. La élite del poder estadounidense quería la guerra contra Japón y hacía tiempo que estaban preparados los planes para esa guerra. En 1941 Roosevelt organizó diligentemente esa guerra, no debido a una agresión no provocada de Tokio y sus horribles crímenes de guerra en China, sino porque las empresas estadounidenses querían una parte de la exquisita gran “tarta” de los recursos y mercados del Lejano Oriente

Por otro lado, como las principales empresas estadounidenses estaban haciendo negocios maravillosos en y con la Alemania nazi, se beneficiaban generosamente de la guerra que había provocado Hitler y, por cierto, le proporcionaban el equipamiento y el combustible necesarios para su Blitzkrieg, definitivamente la élite del poder de Estados Unidos no quería la guerra contra la Alemania nazi, a pesar de que había muchas razones humanitarias de peso para emprender una cruzada contra el verdaderamente malvado “Tercer Reich”.


Antes de 1941 no había ningún plan de guerra contra Alemania y en diciembre de 1941 Estados Unidos no fue voluntariamente a la guerra contra Alemania, sino que “se vio empujado” a esa guerra por culpa del propio Hitler.

 

 

El gobierno de los Estados Unidos tras la declaración de guerra de Hitler no tuvo más que reconocer que "éste es el enemigo"; en igual sentido, a regañadientas, las grandes corporaciones industriales tuvieron que aceptar los hechos, Hitler era una amenaza para su libertad de comercio mundial, no por ello sus subsidiarias en Alemania dejaron de producir recursos materiales para la guerra de los nazis.

Las consideraciones humanitarias no desempeñaron papel alguno en los cálculos que llevaron a Estados Unidos a participar en la Segunda Guerra Mundial, la "guerra buena" original de este país. Y no hay razón para creer que lo hicieran según los cálculos que, más recientemente, llevaron a Estados Unidos a librar supuestas “guerras buenas” en tierras desdichadas como Irak, Afganistán y Libia, o que lo harían en una guerra que puede avecinarse contra Irán.

El Estados Unidos empresarial desea ansiosamente una guerra contra Irán ya que alberga la promesa de un vasto mercado y gran cantidad de materias primas, especialmente petróleo. Como en el caso de la guerra contra Japón, están preparados los planes para esa guerra y el actual inquilino de la Casa Blanca parece igual de ansioso que FDR de hacer que ocurra. Además, de nuevo como en el caso de la guerra contra Japón, ha habido provocaciones, esta vez en forma de sabotaje e intrusiones por medio de drones, así como por medio del despliegue a la vieja usanza de barcos de guerra justo al límite de las aguas territoriales de Irán. Washington está otra vez “clavando alfileres a serpientes de cascabel”, al parecer con la esperanza de que la “serpiente de cascabel” iraní devuelva el mordisco y justifique así una “espléndida pequeña guerra”. Sin embargo, como en el caso de Pearl Harbor, la guerra que salga de ahí puede resultar ser otra vez mucho más grande, larga y desagradable de lo esperado.


Jacques R. Pauwels


Notas:

1. C. Wright Mills, The Power Elite, Nueva York, 1956.

2. Citado en Charles Higham, Trading with the Enemy: An Exposé of The Nazi-American Money Plot 1933-1949, Nueva York, 1983, p. 163.

3. Robert B. Stinnett, Day of Deceit: The Truth about FDR and Pearl Harbor, Nueva York, 2001, p. 17.

4. Citado en Sean Dennis Cashman, America, Roosevelt, and World War II, Nueva York y Londres, 1989, p. 56; .

5. Edwin Black, Nazi Nexus: America’s Corporate Connections to Hitler’s Holocaust, Washington/DC, 2009, p. 115.

6. Floyd Rudmin, “Secret War Plans and the Malady of American Militarism”, Counterpunch, 13:1, 17-19 de febrero de 2006. pp. 4-6

7. Jacques R. Pauwels, The Myth of the Good War : America in the Second World War, Toronto, 2002, pp. 50-56 (El mito de la guerra buena: EE.UU en la Segunda Guerra Mundial, Hondarribia, Hiru, 2002, traducción de José Sastre). Las fraudulentas prácticas del “Lend-Lease” se describen en Kim Gold, “The mother of all frauds: How the United States swindled Britain as it faced Nazi Invasion”, Morning Star, 10 de abril de 2003.

8. Citado en David Lanier Lewis, The public image of Henry Ford: an American folk hero and his company, Detroit, 1976, pp. 222, 270.

9. Jacques R. Pauwels, “70 Years Ago, December 1941: Turning Point of World War II”, Global Research, 6 de diciembre de 2011

10. Rudmin, op. cit.

11. Véase Howard Zinn, A People’s History of the United States, s.l., 1980, p. 305 ff. (La otra historia de los Estados Unidos, ed. rev. y corr. por el autor, Hondarribia, Hiru, 2005, traducción de Toni Strubel).

12. Patrick J. Hearden, Roosevelt confronts Hitler: America’s Entry into World War II, Dekalb/IL, 1987, p. 105.

13. “Anti-Japanese sentiment”, Wikipedia

14. Patrick J. Buchanan, “Did FDR Provoke Pearl Harbor?”, Global Research, 7 de diciembre de 2011. Buchanan se refiere a un libro nuevo de George H. Nash, Freedom Betrayed: Herbert Hoover’s Secret History of the Second World War and its Aftermath, Stanford/CA, 2011.

15. Stinnett, op. cit., p. 6.

16. Stinnett, op. cit., pp. 5, 9-10, 17-19, 39-43; Buchanan, op. cit.; Pauwels, The Myth…, pp. 67-68. Para la intercepción por parte de Estados Unidos de mensajes cifrados japoneses véase Stinnett, op. cit., pp. 60-82. La cita sobre las "serpientes de cascabel” proviene de Buchanan, op. cit.

17. Stinnett, op. cit., pp. 152-154. 

18. Pauwels, “70 Years Ago…”

19. Véase Jean Bricmont, Humanitarian imperialism: Using Human Rights to Sell War, Nueva York, 2006.

19 octubre 2020

BANCA Y DINERO SUCIO, una simbiótica prosperidad




por Tito Andino U.


Anton de Bary (botánico alemán) define la simbiosis como "la vida en conjunción de dos organismos disímiles, normalmente en íntima asociación, y por lo general con efectos benéficos para al menos uno de ellos".


La simbiosis es un término biológico en la estrecha y contínua interacción entre organismos de diferentes especies, en que los simbiontes se benefician mutuamente; en sociología, por analogía, simbiosis "puede referirse a sociedades y grupos basados en la colectividad y la solidaridad". En el campo de la criminalidad, el tráfico de drogas, traficantes y banca internacional (no toda, por supuesto) conforman una estrecha relación de "organismos" simbiontes que se involucran para obtener mutuos beneficios

El tema no es nuevo, viene ocurriendo desde hace décadas. La banca finaciera sigue nutriéndose de los narco-dólares. No obstante, con mucha frecuencia escuchamos la "guerra" de la Naciones Unidas o, por ejemplo, el "tremendo esfuerzo" que hace el gobierno de los Estados Unidos para frenar ese flagelo mediante la emisión de leyes de fiscalización interna o la clásica imposición de leyes antilavado de activos en países del "Tercer Mundo", condición que sirve para obtener un papelito que certifica que ese país ha cumplido las tareas, caso contrario, el "alumno" queda suspendido con una "descertificación", lo que significa que ese país incumple seriamente sus obligaciones internacionales en materia de lucha contra la droga. Suena bien, pero no es tan cierto que digamos.

 

Junio 1999. Sector La Machaca, San Vicente del Caguán, Departamento del Caquetá, Colombia. El ex presidente de la Bolsa de Valores de New York, Richard Grasso y el extinto Comandante de las FARC, Raúl Reyes se abrazan en un gesto de amistad y NEGOCIOS. En ese acto, junto a Grasso estuvo presente el vicepresidente de la Bolsa de Nueva York, Alain Murban, y el asesor James Esposito; por el lado colombiano, el ex ministro de Hacienda de Colombia, Juan Camilo Restrepo, ejerció de traductor. El jefe de Wall Street en rueda de prensa no se mordió la lengua para señalar que traía un mensaje de cooperación de los círculos financieros estadounidenses, mensaje que como vemos en la gráfica también llegó a la narcoguerrilla colombiana.
 

El término "certificación" surgió del Congreso de los Estados Unidos como Ley en 1986, requiere que el presidente de ese país certifique si los países señalados como productores o utilizados como vías para el transporte internacional de drogas colaboran o no con las políticas de los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. Una medida política y unilateral impuesta principalmente a los países de Sudamérica donde se produce la planta de coca y su transformación química en cocaína o que sirven de tránsito. Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivía, principalmente son sometidas cada año a probar que hacen las tareas, caso contrario, reciben un papelito señalándoles "descertificados". Oficialmente el término "certificación" ya no se utiliza, dando paso a otro más complejo (en cuanto a su interpretación) denominado "designación", que en esencia sigue siendo lo mismo que la original ley estadounidense.  

Seguiremos utilizando "descertificación" (suena "mejor") para designar a aquellos países que, según los Estados Unidos, no cooperan con sus ordenanzas, es decir, no cumplen sus compromisos antidrogas. Cada año hay una gran preocupación en la región andina, saber si contarán con la ayuda económica (préstamos financieros) y preferencias arancelarias a cambio de combatir la producción y exportación de drogas ilícitas. Como el caso nació politizando es evidente que la "lucha antidrogas" en esos países también se volvió política. Y. como en los Estados Unidos una cosa son los business de los grandes financieros, las políticas del gobierno suelen quedar en ridículo, como el ejemplo de don Richard Grasso a nombre de Wall Street. (Wall Street lava más y mejor, decía alguien).

Ni el "aliado" de los Estados Unidos en ese plan -Colombia- pasó el examen en los años 1996-1997 (varios después de la desaparición de las figuras míticas del narcotráfico colombiano). A pesar de que han irrigado miles de hectáreas con productos químicos como el glifosato (aspersión aérea), no fue suficiente para cumplir con los parámetros de la erradicación forzada. Colombia se convirtió en un país militarizado en las zonas productoras de coca, a criterio de los Estados Unidos eso tampoco fue suficiente. Y, como la zona es "rica" en guerrilla (competencia en la producción de droga), los gobiernos colombianos han tenido inconvenientes para "armonizar" las leyes que regulan la guerra anti-narcótica y la guerra anti-insurgente (que viene siendo lo mismo).

Hemos dicho que el asunto es político. Algunos países como Bolivia desde la era del presidente Morales (por cierto campesino cocalero) no tuvo serios problemas para controlar el narcotráfico, (el caso contrario fueron las narco-dictaduras bolivianas del pasado). El problema fue y sigue siendo falta de identidad con las leyes impositivas de Washington. Al no alinearse estrictamente con esas políticas externas, Bolivia recibía automáticamente la "descertificación", luego, pasaría lo mismo con Venezuela (si el gobierno o los militares venezolanos miran hacia otro lado en materia de narcotráfico eso es harina de otro costal). 

La intencionalidad política es latente. Si un país tiene una relación conflictiva con Estados Unidos se quedará sin su respaldo político y económico. ¿Y cuales son esas sanciones?. En lo económico, reducción de preferencias arancelarias (comercio) para los productos nacionales importados por los Estados Unidos, cortar o reducir las ayudas económicas (léase como "ayuda" los préstamos financieros que agravan una deuda pública impagable); en lo político, se destaca la famosa revocación de visas, así que gente "prominente" ha quedado privado del deseo de visitar Disneylandia. En esas circunstancias, Colombia -por ejemplo- aceptó la "desinteresada" presencia militar estadounidense y el apoyo directo en materia de antinarcóticos (trabajo conjunto entre las agencias de seguridad de los EEUU y la Policía Nacional y Fuerzas Armadas colombianas, o al menos eso dicen los convenios).


Presencia militar de los EEUU en Colombia

¿Y que ha pasado a lo largo de estos años?. La siembra de la planta de coca y su refinación han aumentado considerablemente, las exportaciones del producto ha crecido exponencialmente (lo mismo sucedió en Afganistán, cuando el US Army llegó, la producción de heroína incrementó). No importa que se decomisen decenas de toneladas anuales, siempre habrá producto suficiente para saciar el ansía del consumidor...  ¿Qué falla?. No es la ley, a pesar de ser impuestas externamente.

El caso es evidentemente político-económico (demanda) y hasta ideológico. El sistema capitalista -a pesar de lo que se diga- se nutre del narcotráfico a nivel mundial. El NEGOCIO (ilegal) de la DROGA está entre las primeras fuentes de ingresos globales (por supuesto esta no se lleva en libros de contabilidad). Verdaderos expertos han reflexionado que es la POLÍTICA quien primero corrompió al NARCO (permivisidad a cambio de flujo económico).

Hablamos de miles de millones de dólares anuales que se manejan en el sistema financiero internacional -no en manos de los narcotraficantes, que solo se llevan un pequeño pedazo del pastel-. Alguien, que no es un particular, sino un conjunto, un sistema entero, lo permite. Sin el dinero que proviene de la DROGA S.A. el sistema financiero actual colapsaría, nuestro sistema es adicto a los narcodólares y esa es la realidad.

 

La Oficina de Naciones Unidas sobre Drogas y Crimen (ONUDC) estima que 2,4 billones de dólares de fondos ilícitos son lavados cada año, esa cifra bordea el 2,7% de todos los bienes y servicios que se producen cada año en el mundo... y, las autoridades, apenas, detectan menos del 1% del dinero sucio.


No está por demás recordar que el denominado "lavado de dinero" significa poner, al margen del sistema de control, en circulación legal las utilidades financieras producto de actividades ilegales. Transformar las ganancias ilícitas en fondos producidos por una fuente "legal" facilita tanto a personas y organizaciones criminales disponer de dinero limpio (blanqueo de capitales) operando como cliente particular o empresa registrada ante las autoridades. Bajo esa definición, los bancos invlucrados, que no son pocos, deberían quedar etiquetados como organización criminal, si de verdad se desea combatir el delito



Por sentado, Estados Unidos invierte ingentes recursos en la lucha antidrogas en países tercermundistas, algunas "mala lenguas" afirman que lo hace para combatir a los rivales en el negocio, es decir confronta activamente la producción y exportación de drogas de sus enemigos y hace de la "vista gorda" ante los negocios de sus aliados

Para no hacer interminable el tema, invito al amable lector dar repaso a ponencias como el célebre libro de Lyndon H. LaRouche, que resumimos en el artículo Narcotráfico S.A.; o, los inmejorables artículos de  Catherine Austin Fitts, Narco dólares para principiantes, una fundamental guía para quien sin ser experto en el tema comprenderá los principios económicos del negocio y el sistema financiero; y la serie de artículos dedicados a George Soros "el mago" (entre otros temas que podrá dar lectura en este blog bajo la etiqueta: drogas). No se si el lector se percató que utilizo la palabra negocio para referirme al tráfico de drogas, porque lo es, es un negocio -ilegal en la letra de la ley-, pero muy demandado en los círculos financieros cuando el "producto" se transforma en dinero efectivo.


Recientes investigaciones han demostrado -una vez más- que las leyes y políticas antidrogas que exige el gobierno de los Estados Unidos (y otros estados del primer mundo) son mera pantalla para ocultar lo evidente, Wall Street, la City de Londres y otros grandes centros financieros mundiales lavan, y mejor, los cientos de miles de millones de narco-dólares anuales que genera el próspero negocio.

 

¿De verdad cree usted que se legalizará el narcotráfico (drogas fuertes) para dar paso a la "droga recreativa" legal?. Sin los ingresos que genera el NARCOTRÁFICO S.A. el sistema capitalista colapsaría, cualquier cosa que digan los economistas y los "entendidos" se aleja del mundo real, los narco-dólares están allí, traen felicidad al sistema:

El lavado de activos proveniente de la industria criminal (narcotráfico, terrorismo, explotación sexual, corrupción política, etc.) fue, es y seguirá siendo el gran activo de la banca. Un interesante artículo pregunta: ¿Por qué no conocemos los rostros, vida y obra de los banqueros que lavan dinero del crimen trasnacional? (lo analizaremos más adelante).


La City de Londres, uno de los principales centros financieros del mundo de los negocios legales... y de los otros.

El pasado septiembre (2020) la web del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico publicó un artículo de Álvaro Verzi Rangel, "El lavado del dinero criminal, el gran negocio de la banca". El tema se basa en documentación confidencial de los servicios bancarios y lo que es un secreto a voces: No existe la suficiente regulación bancaria que sigue facilitando las actividades criminales a pesar de todas las alegorías de gobiernos e instituciones a nivel global

La Unidad Antilavado estadounidense -FinCEN-  que significa "Red de Ejecución de Delitos Financieros", una especie de policía financiera del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, da una idea de ello. Describe "la permisividad que las grandes instituciones bancarias muestran al respecto, más o menos amparadas en la ambigüedad de una legislación que contiene suficientes lagunas como para que en ellas naveguen a sus anchas estafadores y delincuentes de diversa ralea y procedencia". Los documentos de FinCEN son solo la punta del iceberg, detalla temas como el tráfico de drogas, fortunas desviadas desde países en desarrollo robados a través de esquemas Ponzi, corrupción, etc. 


Los "FinCEN Files" apenas representan "menos del 0,02% de los más de 12 millones de reportes de actividades sospechosas que las instituciones financieras enviaron entre 2011 y 2017" .

 

"La investigación señala en especial a cinco grandes bancos: JPMorgan Chase, HSBC, Standard Chartered, Deutsche Bank y Bank of New York Mellon (se menciona otras entidades) a las que acusa de movilizar activos de supuestos delincuentes, incluso después de que hubieran sido procesados o condenados por delitos financieros". 

Viejos conocidos, ¿verdad? HSBC, JP Morgan..., a pesar de haber sido sancionados siguen lucrando, perdón... laborando en transacciones opacas. Prometieron mejorar sus controles antilavado en base a los acuerdos alcanzados con las autoridades de Estados Unidos. Otro gigante financiero como el Deutsche Bank, contabilizó, según los datos de FinCEN, 1,3 billones de los dos billones de dólares de transferencias sospechosas analizadas. El banco alemán -en 2015- aceptó una multa de 258 millones de dólares por violar las sanciones impuestas por Estados Unidos por transferir miles de millones de dólares de personas provenientes de países como Libia, Irán, Siria, Sudán y otros. Es decir, no se trató, en este caso, de una investigación criminal estrictamente, asuntos ideológicos y políticos estaban de por medio. Estados Unidos sancionó al Deutsche Bank por realizar "transacciones de compensación" no transparentes que pudieran haber encubierto posibles infracciones de parte de sus clientes.

"Dinero sucio, burócratas idem" señala una de las fuentes consultas. "El lavado de dinero no es un crimen sin víctimas. El libre flujo del dinero sucio sostiene bandas criminales, desestabiliza naciones y fomenta la desigualdad económica global. A menudo, los capitales que son lavados terminan en cuentas de sociedades fantasmas registradas en paraísos fiscales opacos, lo que permite a las élites esconder grandes sumas de dinero y esquivar el radar de las autoridades. Los bancos que aparecen en FinCEN Files suelen procesar operaciones para sociedades registradas en jurisdicciones secretas, sin conocer al “beneficiario final” de la cuenta, es decir, a la persona de carne y hueso que está detrás de ella. Los dueños de estas cuentas corporativas tienen direcciones en Reino Unido, EEUU, Chipre, Hong Kong, Emiratos Árabes Unidos, Rusia y Suiza. Al menos el 20% de los reportes tienen un cliente con una dirección en Islas Vírgenes Británicas".




Otro banco mencionado en los FinCEN Files es Standard Chartered Bank, entidad británica que opera principalmente en Asia, África y Oriente Medio (de donde provienen sus ganancias), cotiza en la Bolsa de Valores de Londres y la Bolsa de Hong Kong, forma parte del índice FTSE 100. Pero, no analiza el fondo criminal, se limita en enfocar problemas políticos e ideológicos del gobierno de los Estados Unidos. Por ejemplo, en 2012 se acusó a Standard Chartered de "conspirar con el gobierno de Irán para mover 250 mil millones de dólares a cambio de cientos de millones de dólares en comisiones. Ese mismo año, el Standard Chartered pagó multas por 670 millones de dólares en acuerdos con autoridades".

El más conocido mundialmente por los escándolos financieros, sin duda es HSBC -The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation- otra multinacional británica con sede en Londres, el banco más grande de Europa que tuvo que aceptar y firmar acuerdos de procesamiento diferidos. Incluso investigado por una Comisión del Senado de los Estados Unidos. Se descubrió que el banco había transferido 7.000 millones de dólares al sistema bancario de Estados Unidos entre 2007 y 2008; por lo menos, 881 millones de dólares provenían de grupos criminales de América Latina (narcotráfico). El banco reconocía en 2012 que había lavado dinero, una multa récord de casi 2.000 millones de dólares fue la sanción, pero, ningún banquero fue procesado gracias al acuerdo con los fiscales. "A cambio, el gobierno suspendió las acusaciones y se comprometió a abandonarlas por completo a los cinco años si HSBC cumplía su promesa de combatir agresivamente el flujo de dinero sucio". Los FinCEN Files muestran que durante cinco años de prueba (2013-2017), HSBC siguió moviendo dinero cuestionable de personajes particulares sindicados por lavar dinero o involucrados en estafas piramidales Ponzi. 

"A pesar de esto, el gobierno de Estados Unidos permitió que HSBC anunciara, en diciembre de 2017, que había “cumplido con todos sus compromisos” del pacto de procesamiento diferido y que los fiscales habían desistido de los cargos criminales en su contra para siempre. No se denunciaron sobornos". Fue como si les dieran una palmadita en el hombro y les dijeran: "no lo vuelvan a hacer". Pero, obvio, siguieron haciéndolo.

En otro sonado caso, que no recoge FinCEN Files sucedió en 2006, el banco Wachovia permitió ingresar 100 millones de dólares del Cártel de Sinaloa en el circuito bancario de Estados Unidos. "Cuatro años más tarde, el vicepresidente de Wachovia firmó un acuerdo en el que reconoció que el banco había violado leyes antilavado. Entre multas y confiscaciones, pagó multas por 160 millones de dólares. Esa fue toda la sanción". Nadie fue a la cárcel, mucho menos los accionistas mayoritarios. Según un reporte de RT (Rusia Today) ese 2006, las ganancias de Wachovia fueron superiores a los 12.000 millones de dólares, "la multa que pagó por lavar dinero narco fue apenas una propina, una muestra más de impunidad".


¿Cuál es el mensaje para la BANCA INTERNACIONAL? Si sigues delinquiendo recibirás sanciones económicas, pero a cambio se te permitirá seguir infringiendo la ley y ganar miles de millones de dolares como "compensación" por las pérdidas debido a las multas...

 

Por otro lado, la prensa rusa (RT) se cuestionaba en un artículo: "¿Por qué no conocemos los rostros, vida y obra de los banqueros que lavan dinero del crimen trasnacional?" (23 sep 2020). Parte por el lado feo de la película, los famosos y tristemente célebres capos de la droga: Pablo Escobar, Amado Carrillo Fuentes, Joaquín 'el Chapo' Guzmán, éstos, al igual que los "terroristas" son "los malos". "Pero en todo este entramado siempre falta una pieza".

La hipocresía del sistema financiero internacional se vería afectado si las políticas de drogas cambiaran y se apostara por legalizar todas las drogas y se combatiera, de verdad, el terrorismo. Perderían los lucrativos dividendos que obtienen a costa de la vida de miles de víctimas. La complicidad de los bancos es fundamental para el lavado de dinero que encuentra refugio en los bancos estadounidenses y europeos, "son partícipes activos de la opacidad con la que se trasladan fortunas del crimen organizado trasnacional".

"Los días han pasado y seguimos sin conocer rostros, nombres y apellidos de los banqueros implicados. De los responsables de esconder cuentas multimillonarias, de recibir montones de dinero en efectivo en camiones blindados, de retrasar reportes de clientes que realizaban operaciones sospechosas, de no suspender esas cuentas. De mantener activo el blanqueo de capitales.

Y es poco probable que los conozcamos, porque el esfuerzo de cientos de colegas se topa con el escaso impacto concreto que suelen tener las revelaciones. La prensa tradicional no hace mucho ahínco en colmar sus páginas con investigaciones que incomodan a grandes anunciantes, a políticos amigos y, a veces, a los propios dueños de los medios".


A manera de CONCLUSIONES:

Resumimos de otra excelente y larga investigación sobre ‘The FinCEN Files’, "Los archivos filtrados: Bancos globales sirven a oligarcas, narcotraficantes y terroristas en medio de un boom de lavado de dinero", elaborado por el ICIJ "International Consortium of Investigative Journalists" (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación). Las conclusiones son inequívocas:


"Informes secretos de bancos muestran cómo billones de dólares de dinero negro fluyen libremente a través de los principales bancos, inundando un sistema regulatorio quebrado"

 

- Los bancos mueven dinero sospechoso porque es rentable: Los bancos pueden completar sus resultados finales con las comisiones que cobran cada vez que el dinero se mueve en sus cuentas. 

"Un pequeño grupo de bancos con importantes operaciones en Nueva York, en su mayoría estadounidenses y europeos, amasan fortunas en comisiones por realizar ese truco, aprovechando su privilegiado acceso a la Reserva Federal de Estados Unidos. La ley de Estados Unidos confía a los bancos la responsabilidad de ser la primera línea en la prevención del lavado de dinero, y ello a pesar de que su mayor interés es que el dinero –sucio o limpio-- se esté moviendo. Aunque los bancos están autorizados a detener una transacción si parece sospechosa, no están obligados a hacerlo: simplemente tienen que presentar un informe de actividad sospechosa al FinCEN".

Los documentos confidenciales muestran cómo los bancos que manejan transacciones internacionales a menudo desconocen con quién están tratando, incluso cuando mueven cientos de millones de dólares.

Los lavadores y otros delincuentes comparten el mismo objetivo que otros muchos clientes bancarios que operan entre fronteras: convertir su dinero a dólares, la moneda global ‘de facto’.

Los Bancos han tenido más problemas por tratar con clientes y países que provienen de países sancionados por los Estados Unidos. Es decir, muchos casos se han destapado por cuestiones de política internacional y de lucha ideológica, no por un verdadero combate contra el "lavado de activos" proveniente de "actividades sospechosas".

Los archivos muestran que los empleados bancarios "buscan" en vano, entre sus documentos,  las sociedades de papel, son incapaces de determinar quién se esconde detrás o cuál es su real propósito. Como siempre, los ingresos derivados de la corrupción necesitan un lugar para esconderse. En su camino, muchos pasan por Manhattan.

Este "sistema" era mucho antes un mercado que manejaba JPMorgan. "Al permitir una transferencia, un banco intermediario deduce la cantidad de la transferencia en la cuenta del banco de origen; lo incorpora a la cuenta del banco receptor, y cobra una comisión. En algunos casos, JPMorgan convertía pagos realizados desde una cuenta en moneda local, el hryvnia de Ucrania por ejemplo, a dólares para luego enviarlos a la cuenta receptora. Esto generaba más comisiones para JPMorgan". JPMorgan abrió las puertas de ese sistema para sus clientes, incluyendo sociedades anónimas de papel. 

El engañoso esquema “Ponzi”, llamado World Capital Market (WCM), perjudicó en decenas de millones de dólares a pequeños inversionistas (ahorristas). Mucho de ese dinero provenía de Perú, Bolivia, China, hasta de California y otros lugares donde familias de bajos ingresos estaban dispuestas a invertir sus modestos ahorros – 2.000, 5.000 o 10.000 dólares— en un fondo de inversión que, esperaban, les cambiaría la vida. Con tan solo pulsar una tecla, el dinero de los inversionistas se canalizó a través de operaciones en Nueva York del gigante bancario global HSBC. Luego se diversificó por todo el mundo a través de cuentas en las oficinas de HSBC en Hong Kong. Todo era un fraude. Tengamos en cuenta que el WCM corría por el HSBC entre 2013 y 2014, es decir, cuando el HSBC estaba a prueba, la Comisión Bancaria y de Valores de Estados Unidos había congelado los activos de la compañía, pero la cuenta de WCM en la oficina de HSBC en Hong Kong seguía activa.


WCM no fue la única compañía ligada a actividades criminales que movió dinero a través de HSBC durante el periodo de prueba de cinco años que las autoridades de Estados Unidos dieron al banco para reforzar sus medidas de combate al lavado de dinero en el marco del “acuerdo de procesamiento diferido” celebrado en 2012.

 

El ICIJ descubrió en los archivos del FinCEN un patrón llamativo: La voluntad de muchos bancos para procesar transacciones para los mismos clientes de riesgo.

- Un caso curioso fue BNP Paribas, el mayor banco de Francia, recibió la mayor multa de todas en 2014, 8 mil 900 millones de dólares por haber operado transacciones de miles de millones de dólares al sistema financiero de Estados Unidos a nombre de entidades de Sudán, Irán y Cuba, las cuales eran objeto de sanciones y bloqueo de Estados Unidos (nuevamente vemos que el interés es más político e ideológico, que lucha contra el crimen organizado). A diferencia de los acuerdos con HSBS y otros, este no fue un procesamiento diferido. El banco francés aceptó la condena, y despidió a 13 empleados. El banco francés aceptó aquello como prioritario, quería asegurarse que las autoridades no le revocaran de manera permanente su licencia para procesar transacciones en dólares. La revocación solo duró un año; y tras el anuncio del acuerdo, el precio de la acción del banco subió un 4%.

- "¿Por qué las grandes sanciones financieras no han servido para cambiar el comportamiento de los bancos?. John Cassera, un experto en delitos financieros que trabajó como agente especial asignado al FinCEN entre 1996 y 2002, dijo que el tamaño de las multas pagadas por HSBC y otros bancos pueden parecer grandes, pero representan una pequeña fracción de sus beneficios. Aparte, el dinero no es pagado por los banqueros que deben rendir cuentas sino por los accionistas.


El reportaje del ICIJ sobre FinCEN Files es tan amplio que invitamos al interesado leerlo aparte (ver nota al pie de página), si tiene interés en desenrrollar la trama (la cita de nombres e instituciones es abrumadora por lo que requirió la participación de más de veinte investigadores). Las conclusiones que aquí citamos son obtenidas del referido trabajo de ICIJ que profundiza más en el "sistema" de esa relación simbiótica entre el mundo "legal" y el "ilegal".

Como bien titula este artículo: BANCA + DINERO SUCIO = PRÓSPERA RELACIÓN SIMBIÓTICA.


VIDEO

Cómo lavan el dinero a través de bancos en Nueva York (en inglés)

Los grandes bancos están obligados a reportar al gobierno transacciones sospechosas. No hacer estos reportes, conocidos como SAR, puede exponerlos a multas y penalidades. Aquí explicamos cómo hace el dinero sucio para transitar por el sistema financiero.

 

Fuentes:

ICIJ: Los archivos filtrados: Bancos globales sirven a oligarcas, narcotraficantes y terroristas en medio de un boom de lavado de dinero

El lavado del dinero criminal, el gran negocio de la banca

¿Por qué no conocemos los rostros, vida y obra de los banqueros que lavan dinero del crimen trasnacional?

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