EL MITO DE LA CONFEDERACIÓN CATALANO-ARAGONESA
Mapa de la Europa cristiana en 1235 de la Biblioteca
Nacional de París. No existe ninguna referencia sobre Catalunia, ni en los
escudos de armas (heráldica) ni en lo geográfico. Barcelona consta como parte
del reino de Francia, en los límites del Reino de Aragón. Junto al escudo de
Aragón se puede leer Jacques I, es decir, Jaime I, quien desde 1238 utilizaba
en sus decretos la fórmula oficial de “Rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca,
Conde de Barcelona y Señor de Montpellier”.
La familia de los condes de Barcelona, vasallos del reino franco, fueron de origen extranjero hasta el año 1096 exceptuando a Berenguer III que se casó con una hija de don Rodrigo Díaz de Vivar (Cid Campeador) en primeras nupcias, María Rodríguez, (María Rodríguez o Díaz). Casó en segundas nupcias con Dulce de Provenza o de Rouergue. De su unión nació Berenguela de Barcelona (1108), que fue luego esposa del rey Alfonso VII de Castilla. Esta puede ser una razón más del nacionalismo catalán, no ya para adjudicarse Baleares, Valencia etc, etc, si no Castilla, pues les pertenece por derechos sucesorios de índole histórica y tal y tal y tal (me permito una pequeña sonrisa malévola para no aburrir, es una broma, claro, aunque nunca se sabe de qué forma puede ser utilizado).
En 1137, Berenguer IV rompió con esa tradición, y se casó con la princesa
Petronila de Aragón, así pues, el condado de Barcelona, que no era Cataluña, ni
era una nación catalana, ni tenían ninguna intención de serlo, volvía a
integrarse en el proceso de reconstrucción y Reconquista de una España a punto
de desintegrarse por la invasión islámica y lo hacía no como parte de una
confederación catalo-aragonesa, como inventan los nacionalistas que ya
conocemos, pues en ningún momento aparece este nombre en ninguna fuente
histórica, sino como parte de la corona de Aragón, que tanto molesta.
En la imagen, Petronila I de Aragón, condesa de Barcelona.
Algunos
ejemplos, por citar sólo algunos, que la
conciencia de que Cataluña era tan solo una parte de España y no una nación
independiente podemos encontrarla en los reyes que ejercieron su soberanía
sobre ella, como Jaime I en el Concilio de Lyon después de haber
ofrecido sus hombres y su flota para emprender una cruzada, diciendo aquello de
“Barones, ya podemos marcharnos, hoy a lo
menos, hemos dejado bien puesto el honor de España”, igual lo hizo su hijo,
Pedro III, y de la misma forma lo hizo también Alfonso X de Castilla
contra los moros en Murcia, “para salvar a España”. Además, hay que aclarar que
la fórmula utilizada por Don Jaime en sus documentos desde el 28 de septiembre
de 1238 es: ”Nos, Jaime, por la gracia de Dios, Rey de Aragón, de Valencia de
Mallorca, Conde de Barcelona y Señor de Montpellier”….es decir, el
vínculo entre los diversos reinos, condados y señoríos era la Corona –“unión real” (y no una
confederación catalano-argonesa), y buena prueba de ello es la fórmula que
Jaime I, tras su entrada triunfal en Valencia el 28 de septiembre de 1238,
emplearía en sus decretos las palabras que acabamos de ver…¿Alguien puede
explicar dónde está la susodicha confederación cuando el condado de Barcelona
aparece en penúltimo lugar?
Pese a quien
le pese, el vínculo que unía a los
diversos reinos, condados y señoríos era la Corona, es decir, la “unión real” y
no una confederación catalano-aragonesa. ¿Cuántas veces habrá que repetirlo?
¿Hasta cuándo se va a tolerar la manipulación de la Historia? Y otra
pregunta que surge es…”sirve de algo vivir en una mentira, o es que la
costumbre de la mentira se ha convertido en algo inherente en el nacionalismo
catalán?...
La
única referencia que utiliza el nacionalismo catalán para autodenominarse
“Principat” la toman del matrimonio del conde catalán Ramón Berenguer IV
con la hija de Ramiro II , el Monje, Rey de Aragón, la princesa aragonesa
Petronila, pero resulta que no es más que una referencia falsificada… En
los documentos que contienen los pactos para el matrimonio de la futura reina
argonesa, doña Petronila, con el Conde de Barcelona se lee lo siguiente:
El primero, el 11 de agosto de 1137, RAMIRO II DE
ARAGÓN CONCIERTA EL CASAMIENTO DE SU HIJA PETRONILA CON EL CONDE RAMÓN
BERENGUER IV DE BARCELONA. Los llamados “esponsales” (digo llamados porque
fueron algo más que simples esponsales) se firmaron en Barbastro. (Petronila,
tenía un año; Ramón Berenguer, la superaba en más de veinte).
Este es el
texto completo:
Yo Ramiro, por la gracia de Dios, rey de los aragoneses, TE DOY A TI, conde y marqués de los barceloneses, COMO ESPOSA, a mi hija, CON LA INTEGRIDAD DEL REINO DE LOS ARAGONESES, como mi padre Sancho o mis hermanos Pedro y Alfonso mejor hubieron y tuvieron, ambos y los demás hombres de su estirpe. DEJANDO A SALVO, LOS USOS Y COSTUMBRES QUE MI PADRE SANCHO Y MI HERMANO PEDRO TUVIERON EN SU REINO. Y te encomiendo a todos los hombres de dicho reino, bajo homenaje y juramento, que te sean fieles en tu vida y en tu cuerpo y en todos tus miembros, y que se mantengan sin fraude ni decepción, y que te sean fieles de todo el reino pretitulado, y de todos y de todas las pertenencias del reino, SALVO LA FIDELIDAD A MÍ Y A MI HIJA. Todo lo antes escrito, yo el citado Ramón, lo hago a ti, Raimundo, conde y marqués de los barceloneses, DE MODO QUE, si mi dicha hija muriese y tu fueras superstite (la sobrevivieras) tengas, libre e inmutablemente la donación de dicho reino, sin ningún impedimento, DESPUÉS DE MI MUERTE. ENTRETANTO ESTO SUCEDA, si estando yo vivo, quisiera hacerte algún aumento o entrega de honores y “municiones” de dicho reino, permanecerá bajo la fidelidad dicha, firme e inmóvil; Y YO EL DICHO REY RAMIRO SEA REY, SEÑOR Y PADRE, EN DICHO REINO Y EN TODOS TUS CONDADOS, MIENTRAS ME PLACIERA (quisiera). (Vease, ACA, Cancillería Real, Pergamino nº 86 duplicado de Ramón Berenguer IV).
Pero sigue,
ya que el mismo 11 de agosto de 1137,
RAMIRO II, COMPLEMENTA EL DOCUMENTO ANTERIOR. Su texto en la parte
dispositiva dice:
Yo Ramiro, hijo del rey Sancho, rey de los aragoneses, doy a ti Ramón, conde barcelonés, mi reino de Aragón, con mi hija, todo íntegramente, como lo dividió el rey Sancho el Mayor, abuelo de mi padre; y como lo dividí con el rey García Ramírez de los navarros, en Pamplona, exceptuadas las tenencias que el sobredicho rey Sancho (el Mayor) dio al rey Ramiro, mi abuelo, en Navarra… ESTO TE DOY Y CONCEDO A LOS HIJOS TUYOS QUE FUESEN DE GENERACIÓN DE MI HIJA, por los siglos de los siglos. Tú, en cambio, convienes conmigo, en palabra de verdad, y pones tus manos entre mis manos, QUE NO ENAJENES, ni hagas enajenar, este reino que te doy, durante la vida de los hijos de mi hija…Y que durante TODA MI VIDA ME TENGAS COMO PADRE Y SEÑOR… AUNQUE TE ENTREGUE EL REINO, SIN EMBARGO NO RENUNCIO A MI DIGNIDAD. (Véase, UBIETO, Creación y desarrollo de la Corona de Aragón, Zaragoza, Anubar, 1987, p. 144/5).
Pero, no
contento con lo anterior, el 27 de
agosto de 1137, RAMIRO II, COMPLEMENTA LOS DOS DOCUMENTOS ANTERIORES. Su
texto dice:
5 Este es el “donativo” que hace don Ramiro, rey de los aragoneses, al ilustre Ramón, conde de los barceloneses. Le dona y confirma y lauda que DESDE AQUEL MISMO DÍA en que le dio a su hija, con su “honor” encomendando el homenaje de sus hombres, cerca de Barbastro, todo aquello que el rey hubiese dado o concedido a otro, sería nulo y no tendría rectitud de estabilidad. Del mismo modo le da y aprueba firmemente que DESDE ESE DÍA, en adelante, no dará ni confirmará a nadie sin el consejo y buena voluntad del conde. Y que si lo hace será nulo y sin estabilidad. Este “donativo” lo hizo el rey Ramiro, con el consejo y voluntad de sus nobles… en el castillo de AYERBE (Véase, ACA, Cancillería Real, Pergamino nº 87 de Ramón Berenguer)..
Finalmente, el 13 de noviembre de 1137, RAMIRO II
COMUNICA A SUS SÚBDITOS LOS DOCUMENTOS ANTERIORES, y les dice:
Es por todos conocido que yo, Ramiro, por la gracia de Dios rey de Aragón entregué a mi hija a Ramón SIMUL CUM OMNI REGNI MEI HONOR, (JUNTAMENTE CON EL HONOR DE REINO), Ahora también, con libre voluntad y fuerte amor de corazón, quiero, ordeno y mando a todos mis hombres, caballeros, clérigos y peones, que los castillos y fortificaciones y todos los honores que tengan y posean en adelante por el mismo conde Ramón como rey, deben tener y poseer, y que le guarden fidelidad y obediencia en todas las cosas así como a rey. Y para que sobre esto nada pueda ser pensado o maquinado por nadie, le dono, otorgo y concedo todo aquello que me había reservado en aquella misma carta de donación que le había hecho inicialmente, al entregarle a mi hija. Yo, Ramiro, rey de Aragón, le dono y otorgo todo lo arriba mencionado a Ramón, conde de Barcelona, y se lo ratifico firmemente, a fin que todo lo que ahora le doy y lo que ya tenía LO RETENGA PERPETUAMENTE A MI SERVICIO Y FIDELIDAD… Todas las cosas arriba mencionadas las otorgo y ratifico firmemente como mejor las tuvo alguna vez mi hermano Alfonso (el Batallador), y para que las tenga todas perpetuamente, BAJO LA FIDELIDAD DEBIDA A MI PERSONA… En El Castellar, ZARAGOZA… (Véase, ACA, Cancillería Real, Pergamino nº 85, de Ramón Berenguer IV).
En la imagen, el conde Ramón Berenguer IV.
Por lo tanto, en ningún momento el rey Ramiro II le otorga al conde la dignidad de Rey. Ramón Berenguer fue conde “consorte” de la princesa Petronila, nunca fue Rey ni príncipe, y mucho menos, Confederación.
Por otro
lado , el invento de “principado” surge a partir del reinado de Pedro el
Ceremonioso que en 1350 promulgó
una pragmática sobre “el nuevo sistema
cronológico .. aplicable a todos los lugares del Principado de Cataluña..”
( Hª de España ”Menendez Pidal, Tomo XIV. Prólogo). A partir de entonces el
nacionalcatalanismo usa dicha denominación, pero es un título sin “príncipe”. Una anomalía jurídica sin entidad efectiva.
Un título de papel porque jamás ese
inventado “principado” ha estado más que en los escritos fantásticos de los
historiadores nacionalcatalanistas… ¿Cuáles son los motivos y razones?...
Vamos a suponer que Petronila fallece antes de casarse, ¿Quién entiende que sobreviviendo Ramón Berenguer, será rey de Aragón cuando fallezca Ramiro? Nadie. Al referirse el documento a los hijos, es condición INDISPENSABLE. A partir de la boda, había que estar a la expectativa de acontecimientos. Y naturalmente, el primero era que el matrimonio Petronila-Ramón Berenguer tuviera o no tuviera hijos, porque esa era la RAZÓN FUNDAMENTAL DE LOS ESPONSALES.
Vamos a suponer que Petronila fallece antes de casarse, ¿Quién entiende que sobreviviendo Ramón Berenguer, será rey de Aragón cuando fallezca Ramiro? Nadie. Al referirse el documento a los hijos, es condición INDISPENSABLE. A partir de la boda, había que estar a la expectativa de acontecimientos. Y naturalmente, el primero era que el matrimonio Petronila-Ramón Berenguer tuviera o no tuviera hijos, porque esa era la RAZÓN FUNDAMENTAL DE LOS ESPONSALES.
En la imagen, retratos de la reina Petronila de Aragón y el
conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, óleo de 1634 (Museo del Prado), copia de
un original de Filippo Ariosto de 1586.
Por lo
tanto, debemos concluir que:
La Corona de
Aragón no puede ser calificada como confederación catalano-aragonesa porque, en
primer lugar, fue el Condado de Barcelona, y no reino, ni principado, el que se
integró en el Reino de Aragón a través del matrimonio de Ramón Berenguer IV con
Petronila, hija de Ramiro II, El Monje, Ramiro II cedió a Ramón Berenguer el
reino, o sea, la función real y el gobierno pero no el título, ya que Ramiro no
abdicó. Conservó el título de rey que, a su muerte (1154), heredó su hija
Petronila. En aquellos años, las mujeres tenían vedada la función real pero no
así la transmisión del título real y, por ello, haciendo uso de tal derecho,
Petronila cedió en vida (1164) el título de rey a su hijo Alfonso II
(1157-1196), dos años después de la muerte de su esposo.
Los herederos de Ramón Belenguer IV adoptaron
los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona, con lo cual el último título
queda en segundo plano y prácticamente postergado.
En el reino de Alfonso II el título del condado de Barcelona (no ya el de
Cataluña, que no significa nada entre los títulos de los reyes) pasa a segundo
lugar, y en los reinados sucesivos cada nuevo reino que se añade a la Corona
le hace retroceder un puesto más. Así, Jaime I lo ostentará como cuarto título,
ya que era rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia y conde de Barcelona.
El mito nace con el ensayo de ANTONIO DE BOFARULL Y BROCÁ, de largo título, “LA CONFEDERACION CATALANO ARAGONESA. REALIZADA EN EL PERÍODO MÁS NOTABLE DEL GOBIERNO SOBERANO DEL CONDE DE BARCELONA, RAMÓN BERENGUER IV: ESTUDIO HISTÓRICO, CRÍTICO Y DOCUMENTADO, PREMIADO POR UNANIMIDAD EN EL CERTAMEN ABIERTO EN 15 DE DICIEMBRE DE 1869 POR EL ATENEO CATALÁN”, (Barcelona, Luis Tasso, 1872)… estos Bofarull, porque hay dos, tienen un largo historial en manipular la historia, como veremos más adelante con otro de los Bofarull…
En la imagen, Antonio Bofarull y Brocá.
EL ORIGEN DE CATALUÑA
La
opinión más extendida entre los investigadores, lingüistas e historiadores hace
referencia a la abundancia de fortalezas.
Así, Cataluña procedería de castlà, derivación de castellanus o castlanus-nias, país de los castellanos,
los vigilantes de los castillos, recintos repartidos a lo largo de la raya
fronteriza (Cardona, Peratallada, Mur). Aquel castlà era el encargado de
defender el castillo con su guarnición de caballeros guerreros.
El Castlá era un personaje asalariado que vivía de las rentas del noble a través de una relación de servicios de vasallaje y feudo que recibía en metálico anualmente. El caballero o cavaler, gente desahogada que su economía le permitía mantener un caballo y servir al conde, recibía unas seis o siete onzas de oro mientras el castlà podía ganar hasta cuarenta monedas. Con estos pagos quedaba garantizada la lealtad de los vasallos.
La importancia de estos defensores del orden iría en aumento hasta alcanzar una situación social tan sobresaliente que terminarían por incorporarse a la estructura nobiliaria. El castillo era símbolo de poder y opresión a través del cual los señores ejercían una fuerte dictadura contra los bienes de los payeses, quienes debían entregarles los excedentes de las cosechas a cambio de protección y seguridad. Al frente del castillo estaba el vicario, tercer cargo en el escalafón social del condado después del conde y el vizconde, que disfrutaba de un amplio territorio de gestión y debía vivir bien gracias a las rentas y servicios generados por los labradores vinculados a la fortaleza. Al igual que los condes, los vicarios lucharon por perpetuar a sus familiares al frente del castillo.
El nombre de Cataluña aparece por primera vez en un texto extranjero del siglo XII que relata una expedición a Mallorca. Más tarde, en las actas de Ramón Berenguer IV, empezó a utilizarse el término a partir de 1149 y unos años después se empleó con más frecuencia con la finalidad de diferenciar su patrimonio con respecto al del Reino de Aragón. Aquí, es conveniente aclarar la cuestión, y es que la primera vez que se menciona el nombre de Cataluña es en Italia, por medio de un Arcediano de Pisa, de nombre Euricus, el cual, escribe, en fecha imprecisa, un libro titulado "Liber Majolichinus de Gestis Pisanorum ilusribus" en el que se narra las gestas de la expedición a Mallorca en los años 1114 y 1115; en él se refiere entre otras cosas a las hazañas del jefe de la expedición, Ramón Berenguer III, al que cita con diversos títulos: "Catelánicus heros", "Dux Catelanensis"... y menciona igualmente la palabra "Catalania" o "Cathelania". Con lo cual, podemos concluir que el origen de la palabra está en Italia como consecuencia de una adulteración de la palabra Lacetania, tal y como consta en el manuscrito que narra hechos de 1114 y 1115 pero, es de bien suponer que fue escrito muchos años más tarde.
En consecuencia, la palabra “Lacetani” no pasó a “Catelani” por una evolución lingüística, sino que fue un error del autor. A principios del siglo XII el Condado de Barcelona era bastante conocido. Dicho condado no incluía toda la Marca Hispánica; su núcleo central lo formaba el territorio ocupado anteriormente por la tribu íbera de los lacetanis. Un italiano culto recordó aquella denominación y así se le ocurrió resucitar el gentilicio de “Lacetani”, pero en el escrito apareció la metátesis “Catelani”. Joan Coromines compara esta metátesis con otros manuscritos medievales que al hablar de los lacetanos escriben “Katelanoi” en unos y “Kastellanoi” en otros.
Por otra parte hay que tener en cuenta que la penetración de dichos términos y adjetivos no ocurrió inmediatamente, y se puede afirmar con total seguridad que aun en tiempos de Ramón Berenguer IV era bien desconocido el nombre de lo que hoy conocemos como “Cataluña".
Hay quien pueda pensar que en resumidas cuentas, pueda haber una cierta inclinación a que se trate, pues, de una expresión diplomática referida a la cancillería para explicar que Cataluña es una región con rasgos históricos distintos, con su propia lengua, legislación y tal vez con un sentimiento de identidad colectivo y una conciencia de grupo.
En cambio, otras versiones citan –como posible origen de la palabra– a un pueblo bárbaro, quizá godo o alano, de nombre catalauni, asentado desde tiempos lejanos en el nordeste peninsular. Otra referencia (siglo XIV) recuerda la figura de un héroe local, de nombre Oter Catalo, como padre etimológico de la palabra.
También existe documentación en que la palabra Cataluña aparece en tiempos de D. Pedro II (1196-1213). En un documento relacionado con la Paz de Dios; en el se puede leer: “Haec est pax quam dominus Petrus…constituit per totam Cataloniam, videlicet a Salsis usque ad Ilerdam” (Esta paz que el Señor Pedro constituye por toda Cataluña, evidentemente del Salces sin interrupción a Lérida), pero, ahora bien, cabría preguntarse en qué concepto lo nombra, es decir, no se trata de buscar contradicciones al escrito, sino más bien aclaraciones que no cubran la realidad, o la cambien de sentido, me refiero a que es posible que se trate de una zona, no una identidad jurídica propia, donde se habla un dialecto o si se quiere, una lengua común, es decir, que su significado sea, según tenemos entendido, “tierra de castillos". El mismo significado que los cronistas árabes le dieron a Castilla (Al-Quila), habitantes de lo que hoy se conoce como Barcelona, así, en la página de la Generalitat se puede leer:
Tras las necesidades defensivas de la Marca se levantaron muchas fortificaciones. Sus guardas eran los castellanos que en el bajo latín medieval tomaría el nombre de castlanus de cuya voz surgen las formas catalanas castlà, catlà y carlà. De éstas formas, los extranjeros que pasaban por sus tierras habrían comenzado a nombrar así a los habitantes y su territorio (català, Catalonia, Catalaunia), estas opiniones son las que toma Marcelo Capdeferro en su libro “Otra Historia de Cataluña”, es consecuente aclarar que Capdeferro escribió en 1967 una Historia de Cataluña plagada de errores y distorsiones por haber bebido de fuentes románticas no muy rigurosas en el relato de los hechos pasados. Años después, en un ejercicio de honradez intelectual difícil de encontrar hoy en día, el propio Capdeferro decidió escribir Otra historia de Cataluña, pero como el propio autor dice: «Escrita sin romanticismo, sin fanatismo, sin apasionamiento, con carencia total de miras políticas, causa frecuente de ofuscación del pensamiento. Porque el pasado fue como fue, no como nos gustaría que hubiera sido».
Las mismas opiniones son tomadas en cuenta por don Ricardo de la Cierva en su magistral obra “Historia Total de España”.
Nos apoyamos en la tesis de que catalanes eran los habitantes de la zona nombrada, por una sencilla razón, y es que al final del siglo XIII (cuando el rey de Francia renunció a sus derechos sobre Barcelona), por una división meramente administrativa es cuando el rey de Aragón dispuso que Lérida también podía acudir a las Cortes de Barcelona (CORTES DE BARCELONA, NO DE CATALUÑA) pero sin dejar de formar parte de las Cortes de Aragón. Esa independencia que tenía Lérida se debe a que en ella estaba la única Universidad de la Corona de Aragón y, siendo ciudad universitaria, convenía que estuviera en las Cortes de Zaragoza y de Barcelona.
Ya en el siglo XIV, protestaron de que se les confundiera como catalanes, puesto que ellos no lo eran. Y está la famosa contestación de Pedro IV, (cuya carta hoy existente está fechada en 22 de mayo de 1337), en la que el rey se dirige al municipio de Lérida asegurándoles que no pertenecen al condado de Barcelona. Prueba rotunda de que los leridanos no querían que se les tuviera por catalanes ni estar sometidos a Barcelona, y he aquí la posible confusión, que por una parte creo que intencionada, y es que se llegara a confundir el término catalán, como el dialecto provenzal que se hablaba en Barcelona, al que también se le denominaba barseloní, es decir, que hablaban un dialecto común, no que tenían una entidad jurídica y administrativa propia:
El Castlá era un personaje asalariado que vivía de las rentas del noble a través de una relación de servicios de vasallaje y feudo que recibía en metálico anualmente. El caballero o cavaler, gente desahogada que su economía le permitía mantener un caballo y servir al conde, recibía unas seis o siete onzas de oro mientras el castlà podía ganar hasta cuarenta monedas. Con estos pagos quedaba garantizada la lealtad de los vasallos.
La importancia de estos defensores del orden iría en aumento hasta alcanzar una situación social tan sobresaliente que terminarían por incorporarse a la estructura nobiliaria. El castillo era símbolo de poder y opresión a través del cual los señores ejercían una fuerte dictadura contra los bienes de los payeses, quienes debían entregarles los excedentes de las cosechas a cambio de protección y seguridad. Al frente del castillo estaba el vicario, tercer cargo en el escalafón social del condado después del conde y el vizconde, que disfrutaba de un amplio territorio de gestión y debía vivir bien gracias a las rentas y servicios generados por los labradores vinculados a la fortaleza. Al igual que los condes, los vicarios lucharon por perpetuar a sus familiares al frente del castillo.
El nombre de Cataluña aparece por primera vez en un texto extranjero del siglo XII que relata una expedición a Mallorca. Más tarde, en las actas de Ramón Berenguer IV, empezó a utilizarse el término a partir de 1149 y unos años después se empleó con más frecuencia con la finalidad de diferenciar su patrimonio con respecto al del Reino de Aragón. Aquí, es conveniente aclarar la cuestión, y es que la primera vez que se menciona el nombre de Cataluña es en Italia, por medio de un Arcediano de Pisa, de nombre Euricus, el cual, escribe, en fecha imprecisa, un libro titulado "Liber Majolichinus de Gestis Pisanorum ilusribus" en el que se narra las gestas de la expedición a Mallorca en los años 1114 y 1115; en él se refiere entre otras cosas a las hazañas del jefe de la expedición, Ramón Berenguer III, al que cita con diversos títulos: "Catelánicus heros", "Dux Catelanensis"... y menciona igualmente la palabra "Catalania" o "Cathelania". Con lo cual, podemos concluir que el origen de la palabra está en Italia como consecuencia de una adulteración de la palabra Lacetania, tal y como consta en el manuscrito que narra hechos de 1114 y 1115 pero, es de bien suponer que fue escrito muchos años más tarde.
En consecuencia, la palabra “Lacetani” no pasó a “Catelani” por una evolución lingüística, sino que fue un error del autor. A principios del siglo XII el Condado de Barcelona era bastante conocido. Dicho condado no incluía toda la Marca Hispánica; su núcleo central lo formaba el territorio ocupado anteriormente por la tribu íbera de los lacetanis. Un italiano culto recordó aquella denominación y así se le ocurrió resucitar el gentilicio de “Lacetani”, pero en el escrito apareció la metátesis “Catelani”. Joan Coromines compara esta metátesis con otros manuscritos medievales que al hablar de los lacetanos escriben “Katelanoi” en unos y “Kastellanoi” en otros.
Por otra parte hay que tener en cuenta que la penetración de dichos términos y adjetivos no ocurrió inmediatamente, y se puede afirmar con total seguridad que aun en tiempos de Ramón Berenguer IV era bien desconocido el nombre de lo que hoy conocemos como “Cataluña".
Hay quien pueda pensar que en resumidas cuentas, pueda haber una cierta inclinación a que se trate, pues, de una expresión diplomática referida a la cancillería para explicar que Cataluña es una región con rasgos históricos distintos, con su propia lengua, legislación y tal vez con un sentimiento de identidad colectivo y una conciencia de grupo.
En cambio, otras versiones citan –como posible origen de la palabra– a un pueblo bárbaro, quizá godo o alano, de nombre catalauni, asentado desde tiempos lejanos en el nordeste peninsular. Otra referencia (siglo XIV) recuerda la figura de un héroe local, de nombre Oter Catalo, como padre etimológico de la palabra.
También existe documentación en que la palabra Cataluña aparece en tiempos de D. Pedro II (1196-1213). En un documento relacionado con la Paz de Dios; en el se puede leer: “Haec est pax quam dominus Petrus…constituit per totam Cataloniam, videlicet a Salsis usque ad Ilerdam” (Esta paz que el Señor Pedro constituye por toda Cataluña, evidentemente del Salces sin interrupción a Lérida), pero, ahora bien, cabría preguntarse en qué concepto lo nombra, es decir, no se trata de buscar contradicciones al escrito, sino más bien aclaraciones que no cubran la realidad, o la cambien de sentido, me refiero a que es posible que se trate de una zona, no una identidad jurídica propia, donde se habla un dialecto o si se quiere, una lengua común, es decir, que su significado sea, según tenemos entendido, “tierra de castillos". El mismo significado que los cronistas árabes le dieron a Castilla (Al-Quila), habitantes de lo que hoy se conoce como Barcelona, así, en la página de la Generalitat se puede leer:
"El nombre de Cataluña -de etimología incierta, aunque probablemente derivado de "tierra de castillos"- se empieza a utilizar a mediados del siglo XII para designar el conjunto de condados que formaban la Marca Hispánica".
Tras las necesidades defensivas de la Marca se levantaron muchas fortificaciones. Sus guardas eran los castellanos que en el bajo latín medieval tomaría el nombre de castlanus de cuya voz surgen las formas catalanas castlà, catlà y carlà. De éstas formas, los extranjeros que pasaban por sus tierras habrían comenzado a nombrar así a los habitantes y su territorio (català, Catalonia, Catalaunia), estas opiniones son las que toma Marcelo Capdeferro en su libro “Otra Historia de Cataluña”, es consecuente aclarar que Capdeferro escribió en 1967 una Historia de Cataluña plagada de errores y distorsiones por haber bebido de fuentes románticas no muy rigurosas en el relato de los hechos pasados. Años después, en un ejercicio de honradez intelectual difícil de encontrar hoy en día, el propio Capdeferro decidió escribir Otra historia de Cataluña, pero como el propio autor dice: «Escrita sin romanticismo, sin fanatismo, sin apasionamiento, con carencia total de miras políticas, causa frecuente de ofuscación del pensamiento. Porque el pasado fue como fue, no como nos gustaría que hubiera sido».
Las mismas opiniones son tomadas en cuenta por don Ricardo de la Cierva en su magistral obra “Historia Total de España”.
Nos apoyamos en la tesis de que catalanes eran los habitantes de la zona nombrada, por una sencilla razón, y es que al final del siglo XIII (cuando el rey de Francia renunció a sus derechos sobre Barcelona), por una división meramente administrativa es cuando el rey de Aragón dispuso que Lérida también podía acudir a las Cortes de Barcelona (CORTES DE BARCELONA, NO DE CATALUÑA) pero sin dejar de formar parte de las Cortes de Aragón. Esa independencia que tenía Lérida se debe a que en ella estaba la única Universidad de la Corona de Aragón y, siendo ciudad universitaria, convenía que estuviera en las Cortes de Zaragoza y de Barcelona.
Ya en el siglo XIV, protestaron de que se les confundiera como catalanes, puesto que ellos no lo eran. Y está la famosa contestación de Pedro IV, (cuya carta hoy existente está fechada en 22 de mayo de 1337), en la que el rey se dirige al municipio de Lérida asegurándoles que no pertenecen al condado de Barcelona. Prueba rotunda de que los leridanos no querían que se les tuviera por catalanes ni estar sometidos a Barcelona, y he aquí la posible confusión, que por una parte creo que intencionada, y es que se llegara a confundir el término catalán, como el dialecto provenzal que se hablaba en Barcelona, al que también se le denominaba barseloní, es decir, que hablaban un dialecto común, no que tenían una entidad jurídica y administrativa propia:
Dialectos del Provenzal:
*
Creissent * Bais Auvemhat * Lemosin *Auvemhat
*
Brageiragués * Vivaroaupenc * Gavaldanés * Cisalpin
*
Legadocian * Gascon * Tolosenc * Nissard
* Mompelhierenc * Provençau * Flamand * Wallon
* Chlimi * Picard * Cauchois * Normand
* Jersiais * Bretan * Gallo * Angevin
* Orléanais * Champenois * Lorrain * Francique
* Alsacien * Tourageau * Berrichon * Franccomtois
* Bourguignon * Poitevin * Saintongeais * Forécien
* Jurassien * Romand * Lyonnais * Savoyard
* Dauphinois * Auvergnat * Provençal-Alpin *Béamais
*Basque
* Langaedocian * Barseloni o Catalán * Corse
En tiempos del Rey Jaime I (1213- 1276) es ya
frecuente el nombre de Cataluña; en el "Llibre dels feyts del rei en
Jacme" o “Crónica de Jaime I”
la palabra Cataluña aparece con
mucha frecuencia.
Así Ferran Soldevilla en su libro “Història de Catalunya”, se refiere a las constituciones de “Paz y Tregua” de 1173 que Alfonso II manda instituir la paz y la tregua “en dicha tierra mía, de Salses hasta Tortosa y Lérida con sus términos” Y añade: “es decir, dentro de los límites de lo que más tarde será comprendido con el nombre de Cataluña”. Reconociendo así, que aun en 1173 no existía Cataluña como tal.
En la imagen (arriba), manuscrito de Petronila, reina de Aragón y condesa de Barcelona «aragonensis regina et barchinonensis comitissa» dona a su hijo Alfonso y a toda su descendencia —a quien en su testamento su marido llamaba Ramón— todo el reino íntegro «dono [...] tibi, dilecto filio meo Ildefonso, regi aragonensi et comiti barchinonensi, qui in testamento eiusdem viri mei vocaris Raimundus, et omni posteriotati tue omne regnum integriter», en documento fechado en Barcelona, a 18 de junio de 1164. Archivo de la Corona de Aragón. Barcelona. Cancelleria reial. Liber Feudorum Maior, ff. 10c-11a. Apud Miguel Rosell, 1945, nº 17. Texto digitalizado por la Universidad Jaime I, doc. 3º, 1164, juny 18. Barcelona. No se dice nada ni se nombra nada sobre Cataluña.
MANIPULANDO LA HISTORIA QUE CONVIENE
Aquí me permito un inciso, para tratar de repetir sin ser obstinado, la desvinculación de iure del condado respecto a la monarquía francesa fue obtenida en el tratado de Corbeil (1258) por el rey Jaime I, que por entonces era rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca, así como conde de Barcelona. Según este tratado, Jaime I renunciaba a sus derechos sobre los territorios situados más al norte del Rosellón, Conflent y Cerdaña, mientras que el rey de Francia, Luis IX, renunciaba a estos condados y a los de más al sur, entre ellos el de Barcelona, cosa que nos limitamos a recordar, pues ya lo hemos visto anteriormente.
La
desvinculación de iure, es una locución latina, que significa literalmente «de
derecho», esto es, con reconocimiento jurídico, legalmente. Se opone a de
facto, que significa «de hecho», que es lo que hizo el tal Wilfredo el Velloso, Baluarte de la
independencia de Cataluña, según algunos pseudo-sabios-historiócratas. Por
ejemplo, un país puede ser independiente de iure con reconocimiento de Naciones
Unidas y del resto de países, pero en la práctica es un estado satélite, es
decir, su independencia puede ser ficticia y sus mecanismos de poder están
dominados completamente por otro país. Un gobierno de iure está investido con
todas las garantías jurídicas, pero puede ser incapaz de ejercer sus poderes
legítimos porque un gobierno de facto los ha usurpado.
No parece
ser que sea España quien intente usurpar de facto la soberanía de nadie, es más
bien al contrario, y a los hechos me remito, ya que para poder entender, sólo hay
que saber ver, leer y comprender, y no obcecarse en interpretar designios
históricos que nunca te han sido otorgados. Yo, como español, me siento
orgulloso de los valientes catalanes que nos han acompañado a lo largo y ancho
de nuestra historia, los que combatieron en la guerra civil de principios del siglo XVIII, que la fiebre enfermiza del catalanismo
independentista quiere presentar falsamente como un conflicto independentista
catalán, cuando en realidad fue un enfrentamiento dinástico, la Guerra de
Sucesión Española de 1701, convirtiendo a Rafael Casanova i Comes como un icono nacionalista, cuando no pretendía la independencia de la nación
catalana, si no la defensa del pretendiente austriaco frente al borbónico,
¿su culpa?, ser la máxima autoridad militar y política de Cataluña durante el
sitio borbónico de Barcelona. Nos estamos refiriendo a la Guerra de Sucesión
Española.
Precisamente esta última fecha (1701) se ha convertido en el icono del nacionalismo catalán. La Guerra de Sucesión fue un conflicto entre los partidarios de Felipe V, de la dinastía borbónica, y Carlos III, de los Austrias, para ocupar el trono español. En ningún caso fue un enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España, ya que en los dos territorios había partidarios de ambos contendientes. Felipe V juró las constituciones locales y otorgó privilegios. Las instituciones catalanas apostaron por Carlos después, ante el temor de un estado borbónico centralizado.
Precisamente esta última fecha (1701) se ha convertido en el icono del nacionalismo catalán. La Guerra de Sucesión fue un conflicto entre los partidarios de Felipe V, de la dinastía borbónica, y Carlos III, de los Austrias, para ocupar el trono español. En ningún caso fue un enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España, ya que en los dos territorios había partidarios de ambos contendientes. Felipe V juró las constituciones locales y otorgó privilegios. Las instituciones catalanas apostaron por Carlos después, ante el temor de un estado borbónico centralizado.
En la imagen, Felipe V de Borbón.
Tras retirar
Carlos su candidatura, los catalanes no
pensaron en crear un estado independiente, ya que eran soberanistas y
respetaban el poder real. Y, contra lo que se afirma, Rafael de Casanova, el conseller en cap al que se homenajea
en la Diada, no murió en el asalto a Barcelona el 11 de septiembre de 1714,
sino que fue herido. Después se le amnistió y continuó con su oficio de
abogado.
Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V, están considerados como el origen de los males de Cataluña en los últimos 400 años. Se suprimieron las instituciones catalanas y se prohibió el uso del catalán en la Real Audiencia de Cataluña, el organismo que administraba e impartía justicia. El pueblo continuó hablando catalán sin que nadie lo prohibiese e incluso se usaba en los pleitos civiles, ya que seguía vigente el derecho civil propio. Además, la supresión de los aranceles internos favoreció el surgimiento de la próspera burguesía catalana, además, no olvidemos que fue precisamente un catalán, el Marqués de Castelldosrius el embajador de España que reconoció a Felipe V como soberano.
Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V, están considerados como el origen de los males de Cataluña en los últimos 400 años. Se suprimieron las instituciones catalanas y se prohibió el uso del catalán en la Real Audiencia de Cataluña, el organismo que administraba e impartía justicia. El pueblo continuó hablando catalán sin que nadie lo prohibiese e incluso se usaba en los pleitos civiles, ya que seguía vigente el derecho civil propio. Además, la supresión de los aranceles internos favoreció el surgimiento de la próspera burguesía catalana, además, no olvidemos que fue precisamente un catalán, el Marqués de Castelldosrius el embajador de España que reconoció a Felipe V como soberano.
El Ayuntamiento de Barcelona tuvo que modificar la guía editada en 2010 en inglés Welcome to Barcelona, dirigida a empresarios y profesionales llegados a la ciudad, en la que afirmaba que el 11 de septiembre se «conmemora la derrota de los catalanes ante las tropas de Felipe V, lo que provocó la pérdida de su independencia». La Monarquía suprimió las seis universidades existentes, pero creó la Universidad de Cervera, localidad que había apoyado al Borbón. Coincidiendo con el auge del independentismo, el ayuntamiento de esta localidad, gobernada por CiU, quiso limpiar su imagen y, por eso, lanzó una campaña en la que argumentaba que, tras la guerra, falsearon en Madrid su respaldo a Felipe V para conseguir fondos para reconstruir la ciudad.
Como el resto de los españoles, los catalanes también resistieron al invasor francés en el Bruch y en el asedio de Gerona, y no deja de ser significativo que una de las heroínas españolas más significativas de la Guerra de la Independencia fuera la catalana Agustina de Aragón.
Como
el resto de los españoles, también los
catalanes combatieron en 1859 en Marruecos, a las órdenes de un General catalán
llamado Prim.
Como
el resto de los españoles, los catalanes sufrieron también el desastre de 1898.
Cuatro de los últimos 33 soldados de Filipinas fueron catalanes. Como el resto
de los españoles, en suma, sufrieron las alegrías y tristezas de la Historia de
España, sin excluir la Guerra Civil de 1936 en cuyos dos bandos participaron,
sin olvidar al Tercio de Monserrat, que encuadrado en el Ejército Nacional,
dejó su sangre en la Batalla del Ebro. Pero, claro está, que la mente enferma
del nacionalismo catalán se obstinará una y otra vez en cambiar la historia a
su antojo, y olvidar lo que le interese olvidar para su propio beneficio
egocéntrico.
Historiadores catalanes
como Ribera de Perpejá, incluso el propio Ramón Muntaner, Bernat
Desclot entre otros, han dejado bien
claro que Cataluña, no era ni ha sido nunca otra cosa que España. Nada de
esto puede extrañar, si se tiene en cuenta que guerreros tan catalanes como los almogávares se lanzaban al combate
gritando no Cataluña, sino "¡Aragón! ¡Aragón!"… Pero no puedo
dejar de lado y en el olvido las pretensiones falsificadoras de aquellos
pseudo-historiadores pillados in-fraganti como por ejemplo un tal Bofarull, y
es que los historiadores catalanes, cuando tratan de sus relaciones históricas
con otras regiones, tienen el complejo de inferioridad que les proporciona el
hecho de no haber existido nunca el
reino de Cataluña y sí el condado de Barcelona. No llegamos a entender
la razón, ya que precisamente de honor, está llena la historia de España
engrandecida de grandes personajes catalanes, como es innegable y sería de
necios negar.
No obstante, no han sido pocos los que se han dedicado a manipular, distorsionar y falsificar documentos, sobre todo a partir de 1848, cuando Próspero de Bofarull y Mascaró, dirigía el Archivo de la Corona de Aragón, sede en Barcelona. Fue en 1856, cuando Bofarull publicó el volumen 11, de una colección en la que pretendía transcribir y analizar incunables obrantes en el Archivo de su dirección, correspondiente al Llibre del Repartiment del Regne de Valencia (Registros de Cancillería 5, 6, y 7).
No obstante, no han sido pocos los que se han dedicado a manipular, distorsionar y falsificar documentos, sobre todo a partir de 1848, cuando Próspero de Bofarull y Mascaró, dirigía el Archivo de la Corona de Aragón, sede en Barcelona. Fue en 1856, cuando Bofarull publicó el volumen 11, de una colección en la que pretendía transcribir y analizar incunables obrantes en el Archivo de su dirección, correspondiente al Llibre del Repartiment del Regne de Valencia (Registros de Cancillería 5, 6, y 7).
En la imagen, Próspero Bofarull y Mascaró.
Bofarull se dedicó a tachar, rayar, eliminar y
suprimir datos contenidos en el ‘Llibre
de Repartiment’, que manipuló de
forma que le sirviera a sus intereses romanticistas, expansionistas y
colonialistas catalanas. En el Registro 5, se observaron asientos sobreescritos
por unas rayas, trazadas sobre el texto, que dificultan la lectura de lo
anulado. Otros están cruzados por dos líneas en aspa, siendo más fácil
transcribirlos.
Luego, el investigador doctor y catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia, Antonio Ubieto Arteta, se fue al libro de Bofarull y se percató de que de los seis primeros asientos eliminó los números 1, 2, 4 y 6, lo que suponía cargarse el 66 por ciento del documento. Curiosamente, los suprimidos correspondían a donaciones hechas a navarros y aragoneses, y a ningún catalán. De esta manera, a Bofarull, al final, le pudieron cuadrar las cuentas y, eliminados los no catalanes, resultó que la mayoría de los que fueron con Jaime I a Valencia eran catalanes. Uno de los que fue arrastrado al engaño y en su obra transmitió la bola fue don Teodoro Llorente, quien con Bofarull, dice que al repartir el botín Jaime I en Valencia dio 1.018 casas a los catalanes y 597 a los aragoneses, dando a entender que fueron mayoría catalanes los que acompañaban al monarca aragonés en la reconquista del Reino Moro de Valencia, lo cual es falso, pues Bofarull para que le cuadraran las cuentas catalanistas se puso a tachar como un loco numerosos asientos correspondientes a navarros y aragoneses.
La catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, la valenciana Amparo Cabanes, (‘Geografía y repoblación’. Alicante 1984) es la que mejor ha estudiado el ‘Llibre de Repartiment’, y le salió que a aragoneses les dio 620 casas, a catalanes 383 casas y a franceses 80 casas, siendo imposible identificar los titulares de otras 800 casas.
Se trata de unas 2.000 personas llegadas de fuera a una ciudad en la que había unos 20.000 moros, en un reino en el que vivían algo más de 200.000 personas, lo que viene a ser solamente un 10% del censo de la ciudad, con lo cual, hierra a propósito Bofarull argumentando que la mayoría de la población era de origen catalán. ¿Consecuencias? Entre otras, que el valenciano no provendría del catalán, sino que sería la lengua que encontraron en esas tierras los repobladores. Y que lo de los Països Catalans es un cuento. Y que se cae la Gran Catalunya soñada por el nacionalismo y consellers de la Generalitat, haciendo misa y doctrina de un falsario como Bofarull, quien por cierto también se inventó lo de “confederación” para no decir “Corona de Aragón”…
En todos los territorios de la Corona hubo seguidores de uno y otro candidato. Las instituciones catalanas primero juraron fidelidad a Felipe de Anjou (Cortes de 14 de enero de 1702, en Barcelona), pero después una flota anglo-holandesa a favor de Carlos desembarcó en el río Besós (el 25 de agosto de 1705) y conquistó Barcelona ante la indiferencia de la población. El 16 de octubre las instituciones catalanas reconocieron a Carlos como rey de España.
Luego, el investigador doctor y catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia, Antonio Ubieto Arteta, se fue al libro de Bofarull y se percató de que de los seis primeros asientos eliminó los números 1, 2, 4 y 6, lo que suponía cargarse el 66 por ciento del documento. Curiosamente, los suprimidos correspondían a donaciones hechas a navarros y aragoneses, y a ningún catalán. De esta manera, a Bofarull, al final, le pudieron cuadrar las cuentas y, eliminados los no catalanes, resultó que la mayoría de los que fueron con Jaime I a Valencia eran catalanes. Uno de los que fue arrastrado al engaño y en su obra transmitió la bola fue don Teodoro Llorente, quien con Bofarull, dice que al repartir el botín Jaime I en Valencia dio 1.018 casas a los catalanes y 597 a los aragoneses, dando a entender que fueron mayoría catalanes los que acompañaban al monarca aragonés en la reconquista del Reino Moro de Valencia, lo cual es falso, pues Bofarull para que le cuadraran las cuentas catalanistas se puso a tachar como un loco numerosos asientos correspondientes a navarros y aragoneses.
La catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, la valenciana Amparo Cabanes, (‘Geografía y repoblación’. Alicante 1984) es la que mejor ha estudiado el ‘Llibre de Repartiment’, y le salió que a aragoneses les dio 620 casas, a catalanes 383 casas y a franceses 80 casas, siendo imposible identificar los titulares de otras 800 casas.
Se trata de unas 2.000 personas llegadas de fuera a una ciudad en la que había unos 20.000 moros, en un reino en el que vivían algo más de 200.000 personas, lo que viene a ser solamente un 10% del censo de la ciudad, con lo cual, hierra a propósito Bofarull argumentando que la mayoría de la población era de origen catalán. ¿Consecuencias? Entre otras, que el valenciano no provendría del catalán, sino que sería la lengua que encontraron en esas tierras los repobladores. Y que lo de los Països Catalans es un cuento. Y que se cae la Gran Catalunya soñada por el nacionalismo y consellers de la Generalitat, haciendo misa y doctrina de un falsario como Bofarull, quien por cierto también se inventó lo de “confederación” para no decir “Corona de Aragón”…
Antes de 1700 Catalunya no era independiente, sino que era un territorio con instituciones propias integrado dentro de la Corona Española desde hacía siglos. Aquel año, el rey Carlos II, murió sin descendencia y se inició una guerra de Sucesión al trono (no de Secesión soberanista) entre dos candidatos: Felipe de Anjou -francés- y Carlos de Habsburgo -alemán-.
En todos los territorios de la Corona hubo seguidores de uno y otro candidato. Las instituciones catalanas primero juraron fidelidad a Felipe de Anjou (Cortes de 14 de enero de 1702, en Barcelona), pero después una flota anglo-holandesa a favor de Carlos desembarcó en el río Besós (el 25 de agosto de 1705) y conquistó Barcelona ante la indiferencia de la población. El 16 de octubre las instituciones catalanas reconocieron a Carlos como rey de España.
En 1714 no hubo ninguna guerra
catalana-española, que Cataluña no participó en ninguna derrota bélica. Fue una
guerra entre dos candidatos a la Corona de España, vacante desde la muerte de
Carlos II sin descendencia: entre un candidato
de la dinastía de los Borbones (de Francia) y otro de la de Austria (de tierras
germánicas). En todos los territorios de la Corona de España hubo austracistas y borbónicos: por ejemplo,
Madrid, Alcalá y Toledo lucharon en el mismo bando que Barcelona. Los
catalanes que luchaban contra los borbones (no contra los castellanos) no
querían en absoluto la independencia, sino que luchaban para que el candidato
austríaco se convirtiera en titular de la corona española, y no el pretendiente
francés, que era Felipe de Anjou.
Finalmente, la guerra acabó con la renuncia de Carlos al trono (pues había sido elegido Emperador del Sacro Imperio) y Felipe V no tuvo oposición: amnistió a los dirigentes de la revuelta austracista, pero abolió las instituciones catalanas, creando un estado centralista a imitación de la Francia de aquel momento. Cabe recordar que las instituciones del s.XVIII eran estamentales, propias del feudalismo: representaban a la aristocracia, burguesía y alto clero. Defendían, por lo tanto, los intereses de estos. No existía un Parlamento como el que conocemos hoy en día, ya que soberanía nacional y popular son conceptos posteriores, no conocidos en el momento de los hechos.
No fue, como intentan venderlo, una guerra de secesión, sino de sucesión: ningún bando aspiró nunca a romper la unidad dinástica entre Castilla y Aragón, ni la separación de Cataluña… el mito de la Diada es una mentira más que la manipulación y el adoctrinamiento han generalizado ante la mirada pasiva del interés político por permanecer mudo mientras su bolsillo se va llenando de papel moneda ajeno… el mismo que le sirve en bandeja la burguesía catalana, que es fundamentalmente una burguesía proteccionista: Acude a Madrid para que suban los aranceles y con eso poder tener el monopolio del mercado español para sus productos. Por ejemplo, la industria textil catalana se desarrolla gracias a los aranceles que nos obligan a pagar al resto de los españoles, comprando unos productos que podemos comprar más baratos en el extranjero. Pero, tenemos que comprárselos a ellos porque forman parte de España. En Cataluña no ha habido empresarios de verdad, arriesgados e innovadores como, por ejemplo, en el norte de Italia donde se creó la FIAT y otras empresas líderes del automóvil, arriesgando estas burguesías su capital. En Cataluña la burguesía se limitó, por ejemplo, a esperar a que Franco decidiera, con capital público, crear la SEAT, filial de la FIAT e instalarla en Barcelona. La burguesía catalana arriesgó e innovó muy poco a diferencia de otras burguesías europeas.
Todas las intervenciones catalanas en la política nacional han sido interesadas y nefastas: Cambó en la etapa de Primo de Rivera, ya que es en Cataluña donde hay que buscar los orígenes inmediatos del golpe de Primo de Rivera. Fue allí donde la burguesía creó la atmósfera histérica que rodeó a Primo de Rivera con la aureola de “Salvador” y colocó su rebelión, la disolución en el seno de la I República, las agitaciones de la II, la traición a sus aliados en la Guerra Civil, la permisividad y connivencia del franquismo con ellos y el constante acoso en la actual democracia, manipulando el poder político en la mal llamada Transición Democrática que en realidad fue un verdadero desastre dejando el poder en manos de los políticos en detrimento de los técnicos con el fin de alimentar sus pretensiones de un nacionalismo imaginario convertido en un fetiche político que amamanta las grandes frustraciones personales y colectivas de sus componentes con el dinero de los demás, en una locura de adoctrinamiento sin límites ni justicia.
Finalmente, la guerra acabó con la renuncia de Carlos al trono (pues había sido elegido Emperador del Sacro Imperio) y Felipe V no tuvo oposición: amnistió a los dirigentes de la revuelta austracista, pero abolió las instituciones catalanas, creando un estado centralista a imitación de la Francia de aquel momento. Cabe recordar que las instituciones del s.XVIII eran estamentales, propias del feudalismo: representaban a la aristocracia, burguesía y alto clero. Defendían, por lo tanto, los intereses de estos. No existía un Parlamento como el que conocemos hoy en día, ya que soberanía nacional y popular son conceptos posteriores, no conocidos en el momento de los hechos.
No fue, como intentan venderlo, una guerra de secesión, sino de sucesión: ningún bando aspiró nunca a romper la unidad dinástica entre Castilla y Aragón, ni la separación de Cataluña… el mito de la Diada es una mentira más que la manipulación y el adoctrinamiento han generalizado ante la mirada pasiva del interés político por permanecer mudo mientras su bolsillo se va llenando de papel moneda ajeno… el mismo que le sirve en bandeja la burguesía catalana, que es fundamentalmente una burguesía proteccionista: Acude a Madrid para que suban los aranceles y con eso poder tener el monopolio del mercado español para sus productos. Por ejemplo, la industria textil catalana se desarrolla gracias a los aranceles que nos obligan a pagar al resto de los españoles, comprando unos productos que podemos comprar más baratos en el extranjero. Pero, tenemos que comprárselos a ellos porque forman parte de España. En Cataluña no ha habido empresarios de verdad, arriesgados e innovadores como, por ejemplo, en el norte de Italia donde se creó la FIAT y otras empresas líderes del automóvil, arriesgando estas burguesías su capital. En Cataluña la burguesía se limitó, por ejemplo, a esperar a que Franco decidiera, con capital público, crear la SEAT, filial de la FIAT e instalarla en Barcelona. La burguesía catalana arriesgó e innovó muy poco a diferencia de otras burguesías europeas.
Todas las intervenciones catalanas en la política nacional han sido interesadas y nefastas: Cambó en la etapa de Primo de Rivera, ya que es en Cataluña donde hay que buscar los orígenes inmediatos del golpe de Primo de Rivera. Fue allí donde la burguesía creó la atmósfera histérica que rodeó a Primo de Rivera con la aureola de “Salvador” y colocó su rebelión, la disolución en el seno de la I República, las agitaciones de la II, la traición a sus aliados en la Guerra Civil, la permisividad y connivencia del franquismo con ellos y el constante acoso en la actual democracia, manipulando el poder político en la mal llamada Transición Democrática que en realidad fue un verdadero desastre dejando el poder en manos de los políticos en detrimento de los técnicos con el fin de alimentar sus pretensiones de un nacionalismo imaginario convertido en un fetiche político que amamanta las grandes frustraciones personales y colectivas de sus componentes con el dinero de los demás, en una locura de adoctrinamiento sin límites ni justicia.
En la imagen, Francisco Cambó.
El odio hacia España
ha sido inoculado por el nacionalismo catalán de una forma casi enfermiza, cuyo
adoctrinamiento ha sido alimentado a través de mitos, leyendas y mentiras de
toda índole sin justificación alguna, y si odiados son los españoles, más
odiados son los catalanes que no comulgan con sus ideas, produciéndose una
especie de apartheid que en muchos casos se ha hecho tan insostenible que una
gran cantidad de catalanes han tenido que abandonar su tierra debido a la
terrible presión que han tenido que soportar.
No se trata aquí de desprestigiar a los tan ilustres catalanes que tanto bien han hecho por España en todas y cada una de sus facetas dentro de la historia no ya de España, si no del mundo, y yo, como español, me siento orgulloso de ellos, me siento orgulloso de mi Cataluña, y eso, no me lo puede quitar nadie.
Podríamos hablar de otras dos fechas importantes en el imaginario independentista, se encuadran en la Segunda República.
No se trata aquí de desprestigiar a los tan ilustres catalanes que tanto bien han hecho por España en todas y cada una de sus facetas dentro de la historia no ya de España, si no del mundo, y yo, como español, me siento orgulloso de ellos, me siento orgulloso de mi Cataluña, y eso, no me lo puede quitar nadie.
Podríamos hablar de otras dos fechas importantes en el imaginario independentista, se encuadran en la Segunda República.
El 14 de abril de 1931,
después de ganar las elecciones municipales españolas, el presidente de
Esquerra Republicana de Catalunya, Francesc
Macià, proclamó la República Catalana «dentro de una federación de repúblicas
ibéricas», horas antes de que en Madrid se alzase la bandera tricolor. La
actitud de Macià preocupó al gobierno provisional español, que pretendía evitar
sublevaciones militares. Por eso, el 17 de abril, enviaron a tres ministros a
Barcelona para reconducir la situación.
El 6 de octubre de 1934, Lluís Companys, sucesor
de Macià, volvió a proclamar de forma unilateral el «Estado Catalán de la
República Federal Española» coincidiendo con
la Revolución de Asturias y con el inicio del gobierno de la derecha en España.
Hubo enfrentamientos entre grupos armados leales a la Generalitat y el
Ejército, ya que el Ejecutivo declaró el Estado de Guerra. La aventura
nacionalista duró unas horas, hasta que los dirigentes catalanes se rindieron.
Companys fue encarcelado junto a otros cargos y se suspendió el gobierno
catalán.
En cuanto a la cita de Cambó que dice: "Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable". Posiblemente tuviera razón, puesto que tan desastroso sería para Cataluña su independencia basada en sus propias mentiras, pidiendo lo imposible, como desastroso retrasar lo inevitable de nuestra común convivencia en la historia que durante tantos siglos nos ha unido, y aquí cito una frase de Santayana que tanto me gusta, “Los que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo”… pero digo yo, que en caso de ser así, me encantaría repetir la historia al lado de todos aquellos grandes catalanes que la hicieron posible, ya que nadie más español, que un catalán… esa es la única verdad, otra cuestión y otro tema sería analizar con autores y citas contrastadas si el nacionalismo catalán se podría considerar con base a una racismo, teniendo en cuenta que los orígenes del pensamiento racial catalán arrancan de la década de 1880, en plena Renaixença, con la aparición de los primeros estudios etnográficos y raciológicos de Sampere i Miquel, J. M. Batista i Roca y especialmente Pompeu Gener. Para el historiador, Joan- Lluís Marfany, uno de los mejores conocedores de este periodo, el catalanismo no se aparta de la pauta marcada por el resto de nacionalismos de finales del XIX, «el racismo los impregna a todos, como impregna toda la cultura de la época»…
En cuanto a la cita de Cambó que dice: "Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable". Posiblemente tuviera razón, puesto que tan desastroso sería para Cataluña su independencia basada en sus propias mentiras, pidiendo lo imposible, como desastroso retrasar lo inevitable de nuestra común convivencia en la historia que durante tantos siglos nos ha unido, y aquí cito una frase de Santayana que tanto me gusta, “Los que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo”… pero digo yo, que en caso de ser así, me encantaría repetir la historia al lado de todos aquellos grandes catalanes que la hicieron posible, ya que nadie más español, que un catalán… esa es la única verdad, otra cuestión y otro tema sería analizar con autores y citas contrastadas si el nacionalismo catalán se podría considerar con base a una racismo, teniendo en cuenta que los orígenes del pensamiento racial catalán arrancan de la década de 1880, en plena Renaixença, con la aparición de los primeros estudios etnográficos y raciológicos de Sampere i Miquel, J. M. Batista i Roca y especialmente Pompeu Gener. Para el historiador, Joan- Lluís Marfany, uno de los mejores conocedores de este periodo, el catalanismo no se aparta de la pauta marcada por el resto de nacionalismos de finales del XIX, «el racismo los impregna a todos, como impregna toda la cultura de la época»…
Pero esta es otra historia de la que no queremos ni pensar, y nos reiteramos en nuestra postura de que los catalanes, son hermanos destacados de nuestra nación española, y no pueden ser considerados de otra forma si no españoles en origen y principios… toda idea en contra, resulta absurda, y toda iniciativa en contra, también… ningún español, sea de donde sea, puede y debe permitir el menosprecio de otro español nacido en Cataluña, pero al mismo tiempo, tampoco se debe tolerar la mentira y la manipulación. Cataluña es grande en sí misma, Cataluña no necesita que se invente su historia, Cataluña no necesita que se adultere su trayectoria ni que se manche con manipulaciones su glorioso pasado, como parte de la Corona de Aragón, primero, y como parte de España después… Aquí tenemos algunos ejemplos, pero solamente unos pocos, pero hay más, muchos más… Es casi interminable la lista de personajes históricos catalanes del mundo de la cultura, de la política, héroes de guerra, etc.. que han protagonizado a lo largo de 500 años y de forma más que relevante hechos y acciones que han dejado una profunda huella en la historia del conjunto de la nación española. Y es que es indignante y muy penoso como el catalanismo intentando borrar, maquillar, obviar u omitir toda la verdadera historia catalana, ha conseguido que muchos catalanes no tengan ni idea de su verdadera identidad, y estando éstos engañados por la mentira nacionalista, están mancillando sin saberlo la memoria de sus antepasados.
BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR
El Tratado de
Corbeil.
Mentiras de la
Historia. César Vidal.
Otra Historia de
Cataluña. Marcelo Capdeferro.
La raza catalana:
El núcleo doctrinal del catalanismo. Francisco Caja
Nadie más español
que un catalán, lo dice la historia.
LECTURAS RECOMENDADAS POR EL REDACTOR DEL BLOG
El Tratado de Corbeil y la falacia catalana de inventar el pasado (i)
El Tratado de Corbeil y la falacia catalana: Un saco de mentiras históricas (ii)
“Tratado de Corbeil” (1258) El pan catalanismo en pelotas.
Nadie más español que un catalán, lo dice la historia.
Las mentiras del nacionalismo catalán: ¿Persecución del catalán?
La razón por la que al País Vasco, Cataluña y Galicia se les llama "nacionalidades históricas" y ¿en qué se diferencian del resto de España?
INDEPENDENCIA DE CATALUÑA Y LA ELITE EN LA SOMBRA
INDEPENDENCIA DE CATALUÑA Y LA ELITE EN LA SOMBRA
Un interesante debate en pro y contra del independentismo y la historia de Cataluña consta en el siguiente enlace: FORO ESPANA: HISTORIA. Tratado de Corbeil y la Independencia de Cataluña
Un libro arriba citado en defensa del catalán es presentado por Francisco Caja: “La raza Catalana: El núcleo doctrinal del catalanismo” Frente a la visión habitual que atribuye al nacionalismo catalán una fundamentación meramente cultural o lingüística, Francisco Caja muestra, apoyándose en los propios textos fundacionales de los referentes e ideólogos del catalanismo, en el carácter cientificista y racial de su doctrina. La raza catalana constituye, así, una rigurosa y novedosa aportación para la comprensión del fenómeno nacionalista en Cataluña, indispensable para quien quiera aproximarse críticamente a una ideología de indudable influencia en nuestros días. «Este libro sostiene que el núcleo de la doctrina catalanista es la doctrina de la raza; que el nacionalismo es una especie de racismo». (cita tomada).