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29 junio 2015

LA GUERRA DE CIVILIZACIONES, el origen.



Ronald Reagan, febrero de 1983, recibe en su despacho a líderes talibanes
de Afganistán y Pakistán.




Introducción del redactor del blog


Con el artículo que viene a continuación creemos haber cumplido a cabalidad con la suficiente redifusión de investigaciones sobre la guerra desatada contra los pueblos musulmanes, quienes han sido declarados objetivo militar por la política expansionista de la OTAN encabezada por los Estados Unidos en búsqueda del control de los mercados y posicionamiento geoestratégico.

El “choque de civilizaciones” no se da en particular contra la civilización islámica, ni contra las naciones del Medio Oriente que muestran rebeldía contra el Imperio, es una guerra mundial por la monopolización de los recursos naturales. Para justificar tan burda doctrina, por algún lado hay que empezar y, el mejor argumento constituye el fenómeno religioso de los pueblos musulmanes. Siendo los primeros objetivos de la élite capitalista las naciones que integran el “eje del mal”, a decir de las potencias occidentales, aquellas naciones que “patrocinan el terrorismo”. Ya no hace falta explicar que todo esto no es más que un fraude,  propaganda mediática para conquistar y dominar las riquezas naturales, en especial los hidrocarburos del medio oriente y de ciertas regiones africanas.

Razonando un poco, no puede existir el choque de civilizaciones entre Occidente y el mundo musulmán por una sencilla razón: Los estados que integran el Consejo de Cooperación del Golfo, por cierto, países árabes, son los principales aliados de la OTAN y forman parte de la estrategia para destruir a otras naciones árabes, a la vez que son socios de Israel en este programa de desarticulación y crimen masivo.

Qué conflicto entre civilizaciones puede surgir, si estamos ante una siniestra alianza entre la peor calaña política existente reflejada en la “Hermandad Musulmana” (creada por las potencias coloniales) y movimientos políticos como el salafismo en Egipto y organizaciones criminales reclutadas del fundamentalismo fanático, cuya representación la encabezan los grupos takfiríes derivados del wahabismo de las monarquías absolutistas y oscurantistas del Golfo, todas éstas entremezcladas en un submundo de intrigas políticas, negocios sucios, tráfico de drogas y armas, pasando por alianzas para desencadenar un genocidio de las minorías étnicas, en una perversa asociación con sus supuestos enemigos, que resultan ser no sus amigos, sino sus amos (Occidente).

Para el buen entendedor, Occidente es el cerebro que organiza toda esa masa de rufianes psicópatas junto a sus socios árabes wahabíes que prostituyen sus naciones con la esperanza de no ser tocados en la reestructuración política de la particular concepción del mundo del Poder oculto y globalizador. Las monarquías del Golfo piensan que están a salvo coadyuvando con el holocausto programado por la élite mundial. Uno de los objetivos del verdadero Poder en las sombras es disminuir la población del planeta, no con el control de la natalidad sino con guerras de aniquilación. Lastimosamente para los wahabíes y para el mundo árabe en general, ellos no encajan en el hipotético futuro de sus sádicos protectores de hoy. Principalmente los wahabíes deberían saber una cosa, la despoblación, programada en cerca de tres mil millones de seres humanos a ser suprimidos, mediante la guerra y otras pandemias, les afecta directamente a ellos, las élites no quieren saber nada de estos “sucios y revoltosos árabes” (palabras con las que se expresan en sus reuniones privadas).    
 
Puede alguien, con dos centímetros de frente, pensar que la guerra de civilizaciones es cierta, si otro actor fundamental en esta escenificación es la nación judía, que fomenta en su beneficio el “choque de civilizaciones” aliándose con los peores grupos de terroristas que dicen actuar en nombre de Dios (Allah). Cómo se puede explicar que el auténtico enemigo de los árabes sea socio de los wahabíes, takfiríes, salafíes y apoye el asesinato masivo de poblaciones musulmanas perpetrados por otros musulmanes en Siria, Irak, Yemen, Líbano, etc. Es eso un conflicto de civilizaciones?   

Cuando se entremezclan diferentes estados, provenientes de diferentes “civilizaciones”, culturas y religiones pero con igual interés político, económico y estratégico, en una sola alianza para provocar una guerra de aniquilamiento del mundo islámico, jamás podrá hablarse de “choque de civilizaciones”.

Todo es un inmenso engaño mediático, naturalmente, que los ideólogos de estas políticas horrorosas de aniquilación global no pueden abiertamente decir, por ejemplo, que los cristianos de occidente, los judíos y los wahabíes fundamentalistas del Medio Oriente, que controlan las riquezas energéticas del mundo, conforman una sola fuerza o que son simplemente socios de un planificado genocidio mundial, eso no se puede decir, para ello está la prensa “libre” con sus millares de medios de desinformación masiva que nos venderá la versión rosa de los acontecimientos.

La tarea y adoctrinamiento va por buen camino. Yo mismo he sentido, alguna ocasión, repulsa hacia grupos civiles de musulmanes en Europa, que viven de la mentira y del fraude al estado que los acoge, se niegan  pagar impuestos, pero reclaman y reciben subsidios inmerecidos, acusan de intolerancia, xenofobia, discriminación, etc. Pero estos sectores aislados, mejor dicho, estos casos particulares (aunque muchos) no pueden ser catalogados como representación de la cultura islámica.

Es parte de una doctrina concebida, cuya finalidad es envenenar al europeo respecto al migrante musulmán, es otra pieza en el diseño del plan global de endurecer a la población local contra el fenómeno islámico en su tierra, se está sembrando el odio, se está abonando el germen que justificará la guerra de aniquilación. 

Otro ejemplo, las mismas autoridades de control en Europa, a sabiendas, permiten que organizaciones turcas, albanesas, marroquíes de narcotráfico, se apoderen del control de ese inmundo negocio en las calles. Tiene la gente común razón de sentir indignación hacia ciertos grupos de migrantes?.

Si su respuesta ha sido afirmativa, entonces, démosle gracias a la globalización, a los ideólogos del “choque de civilizaciones” y a las políticas dictadas desde los Estados Unidos a la Unión Europea. Los países europeos están siendo inundados de droga con el consentimiento de las propias autoridades estatales, a la vez que, sirve para ejercer control sobre la población y mantiene el flujo del capital en funcionamiento.

No lo olvidéis, la droga es el motor que mueve la economía mundial en la actualidad, sin los multimillonarios recursos que genera el tráfico de drogas la economía capitalista sucumbiría, Wall Street vive del dinero de la droga, es el experto lavandero de los recursos ilícitos obtenidos de actividades criminales. 

Y, quiénes son los responsables? A quién culpar de todo esto? Fácil: Las organizaciones de traficantes provenientes de países del Medio Oriente y claro de los tercermundistas latinoamericanos. Los Estados Unidos y Europa son las “víctimas”. Y, como existe el programa de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico (noción en muchos casos simbiótica) hay que “defender” los valores y declarar la guerra contra los bárbaros que perturban al pacífico Occidente.    

Finalmente, esta guerra contra la civilización humana, ideada por mentes perversas, no tiene por objetivo exclusivo los musulmanes árabes, la guerra está en curso también en el África negra. África es otro frente de lucha de aquellos que declararon la guerra de civilizaciones, los genocidios en este continente están en curso. Los laboratorios experimentales de la muerte, de manera extraña, desarrollan todo tipo de epidemias mortales exclusivamente aquí. África es rica en yacimientos minerales, lo mejor para el Imperio es que se destruyan entre ellos, luego vendrán las ayudas “humanitarias” a poner un poco de orden. (en futuras entregas dedicaremos algunos capítulos al Africa)

Latinoamérica, a pesar de ser el patio trasero del Imperio, no puede considerarse parte del Occidente “civilizado”, debe mantenerse como ha sido tradicional, colonias dóciles y sin rechistar al Amo Imperial, entregando sus riquezas naturales sin cuestionamientos. La rebeldía de los últimos años es fruto del “olvido” estadounidense, más preocupado en golpear fuerte en el Medio y Lejano Oriente. Norteamérica sigue teniendo confianza en su arma secreta para Latinoamérica: La corrupción, un mal endémico en los países no desarrollados. Todavía es fácil comprar por un puñado de dólares miles de conciencias de serviles vasallos que podrían destruir cualquier gobierno soberano que intente deslindarse del Poder Mundial. Para ello, como en otras regiones del mundo, es prioritario para los planes de la Elite tener a las naciones latinoamericanas alejadas de la educación y más cercanas a la violencia y a la droga.

El siguiente artículo, escrito por el intelectual francés (en el exilio) Thierry Meyssan en 2004, nos presentó los orígenes de esta nefasta y falsa doctina.


Tito Andino U.



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La «guerra de civilizaciones»

PLAN PARA EXTENDER LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE


por Thierry Meyssan
7 diciembre 2004



La teoría del complot islámico y del choque de civilizaciones se ha ido elaborando progresivamente, desde 1990, para proporcionar una ideología de repuesto al complejo militar e industrial estadounidense después del derrumbe de la URSS. El orientalista británico Bernard Lewis, el estratega estadounidense Samuel Huntington y el consultor francés Laurent Murawiec fueron los principales creadores de esta teoría que permite justificar, de forma no siempre racional, la cruzada estadounidense por el petróleo.





Los atentados del 11 de septiembre de 2001, que la administración Bush imputó a un «complot islamista», fueron interpretados en Estados Unidos y Europa como la primera manifestación de un «choque de civilizaciones».

El mundo arabo-musulmán habría entrado así en guerra con el mundo judeocristiano. Dicho enfrentamiento no podría encontrar más solución que la victoria de uno en detrimento del otro: triunfo del Islam con la imposición de un Califato mundial (o sea, de un Imperio islámico) o victoria de los «valores de Norteamérica» compartidos con un Islam modernizado en un mundo globalizado.


Una doctrina apocalíptica

La teoría de un complot islámico y de un choque de civilizaciones propone una explicación holista del mundo y establece un ordenamiento mundial partir de la desaparición de la URSS. No existe ya el enfrentamiento este-oeste entre dos superpotencias con ideologías antagónicas sino una guerra entre dos civilizaciones, o más bien entre la civilización moderna y una forma arcaica de barbarie.

Al plantear que el Islam está en guerra contra los valores de Norteamérica, esta teoría da por sentado que el Islam no se puede modernizar. Esta cultura no podría ser disociada de la sociedad árabe del siglo VIIE cuyas estructuras estaría perpetuando, particularmente el estado de inferioridad de la mujer, y no concebiría su expansión más que mediante la violencia al estilo de las guerras del Profeta.

Esta teoría supone también que «Norteamérica» es portadora de la libertad, la democracia y la prosperidad, que encarna la modernidad y representa el más alto grado del progreso, el fin de la Historia.

El 11 de septiembre de 2001 es entonces la primera batalla de esta guerra de civilizaciones, como Pearl Harbor es -para Estados Unidos- la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial. O sea, esta guerra no se parece a las anteriores.

Durante las dos primeras guerras mundiales, coaliciones militares se enfrentaban en un combate de titanes. Durante la guerra fría, los combates militares se limitan a zonas periféricas o a conflictos de baja intensidad (guerrillas) mientras que el enfrentamiento central opone ideológicamente a dos superpotencias. Durante la Cuarta Guerra Mundial que acaba de comenzar, las batalles militares clásicas desaparecen para dar paso a guerras asimétricas: una potencia única, líder de todos los Estados, combate contra un terrorismo no estatal omnipresente.

No se trata, sin embargo, de una guerra entre el despotismo de Estados y grupos de resistencia sino más bien, al contrario, de una insurrección de las democracias contra la tiranía islamista que oprime al mundo arabo musulmán y trata de imponer el Califato mundial.

Esta lucha entre el Bien y el Mal tiene su punto de cristalización en Jerusalén. Es allí donde, después del Armagedón, debe tener lugar el regreso de Cristo que marcará el triunfo del «destino manifiesto» de Estados Unidos, «única nación libre de la tierra», encargada por la Divina Providencia de llevar «la luz del progreso al resto del mundo». A partir de ahí, el apoyo incondicional a Israel ante el terrorismo islamista es un deber patriótico y religioso para todo ciudadano estadounidense, aun cuando los judíos solamente puedan esperar la salvación a través de la conversión al cristianismo.


Un complejo

Esta exposición de la teoría de la conspiración islamista y del choque de civilizaciones no es en lo absoluto exagerada. Es, en cambio, perfectamente fiel a lo que divulgan los medios de comunicación y los partidos políticos en Estados Unidos. Uno puede, por supuesto, interrogarse a la vez en cuanto a los prejuicios que le sirven de base, su coherencia interna y su naturaleza irracional.

Los conceptos de mundo arabo-musulmán y de mundo judeocristiano son en sí mismos discutibles. Originalmente, el término «judeocristiano» no se refiere al conjunto de judíos y cristianos sino, al contrario, al grupúsculo de los primeros cristianos cuando eran todavía judíos, antes del momento en que la Iglesia se separa de la Sinagoga. Pero, al final de los años 60, o sea después del acercamiento israelo-estadounidense y la Guerra de los Seis Días, este término adquiere un sentido político. Designa entonces al bloque atlantista, calificado como Occidente, ante el bloque soviético, llamado Este.

Se observa aquí un reciclaje de conceptos. Occidente sigue siendo hoy más o menos lo mismo que antes mientras que el adversario no es ya el Este sino el Oriente. Estos conceptos no tienen nada que ver con la geografía o la cultura sino, únicamente, con la propaganda.

Así, Australia y Japón son políticamente occidentales, al igual que dos Estados europeos cuya población es musulmana: Turquía y Bosnia Herzegovina. Allí aparece además un importante problema: en muchos Estados, y principalmente alrededor del Mediterráneo, se hace imposible distinguir actualmente la civilización judeocristiana de la civilización arabo-musulmana.

La guerra de civilizaciones supone, por tanto, que se susciten guerras civiles para separar las poblaciones. Desde este punto de vista, una experiencia exitosa tuvo lugar en Yugoslavia. La lucha por el proyecto de separación y la realización del mismo implica la liquidación del idealismo laico. Se hace entonces inevitable, a largo plazo, que la resistencia estructural más importante dentro del bando «occidental» sea la República Francesa [1].

Por otro lado, el prejuicio según el cual el Islam es incompatible con la modernidad y la democracia supone una gran ignorancia. La expresión «mundo arabo-musulmán» subraya que el Islam es actualmente mucho mas amplio que el mundo árabe aunque la representación que nos hacemos del mismo no puede ser más estrecha. Son pocos los estadounidenses que saben que Indonesia es el primer Estado musulmán del mundo.

¿Puede decirse razonablemente que Abú Dhabi y Dubai son menos modernos que Kansas? ¿Se puede afirmar sinceramente que Bahrein es menos democrático que la Florida? Uno de los mecanismos de este discurso consiste en asociar el Islam a la Arabia del siglo VIII. Pero, ¿se nos ocurre acaso asimilar el cristianismo a la Antigüedad del Oriente Medio?

Correlativamente, esta teoría se basa en la creencia en los «valores de Norteamérica». Y se trata precisamente de una simple creencia porque ¿cómo es posible tener en tan alta estima un país cuya constitución no reconoce la soberanía popular, cuyo gobernante no es elegido sino nombrado, donde la corrupción de los parlamentarios no está prohibida sino reglamentada, donde pueden mantenerse incomunicadas las personas que deben ser sometidas a juicio, que mantiene un campo de concentración en Guantánamo, que practica la pena de muerte y la tortura, donde los propietarios de los grandes periódicos reciben semanalmente sus órdenes de la Casa Blanca, que bombardea poblaciones civiles en Afganistán, que secuestra a un presidente elegido democráticamente en Haití, que financia mercenarios para derrocar regímenes democráticos en Venezuela y Cuba, etc?

En fin, esta teoría está indisolublemente ligada a un pensamiento religioso de carácter apocalíptico. La revolución norteamericana es un movimiento complejo en el que se entremezclaron ideologías diferentes. Pero es, en definitiva, un proyecto religioso lo que sirvió de base a la fundación de Estados Unidos y ese proyecto religioso es lo que la actual administración dice defender.

El juramento de fidelidad, en vigor desde la Guerra Fría y actualmente impugnado ante la Corte Suprema, implica que para ser ciudadano de Estados Unidos hay que creer en Dios. George W. Bush llegó a la Casa Blanca presentando su fe cristiana como programa político y ha profesado creencias fundamentalistas según las cuales la humanidad fue creada hace solamente unos cuantos miles de años y sin evolución de las especies. Instaló, en la Casa Blanca, un Buró de iniciativas fundadas en la fe.

El secretario de Justicia John Ashcroft ha hecho suya la divisa «No tenemos más rey que Jesús». El secretario de Salud cortó programas profilácticos en nombre de sus convicciones religiosas. El secretario de Defensa incluyó en las fuerzas de la Coalición enviadas a Irak misionarios de la Iglesia del pastor Graham cuya misión consiste en convertir iraquíes.

Se podrían citar más ejemplos como esos, que nos llevan a preguntarnos razonablemente si Estados Unidos son en verdad un país moderno, abierto y tolerante o si no son más bien la encarnación del sectarismo y el arcaísmo.


Origen del concepto


Bernard Lewis

La expresión «choque de civilizaciones» apareció por primera vez en 1990 en un artículo del orientalista Bernard Lewis, amablemente intitulado Las raíces de la rabia musulmana [2]. Aparece allí el razonamiento según el cual el Islam no da nada bueno y la amargura que eso provoca en los musulmanes se transforma en furor contra Occidente. Sin embargo, la victoria está asegurada, al igual que la libanización del Medio Oriente y el fortalecimiento de Israel.

Bernard Lewis, quien tiene hoy 88 años, nació en el Reino Unido y se formó como jurista e islamólogo. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en los órganos de inteligencia militar y en el Buró árabe del ministerio británico de Relaciones Exteriores. En los años 60, se convirtió en un experto muy escuchado por el Royal Institute of International Affairs donde se erigió en gran especialista de la injerencia humanitaria británica en el Imperio otomano y uno de los últimos defensores del British Empire.

Bajo los auspicios de la CIA, participó en el Congreso por la libertad de la cultura que le encargó un libro, El Medio Oriente y Occidente [3]. En 1974, emigró a Estados Unidos. Se hizo profesor en Princeton y adoptó la ciudadanía estadounidense. Se convirtió pronto en colaborador de Zbigniew Brzezinski, el consejero de seguridad nacional del presidente Carter. Juntos concibieron la base teórica del concepto de «arco de inestabilidad» y planearon la desestabilización del gobierno comunista en Afganistán.

En Francia, Bernard Lewis fue miembro de la muy atlantista Fondation Saint-Simon, para la cual concibió, en 1993, un folleto intitulado Islam y democracia cuya aparición dio lugar a que fuera entrevistado por diario francés Le Monde. En esa entrevista, se las arregló para negar el genocidio cometido contra los armenios, lo cual le costó una condena judicial [4].

Sin embargo, la noción del choque de civilizaciones evolucionó rápidamente. Pasó de un discurso neocolonial sobre la supremacía del hombre blanco a la descripción de un enfrentamiento mundial cuyo resultado es incierto. Esta nueva acepción se debe al profesor Samuel Huntington quien no es, por cierto, islamólogo sino estratega. Huntington desarrolla esta teoría en dos artículos -¿El choque de civilizaciones? y Occidente es único, no universal- y un libro cuyo título original es Choque de civilizaciones y remodelamiento del orden mundial [5].

No se trata ya solamente de luchar contra los musulmanes sino de priorizar esa lucha antes de pasar a combatir contra el mundo chino. Como en el mito de la fundación de Roma, Estados Unidos tiene que eliminar a sus adversarios uno a uno para alcanzar la victoria final.


Samuel Huntington

Samuel Huntington es uno de los intelectuales más importantes de nuestra época, no porque sus obras sean rigurosas y brillantes sino porque constituyen el basamento ideológico del fascismo contemporáneo.

En su primer libro, El soldado y el Estado, publicado en 1957, trata de demostrar que existe una casta militar ideológicamente unida mientras que los civiles se mantienen políticamente divididos [6]. Desarrolla así una concepción de la sociedad en la que se eliminarían las regulaciones del comercio y el poder político estaría en manos de los patrones de las multinacionales bajo la tutela de una guardia pretoriana.

En 1968, publica El orden político en las sociedades en proceso de cambio, una tesis donde afirma que los regímenes autoritarios son los únicos capaces de modernizar a los países del Tercer Mundo [7]. Secretamente, participa en la constitución de un grupo de reflexión que presenta un informe al candidato a la presidencia, Richard Nixon, sobre la forma de reforzar las acciones secretas de la CIA [8].

En 1969-70, Henry Kissinger, quien aprecia su gusto por las acciones secretas, hace que lo nombren miembro de la Comisión presidencial para el Desarrollo Internacional [9]. Huntington preconiza un juego dialéctico entre el Departamento de Estado y las multinacionales: el primero tendrá que ejercer presión sobre los países en vías de desarrollo para que adopten legislaciones liberales y renuncien a las nacionalizaciones mientras que las multinacionales deben transmitir al Departamento de Estado sus conocimientos sobre los países en los que han logrado establecerse [10].

Se une entonces al Wilson Center y crea la revista Foreign Policy, En 1974, Henry Kissinger lo hace miembro de la Comisión de Relaciones EE.UU.-América Latina. Huntington participa activamente en la entronización de los regímenes de los generales Augusto Pinochet, en Chile, y Jorge Rafael Videla, en Argentina. Allí ensaya por vez primera su modelo social y prueba que una economía sin regulaciones es compatible con una dictadura militar.

Paralelamente, su amigo Zbigniew Brzezinski lo introduce en un círculo privado: la Comisión Trilateral. En ella redacta un informe intitulado La crisis de la democracia [11] en el que se pronuncia por una sociedad más elitista que restringirá el acceso a las universidades y la libertad de prensa.

Cuando Jimmy Carter se deshace de los miembros de las administraciones Nixon y Ford, Brzezinski, transformado en consejero para la Seguridad Nacional, le tiende la mano a su amigo Huntington quien logra así permanecer en la Casa Blanca y se convierte en coordinador de planificación del Consejo de Seguridad Nacional.

Es durante este período que Huntington comienza a colaborar estrechamente con Bernard Lewis y concibe la necesidad de dominar primeramente las zonas petrolíferas del arco de inestabilidad antes de poder atacar la China comunista. Aunque esto no se llama todavía «choque de civilizaciones», ya se parece bastante.

Pero el profesor Samuel Huntington se ve obligado a afrontar un incómodo escándalo. Se revela que la CIA le paga por publicar en revistas universitarias artículos que justifican las acciones secretas como medio de mantener el orden en los países donde algún dictador amigo muere repentinamente. Cuando el episodio cae en el olvido, Frank Carlucci lo nombra miembro de la Comisión Conjunta del Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Defensa para la estrategia integrada a largo plazo [12].

Su informe servirá para justificar el programa de «guerra de las galaxias». El profesor Huntington es hoy administrador de la Casa de la Libertad (Freedom House), asociación anticomunista que preside el ex-director de la CIA, James Woolsey.


Jerusalén y la Meca


Laurent Murawiec

La teoría de la guerra de civilizaciones se cristaliza en las cuestiones religiosas. El control judeocristiano sobre Jerusalén es un talismán necesario para la victoria global. Si Occidente perdiera la ciudad santa, perdería su fuerza para cumplir su destino manifiesto, su misión divina. Recíprocamente, si los musulmanes perdieran el control de la Meca, su religión se desmoronaría. Claro, nada de esto es muy racional, pero esas supersticiones están siempre presentes en la prensa popular estadounidense y forman parte de un discurso político estructurado.

El 10 de julio de 2002, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz convocaron a la reunión trimestral del Comité Consultivo de la Política de Defensa [13]. Solamente asiste una docena de miembros. Se escucha allí la exposición de un experto francés de la Rand Corporation, Laurent Murawic, intitulada Echar de Arabia a los Saud. La conferencia se desarrolla en tres partes con la proyección de 24 diapositivas. Al principio, Murawiec retoma las teorías de Bernard Lewis: el mundo árabe está en crisis desde hace dos siglos. Ha sido incapaz de llevar a cabo tanto su revolución industrial como su revolución numérica.

Este fracaso suscita una frustración que se transforma en rabia antioccidental, sobre todo porque los árabes no saben debatir debido a que en su cultura la única forma de política es la violencia. Desde ese punto de vista, los atentados del 11 de septiembre no son más que la expresión sintomática de su gran descontento.

En la segunda parte, Murawiec describe a la familia real saudita como incapaz de controlar los acontecimientos. Los Saud han desarrollado el wahabismo en el mundo, para luchar tanto contra el comunismo como contra la revolución iraní, pero hoy no controlan ya lo que han creado.

Finalmente, el conferencista propone una estrategia: los Saud tienen a la vez el petróleo (al fin llegamos al fondo del asunto), los petrodólares y la custodia de los lugares sagrados. Son el pilar central y único alrededor del cual se organiza el mundo arabo-musulmán. Deshaciéndose de ellos, Estados Unidos puede hacerse del petróleo que necesita para su economía, del dinero proveniente del petróleo que cometió el error de pagar en el pasado, y sobre todo de los lugares sagrados, y por consiguiente del control de la religión musulmana. Y cuando el Islam se haya desmoronado, Israel podrá anexarse Egipto.

Laurent Murawiec fue consultante del ministro francés de Defensa Jean-Pierre Chevènement e impartió cursos en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS, siglas en francés) [14]. Consejero de Lyndon LaRouche durante varios años, lo abandona de pronto y se une a los neoconservadores. Hoy es experto en el Hudson Institute de Richard Perle y colabora en el Middle East Forum de Daniel Pipes.

Esta reunión hizo mucho ruido. El embajador de Arabia Saudita exigió explicaciones y se le pidió al señor Perle, organizador del encuentro, que fuera más discreto durante algún tiempo. A Murawiec se le invitó a dejar la Rand Corporation. En todo caso, la reunión había sido convocada por Rumsfeld y Wolfowitz con todo conocimiento de causa. Solamente se trataba de un ensayo para saber hasta donde puede llegar el Pentágono.



Thierry Meyssan
7 diciembre 2004
http://www.voltairenet.org/article123077.html



NOTAS
 [1] Establecemos aquí una diferencia entre la República Francesa, como idea, y Francia, como Estado-nación.
[2] «The Roots of Muslim Rage» por Bernard Lewis, Atlantic Monthly, septiembre 1990.
[3] The Middle East and the West, por Bernard Lewis, Weidenfelds & Nicholson, 1963 (an Encouter Book).
[4] Ver «Affaire Forum des Associations arméniennes de France & LICRA contre Bernard Lewis» [Caso Forum de Asociaciones armenias de Francia y LICRA contra Bernard Lewis], juicio del 21 de diciembre de 1995, 17e Chambre du TGI de Paris.
[5] «The Clash of Civilizations?» y «The West Unique, Not Universal», Foreign Affairs, 19993 y 1996; The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, 1996.
[6] The Soldier and the State por Samuel Huntington, Harvard University Press, 1957.
[7] Political Order in Changing Societies par Samuel Huntington, Yale University Press, 1968.
[8] Estaban en ese grupo Francis M. Baton, Richard M. Bissell jr., Roger D. Fisher, Samuel Huntington, Lyman Kirkpatrick, Henry Loomis, Max Milliken, Lucien W. Pye, Edwin O. Reischauer, Adam Yarmolinsky y Franklin Lindsay.
[9] Presidential Task Force on International Development, presidida por Rudolph Peterson.
[10] The United States in Changing Wold Economiy, US Government Printing Office, 1971.
[11] The Crisis of Democracy por Crozier, Huntington y Watanuky, New York Press University, 1975.
[12] Commission on Integrate Long-Term Strategy. Incluye a Charles M. Herzfeld, Fred C. Iklé, Albert J. Wohlstetter, Anne Armstrong, Zbigniew Brzezinski, William P. Clark, W. Graham Claytor, Jr, al general Andrew J. Goodpaster, al almirante James L. Holloway. III, Samuel P. Huntington, Henry A. Kissinger, Joshua Lederberg, y los generales Bernard A. Schriever y John W. Vessey.
[13] Presidido por Richard Perle, el Defense Policy Board Advisory Committee comprende a Adelman, Richard V. Allen, Martin Anderson, Gary S. Becker, Barry M. Blechman, Harold Brown, Eliot Cohen, Devon Cross, Ronald Fogleman, Thomas S. Foley, Tillie K. Fowler, Newt Gingrich, Gerald Hillman, Charles A. Horner, Fred C. Ikle, David Jeremiah, Henry Kissinger, William Owens, J. Danforth Quayle, Henry S. Rowen, James R. Schlesinger, Jack Sheehan, Kiron Skinner, Walter B. Slocombe, Hal Sonnenfeldt, Terry Teague, Ruth Wedgwood, Chris Williams, Pete Wilson y R. James Woolsey, Jr.
[14] Creada después de la Liberación de Francia por inspiración de la CIA, l’EHESS debía servir de contrapartida al CNRS influenciado por los comunistas. Todavía hoy, esta Escuela es generosamente financiada por la Fondation franco-américain (Fundación franco-estadounidense).


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