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02 agosto 2025

Los intocables: Los depredadores sexuales dentro de la élite del poder estadounidense




Selección y resumen de artículos

Introducción del editor del blog


El memorando del Departamento de Justicia de los Estados Unidos emitido hace poco detalla “concluyentemente” que el delincuente sexual Jeffrey Epstein no tenía una lista de clientes que pudiera implicar a personalidades importantes; sobre la muerte de Epstein en prisión en 2019 descarta la posibilidad de un crimen, afirmando que Epstein se suicidó y que no se encontraron pruebas de que mantuviera una lista para incriminar a los implicados en sus delitos sexuales.

Una necesaria aclaración: El Departamento de Justicia de los Estados Unidos (United States Department of Justice -DOJ-) es un departamento ejecutivo federal del gobierno de Estados Unidos responsable de la aplicación de las leyes y la administración de justicia en los Estados Unidos, equivale a la Fiscalía General en otros países. El Departamento de Justicia administra diversas agencias federales: Buró Federal de Investigaciones (FBI), el Cuerpo de Alguaciles (USMS), la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), la Administración de Control de Drogas (DEA). También es responsable de investigar los casos de fraude financiero y representa al gobierno de los Estados Unidos en asuntos legales ante la Corte Suprema y la administración del sistema federal penitenciario, entre otras funciones. El Departamento está dirigido por el Fiscal General de los Estados Unidos, designado por el presidente y confirmado por el Senado. La actual Fiscal General es Pam (Pamela) Bondi.

Volviendo al caso Epstein, un rotundo análisis afirma que “el patrón recurrente en los escándalos de "redes de pedofilia" en Occidente en las últimas décadas es que los "proxenetas", cuando son descubiertos y capturados, siempre terminan siendo presentados como "lobos solitarios", mientras que la amplia clientela de élite a la que servían SIEMPRE permanece protegida. Es una de las verdades más brutales que todos debemos aprender sobre la vida en el planeta Tierra, y aunque es decepcionante ver a Trump mantener este patrón, es importante recordar que él y su equipo no son en realidad "Vengadores" ni superhéroes. Se enfrentan a patócratas con el poder de mover billones de dólares en los mercados globales” (Sott.net).

Glenn Thrush, de The New York Times, señala que: "el propio Trump ha estado algo ambivalente sobre todo este asunto. Era amigo de Jeffrey Epstein, digamos. Aparece en un montón de fotos y vídeos antiguos con Epstein. Debo decir que no hay ninguna insinuación de que haya hecho nada malo. El mismo Trump dijo que se abran los archivos y se revele la verdad. Pero siempre ha sido un poco extraño que Trump y el movimiento MAGA se adhirieran a la conspiración de Epstein, porque él mismo parece no haber tenido ningún problema en estar cerca de Epstein durante mucho tiempo. De hecho, tuvieron una pelea hace años por un acuerdo de tierras.

Esto, de la teoría de la conspiración, es realmente importante porque encaja con el impulso emocional, cultural y político más amplio de todo el movimiento MAGA, que es que hay una camarilla en el establishment que está intentando proteger a actores nefastos, gente poderosa, sombría y oscura, y Trump y la gente que él designe van a venir y destrozar todo esto.

Entonces, incluso si los detalles de la conspiración de Epstein se están disolviendo y las personas que una vez la promovieron están tratando de distanciarse de ella porque ahora dirigen las agencias de aplicación de la ley más poderosas del país, todavía tiene poder. Y ese poder es el mismo impulso que impulsó a estas personas a ocupar estos cargos. Y lo que debo decirles es que Pam Bondi fue la ex fiscal general de Florida, tiene las cualificaciones básicas para su puesto. Pero Kash Patel y su segundo, Dan Bongino (al mando del FBI), son los menos experimentados para ocupar sus puestos actuales. Y la razón por la que ocupan esos puestos, la moneda de su reino, es porque son forasteros".

Éstos y otros funcionarios de la administración Trump prometieron revelar y apoyar a sus conspirativos partidarios en que todavía existe un encubrimiento del caso Epstein (que la verdad sobre la muerte de Epstein era que fue asesinado para no implicar a personas poderosas en su juicio, probablemente del corrupto estado profundo). Esos representantes del gobierno están ahora frustrados a pesar de que Trump dijo que no había nada que ocultar cuando se reveló su nombre en la lista de Epstein. Trump quiso desmentir el caso de Epstein al señalar, primero, que no existían los "Archivos Epstein", que "Epstein no tenía clientes"; y, segundo, afirmó que era "un engaño demócrata" por lo que pidió que se abran los archivos del caso ya que le parece absurdo que se siga hablando de Jeffrey Epstein después de varios años y que el Departamento de Justicia dijera que no hay nada anormal.

Está completamente claro el sentimiento general de que ha existido “un comportamiento realmente turbio y nefasto en las más altas esferas de nuestro gobierno y con otras personas adineradas e influyentes de nuestro país y del mundo. No se trata solo de eso. Es que cuando esta gente intenta salirse con la suya, lo hacen y nos hacen el ridículo. Es como si esto no fuera una buena mentira”. (Liz Wheeler, presentadora y comentarista conservadora)


Izquierda, la foto corresponde al 2000. El hombre de negocios Donald Trump junto a su novia (en esos tiempos) Melanija Knavs o Melania Knauss, hoy Melania Trump, junto a Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell, en el club Mar-a-Lago, Florida. Derecha, Trump y Epstein en Mar-a-Lago en 1997. Credito, Davidoff, Studios Photography/Archive Photos, vía Getty Images



“Por lo tanto, cabría pensar que los grandes medios de comunicación, dada la culpabilidad de sus dueños corporativos en este escándalo de la clase alta estadounidense, habrían respirado aliviados y le habrían obligado a callarse (a Trump). Pero no. En cambio, (en particular, el Wall Street Journal de Rupert Murdoch) siguen sacando a la luz fotos de hace décadas y otras memorias de la relación pasada de Trump con Epstein, manteniendo así la asociación entre Trump y el "notorio pedófilo en serie" en los titulares, insinuando así que Trump participó en los delitos sexuales de Epstein. De este modo, han convertido lo que había sido un recurso poderoso -la divulgación y la justicia por "los peores crímenes"- durante la campaña de reelección de Trump... en un arma contra él”. (Sott.net)

Glenn Thrush, cree que “el gobierno está intentando decirle a todo el mundo que siga adelante después de que algunas de las figuras clave de la administración, incluido la actual jefa del Departamento de Justicia y los dos principales funcionarios del FBI, alimentaron teorías de conspiración para obtener beneficios y ganancias políticas durante años. Ahora, están intentando cerrar de golpe una puerta que ellos mismos abrieron de una patada”. Pam Bondi afirmó anteriormente que los archivos contenían muchos nombres, una lista de clientes de la que hablaba y muchos registros de vuelo. El director del FBI, Kash Patel, habló mucho sobre esto antes de asumir el cargo.

¿Por qué el FBI protege al mayor pederasta, al pederasta de mayor escala de la historia de la humanidad? Kash Patel, director del FBI dijo anteriormente (2023): “Sencillo, por quiénes están en esa lista. ¿No crees que Bill Gates está presionando al Congreso día y noche para evitar que se divulgue? ¡Ponte los pantalones de hombre y dinos quiénes son los pedófilos! Tenemos elecciones próximamente y tenemos que decidir este asunto en las urnas. Como alguien que ha trabajado como defensor público, como fiscal que ha estado en ese sistema penitenciario, que ha estado en el Centro de Detención Metropolitano, que ha estado en viviendas segregadas, sabes reconocer un suicidio cuando lo ves”.


En la mansión de Jeffrey Epstein en Manhattan en 2011, de izquierda a derecha: James E. Staley, en ese momento un alto ejecutivo de JPMorgan; el ex secretario del Tesoro ,Lawrence Summers; Jeffrey Epstein; Bill Gates, cofundador de Microsoft; y, Boris Nikolic, quien fue asesor científico de la Fundación Bill y Melinda Gates.


Hay una razón real y concreta por la que mucha gente quiere seguir con esto, el clamor por la verdad y la justicia entre los partidarios de Trump y MAGA no hace más que crecer.

La operación de chantaje con las listas de Jeffrey Epstein no es la gran noticia. Se ha destapado sus presuntos vínculos con el Mossad israelí, y decimos presuntos porque es algo que probablemente nunca aparecerá en documentos registrados; también han surgido posibles e inmensos fraudes financieros y corrupción política entre altas personalidades de los Estados Unidos.

Consideremos lo siguiente, a modo de datos informativos a desarrollar y que han sido divulgados en la prensa estadounidenses e internacional.

- Jeffrey Epstein presuntamente estuvo involucrado en el caso Irán-Contra.

- Epstein fue un probable colaborador de Adnan Kashoggi en el tráfico ilícito de armas (sobre Kashoggi hemos hablado en este blog, ver AQUÍ)

- Jeffrey Epstein fue designado, no sabemos por quién, para ayudar a Robert Maxwell a blanquear dinero. Este personaje cuya identidad real fue Ján Ludvík Hyman Binyamin Hoch (1923-1991) fue el gran monopolista de parte de los medios de comunicación global, además de político y estafador británico. Maxwell fue uno de los fundadores del estado de Israel: facilitó parte del tráfico de armas que armó al Irgún/Haganá después de la segunda guerra mundial.

- Les Wexner, fundador de "The Mega Group" (Multimillonarios por Israel), otorgó a Jeffrey Epstein un poder notarial transfiriéndole la mansión de Manhattan valorada en 77 millones de dólares y otros activos.

- Solo después de enriquecerse por los medios mencionados, Epstein tuvo acceso a personas importantes.

- Estos datos son indicios de que Epstein tenía una estrecha relación con la inteligencia israelí mucho antes de que, con la ayuda de la hija predilecta de Robert Maxwell -Ghislaine Maxwell, la “proveedora” de Epstein- iniciara una presunta operación de chantaje a políticos y otros “famosos” en la lista de visitas a su isla privada.

- La dimensión del escándalo es que Epstein y su principal cómplice, Ghislaine Maxwell, son judíos con fuertes vínculos con Israel, esto refuerza la creciente percepción de que la política y las políticas gubernamentales estadounidenses están en gran medida impulsadas o "protegidas" por el chantaje israelí.

- El motivo del cambio de postura de la administración Trump sobre los archivos es que, dado el clima actual en Estados Unidos, una presumible revelación de la profunda penetración de Israel en la estructura de poder político estadounidense podría poner en peligro la existencia del estado israelí.

Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell en Nueva York, marzo de 2005. Patrick McMullan (vía Getty Images)

Nota referencial: Este artículo es una secuela de "El depravado poder del dinero. Jeffrey Epstein y sus amigos", de agosto de 2019, basado en la gran investigación desarrollada por la periodista de The New Yorker, Connie Bruck, "Alan Dershowitz, Devil’s Advocate. The noted lawyer’s long, controversial career -and the accusations against him", literalmente traducido como "Alan Dershowitz, abogado del diablo. La larga y controvertida carrera del destacado abogado, y las acusaciones en su contra", material reproducido en este blog (Ver AQUÍ)

El siguiente artículo (principal) es una traducción del inglés y se basa en todo el material referencial de los últimos meses sobre Jeffrey Epstein y sus amigos.


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Los intocables: los depredadores sexuales dentro de la élite del poder estadounidense

John y Nisha Whitehead,
Instituto Rutherford (julio de 2025)
Versión original en inglés:
The Untouchables: The sexual predators within America's power elite


© Wikimedia Commons. 1993, Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein visitan a Bill Clinton en la Casa Blanca.

 

Una vez más, el estado policial estadounidense opta por proteger a los depredadores, no a las víctimas.

Jeffrey Epstein -el multimillonario de los fondos de cobertura, pedófilo serial convicto y traficante sexual- puede que esté muerto, pero la maquinaria que lo empoderó y lo protegió sigue muy vigente.

Verán, el caso Epstein nunca se trató solo de Epstein, sino de todo el sistema de poder que protege a la clase dominante, silencia a las víctimas y elimina la rendición de cuentas.

Por lo tanto, las últimas declaraciones de la administración Trump -que Epstein no tenía lista de clientes, que de hecho se suicidó y que no hay nada más que discutir o investigar, así que simplemente deberíamos seguir adelante- solo han reforzado lo que muchos han sospechado desde el principio: el sistema está amañado para proteger a la élite en el poder, porque la élite en el poder es el sistema.

En esta era de política partidista y una población profundamente polarizada, la corrupción -especialmente cuando implica libertinaje sexual, depravación y comportamiento depredador- se ha convertido en el gran ecualizador.

Con el resurgimiento del fantasma de Jeffrey Epstein en el discurso público, recordamos una vez más la profunda corrupción.

La política, la religión, el entretenimiento, los negocios, las fuerzas del orden, el ejército -sin importar el ámbito ni la afiliación- están plagados de ese tipo de comportamiento sórdido y depravado que se deja pasar cuando involucra a los poderosos.

Durante años, el caso Epstein se ha erigido como un grotesco símbolo de la depravación dentro de la élite del poder estadounidense: multimillonarios, políticos y famosos que presuntamente traficaron sexualmente con niñas sin rendir cuentas.

Se cree que Epstein, quien murió en prisión tras ser arrestado por cargos de abuso sexual, violación y tráfico sexual de docenas de niñas, operaba una red de tráfico sexual no solo para su propio placer, sino también para el de sus amigos y socios comerciales.

Según The Washington Post, "varias de las jóvenes... afirman que fueron ofrecidas a ricos y famosos como parejas sexuales en las fiestas de Epstein".

A pesar de la insistencia del gobierno en que no hay nada más que ver, esto es lo que ya revela el registro público:

Epstein transportó a sus amigos en su avión privado, apodado "Lolita Express" en honor a la novela de Nabokov, debido a la presencia de lo que parecían ser niñas menores de edad a bordo.

Tanto Bill Clinton como Donald Trump se contaban entre los amigos de Epstein.

Tanto Clinton como Trump fueron en algún momento pasajeros del Lolita Express.

Tanto Clinton como Trump son reconocidos mujeriegos, acusados de conducta sexual inapropiada por un número considerable de mujeres a lo largo de los años. De hecho, el Instituto Rutherford representó a Paula Jones en su histórica demanda por acoso sexual contra el entonces presidente Clinton, un caso que contribuyó a exponer hasta qué punto es capaz de llegar el establishment político para protegerse a sí mismo.

Así que uno se pregunta... cuando el presidente Trump, quien ha usado la guerra de su administración contra la trata de personas para justificar la expansión de los poderes del estado policial del gobierno, desmantela silenciosamente las mismas agencias gubernamentales encargadas de investigar y exponer la trata sexual... ¿qué está pasando exactamente?

El mensaje desde arriba es claro: no habrá rendición de cuentas.

El presidente Trump se ha negado rotundamente a nombrar un fiscal especial. Sus aliados en el Congreso han guardado silencio. Y los mismos políticos que exigen los castigos más severos para inmigrantes indocumentados, manifestantes o denunciantes no tienen nada que decir sobre el abuso sistemático de menores por parte de hombres en su propia órbita.

Esto no es justicia. Es un doble rasero: un conjunto de reglas para los intocables y otro para todos los demás.

Si parece un encubrimiento, huele a encubrimiento y parece beneficiar a todos los sospechosos habituales, ¿es tan descabellado sospechar que el gobierno está cerrando filas una vez más para proteger a los miembros de su élite de poder?

Ya lo hemos visto antes: desde los experimentos MK-Ultra de la CIA y las operaciones COINTELPRO del FBI hasta los Papeles del Pentágono, el caso Irán-Contra, los centros clandestinos de la CIA y la vigilancia masiva de la NSA.

En cada ocasión, el secretismo protegió a los poderosos y traicionó al pueblo.

Y seguirá ocurriendo, una y otra vez, a menos que confrontemos la verdad que se esconde a simple vista: que el abuso de poder no es una aberración del sistema, sino que es el sistema.

En ningún otro lugar es esto más evidente que en la economía sumergida de la trata de personas con fines sexuales, donde convergen el poder, las ganancias y la depredación.

La trata de menores, el encubrimiento de los perpetradores, el silenciamiento sistemático de las víctimas: esto no es una teoría conspirativa. Es un modelo de negocio.

Este es el punto débil de Estados Unidos.

La trata de menores con fines sexuales -la compraventa de mujeres, niñas y niños pequeños, algunos de tan solo 9 años, para fines sexuales- se ha convertido en un gran negocio en Estados Unidos. Es el negocio de mayor crecimiento del crimen organizado y el segundo producto más lucrativo comercializado ilegalmente, después de las drogas y las armas. En Estados Unidos, los adultos compran menores para fines sexuales al menos 2,5 millones de veces al año. No solo las niñas son vulnerables a estos depredadores. Los niños representan más de un tercio de las víctimas en la industria sexual estadounidense.

¿Quién compra menores para fines sexuales?

Hombres comunes y corrientes de todos los ámbitos. "Podrían ser compañeros de trabajo, médicos, pastores o cónyuges", escribe el periodista Tim Swarens, quien dedicó más de un año a investigar el comercio sexual en Estados Unidos.

Hombres comunes y corrientes, sí. Pero luego están los llamados hombres extraordinarios, como Jeffrey Epstein, con riqueza, conexiones y protección, a quienes se les permite operar según sus propias reglas.

Estos hombres se evaden de la responsabilidad porque el sistema de justicia penal se inclina a los poderosos, los ricos y la élite.


Artículo de New York Magazine, del 28 de octubre de 2002, por Landon Thomas Jr. "JEFFREY EPSTEIN: El misterioso hombre del dinero internacional". La entradilla del artículo dice: "Es amigo de un montón de científicos ganadores del Premio Nobel, directores ejecutivos como Leslie Wexner de Limited, la socialité Ghislaine Maxwell e incluso Donald Trump. Pero no fue hasta que llevó a Bill Clinton, Kevin Spacey y Chris Tucker a África en su Boeing 727 privado que el mundo comenzó a preguntarse quién era". "Viene con dinero para gastar, una flota de aviones y un buen ojo para las damas -por no hablar de un cerebro implacable que desafía a los científicos ganadores del Premio Nobel en todo el país- y para los mercados financieros de todo el mundo. Desde que la "página seis" del Post publicó un artículo sobre la visita del presidente a África a finales de septiembre con Kevin Spacey y Chris Tucker -en el Boeing 727 personalizado de su nuevo benefactor-, la pregunta del día ha sido: ¿Quién demonios es Jeffrey Epstein?" (Gráfica y texto interpuesto por el editor del blog)


Hace más de una década, cuando Epstein fue acusado por primera vez de violar y abusar sexualmente de niñas, recibió un acuerdo secreto con el entonces fiscal federal Alexander Acosta, secretario de Trabajo del primer mandato del presidente Trump, que le permitió evadir los cargos federales y recibir el equivalente a una reprimenda: permitirle "trabajar" en casa seis días a la semana antes de regresar a la cárcel a dormir.

Desde entonces, un juez federal ha declarado ilegal ese acuerdo secreto.

Sin embargo, la cuestión es la siguiente: Epstein no actuó solo.

No me refiero solo a sus cómplices, quienes reclutaron y manipularon a las jóvenes de las que se le acusa de violar y abusar sexualmente, sino también a su círculo de influyentes amigos y colegas, que en su momento incluyó a Bill Clinton y Donald Trump.

Como señala Associated Press, "El arresto del multimillonario financiero por cargos de tráfico sexual infantil plantea interrogantes sobre cuánto sabían sus poderosos socios sobre las interacciones del gestor de fondos de cobertura con menores de edad y si hicieron la vista gorda ante conductas potencialmente ilegales".

De hecho, una decisión del Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito, que permite la divulgación de un documento de 2.000 páginas vinculado al caso Epstein, hace referencia a acusaciones de abuso sexual que involucran a "numerosos políticos estadounidenses prominentes, poderosos ejecutivos de empresas, presidentes extranjeros, un conocido primer ministro y otros líderes mundiales".

Este no es un incidente menor que involucra a actores menores. Tampoco se trata de errores partidistas.

Son traiciones sistémicas. Los depredadores visten de rojo y azul por igual, y el silencio se extiende a ambos niveles de poder.

Esta es la oscuridad en el corazón del estado policial estadounidense: un sistema construido para proteger a los poderosos de la justicia.

Esclavas sexuales. Tráfico sexual. Sociedades secretas. Élites poderosas. Corrupción gubernamental. Encubrimientos judiciales.

Una vez más, la realidad y la ficción se reflejan mutuamente.

Hace veinte años, la última película de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut, ofreció al público una sórdida mirada a una sociedad sexual secreta que satisfacía los impulsos más bajos de sus miembros adinerados mientras se aprovechaba de jóvenes vulnerables. No es tan diferente del mundo real, donde hombres poderosos, aislados de toda responsabilidad, satisfacen sus bajos impulsos.

Kubrick sugirió que estas sociedades secretas prosperan porque el público elige no ver lo que tiene justo delante, contento de navegar por la vida en negación sobre las verdades feas y obvias que nos rodean.

Al hacerlo, nos convertimos en cómplices de comportamientos abusivos en nuestro entorno.

Así es como florece la corrupción de la élite del poder.


Epstein visto cerca de Trump y la modelo Ingrid Seynhaeve en una fiesta de “ángeles” de Victoria’s Secret en 1997. Credito: Sonia Moskowitz/Getty Images


Durante años, periodistas de investigación y sobrevivientes han documentado cómo el chantaje, los vínculos con las agencias de inteligencia y el apalancamiento financiero ayudaron a proteger a los depredadores sexuales de la élite, no solo del enjuiciamiento, sino también del escrutinio público.

Por cada Epstein que, finalmente, es llamado a rendir cuentas por sus hazañas sexuales ilegales después de años de recibir vía libre por parte de aquellos en el poder, hay cientos (quizás miles) más en los pasillos del poder y la riqueza cuya depredación continúa sin cesar

Si bien los presuntos crímenes de Epstein son lo suficientemente atroces por sí solos, él es parte de una narrativa más amplia de cómo una cultura del derecho se convierte en un pozo negro y un caldo de cultivo para déspotas y depredadores. 

El poder corrompe. Peor aún, como concluyó el historiador del siglo XIX Lord Acton, el poder absoluto corrompe absolutamente. 

Si se le da demasiado poder a cualquier persona (o agencia gubernamental) y se le permite creer que tiene derecho, es intocable y no rendirá cuentas por sus acciones, se abusará de esos poderes. 

La historia lo demuestra. El momento presente lo confirma. 

Vemos esta dinámica desarrollarse todos los días en comunidades de todo Estados Unidos. 

Un policía dispara a un ciudadano desarmado sin ninguna razón creíble y se sale con la suya. Un presidente emplea órdenes ejecutivas para eludir la Constitución y se sale con la suya. Una agencia gubernamental espía las comunicaciones de sus ciudadanos y se sale con la suya. Un magnate del entretenimiento acosa sexualmente a aspirantes a actrices y se sale con la suya. El ejército estadounidense bombardea un hospital civil y se sale con la suya. 

No es coincidencia que la misma administración que desmantela las oficinas encargadas de combatir la trata de personas también esté desfinanciando a las pocas agencias que quedan para exigir cuentas a las fuerzas del orden

Bajo la presidencia de Trump, el Departamento de Justicia se ha reestructurado para priorizar la lealtad sobre la justicia, la protección sobre el enjuiciamiento. Las oficinas que antes se dedicaban a la aplicación de los derechos civiles, la supervisión policial y la rendición de cuentas pública han sido desmanteladas o discretamente marginadas (silenciadas). 

Consideremos el caso del exoficial de Louisville, Brett Hankison, quien disparó a ciegas diez balas contra el apartamento de Breonna Taylor durante un allanamiento sin previo aviso fallido. Hankison fue finalmente condenado, no por matar a Taylor, sino por privar a otros de sus derechos civiles. Y, sin embargo, el Departamento de Justicia de Trump solicitó al tribunal que condenara a Hankison a un día de prisión, -el equivalente al tiempo cumplido durante el registro.

En otras palabras, en la opinión de Trump, los poderosos y sus ejecutores deberían andar libres mientras se entierra a los muertos y se le dice al público que siga adelante.

Y no es solo la policía de gatillo fácil la que queda impune.

En todo el país, los agentes del orden han sido sorprendidos repetidamente dirigiendo redes de tráfico sexual, abusando de mujeres y niñas bajo su custodia o explotando su placa para coaccionarlas sexualmente, con pocas o ninguna consecuencia.

Desde Luisiana hasta Ohio y Nueva York, los agentes han sido arrestados por traficar con niñas menores de edad, agredir a mujeres vulnerables y violar a detenidas, a menudo protegidos por sindicatos, fiscales o un muro azul de silencio.

No se trata de unas pocas manzanas podridas. Es una cultura de impunidad incrustada en el sistema.

Así es como funciona el sistema, protegiendo a los intocables, no porque sean inocentes, sino porque el sistema los ha hecho inmunes.


El príncipe Andrés, Gwendolyn Beck y Jeffrey Epstein en una fiesta en Mar-A-Lago en febrero de 2000

El abuso de poder -y la hipocresía impulsada por la ambición y la deliberada indiferencia hacia la mala conducta que posibilitan dichos abusos- funciona de la misma manera, ya sea que se trate de delitos sexuales, corrupción gubernamental o el estado de derecho.

Es la misma historia de siempre: un hombre asciende al poder, un hombre abusa del poder de forma abominable, un hombre intimida y amenaza a cualquiera que lo desafíe con represalias o algo peor, y un hombre se sale con la suya gracias a una cultura de sumisión en la que nadie alza la voz porque no quiere perder su trabajo, su dinero o su lugar en la élite.

Los depredadores sexuales no son la única amenaza.

Por cada Epstein o Clinton, cada Weinstein, Ailes, Cosby o Trump que finalmente es denunciado por su mala conducta sexual, hay cientos, miles, de otros en el estado policial estadounidense que se salen con la suya tras cometer asesinatos, en muchos casos, literalmente, simplemente porque pueden.

A menos que algo cambie en la forma en que lidiamos con estos continuos y atroces abusos de poder, los depredadores del estado policial seguirán causando estragos en nuestras libertades, nuestras comunidades y nuestras vidas.

Durante demasiado tiempo, los estadounidenses han tolerado una oligarquía en la que un poderoso grupo de élite de donantes ricos es quien toma las decisiones.

Necesitamos restaurar el estado de derecho para todas las personas, sin excepciones.

El estado de derecho significa que nadie tiene un pase libre, sin importar su riqueza, estatus o conexiones políticas.

Como dejo claro en mi libro Battlefield America: The War on the American People y en su contraparte ficticia The Erik Blair Diaries, el empoderamiento de los pequeños tiranos y los dioses políticos debe terminar.


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Fuentes:

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