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05 septiembre 2021

La Hermandad Musulmana como ‎miembro del Consejo de Seguridad ‎Nacional de Estados Unidos



por Thierry Meyssan


Continuamos la publicación de la cuarta parte del libro de Thierry Meyssan, Sous nos yeux. En el primer semestre del año 2011, con el apoyo de Estados Unidos y del Reino Unido, la Hermandad Musulmana llega al poder ‎en Túnez, Egipto y Libia.

Este artículo es un segmento del libro "Sous nos Yeux". (Ir a la tercera parte)


En 2011, el presidente tunecino Ben Ali, el líder libio Muammar el-Kadhafi y ‎el presidente egipcio Hosni Mubarak estaban a las órdenes de Washington. 


Kadhafi ‎había renunciado en 2003 a la independencia política y los otros dos siempre habían sido ‎vasallos de Estados Unidos. Sin importar los servicios prestados a la superpotencia ‎estadounidense, los tres fueron expulsados del poder para reemplazarlos por la Hermandad Musulmana.

7- Inicios de la “Primavera Árabe” en Túnez

El 12 de agosto de 2012, el presidente estadounidense Barack Obama, firma la Directiva ‎Presidencial de Seguridad Nº 11 (PSD-11). Obama informa a todas sus embajadas en el Medio ‎Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente, que deben prepararse para “cambios de régimen”. Para coordinar la acción secreta en el terreno, el presidente demócrata ‎Barack Obama nombra varios miembros de la Hermandad Musulmana como miembros del ‎Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Washington va a poner en aplicación el ‎plan británico de las llamadas “Primaveras Árabes”. Para la Hermandad Musulmana, ‎ha llegado el momento de alcanzar la gloria. ‎

El 17 de diciembre de 2010, un vendedor ambulante de verduras, “Mohamed” (Tarek) Bouazizi, ‎cuya mercancía ‎había sido confiscada por la policía, se inmola en Túnez prendiéndose fuego. La ‎Hermandad ‎Musulmana se apodera del incidente y hace correr noticias falsas según las cuales el ‎joven Bouazizi era un estudiante sin ‎trabajo y una mujer policía lo había abofeteado. ‎Inmediatamente, los hombres de la National ‎Endowment for Democracy (NED, la falsa ONG de los ‎servicios secretos de los cinco Estados ‎anglosajones) soborna a la familia del difunto para que no ‎revele la verdad y caldea los ánimos en ‎el país. En medio de la cadena de manifestaciones contra ‎el desempleo y los actos de violencia de ‎la policía, Washington hace saber al presidente tunecino ‎Ben Ali que tiene que dejar el país, ‎mientras que el MI6 organiza el regreso triunfal –desde ‎Londres– del Guía de la Hermandad ‎Musulmana tunecina, Rached Ghannouchi. ‎

A eso se resume la “revolución del jazmín”. El esquema de este cambio de régimen toma ‎algunos ‎elementos de la caída del shah de Irán, seguida del regreso del imam Khomeini, ‎agregándole otros ‎de las más recientes revoluciones de colores. ‎

Rached Ghannouchi había creado una rama tunecina de la Hermandad Musulmana y realizado ‎una ‎intentona golpista en 1987. Arrestado y encarcelado varias veces, se exila en Sudán, donde ‎goza ‎del respaldo de Hassan el-Turabi. Después se exilia en Turquía, donde se acerca a Recep ‎Tayyip ‎Erdogan, por entonces dirigente de la Milli Gorus. En 1993, Ghannouchi obtiene asilo ‎político en ‎Londonistán, donde se instala con sus dos mujeres y sus hijos. ‎


Moncef Marzouki y Rached Ghannouchi, dos personalidades tunecinas que se presentan como ‎‎“antiestadounidenses”. Marzouki, líder de extrema izquierda, trabaja para la NED ‎estadounidense, mientras que Ghannouchi, dirigente de la Hermandad Musulmana, trabaja ‎para la Westminster Foundation británica.

La “Liga de Protección de la Revolución” (LPR) es el equivalente tunecino del ‎‎“Aparato Secreto” de la Hermandad Musulmana en Egipto. Su jefe es Ihmed Deghij (a la ‎izquierda en la foto) y Rached Ghannouchi (a la derecha), designa las personas que van a ser ‎eliminadas.‎


Los anglosajones ayudan a Ghannouchi a mejorar la imagen de su partido, el Movimiento de ‎la ‎Tendencia Islámica, rebautizado como Movimiento del Renacimiento (Ennahdha). Para calmar ‎los ‎temores de la población ante la cofradía, la NED recurre a sus peones de la extrema izquierda. ‎Moncef Marzouki, presidente de la Comisión Árabe de Derechos Humanos, hace de ‎garante moral ‎afirmando públicamente que la Hermandad Musulmana ha cambiado mucho y que ‎los miembros ‎de la cofradía se han convertido en demócratas. El propio Marzouki será electo ‎presidente de ‎Túnez. Ghannouchi gana las elecciones legislativas y logra formar un gobierno, de ‎diciembre de ‎‎2011 hasta agosto de 2013. En ese gobierno introduce a otros peones de la NED, ‎como Ahmed ‎Nejib Chebbi, un ex maoísta y posteriormente trotskista reciclado por Washington. ‎Siguiendo el ‎ejemplo de Hassan al-Banna, Ghannouchi constituye una milicia vinculada a su ‎partido –la Liga de ‎Protección de la Revolución– que se encarga de los asesinatos políticos, como ‎el del líder opositor ‎Chokri Belaid.‎

A pesar del indudable respaldo que una parte de la población tunecina le había aportado a ‎su ‎regreso, el partido de Ghannouchi (Ennahdha) se vuelve rápidamente minoritario. Antes de ‎dejar el ‎poder Ghannouchi hace votar una serie de leyes fiscales cuyo objetivo es provocar con el ‎tiempo ‎la ruina de la burguesía laica. Espera transformar así la sociología del país y volver ‎rápidamente a ‎los primeros planos del escenario político. ‎

En mayo de 2016, Innovative Communications & Stratégies –compañía creada por el MI6– ‎monta ‎el 10º Congreso de Ennahdha. Los propagandistas aseguran que Ennahdha se ha convertido ‎en ‎una formación “civil” y que ahora separa sus actividades políticas de las religiosas. Pero ‎esa ‎evolución nada tiene que ver con el laicismo, simplemente se ha pedido a los dirigentes que ‎se ‎repartan el trabajo y que no ocupen simultáneamente cargos electivos y cargos eclesiásticos, ‎en ‎otras palabras que el mismo individuo no sea a la vez diputado e imam. ‎


8- La “Primavera Árabe” en Egipto

El 25 de enero de 2011, o sea una semana después de la huida del presidente tunecino Ben Alí, ‎la ‎fiesta nacional de Egipto se convierte en manifestación contra el poder. El tradicional ‎dispositivo ‎estadounidense de las revoluciones de colores dirige estas protestas: los serbios ‎entrenados por ‎Gene Sharp –el teórico de la OTAN especializado en los llamados “golpes suaves”, ‎que en realidad ‎son cambios de régimen sin recurrir a la guerra– y los hombres de la ‎NED. Sus libros y folletos ‎traducidos al árabe, que precisan hasta las consignas a utilizar en las ‎manifestaciones, se ‎distribuyen ampliamente desde el primer día. Gran parte de esos espías serán ‎posteriormente ‎arrestados, juzgados, condenados y luego expulsados del país. Los manifestantes ‎son movilizados ‎principalmente por la Hermandad Musulmana, cuyo respaldo a nivel nacional se ‎estima entre un ‎‎15 o 20%, y por Kifaya (“¡Basta ya!”), un grupo creado por Gene Sharp. Se inicia la ‎‎“revolución del ‎loto” o “revolución blanca”. Las protestas tienen lugar principalmente en El Cairo, en la plaza ‎Tahrir, y en otras siete ciudades. Pero ‎están muy lejos de la ola revolucionaria de Túnez. ‎

La Hermandad Musulmana recurre a la violencia desde el primer momento. En la plaza Tahrir, ‎los ‎miembros de la cofradía llevan sus heridos a una mezquita previamente equipada con todo ‎lo ‎necesario para prestarles los primeros auxilios. Los canales de televisión de las ‎petromonarquías ‎de Qatar (Al-Jazeera) y Arabia Saudita (Al-Arabiya) llaman al derrocamiento del ‎régimen y ‎transmiten en vivo la información estratégica. Estados Unidos trae de regreso a Egipto ‎al ex ‎director de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el premio Nobel de la ‎Paz ‎Mohamed el-Baradei, ahora convertido en presidente de la Asociación Nacional para el ‎Cambio. A el-Baradei se le concedió el Nobel por haber calmado a Hans Blix, cuando este último ‎denunciaba ‎en nombre de la ONU las mentiras de la administración Bush tendientes a justificar la ‎guerra ‎contra Irak. Desde hace más de un año, el-Baradei preside una coalición creada según el ‎esquema ‎de la Declaración de Damasco: un texto razonable, firmantes de todas las tendencias… ‎más la ‎Hermandad Musulmana, cuyo programa es en realidad todo lo contrario del contenido de ‎la ‎plataforma. ‎


Para el vocero de la Hermandad Musulmana en Egipto, Essam Elariam, los Acuerdos de ‎Camp David no son importantes. Lo urgente es criminalizar la homosexualidad.


La Hermandad Musulmana es, en definitiva, la primera organización egipcia que llama al derrocamiento ‎del ‎régimen. Las televisoras de todos los países miembros de la OTAN y del Consejo de ‎Cooperación ‎del Golfo predicen la fuga del presidente Hosni Mubarak, mientras que el enviado ‎especial del ‎presidente Obama –el embajador Frank Wisner Jr., padre de adopción del presidente ‎francés ‎Nicolas Sarkozy–, primero finge apoyar a Mubarak para ponerse después del lado de la ‎multitud. ‎Frank Wisner presiona a Mubarak para que se retire. Finalmente, al cabo de dos semanas ‎de motines ‎y de una manifestación que reúne un millón de personas, Mubarak recibe de ‎Washington la orden de ceder y dimitir. Pero Estados ‎Unidos quiere cambiar la Constitución antes ‎de poner a la Hermandad Musulmana en el poder. Así ‎que el poder queda temporalmente en ‎manos del ejército. El mariscal Mohamed Husein Tantawi ‎preside el Comité Militar que se ocupa ‎de la gestión cotidiana del país. Tantawi nombra una ‎Comisión Constituyente de siete personas, dos de ‎ellas miembros de la Hermandad Musulmana. Es ‎precisamente uno de estos últimos, el juez Tareq ‎Al-Bishri, quien preside los trabajos de la ‎Comisión. ‎

No obstante, la cofradía sigue realizando manifestaciones todos los viernes, a la salida de ‎las ‎mezquitas, y perpetra linchamientos de cristianos coptos sin que la policía intervenga ‎para ‎evitarlos. ‎


9- Nada de revoluciones de colores para Bahréin ni Yemén.

Aunque la cultura yemenita no tiene absolutamente nada que ver con la del norte de ‎África, ‎exceptuando el uso del mismo idioma, un importante movimiento de protesta sacude ‎desde hace ‎meses Bahréin y Yemen. La coincidencia con los sucesos de Túnez y Egipto amenaza ‎con crear ‎cierta confusión. El emirato de Bahréin sirve de base a la Quinta Flota estadounidense, ‎que desde ‎allí controla la circulación marítima en el Golfo Pérsico, mientras que Yemen domina –‎junto con ‎Yibuti– la entrada y salida del Mar Rojo y del Canal de Suez. ‎

La dinastía reinante en Bahréin teme que la sublevación popular barra a la monarquía ‎y, ‎obedeciendo a un reflejo natural, atribuye la revuelta a Irán ya que, en 1981, un ayatola ‎chiita ‎iraquí había intentado exportar la revolución del imam Khomeini y derrocar el régimen títere ‎que ‎los británicos habían instaurado en Bahréin en el momento de la independencia, en 1971. ‎

El secretario de Defensa estadounidense Robert Gates viaja a la región y autoriza Arabia Saudita ‎a ‎aplastar esas verdaderas revoluciones. El príncipe saudita Nayef dirige la represión. Al igual que ‎el ‎príncipe Bandar, Nayef pertenece al clan de los Sudairis, aunque Nayef es mayor y Bandar solo ‎es ‎hijo de una esclava. La repartición de los papeles entre ellos es muy clara: el tío –Nayef– ‎se ‎encarga de mantener el orden reprimiendo los movimientos populares, mientras que el sobrino ‎‎–‎Bandar– se ocupa de desestabilizar Estados mediante la organización del terrorismo. Lo ‎‏importante es que nos fijemos en qué países actúa uno y en cuáles actúa el otro. ‎


10- La “Primavera Árabe” en Libia

Washington había planeado el derrocamiento de los regímenes aliados encabezados por Ben Alí ‎y ‎Mubarak sin recurrir a la guerra. Pero todo será muy diferente en Libia y Siria, países ‎gobernados ‎por los revolucionarios Kadhafi y Assad.


Después de haber enseñado a los petrodictadores a hablar como demócratas, de haber ‎organizado Al-Jazeera y de haber introducido en Libia las compañías estadounidenses, ‎Mahmoud Jibril –miembro de la Hermandad Musulmana– se convierte en líder de la ‎‎“revolución” contra el mismo régimen para el que había trabajado hasta el día anterior.‎


A principios de febrero de 2011, siendo aún Hosni Mubarak presidente de Egipto, la CIA ‎organiza ‎en El Cairo el inicio de la continuación de las operaciones. Un encuentro reúne a varios ‎actores, ‎como la NED –representada por los senadores estadounidenses John McCain, a nombre ‎de los ‎republicanos, y Joe Liberman, por el Partido Demócrata–, Francia –representada por ‎Bernard-‎Henri Levy– y la Hermandad Musulmana. A la cabeza de la delegación libia está Mahmud ‎Jibril –el ‎miembro de la cofradía que formó a los dirigentes de las monarquías del Golfo y ‎reorganizó Al-‎Jazeera. Jibril llega a la reunión como número 2 del gobierno de la Yamahiriya Árabe ‎Libia y sale de ‎ella… como jefe de la oposición a la “dictadura”. Ya no regresa a su lujosa oficina de ‎Trípoli sino ‎que se va a la ciudad de Bengazi, en la región libia de Cirenaica. En la delegación siria ‎están Anas ‎al-Abdeh, fundador del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), y su ‎hermano Malik ‎al-Abdeh, director de Barada TV –televisión antisiria financiada por la CIA y el ‎Departamento de ‎Estado. Washington ordena iniciar las guerras civiles, simultáneamente en Libia ‎y en Siria. ‎

El 15 de febrero, el Dr. Fathi Terbil, abogado de las familias de los muertos en 1996 durante ‎la ‎masacre de la cárcel de Abu Salim, recorre Bengazi asegurando que la cárcel local está en llamas ‎y ‎llamando la población a liberar a los presos. Será brevemente arrestado y liberado el mismo día. ‎Al ‎día siguiente, 16 de febrero, también en Bengazi, agitadores atacan tres puestos de la policía, ‎los ‎locales de la seguridad interna y las oficinas del fiscal. Al defender la armería de la ‎seguridad ‎interna, la policía mata a seis de los atacantes. Mientras tanto, en Al-Baidha, entre Bengazi ‎y la ‎frontera con Egipto, otro grupo de individuos armados ataca igualmente varios puestos de ‎la ‎policía, los locales de la seguridad interna y logran tomar el cuartel Hussein Al-Jwaifi y la ‎base ‎aérea militar de Al-Abrag, se apoderan de gran cantidad de armas, golpean a los guardias ‎y ‎cuelgan a un soldado. Otros incidentes menos espectaculares tienen lugar de manera ‎coordinada ‎en otras siete ciudades libias. ‎

Estos atacantes dicen pertenecer al Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL, afiliado a al-‎‎Qaeda). Son todos miembros o ex miembros de la Hermandad ‎Musulmana. Dos de sus jefes han ‎pasado por el lavado de cerebro que se practica en la base naval ‎estadounidense de Guantánamo, ‎según las técnicas de los profesores Albert D. Biderman y Martin ‎Seligman.‎

A finales de los años 1990, el GICL había tratado de matar a Kadhafi en cuatro ocasiones, por orden ‎del ‎MI6, y de crear una guerrilla en las montañas de la región libia de Fezzan. El general libio ‎Abdel ‎Fattah Younes lo combatió entonces duramente, obligándolo a retirarse de la Yamahiriya. ‎Desde ‎los atentados del 11 de septiembre de 2001, el GICL aparece en la lista de ‎organizaciones ‎terroristas elaborada por el Comité 1267 de la ONU… pero tiene una oficina en ‎Londres, bajo la ‎protección del MI6.‎

El nuevo jefe del GICL, Abdelhakim Belhadj, quien luchó en Afganistán junto a Osama ben Laden ‎y ‎también en Irak, había sido arrestado en Malasia, en 2004, y trasladado a una cárcel secreta de ‎la ‎CIA en Tailandia, donde se le aplicó el llamado “suero de la verdad” y fue sometido a ‎torturas. ‎Como resultado de un acuerdo entre Estados Unidos y Libia, Belhadj fue enviado de ‎regreso a este ‎último país, donde fue nuevamente torturado –pero por agentes británicos– en la ‎cárcel de Abu ‎Salim. El GICL y al-Qaeda fusionan en 2007. ‎

Sin embargo, en el marco de las negociaciones de 2008-2010 con Estados Unidos, Saif al-‎Islam ‎Kadhafi había negociado una tregua entre la Yamahiriya y el GICL, ya vinculado a al-Qaeda. ‎Esta ‎última organización publica incluso un largo documento, titulado los Estudios Correctores, ‎donde ‎reconoce haberse equivocado al llamar a la yihad contra los correligionarios en un país ‎musulmán. ‎En tres oleadas sucesivas, todos los miembros de al-Qaeda son amnistiados y liberados ‎en Libia, bajo ‎una sola condición: que renuncien por escrito a la violencia. De los 1.800 yihadistas ‎encarcelados ‎en Libia, sólo un centenar rechaza el acuerdo y prefiere seguir en la cárcel. En ‎cuanto es liberado, ‎Abdelhakim Belhadj sale de Libia y se instala en Qatar. Pero en 2011, todos ‎aquellos yihadistas ya ‎habían logrado regresar a Libia sin que nadie hiciera sonar las alarmas. ‎

El 17 de febrero de 2011, la Hermandad Musulmana organiza en Bengazi una manifestación en ‎memoria de ‎las 13 personas muertas durante la manifestación de 2006 contra el consulado de ‎Italia. Los ‎organizadores afirman que fue Muammar el-Kadhafi quien organizó en aquella época el ‎escándalo ‎de las “caricaturas de Mahoma” con ayuda de la Liga del Norte italiana. La ‎manifestación se ‎convierte en enfrentamiento, con un saldo de 14 muertos entre manifestantes y ‎policías.‎


La Hermandad Musulmana distribuye la nueva bandera que quiere imponer a los ‎libios: es la bandera del ex rey Idris y de la colonización británica.


Se inicia así la “revolución”. La realidad es que los manifestantes no buscan derrocar la ‎Yamahiriya ‎sino proclamar la independencia de la región de Cirenaica. Se distribuyen entonces en ‎Bengazi ‎decenas de miles de banderas de los tiempos del rey Idriss (1889-1983). La Libia moderna ‎se compone de tres provincias del antiguo Imperio otomano que no se convirtieron en un solo ‎país ‎hasta 1951. La región de Cirenaica estuvo gobernada –desde 1946 hasta 1969– por la ‎monarquía ‎de los Senussi, una familia wahabita respaldada por los sauditas, que logró extender su ‎poder a ‎toda Libia. ‎

Ante estos actos de violencia, Muammar el-Kadhafi promete hacer “correr ríos de sangre” con ‎tal ‎de salvar a su pueblo de los islamistas. En Ginebra, la Liga Libia de Derechos Humanos, ‎asociación ‎creada por la NED, separa esas declaraciones de su contexto y las presenta a la prensa ‎occidental ‎como amenazas proferidas contra el pueblo libio, además de asegurar que Kadhafi ya ‎está ‎bombardeando Trípoli. En realidad, esta Liga es un cascarón vacío que reúne a los individuos ‎que ‎habrán de convertirse en ministros de la Libia post-Kadhafi, después de la invasión de la ‎OTAN.


Mahmoud Jibril había reorganizado Al-Jazeera en 2005 para convertir ese canal de televisión ‎satelital qatarí en la televisión de la Hermandad Musulmana. Al-Jazeera alimenta el mito de que ‎Osama ben Laden está vivo. El consejero espiritual de Al-Jazeera, Yussef al-Qaradawi, ‎transmite en esa televisión un programa semanal donde llama a asesinar al Líder libio ‎Muammar el-Kadhafi


El 21 de febrero, el jeque Yussef al-Qaradawi emite a través de Al-Jazeera una fatwa en la ‎que ‎ordena a los militares libios que salven al pueblo asesinando a Muammar el-Kadhafi.

El Consejo de Seguridad de la ONU, basándose en los trabajos del Consejo de Derechos ‎Humanos ‎de Ginebra –que ha oído en audiencia a la ya mencionada Liga libia y al embajador libio– ‎y a ‎pedido del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), autoriza el uso de la fuerza para proteger ‎a la ‎población frente al dictador. ‎

Pero el general estadounidense Carter Ham, comandante del AfriCom, siente la sangre hervir ‎en ‎sus venas cuando el Pentágono le ordena coordinar sus acciones con el GICL, vinculado a al-‎‎Qaeda. ¿Cómo es posible trabajar en Libia con los mismos individuos contra quienes se ‎está ‎luchando en Irak y que han matado soldados estadounidenses? El Pentágono depone de ‎inmediato ‎al general Carter Ham, en beneficio del almirante James Stavridis, comandante del ‎EuCom y de las ‎fuerzas de la OTAN.‎


Foto de una sesión de ‎entrenamiento de los Navy Seals estadounidenses. De los 38 Navy Seals que ‎supuestamente mataron a Osama ben Laden, 30 murieron en diversos accidentes en las ‎semanas posteriores a la operación

Se produce entonces un entreacto. El 1º de mayo de 2011, el presidente Barack Obama ‎anuncia ‎que el Comando 6 de los Navy Seals ha eliminado en Abbottabad (Pakistán) a Osama ben Laden, de ‎quien no se tenían noticias creíbles desde hace casi 10 años. Ese anuncio permite cerrar ‎el ‎expediente de al-Qaeda y “maquillar” a los yihadistas para convertirlos en aliados de ‎Estados ‎Unidos, como en los viejos tiempos de las guerras en Afganistán, en Bosnia-‎Herzegovina, ‎Chechenia y Kosovo. El cuerpo de éste “ben Laden” será lanzado al mar. ‎

En Libia, la línea del frente se mantiene sin cambios durante seis meses. El GICL controla Bengazi ‎y ‎proclama un Emirato Islámico en Derna, ciudad de donde provienen la mayoría de sus ‎miembros. ‎Para aterrorizar a los libios, el GICL secuestra gente al azar. Los cuerpos mutilados, o ‎partes de ‎ellos, aparecen después en las calles. Los yihadistas eran inicialmente personas ‎normales, pero sus ‎jefes e instructores les suministran una mezcla de drogas naturales y drogas ‎sintéticas que inhibe ‎toda sensación o sentimiento humano, lo cual permite llevarlos a cometer ‎todo tipo de ‎atrocidades sin que tengan conciencia de lo que hacen. La CIA necesita súbitamente ‎grandes ‎cantidades de Captagón –un derivado de anfetaminas– y, para obtenerlas, recurre al primer ‎ministro búlgaro, el jefe mafioso Boiko Borisov –quien presidirá el Consejo Europeo en ‎‎2018. ‎Boiko Borisov es un ex guardaespaldas que se enroló en la Security Insurance Company, una ‎de las ‎grandes organizaciones mafiosas de los Balcanes. Esa compañía dispone de ‎laboratorios ‎clandestinos que producen la droga para los deportistas alemanes. Borisov garantiza ‎la entrega, ‎por toneladas, de las milagrosas pastillas, que los yihadistas han de consumir ‎preferiblemente ‎mientras fuman hachís. ‎

En Libia, el general Abdel Fattah Yunes deserta y se pasa al bando de los “revolucionarios”. ‎Al ‎menos eso es lo que se anuncia en Occidente. En realidad, el general se mantiene secretamente ‎al ‎servicio de la Yamahiriya cuando se convierte en jefe de las fuerzas de la Cirenaica ‎independiente. ‎Los islamistas, que no han olvidado la lucha que este general librara contra ellos ‎hace 10 años, no tardan en ‎descubrir que el general sigue en contacto con Saif al-Islam Kadhafi, ‎uno de los hijos del Guía. Le ‎tienden una emboscada, lo torturan y lo asesinan para después ‎quemar y devorar parcialmente su ‎cadáver. ‎

El emir Hamad de Qatar espera liquidar la Yamahiriya e instalar un nuevo poder, como ya ‎había ‎hecho en Líbano al imponer un presidente inconstitucional. Mientras la OTAN se limita a ‎intervenir ‎con ataques aéreos, Qatar instala en el desierto un aeródromo de campaña donde ‎desembarcan ‎hombres y material de guerra. Pero las poblaciones de las regiones de Fezzan y ‎Tripolitania se ‎mantienen fieles a la Yamahiriya y a su Guía.‎

En agosto, cuando la OTAN desata un diluvio de fuego sobre Trípoli, ya Qatar ha desplegado ‎en ‎Libia unidades de sus fuerzas especiales y ha desembarcado blindados en Túnez. Por supuesto, ‎esos ‎miles de hombres no son qataríes sino mercenarios –principalmente colombianos– ‎entrenados en ‎los Emiratos Árabes Unidos por Academi –la antigua Blackwater/Xe. Ya en Trípoli ‎esos ‎mercenarios, enteramente vestidos de negro y portando pasamontañas para ocultar sus ‎rostros, ‎se unen a los hombres de al-Qaeda –que ahora aparece en el bando de “los buenos”, ‎aunque la ‎ONU sigue considerándola terrorista. ‎

Solo dos grupos de libios participan en la toma de Trípoli: las milicias armadas de Misurata –‎que ‎obedecen a Turquía– y el GICL. A la cabeza de la Brigada de Trípoli (vinculada a al-Qaeda) se ‎halla ‎el irlandés Mahdi al-Harati, y sus hombres reciben órdenes de oficiales franceses activos en ‎las ‎fuerzas armadas de Francia. ‎


A propuesta de la OTAN, Abdelhakim Belhadj (al centro), jefe del GICL –la rama libia de al-‎Qaeda– se convierte en gobernador militar de Trípoli. Su segundo (a la izquierda) es Mahdi al-‎Harati, el participante en la Flotilla de la Libertad a quien el hoy presidente turco Erdogan había ‎visitado en el hospital

Inmediatamente después de la toma de Trípoli, incluso antes de linchamiento de ‎Kadhafi, ‎Washington crea un gobierno provisional, que reúne a los “héroes” de esta historia bajo ‎la ‎presidencia de Mustafá Abdel Jalil –el mismo que cubrió antes las torturas infligidas a ‎las ‎enfermeras búlgaras y al médico palestino. Entre esos personajes están Mahmud Jibril, el ‎profesor ‎de “retórica democrática” de los emires del Golfo, reorganizador de Al-Jazzera y ‎participante en la ‎reunión realizada en El Cairo en febrero; y Fathi Terbil, el iniciador de la ‎‎“revolución” en Bengazi. ‎El jefe de GICL y ex número tres de al-Qaeda, Abdelhakim Belhadj, ‎implicado en los atentados de la ‎estación de Atocha (en Madrid), se convierte en “gobernador ‎militar de Trípoli”.


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