Este blog mantiene una etiqueta especial denominada "asesinos de despacho" referente a los criminales de guerra nazis. Para un buen entendedor, se refiere a aquellos altos burócratas uniformados que planificaron tanto la guerra deseada por Hitler, así como su conocida política genocida. También pueden encasillarse en esta categoría a los financieros e industriales que gustosos aceptaron la doctrina del nazismo con el propósito de enriquecerse aún más a costa del sacrificio de millones de seres humanos.
Señalamos en anteriores reportajes que esto es una escalofriante realidad, un verdadero escándalo. Los asesinos de despacho nazis sobrevivieron en su gran mayoría a la guerra, hemos hablado de varios en otras entradas. Cierto es que algunos de ellos tuvieron que comparecer a juicio por ser autores de la normativa que permitió los crímenes contra la humanidad; otros, que en su tiempo se cobijaron bajo el manto de la impunidad e inmunidad al enrolarse en el exclusivo círculo de grandes banqueros e industriales, con fuerte influencia política, como excepción, comparecieron ante un tribunal por ser autores, cómplices y encubridores del expolio de Europa y por crímenes contra la humanidad.
Albert Speer y cientos más como él son ejemplos de verdaderos criminales de despacho que fueron encarcelados y sobrevivieron a la Alemania nazi para gozar de un futuro próspero en la posguerra. La mayoría ni siquiera compareció ante un Tribunal para ser juzgados por sus actividades francamente criminales.
Recapitulando, es cierto que los tribunales aliados juzgaron diversos casos (aparte del principal Proceso Internacional de Nuremberg) de la élite nazi que administraba la economía, incluso la explotación en los campos de concentración. Aquellos que si comparecieron ante la justicia estuvieron abiertamente vinculados al programa nazi, vestían uniforme de las SS y eran notoriamente públicos como para intentar evadir sus responsabilidades, impidiendo su protección.
Sin embargo, existió una élite de criminales civiles de traje y corbata, que ostentaban títulos "Honoríficos" como Generales de las SS y nunca fueron juzgados, algunos negociaron con las fuerzas estadounidenses. Eran banqueros, industriales, aristócratas y políticos que en la posguerra llegaron a ostentar cargos ejecutivos dentro de la República Federal de Alemania y Austria.
Lo curioso de estos ministros y secretarios de estado es que, pese a su declaración de culpabilidad por crímenes de guerra y contra la humanidad, en su mayoría recibieron ridículas penas de prisión, cuyas condenas fueron conmutadas, todos salieron libres entre 1950 y 1951.
Aquellos que tienen cierta inclinación por la historia de la segunda guerra mundial casi nunca suelen reflexionar sobre el trasfondo económico como una verdadera causa que originó el conflicto.
Los directivos de IG Farben en la posguerra (incluidos los sentenciados) continuaron su carrera en la empresa, fueron condecorados y compensados por su trabajo.
Obergruppenfuhrer-SS Oswald Pohl, comparece ante el Tribunal que lo juzgó junto a sus subalternos de la Oficina Central de Economía y Administración de la SS (WVHA) por conspiración para cometer Crímenes de Guerra y Crímenes contra la Humanidad y pertenencia a una organización criminal.
Existía una larga lista de nazis 'arrepentidos" que deseaban someterse a la "desnazificación", beneficiándose de una figura legal que eliminaba sus prontuarios delictivos.
En Alemania, ¿dónde podía encontrarse ese tipo de gente "virtuosa"? La respuesta era obvia, en las cárceles!.
John McCoy antes de la guerra era ya un prestigioso abogado en Wall Street de las siete grandes compañías petroleras, además era director de numerosas corporaciones. Un hombre que representaba el poder de la empresa y cumplía la tarea de ser el enlace de éstas con el gobierno de los Estados Unidos. También fue presidente del Chase Manhattan Bank de los Rockefeller y presidente del Banco Mundial, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores. Toda una personificación del poder financiero-industrial. Por alguna razón nuestro personaje fue designado asesor presidencial de Roosvelt y Subsecretario de Guerra (abril de 1941 - noviembre de 1945); luego designado Alto Comisionado de los Estados Unidos para la Alemania ocupada desde septiembre de 1949 hasta agosto de 1952, concluida su misión de liberar a poderosos financieros e industriales nazis fue recompensado como nuevo presidente de la Fundación Ford (1954) que participó activamente como cobertura para muchos agentes de la CIA y la canalización de fondos para la lucha política contra la izquierda política u organizaciones pro comunistas. Finalmente ocupó altos cargos en el Congreso de los Estados Unidos, siendo de mencionar su participación en la Comisión Warren (investigar el asesinato de J.F. Kennedy). En fin, es reconocido como asesor de todos los presidentes de Estados Unidos desde Franklin D. Roosevelt hasta Ronald Reagan.
No fue una decisión política, diría con posterioridad McCoy, "era una cuestión de mi conciencia".
El buen McCloy no encontró mejor sitio para despachar que desde las oficinas centrales de su antiguo cliente, IG Farben (cuando sus directores, entre ellos miembros de las SS, fueron juzgados por crímenes de guerra). Para 1951, todos habían sido puestos en libertad.
En el ámbito político hay casos espectaculares. Un simple ejemplo refrescará la memoria, Kurt Waldheim, el ex oficial austriaco de la Wehrmacht, convertido en Secretario General de las Naciones Unidas (1972-1981) y Presidente de Austria (1986-1992), siempre alegó haber sido reclutado obligatoriamente por la ley. Mintió descaradamente al afirmar que se licenció del servicio en 1941, sin embargo, su expediente militar decía otra cosa, como el hecho que se unió voluntariamente en 1938 a las SA (Secciones de Asalto nazis), que militó en la Liga Nacional de Estudiantes y en el Cuerpo de Jinetes Nacionalsocialistas. Waldheim declaró que su pasó por la milicia "era una actividad totalmente correcta y honesta". Ante las acusaciones de haber firmado como oficial, deportaciones y ejecuciones de judíos en plena guerra en Grecia y Yugoslavia, Waldheim alegó ser víctima de un complot de la comunidad judía, pero las pruebas estaban allí. El Congreso Mundial Judío presentó evidencia de la presencia de Waldheim en Kozara (Bosnia) en 1943, fechas en que la represión nazi torturó y eliminó a miles de civiles y partisanos yugoslavos.
Que Waldheim se haya convertido en la posguerra en un famoso político, estadista e incluso máximo representante de las Naciones Unidas debería ser motivo para sospechar que tenía amigos (o padrinos) muy poderosos.
Kurt Waldheim (segundo a la izquierda) en Yugoslavia 1943, el oficial de la extrema derecha es Artur Phleps, Obergruppenfuhrer de las Waffen SS, Comandante de la Séptima División de Voluntarios de Montaña Prinz Eugen. La fotografía corresponde al aeródromo de Podgorica - Montenegro, el 22 de mayo de 1943, durante el 'Caso Black'. La división Prinz Eugen tenía como tarea la lucha antipartisana desatando grandes ofensivas en Bosnia y Montenegro en 1943 y 1944. Phleps fue acusado por las autoridades yugoslavas de crímenes de guerra por las atrocidades cometidas por la Séptima División de las SS en el área de Nikšić - Montenegro (Caso Black). Durante los juicios de Nuremberg (6 de agosto de 1946), se citaron los crímenes de los ocupantes y fuerzas colaboracionistas en Yugoslavia.
“La continuidad económica de Alemania y del resto de países de la Europa de la posguerra es sorprendente. Algunas de los principales protagonistas de este milagro económico que derivó en la construcción de la Unión Europea eran antiguos miembros del partido nazi”.
Hermann Josef Abs, el banquero que sirvió a los nazis y ayudó a reconstruir Alemania Occidental. "Un Rey fiduciario" reza la leyenda de la foto. Lo que realmente se pensaba de él es otra cosa, David Rockefeller lo tildaría en 1960, en entrevista para la revista "Times", como "un egoísta y ruin vanidoso lleno de ambición, la clase de tipo del que no conviene fiarse especialmente". El predecesor de John McCoy, "Virrey" de la Alemania de posguerra, General Lucius Clay nombró a Abs para organizar el reparto de los fondos provenientes del Plan Marshall bajo nombre de Instituto de Crédito para la Reconstrucción y era, tras bastidores, el consejero financiero de Adenauer.
Miles de nazis se salvaron de ser juzgados y recibir una condena, gracias a la paciente tarea de Jhon McCloy, quien influenció en los acuerdos para que esos individuos no fueran procesados por sus crímenes; y, sobre aquellos que si fueron enjuiciados, McCoy se encargó de que recibieran unas leves sentencias, simbólicas.